MEMORIA
HISTÓRICA Y MÁRTIRES
Moisés Cayetano Rosado
Tal vez por deformación académica y
profesional, me obsesiona la reivindicación de la memoria histórica. Como
profesor de la materia, y por haber
hecho mi tesina y tesis doctoral sobre temas de historia contemporánea, casi de
“tiempo presente”, la apreciación de la historia de los últimos años se me hace
especialmente necesaria. Porque hay que conocer nuestros antecedentes
sociales, y especialmente los cercanos, para tomar lección de ellos; porque hay
que procurar cerrar sin falsedades y tapujos las heridas; porque los agraviados
y sus íntimos merecen un justo conocimiento y reconocimiento; porque el
recuerdo, la memoria nos humaniza, si la tomamos con naturalidad, reflexión,
sereno enjuiciamiento, firmeza y comprensión.
De ahí que me
sorprenda todavía oír a los que dicen, con respecto a los sucesos de la Guerra
Civil de 1936-39, sus precedentes y consecuentes, que “hay que olvidar”, “dejar
de remover el pasado”, llegando algunos al insulto, al sarcasmo, al
desprecio, a la descalificación irreflexiva.
Y de ahí que cuando hace unos días, en un
antiguo Seminario de Galicia, recogiera en una mesa de su claustro central un
tríptico anunciando la “Beatificación de
nuevos mártires vicencianos españoles: 60 mártires de la familia vicenciana”,
que tendrá lugar en Madrid, el 11 de noviembre de 2017, lo viese como un acto
de Memoria Histórica que la Iglesia Católica tiene a bien realizar para homenajear, ensalzar, a varios de sus hijos
que dieron la vida a causa -o por defender- sus ideas, creencias, fe,
opiniones. “Mártires de Cristo” los llaman, como dice el Cardenal Arzobispo de
Madrid, haciéndose eco de la disposición del Papa Francisco.
Unos eran sacerdotes, otros frailes y otros
seglares, pertenecientes a las archidiócesis de Madrid, Barcelona y Valencia, y
a las diócesis de Gerona y Cartagena-Murcia. He leído sus biografías y no tengo nada que objetar. Ni nada que
reprochar en cuanto a que “hay que olvidar”, “dejar de remover el pasado” y
otras frases de tomo menos “conciliadoras” que son frecuentes en muchos que
esto sí lo ven bien, pero que condenan la búsqueda de ciudadanos asesinados y
aún desaparecidos en cunetas, canteras, bosques perdidos, fincas particulares
donde no se deja indagar… Ciudadanos en muchos casos fusilados por militar en
un sindicato, ser miembros de un partido republicano o concejales de su pueblo.
Alguna vez lo he dicho: ¿No sería de justicia también indagar en la biografía de estas
víctimas, localizadas o aún sin aparecer, para poder dictaminar si se trata de
mártires civiles, o sea, “persona que ha sufrido persecución y muerte por
defender una causa”, plenamente legal, sin que utilizaran medios violentos ni
la impusieran a otros por la fuerza? ¿No podrían, por ejemplo, los
ayuntamientos revisar los expedientes de sus vecinos sacrificados hasta la
muerte, y considerar la posibilidad de realizar esa especie de “beatificación
civil” que es nombrarlos hijos predilectos (si nacieron en ellos) o hijos adoptivos
(si procedían de fuera)?
Si
respetable y “sin caducidad” es la reivindicación de la memoria de los mártires
religiosos, también lo es la de los civiles, de un bando y otro, con todas las
garantías del rigor histórico y la autoridad religiosa y civil en uno y otro
caso. Y si para unos es justa y necesaria la
glorificación, para los otros debería serlo igual, aunque parece que nadie (o
pocos) se lo planteen con seriedad.
No todo el mundo tiene la talla de historiador, qué en tus artículos queda demostrada; no todos pueden exponer sus sentimientos o ideas, con la naturalidad y respeto que tú lo haces. Y, tienes razón, no debemos olvidar nuestra historia, pero, si, perdonar. Estoy de acuerdo para ser mártires, no es necesario profesar ningún tipo de religión o creencia. Hay muchos mártires no reconocidos, que tienen todo el derecho a serlo.
ResponderEliminarSaludos.
Araceli.
Muchas gracias, Araceli. Ya sabes cuánto aprecio tu sensibilidad y tu amistad.
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