PLAYA
DE LAS CATEDRALES Y “VIGILANTES DE LA PLAYA”
Moisés Cayetano Rosado
Nos acercamos a la Playa de las Catedrales, en
el municipio de Ribadeo (Galicia), a pocos kilómetros al oeste de la
población. Bueno, realmente, Playa de
Aguas Santas, pero que popularmente ha ido tomando el anterior apelativo
por las formaciones rocosas que se levantan sobre la arena, que parecen pináculos y arbotantes de grandes iglesias
bajomedievales.
Es casi un kilómetro de playa limitado hacia la
tierra por elevadas rocas de cuarcita y
pizarra, formadas hace unos 500 millones de años, y que posteriormente, por
colisión de los supercontinentes Laurasia y Gondwana, se elevarían tanto como
la actual cordillera del Himalaya: desde esos 350 millones de años transcurridos
hasta ahora, el roquedal se ha ido
remodelando, erosionando, fracturando, con un buzamiento de estratos inclinados
hacia el mar, que ha facilitado aún más la erosión ante el embate de las
olas y la fuerza del viento.
Así, se han formado grutas profundas, algunas
de las cuales han colapsado, formando furnas
(cavidades abiertas en altura), arcos
rocosos, con más de 30 metros en la actualidad, y pináculos de igual altura, en un proceso sucesivo de fracturación y
modelado.
Todo ello, es plenamente visible y “paseable” en la bajamar, siendo bastante cerrado y de menor
vistosidad en la pleamar. Por ello, los visitantes esperamos el momento
magnífico de la marea baja, para… bajar las escaleras que desde lo alto nos
conducen a la playa y disfrutar como niños entre este bosque de columnas,
arcadas y grutas naturales, reino de
percebes, mejillones y lapas.
Y por eso, en
esta “romería” se forman colas apresuradas, lanzadas desde autobuses de
turistas y coches particulares que se agolpan en los aparcamientos, dando
la sensación de una cola de racionamiento, todos con el papelito de entrada en
la mano (o grabado en el móvil) o amparados por el guía que mete prisa a sus
parroquianos porque “hemos de entrar todos juntos”.
Sí, es que aquí
se entra, se baja, con “entrada”, con permiso, con un control vigilante
para que no se “cuele” nadie. Y es cierto que los miles de turistas de verano
pueden ser un problema de “aforo”, por lo que hay “númerus clausus” en esta “Universidad de la Geología y la
Geomorfología”, de lo que -dicho sea de paso- apenas se da información en
los carteles de la zona.
Algarve. Entre Portimão y Albor. |
La belleza del lugar, desde luego, merece bien
el acercarse; incluso con esto de los trámites de “permiso”, que resulta un
poco extraño. Eso sí, no menos
espectacular es la zona de playas entre Portimão y Albor en el Algarve, o los
acantilados de Peniche (al norte de Lisboa), de formaciones geomorfológicas
igualmente grandiosas, y allí no hay esta peregrinación. Es cuestión, claro, de
modas y de marketing. A la Playa de las Catedrales se va “a ver”; a las del
Algarve a bañarse y pasear (también un poco a mirar), como a las de Peniche,
ignorándose un poco el espectáculo de sus acantilados.
Acantilados de Peniche |
Pero que ahora -cuando vamos a finales de
septiembre- sigan los “vigilantes de la playa” pidiendo permisos de entrada,
resulta excesivo. Así, cuando llegamos
tan contentos a su “puesto de control”, nos encontramos con la barrera humana
que pide el salvaconducto, a pesar de la asistencia moderada de turistas.
Pequeño inconveniente -si no lo llevas- que te hace allí mismo conectarte a
internet, dar nombres y números de DNI para que de inmediato te franqueen “telemáticamente”
la entrada. Pequeño inconveniente… si no
“chocas” con algún/a vigilante playero insolente, maleducado, prepotente y
chulesco, que de malos modales se pone en jarras para impedir el libre tránsito
por no llevar el “papelín” que te permite bajar las escaleras. Menos mal
que siempre hay algún otro profesional sabiendo “quitar hierro” al asunto e
informar de cómo solucionar el burocrático problema.
En cualquier caso, repito, merece recorrer, en
bajamar, esta Playa de Aguas Santas,
mágica como las anteriores que nombré. Pero merecería también que las autoridades encargadas de controlar el paso
controlaran también a quien contratan para regularlo, porque la imagen que dan
del lugar resulta pésima, y hay que tener mucho temple para no mandarla
escaleras abajo, como una ola más que contribuya a la erosión de la zona, ¡que
bastante la erosiona con su comportamiento!
No hay comentarios:
Publicar un comentario