MALTRATADORES
Y PSICÓPATAS
MOISÉS
CAYETANO ROSADO
Asistimos de continuo al tremendo zarpazo de
las noticias sobre violencia en general y, por lo que ahora quiero comentar, a
violencia doméstica en particular. Se concreta fundamentalmente en violencia de género, aunque es
extensible a todo el contexto familiar y
círculos sociales próximos.
Detrás de los autores de este atropello puede
haber todo tipo de patología conductual, a veces difícilmente previsible, pero en muy alto porcentaje se trata de personalidades
psicopáticas, es decir con trastorno antisocial de la personalidad, en sus
más variados grados, algunos casi imperceptibles.
Lo importante, entonces, es poseer mecanismos para reconocerlos
ante de introducirlos en nuestros círculos, y muy especialmente antes de
entablar una relación sentimental, porque estamos ante sujetos con una anomalía cerebral prácticamente incorregible.
Durante cuarenta años he tratado, como
profesional de la educación, con niños, jóvenes y sus familiares adultos, y he
podido observar, estudiar, muchas conductas marcadas por esta problemática, que
desde las relaciones familiares derivaban a dificultades escolares. Y he
asistido, con bastante impotencia, a las relaciones de pareja de alumnos/as
adolescentes, donde uno de los sujetos tenía detectables síntomas de
psicopatía, que con el tiempo se manifestaron con gravedad.
¿Qué
hacer como padres, como educadores, como amigos, para evitar que alguien quede
atrapado en una relación con un psicópata?
Primero, darle las claves para reconocerlo. No
estaría mal echar un vistazo a estos enlaces:
http://www.sapientialibreria.com/files/PCLR_Modo_de_compatibilidad_.pdf http://es.sott.net/article/4480-Que-es-un-psicopata- http://es.sott.net/article/8406-Un-psicopata-en-casa-8-caracteristicas
Pero, de entrada, tener en cuenta que un
psicópata no es un loco que va dando voces por ahí y agrediendo a la gente sin
contemplaciones; osco y antipático, impulsivo y zafio. El psicópata es fundamentalmente un gran seductor, dotado de
extraordinaria facilidad de palabra, sereno e inalterable en su actuación, con
una capacidad enorme para manipular situaciones, generalmente bastante
inteligente y desenvuelto. De ahí que de primera pueda atraernos muy
positivamente.
Ahora bien, junto a esos rasgos “positivos”,
enseguida surgen otros que podemos detectar a poco que entablemos relación: mentiroso compulsivo, incapaz de reconocer
sus embustes; magistral victimista en caso de que se les acuse de algo; frío en
sus razonamientos defensivos por muy disparatados que fuesen; parasitario en la
asunción de tareas y trabajo productivo; de altísima autoestima; prepotente; inestable
en gustos y afectos; superficial, frívolo.
Profundizando un poco, surgen sus rasgos más
antisociales: no siente ninguna empatía,
jamás se “colocará” en el lugar de los demás para entender sus sentimientos,
que no les afectarán en absoluto; experimenta placer en embaucar, tergiversar,
manipular y sojuzgar a los demás; no siente remordimientos por su actuación,
aún siendo ésta cruel y reiterada; es incapaz de compasión alguna; no ceja en
su obsesión persecutoria, ante la frustración, sin reparar en medios y métodos.
¿Qué hacer, entonces, ante un sujeto en el que
detectamos estas características?: cuanto
antes, evitarlo, alejarse de él, cortar todo tipo de relaciones (que a
medida que te atrapen en su tela de araña será más dificultoso).
De ahí que ahora, cuando acabamos de celebrar
el Día de la Mujer y se plantean tantas problemáticas de las que son víctimas,
debamos reiterar ésta que es una de las lacras que más les afecta. Y recordar
que en los centros educativos, como una
materia prioritaria de aprendizaje, hay que introducir la del reconocimiento de
estas conductas terribles, que llevan al acoso sistemático, a la tortura
dilatada a lo largo de muchos años de vida de pareja, al sinvivir e incluso
hasta la muerte.
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