LOS QUE NUNCA
PIERDEN
Moisés
Cayetano Rosado
Cuando los capitães
del Movimento das Forças Armadas de
Portugal triunfaron en su Golpe de Estado contra el fascismo salazarista, el 25
de Abril de 1974, no tardaron en aparecer militares del entorno del general
Spínola (que sería el primer Presidente de la República liberada), ocupando la
línea de vanguardia de “los nuevos tiempos”, a pesar de no haber movido un dedo
por procurar el cambio.
¿Qué fue, entonces, de los valerosos Capitães de Abril, que se jugaron el
porvenir, la libertad personal, la vida, luchando contra la tiranía? Pues que
fueron en su mayoría arrinconados, pasando muchos a la “jubilación compulsiva”
a pesar de estar en la flor de la vida personal y militar.
Conozco a muchos de ellos. Tenían entonces
entre veinticinco y treinta y cinco años, y eran capitanes o comandantes
(“mayores” se le llama en Portugal), e incluso algunos tenientes coroneles y
algún coronel, dentro de los de más edad. Buen número eran brillantes militares,
por su expediente académico y por sus actuaciones de combate en las colonias
africanas. Raramente alguno llegó al generalato, y los más conocidos apenas
subieron un grado en el escalafón.
“¿Por qué esa injusticia?”, le pregunté una vez
a Vasco Lourenço, uno de los más carismáticos, que en 1974-75 fue graduado como
general, descendiendo otra vez a capitán tras el proceso revolucionario, que
fue cercenado el 25 de noviembre de 1975. “Porque éramos incómodos a los nuevos
políticos, a los que le entregamos ‘graciosamente’ el poder que habíamos
conquistado”, me respondió. Otelo Saraiva de Carvalho, que estaba presente,
confirmaba lo dicho; él -aclamado como héroe- también había sido graduado
general, para pasar después… a la cárcel. Al medio queda mi amigo el capitão Manuel Duran Clemente: tuvo que
salir hacia el exilio sin demora.
Las estrellas de general fueron para otros.
Muchos de ellos, indiferentes a la Revolución, e incluso obstacularizadores de
la misma.
Y bien, ¿les suena a algo este relato? ¿Tiene
alguna semejanza con tantas situaciones políticas de nuestro país? ¿Quiénes,
habiendo estado tan “en la otra acera”, en la “otra esquina”, ahora consiguen
su hueco de primera línea en las ejecutivas partidarias encabezadas por
aquellos a los que combatieron y con los que se alían ahora… para mayor gloria
de… la democracia.
Me acuerdo de que tras un tiempo muerto el
dictador Franco, celebradas elecciones y tomado el poder los “nuevos”
representantes, vi en los despachos gente que ya había visto anteriormente en
despachos similares: un ligero cambio de escenario, o de mobiliario, o de
nombramientos con cometidos similares. ¡Y yo que pensé que aquello cambiaría
alguna vez!
Pues eso, ¡pelillos a la mar! Y, si se tercia,
echar a la mar, en lo más hondo, junto a los tiburones, a los que dieron la
cara, la ilusión, los sueños, para que a la postre, como en “El Gatopardo”, de Giuseppe
Tomasi di Lampedusa, cambiándolo todo, todo siga todo igual que como estaba.
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