sábado, 1 de julio de 2017

LOS QUE NUNCA PIERDEN

Moisés Cayetano Rosado
Cuando los capitães del Movimento das Forças Armadas de Portugal triunfaron en su Golpe de Estado contra el fascismo salazarista, el 25 de Abril de 1974, no tardaron en aparecer militares del entorno del general Spínola (que sería el primer Presidente de la República liberada), ocupando la línea de vanguardia de “los nuevos tiempos”, a pesar de no haber movido un dedo por procurar el cambio.
¿Qué fue, entonces, de los valerosos Capitães de Abril, que se jugaron el porvenir, la libertad personal, la vida, luchando contra la tiranía? Pues que fueron en su mayoría arrinconados, pasando muchos a la “jubilación compulsiva” a pesar de estar en la flor de la vida personal y militar.
Conozco a muchos de ellos. Tenían entonces entre veinticinco y treinta y cinco años, y eran capitanes o comandantes (“mayores” se le llama en Portugal), e incluso algunos tenientes coroneles y algún coronel, dentro de los de más edad. Buen número eran brillantes militares, por su expediente académico y por sus actuaciones de combate en las colonias africanas. Raramente alguno llegó al generalato, y los más conocidos apenas subieron un grado en el escalafón.
“¿Por qué esa injusticia?”, le pregunté una vez a Vasco Lourenço, uno de los más carismáticos, que en 1974-75 fue graduado como general, descendiendo otra vez a capitán tras el proceso revolucionario, que fue cercenado el 25 de noviembre de 1975. “Porque éramos incómodos a los nuevos políticos, a los que le entregamos ‘graciosamente’ el poder que habíamos conquistado”, me respondió. Otelo Saraiva de Carvalho, que estaba presente, confirmaba lo dicho; él -aclamado como héroe- también había sido graduado general, para pasar después… a la cárcel. Al medio queda mi amigo el capitão Manuel Duran Clemente: tuvo que salir hacia el exilio sin demora.
Las estrellas de general fueron para otros. Muchos de ellos, indiferentes a la Revolución, e incluso obstacularizadores de la misma.
Y bien, ¿les suena a algo este relato? ¿Tiene alguna semejanza con tantas situaciones políticas de nuestro país? ¿Quiénes, habiendo estado tan “en la otra acera”, en la “otra esquina”, ahora consiguen su hueco de primera línea en las ejecutivas partidarias encabezadas por aquellos a los que combatieron y con los que se alían ahora… para mayor gloria de… la democracia.
Me acuerdo de que tras un tiempo muerto el dictador Franco, celebradas elecciones y tomado el poder los “nuevos” representantes, vi en los despachos gente que ya había visto anteriormente en despachos similares: un ligero cambio de escenario, o de mobiliario, o de nombramientos con cometidos similares. ¡Y yo que pensé que aquello cambiaría alguna vez!

Pues eso, ¡pelillos a la mar! Y, si se tercia, echar a la mar, en lo más hondo, junto a los tiburones, a los que dieron la cara, la ilusión, los sueños, para que a la postre, como en “El Gatopardo”, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, cambiándolo todo, todo siga todo igual que como estaba.

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