VISITA A LA ILHA
TERCEIRA (I)
Moisés Cayetano Rosado
Vuelvo a las
Açores, esta vez para visitar la Ilha Terceira, con el regusto agradable de un
recorrido anterior por la Ilha de S. Miguel, casi cinco años atrás (http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2013/06/visita-la-ilhade-s.html http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2013/05/el-forte-de-s.html http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2013/05/torre-sineiramusica-autoridades.html).
Los Caminheiros da Casa
do Povo de Freixo (Redondo), bajo coordinación de João Inverno, han sido los
organizadores de esta nueva aventura, de la que quiero compartir algunas
impresiones, que a otros puedan servir.
LA ILHA TERCEIRA.
Vista
desde el aire, la isla es todo verdor
con pinceladas blancas del caserío disperso, que apenas en Angra do Heroísmo
y en Praia da Vitória tiene una discreta concentración urbana.
Y ese verdor se extiende a sus jardines, que
atesoran plantas venidas de todos los continentes, y que miman con cariño.
Lo puedo ver desde el ventanal de mi habitación del hotel, al lado mismo de la
Câmara Municipal de Angra, un edificio de porte neoclásico, antecedido por
amplia plaza de adoquinado cuidadosamente “dibujado”, en derroche geométrico
alternando artísticamente el blanco con el negro, tan corriente en todo
Portugal.
Podemos
leer en algunos lugares que se llama
“Terceira” por ser la tercera descubierta, tras las de Santa María y San
Miguel (entre 1430 y 1450), de este archipiélago de las Açores (de abundantes
aves de esta especie, cuando se descubrieron); en otros, se nos indica que tomó
ese nombre del genérico del archipiélago, tras ser el tercero en que se desembarcó, tras Canarias y Madeira.
La isla no tiene más que 18
kilómetros de ancho por 29 de largo, con una superficie de 396’75 km2 y un perímetro de 90
kilómetros. Pero no se piense que puede bordearse en dos etapas de maratón,
pues su orografía es extraordinariamente complicada, con una costa bastante
recortada, de amplios precipicios y suaves playas intercaladas, así como un
interior donde las montañas volcánicas, los valles y planicies, forman un
conjunto difícil de abordar, propio para buenos caminantes.
Con
cuatro estratovolcanes, formados por la triple
unión de las placas tectónicas euroasiática, africana y norteamericana, la
isla contiene varias formaciones volcánicas y terrenos de efusión de azufre,
así como grandes masas rocosas basálticas y enormes canchales requemados de
formas tortuosas, que los habitantes de la isla utilizan para acotar sus
pequeñas parcelas agro-ganaderas, donde abundan los cultivos hortícolas y los
prados con vacas lecheras, así como algunas reservadas para negrísimos toros de
lidia, que se emplean en las “touradas a corda”, una de sus tradiciones más
antiguas.
Los habitantes en conjunto no llegan
a 60.000 y el turismo aún no es de la agobiante saturación que lo será el día
en que muchos descubran la belleza, originalidad y variedad geomorfológica, paisajística, urbana
y monumental que tiene, aparte de su envidiable gastronomía y sugestivas
playas. Hasta la capital, Angra do Heroísmo,
sigue siendo una apacible “pueblo grande” de especial gusto, que le ha
hecho merecedor de la calificación como Patrimonio de la Humanidad, por su autenticidad, integridad del conjunto urbano
de encanto isleño y el magnífico
conjunto de fortificaciones abaluartadas y artilladas de los siglos XVI y XVII.
Estas constituyen un ejemplo de evolución e integración urbana -que tienen su
continuación en lienzos amurallados con redientes y fuertes estratégicos por
diversos lugares de la isla- sin agresión especulativa, y vivo ejemplo universal de defensa ante los frecuentes ataques de la
piratería en este espacio crucial, escala de paso entre América y Europa.
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