VISITA A LA ILHA
TERCEIRA (II)
Moisés Cayetano Rosado
ANGRA DO HEROÍSMO.
Ciertamente,
Angra, esta pequeña bahía, esta ensenada
(esencial en la historia moderna, heroica ante el corso, el filibusterismo, así
como ante la ocupación española de 1580, al proclamarse rey de Portugal Felipe II
de España, y luego al sublevarse contra Felipe IV -III de Portugal- en 1640), es digna titular de Patrimonio de la
Humanidad, declarado por la UNESCO en 1983.
Cuando
bajas de la Câmara Municipal a la ensenada, te vas enfrentando a un precioso caserío multicolor, armónico,
donde imperan los blancos, ocres, amarillos, rojos y azulados, con amplios
ventanales enrejados, cornisas sobresalientes, suelos que son como mosaicos.
Un poco me recuerdan a esa ciudad ecuatoriana también Patrimonio de la Humanidad:
Cuenca, tan sencilla y bella, tan serena, acogedora, auténtica.
Y al llegar al puerto, a un extremo y otro te
sorprenden sus fortificaciones. Impresionantes, sorprendentes en su
grandeza, en su traza, en su conservación, en el ingenio de su calculado “fuego
cruzado”. Y luego descubres que también en su actual uso, tan distinto entre
ellas.
Así, al este tenemos la fortaleza de S.
Sebastião. Levantado según diseño del ingeniero italiano Tomasso Benedetto,
a finales de los años sesenta y primeros setenta del siglo XVI, bajo el reinado
de D. Sebastião, cumpliendo funciones defensivas hasta las luchas entre
liberales y conservadores de 1828-1832, y siendo una de las primeras estructuras abaluartadas del país. Adaptada
orgánicamente al peñón en que se ubica, parece
una flecha lanzada hacia el mar entre riscos y de hornabeque hacia tierra, de
amplios glacis. Actualmente cumple función de discreta Pousada, que desde
el exterior pasa desapercibida, y en el interior respeta los espacios
originales, de amplias zonas verdes y dependencias adosadas a los lienzos
interiores del amurallamiento.
Al oeste, el inmenso Castelo de S.
Filipe, iniciado en 1592, sustituye a una fortificación menor de anterior construcción, y cruza fuegos
con la fortaleza de S. Sebastião, defendiendo la bahía. Esta compleja
estructura defensiva -que se prolonga por gran parte del perímetro del Monte
Brasil, apéndice volcánico en este extremo de la bahía- constituye la mayor fortaleza construida por España
fuera del continente. Sería conquistada -tras un año de asedio- por las
fuerzas locales en 1642, al comienzo de la Guerra de Restauração, pasando a
llamarse desde entonces Fortaleça de São João Baptista, en homenaje al rey
restaurador, D. João IV. Impresionan sus dos baluartes y un semibaluarte de
cara al interior de la ciudad, y entre los dos primeros su puerta principal con
acceso actual por puente de cantería (que sustituye a un anterior de madera),
así como los fosos, donde profundas
“cobas de lobo” singularmente cuadradas y rectangulares, asimétricas, completan
la “defensa-trampa” ante los invasores que puedan acceder a este lugar. E
impresionan también, en el interior de los laterales de la puerta, las
prisiones excavadas en la roca, que más parecen galerías de contraminas.
Libremente,
podemos pasear por el interior del primero, y en visita guiada por militares
(sigue cumpliendo función militar este castillo), gratuita, el segundo.
Los diversos museos de Angra, la delicia de sus calles, la amplia y de
precio más que asequible oferta de
restaurantes, sus rincones
discretos, sus jardines, enriquecen
el anterior legado, al que hay que unir la singularidad de su Sé (catedral) y
su Teatro, dos joyas que no debemos dejar de visitar.
La Sé, de airosas y espléndidas
torres y un amplio interior de tres naves con techo plano, separadas por arcos de medio punto
y pilares cuadrangulares, presenta una insólita
colección de óleos, pintados en 2014, que representan la pasión, muerte y
resurrección de Jesucristo, adosados a la cara de los pilares que da a las
naves laterales. En ellos, diversos pintores locales escenifican los momentos
trascendentales de los últimos días de Jesús, conjugando elementos de la época de esos hechos con otros de rabiosa
actualidad. Y así, el encuentro de la Virgen y su Hijo en la Pasión va
acompañado por soldados de tiempos actuales, que ostentan armamento automático,
cascos de acero y otros pertrechos contemporáneos; o el descendimiento de la
cruz, donde un militar romano de los tiempos de Jesús charla con otro de
nuestros tiempos, adornado con medallas y cruces en el pecho, traje y chorreras
actuales.
El Teatro angrense es una joya, con
trazado de planta en herradura, “a la italiana”, de planta baja y tres pisos
superiores adosados a su perímetro, de palcos corridos, separados por mamparas. Todo tapizado en rojo y con airosa
rejería corrida en los tres pisos, constituye en sí un espectáculo. ¡Y allí
tuvimos la suerte de ver una emotiva, cálida actuación de altura: conmemoración
de la Revolução dos Cravos con intérpretes de fados que recordaban un poco al
de Coimbra, otro poco al de Lisboa y otro más a los “cantos de intervenção”, de
oposición al régimen salazarista.
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