TIEMPOS
CONVULSOS
Autora: Ana María
Castillo Moreno.
Edita: Ediciones
HOAC. Madrid, 2020. 501 páginas.
Ana María Castillo, escritora nacida en Berlanga (Badajoz), ya nos había
proporcionado anteriormente diversas aportaciones literarias apreciables, como
algunos libros de poesía y la obra narrativa La maestra cuentacuentos, pero ahora nos sorprende con una obra de
notable valía, que pese a su extensión (más de quinientas apretadas páginas) se
lee con sostenido interés, tensión y emoción: Tiempos convulsos.
Con esta obra, la editorial de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción
Católica), una “superviviente” de los tiempos de publicaciones “comprometidas”
antes y durante la transición política española, retoma la vertiente
“creativa”, tras una dedición especialmente volcada al ensayo socio-político. Y
lo hace precisamente con esta novela de corte realista, de claro afán
testimonial, apostando por la intrahistoria y la microhistoria, sin perder por
ello la calidad artística exigible a una obra de creación, lo que supera con
creces.
Tiempos convulsos es un relato que se
desenvuelve narrativamente en tierras de Euskadi, pero que envuelve
principalmente a personajes autóctonos y emigrantes, siendo estos últimos
procedentes de diversos rincones de Andalucía y Extremadura. Abarca
temporalmente el periodo comprendido entre 1959 y 1980, y refleja lo que en
esas dos décadas de los años sesenta y los setenta constituyó una seña de
identidad de los pueblos de España: la emigración-inmigración, entrelazada con
esa otra problemática tan señalada en Euskadi: la lucha por la identidad
nacional, reivindicada por amplios sectores no solamente de los allí nacidos
sino también de los descendientes de los que hasta esta zona se vieron
obligados a emigrar.
Lo novedoso de la obra que comentamos es el trasfondo que nutre todo la
obra. Algo muy poco tratado no ya por otros narradores sino por ensayistas e
investigadores de los fenómenos
migratorios y nacionalistas: el papel de los movimientos obreros y de
estudiantes cristianos en estos lugares conflictivos y de recepción
demográfico-laboral: HOAC, JOC y JEC, que aquí adquieren un protagonismo
esencial.
Los que hemos vivido en estos lugares de “aluvión migratorio”, o conocido
de cerca el proceso, en Madrid, Cataluña, Euskadi… e incluso en lugares de
recepción migratoria de Alemania, Francia, Suiza…, enseguida podemos entender
que la apuesta narrativa de Ana María
Castillo Moreno es muy oportuna y acertada, pues en esos años del
tardofranquismo, con la enorme problemática social, laboral, educativa,
cultural, urbanística, de choque de mentalidades, etc., estos movimientos
fueron cruciales para organizar los distintos colectivos (obreros, jóvenes,
estudiantes…) dando cauce, voz y amparo a sus reivindicaciones, y siendo germen
creativo de partidos y sindicatos.
Estando localizada la acción fundamentalmente en el País Vasco, la
narración adquiere una mayor riqueza de circunstancias y problemáticas, pues a
los naturales enfrentamientos de comunidades nativas y de llegada se unirán las
reivindicaciones identitarias, nacionalistas e independentistas, entrecruzadas
con el problema de la violencia y surgimiento de fuerzas con alto contenido
rupturista, cual el caso de ETA. Y así, los desencuentros en la convivencia
vendrán incrementados precisamente por la postura de los distintos personajes
ante la actuación de la misma.
Página tras página, la obra se va engrandeciendo y creciendo en
intensidad narrativa, en construcción de personajes y situaciones, en
exposición histórica de hechos, dándole protagonismo no a los grandes
personajes históricos del momento (que no aparecen en ningún momento, salvo el
caso especial de contactos y posiciones del Papa, sin proporcionarnos el nombre
del mismo) sino a los cotidianos: los trabajadores y trabajadoras; los jóvenes
de los pueblos, barrios y caseríos; los militantes de las organizaciones
cristianas y grupos independentistas; los guardias civiles (y sus familias) y
policías.
Hay en la narración, y cada vez más, resaltando en las últimas páginas,
momentos de intensa emoción, de un magistral relato en la forma de presentar el
enfrentamiento de los personajes; en sus propias contradicciones y su difícil
convivencia; en las penalidades de la vida cotidiana y los desencuentros por la
visión política de las reivindicaciones; en la violencia explícita, en las
muertes; en las ilusiones iniciales y los consiguientes desengaños; en las
ganas de vivir y convivir.
Tras mucho penar, mucho perder, el mensaje de fondo y final de la obra no
nos conducen al pesimismo, sino que se abren a la esperanza en la comprensión
mutua, en el arrepentimiento y el perdón… tras los “tiempos convulsos” que en
los años finales parecen irse superando, tras la agitación violenta de los años
centrales.
Ana María Castillo lo simboliza en una frase hermosa con la que acaba la
novela, donde proclama la libertad, al contestar uno de los personajes a la
pregunta de por qué un muro de mariposas no es un muro de verdad: “Porque
cuando lo tocas o te acercas, desaparece. ¡Todas las mariposas se van
volando!”. Todas las personas se abren al futuro esperanzado, donde parecía que
hubiera una muralla de incomprensiones y
dolor.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
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