SALGUEIRO
MAIA Y LA REVOLUÇÃO DOS CRAVOS
Moisés
Cayetano Rosado
Doctor en Geografía e Historia
Este año las conmemoraciones de la Revolução dos Cravos no podrán contar en
Portugal con la habitual alegría desbordante en las calles de pueblos y
ciudades, desde que en aquella madrugada del 25 de abril de 1974 el Movimento das Forças Armadas (MFA)
derrumbara la larga dictadura de casi medio siglo y acabara con las sangrientas
guerras coloniales de 13 años de duración.
Pero eso no es inconveniente para que
podamos recordarla con admiración un año más, reflexionar sobre ella y apuntar
algún detalle dentro de lo mucho que ya, pasados 46 años, se ha ido divulgando.
Así, quisiera llamar la atención sobre
uno de los protagonistas fundamentales de aquel día de triunfo para las
aspiraciones de paz y libertad para el pueblo portugués: el Capitão Fernando Salgueiro Maia, que
junto a otros nombres como Otelo Saraiva de Carvalho o António de Spínola será
uno de los protagonistas triunfales de lo que en ese día no era en principio
más que un “Golpe militar”, que evolucionó a Revolución en los días y meses
siguientes.
Si el mayor (comandante) Otelo fue el
“cerebro” del Plan de Operaciones que llevarían a cabo las principales unidades
militares, y coordinador hasta el total
triunfo en la tarde del día 25, y si el general Spínola obtuvo la “transmisión
de poderes” del Presidente del Gobierno, Marcelo Caetano, pasando seguidamente
a presidir la “Junta de Salvación
Nacional” y luego la Presidencia de la República, el capitán de caballería
Salgueiro Maia iría a ser el protagonista de los sucesos más decisivos en la Operação Viragem Histórica, como se
llamó al conjunto de operaciones que en menos de un día cambió radicalmente el
sistema político de Portugal.
Salgueiro Maia, alentejano, nacido en
Castelo de Vide a mediados de 1944, había participado en las terribles guerras
coloniales, combatiendo en Mozambique y en Guinea entre 1968 y 1973 -primero
como alférez, después teniente y luego capitán, cuando tenía entre 23 y 28 años-,
pasando a continuación a la Escuela Práctica de Caballería de Santarém.
En la madrugada del 25 de abril de 1974
dirige desde allí la columna que marcha hacia Lisboa para llegar al Terreiro do
Paço (Praça do Comercio, a orillas del Tajo), donde tenía encomendado prender
al Ministro del Ejército, que en la confusión logra huir por una zona trasera
del Ministerio. Salguero Maia se juega la vida enfrentándose a los tanques
gubernamentales que aparecen para neutralizar su acción, especialmente cuando el
brigadeiro (general de brigada) Junqueira dos Reis ordena fuego artillero
contra él, al acercase solo, a pecho descubierto, con una granada en el
bolsillo como última alternativa para una muerte junto a sus oponentes. Lo
libran de ello la negativa del alférez Fernando Sottomayor y el cabo apuntador José Alves Costa, que
estaban a los mandos del carro de combate. El brigadeiro se retira; tropas y
armamento quedan bajo las órdenes de Salgueiro Maia.
Terminada su misión con éxito en este
lugar, se le es ordenado subir al Largo do Carmo, sede de la GNR (Guardia
Nacional Republicana) para prende al Presidente del Gobierno, que se había
refugiado allí, al constituir la GNR la fuerza militar más confiables para el
régimen.
Su larga, tensa, arriesgada negociación,
llena de templanza ante la urgencia de acabar con la situación de enorme
peligro, que aconsejaba disparos de artillería mayor y que él supo contener,
fue decisiva para que no hubiera víctimas, para que el levantamiento militar no
se convirtiera en una más que posible masacre: el espacio circundante estaba
lleno de personas que asistían en directo a la caída del Régimen dictatorial,
subidos a los árboles, a las ventanas y balcones de los edificios circundantes,
a los tejados e incluso a las piezas de artillería que cercaban el cuartel, en
una “comunión” pueblo-fuerzas militares sin precedentes.
Una vez llegado Spínola a hacerse cargo
del poder, escolta a Marcelo Caetano en su salida del cuartel, consiguiendo que
el triunfo discurra sin derramamiento de sangre.
Salgueiro Maia supone imponerse a las circunstancias
más adversas de la guerra colonial y acometer en pocas horas las acciones más
arriesgadas con templanza y dignidad, desde una juventud muy experimentada en
las contrariedades. Después, hasta su muerte por cáncer en 1992, vendrían
tiempos oscuros, desconsiderados para con una figura de su talla humana y
militar que no es momento ahora de rememorar, pero que espero detallar en una
publicación en que estoy trabajando para su publicación por la Fundación Caja
Badajoz.
El proceso posrevolucionario tuvo sus sombras sobre
las que hay que proyectar luz para entenderlo en su conjunto por completo. Pero
el 25 de abril de 1974 quedará para siempre como una fecha sin igual en la
resolución de los máximos conflictos, con la intervención de jóvenes militares
dispuestos a colaborar incondicionalmente con el pueblo en la conquista de la
libertad.
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