MUJERES EXCEPCIONALES
MOISÉS CAYETANO ROSADO
A finales de octubre, con pocos días de diferencia, he coincidido con dos mujeres excepcionales. Tras ocasiones anteriores, volver a hacerlo en un tiempo tan cercano, tratando cuestiones relativas a su vida en relación a sus respectivos maridos, prematuramente fallecidos, me impulsa a realizar unas breves reflexiones.
Hablo de Marisol Hinchado, esposa del que
fuera Alcalde de Badajoz, Manuel Rojas, ganador de las elecciones locales en
tres ocasiones consecutivas por mayoría absoluta, y de Natercia Maia, casada
con el “Capitão de Abril” Fernando Salgueiro Maia, decisivo en el triunfo de la
“Revolução dos Cravos”, de Portugal.
Ambas son profesionales ya jubiladas de dos
de los “oficios” más que satisfactorios: la sanidad y la enseñanza respectivamente.
Trabajadoras que pueden sentirse orgullosas de su trayectoria, no interrumpida
por la trascendencia pública de sus respectivas parejas.
Al margen de ello, admiro su temple,
serenidad, elegancia, discreción y fortaleza para sobrellevar esa “sombra
alargada” del pasado en que la celebridad de sus cónyuges nunca interrumpió su
tarea profesional, y después, con su muerte en plena madurez (Manolo con 55
años y Salgueiro Maia con 48), han aceptado la participación en homenajes y
reconocimientos al político y al militar -respectivamente- verdaderamente
excepcionales.
Siempre, en esos actos de exaltación, se han
mostrado apacibles, con la sonrisa eterna que las caracteriza, humildes en su
presencia, como pasando desapercibidas, pero reforzando con firmeza el recuerdo
cálido, admirable de aquellos con los que compartieron ilusiones y luego tanto
dolor. Dolor no solamente por la pérdida tras una larga enfermedad, sino por lo
que en los últimos años de las vidas del alcalde tan querido y el militar
valeroso, tuvieron que padecer con los desaires de los que tanto le deben a su
abnegada labor.
Manolo Rojas creó una ilusión ciudadana inédita por la política municipal, reforzó la potencia de un partido -el socialista- cuando acababa de renacer, impulsó una ciudad moderna desde la escasez de medios y recursos. Salgueiro Maia llevó sus tropas de Santarém a Lisboa, tomando la Praça do Comercio, jugándose la vida ante un brigadeiro que ordenó dispararle a cañonazos, consiguió atraerse a los militares al mando de su enemigo, subió al Quartel do Carmo, donde estaba refugiado el Presidente de Gobierno (Marcelo Caetano) y logró su rendición… Pero luego, con el paso de los años, pocos años, fueron “castigados” por ser mitificados en su entorno, pese a que nunca pretendieran la entronización.
Uno se vio obligado a dimitir como alcalde,
apenas seis meses después de su última reelección, agobiado por las presiones
internas; el otro sufrió destinos profesionales injustos y humillantes en lugar
del reconocimiento profesional bien merecido. Los dos murieron conscientes del
agravio. Que yo sepa, no lo manifestó expresamente Manolo Rojas, pero sé de su
desaliento. Quien sí lo diría sin rodeos fue el ya entonces teniente coronel:
le confesó a su compañero de armas Vasco Lourenço el deseo de que en su funeral
se cantase “Grândola, Vila Morena”, para que algunas de las personalidades que asistirían
de manera oportunista a su funeral se vieran obligadas si no a cantarla, al
menos tener que oírla en silencio.
¿Por qué esa persecución? “Por envidia”, me diría entre otros un amigo del militar portugués, el General Adelino Matos Coelho. “A los héroes no se les perdona su actuación”, me comentó el coronel Vasco Lourenço, Presidente de la Associação 25 de Abril. Por lo mismo, decimos tantos respecto a Manolo Rojas, al que en el año próximo habrá que tributar los merecidos homenajes por la conmemoración del 40 aniversario de su primer triunfo en las elecciones municipales. ¿Qué se cantará, y quién, en las actividades que se programen?
Marisol Hinchado “dará la talla”, como
siempre. Como la da Natercia repetidamente. Y con esa sonrisa y esa elegancia
que en estos días me han vuelto a regalar. Ese saber estar de unas mujeres
excepcionales.
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