EL CASTILLO DE MONTJUIC EN
BARCELONA: LUGAR DEFENSIVO, OFENSIVO, DE REPRESIÓN, DE OCIO Y DE CULTURA
Moisés Cayetano Rosado
Con
el inicio de la Revuelta de los Segadores (1640) comienza a construirse el
Castillo de Montjuic, en torno a la torre atalaya existente
en lo alto de la montaña. Construcción defensiva que no impidió su toma por los
ejércitos de Felipe IV en 1652.
Una refortificación
del mismo va a tener lugar a finales del
siglo XVII, a causa de los asedios marítimos de esas fechas, construyéndose
una ciudadela, tres baluartes y una línea de redientes orientada hacia el mar.
Con
la Guerra de Sucesión a la Corona española iniciada en 1701, volverá a tener
nuevo protagonismo, al inclinarse Cataluña a favor
del archiduque Carlos de Austria, en contra de Felipe V de Borbón. Las
hostilidades se manifestarán en el año 1705, prolongándose hasta el final de la
guerra, en 1714. El Castillo será un bastión de la defensa borbónica, en cuyo
poder estaba, aunque muy brevemente, pues fue conquistado en octubre de 1705. A
ello seguirá nueva ocupación borbónica en la primavera de 1706, otra retirada
inmediata y una nueva ocupación -ya definitiva- por las tropas de Felipe V en
septiembre de 1714.
Todas estas acciones de defensa y ataque -primero
de la corona española de los Austrias (mediados s. XVII) y luego de los
Borbones (principios s. XVIII), frente a independentistas o contrarios a la
nueva dinastía de origen francés-, llevarán a una consideración del castillo de
Montjuic de Barcelona como un elemento defensivo de primer orden, acordándose
su remodelación y reforzamiento, que
dotaría a partir de 1751 al castillo de
una extraordinaria fortificación abaluartada. Prácticamente es la que nos
ha llegado hasta nuestros tiempos.
El proyecto es del ingeniero militar Juan
Martín Cermeño, y está constituido por un trapezoide adoptado a las curvas de
nivel de la montaña. Tiene dos baluartes flanqueando la cortina de la puerta de
entrada (de puente levadizo sobre el foso perimetral), dos largas cortinas
laterales con profundo terraplén formando abruptos glacis, y hornabeque con
revellín al medio en el extremo opuesto (zona suroeste) a la puerta de entrada.
En 1799 se culminarían las obras,
pero sus soberbias defensas no fueron obstáculo suficiente como para que durante la Invasión Napoleónica fuera
tomado (sin resistencia), en 1808.
Esta
“maquinaria de guerra”, con su “juego defensivo-ofensivo”, va a tener a partir
de 1842 un nuevo y triste papel: el represivo. En ese año
y el siguiente, el gobierno del general Espartero reaccionará por la revuelta
barcelonesa de protesta contra su política autoritaria bombardeando sistemáticamente desde el castillo a la ciudad. Ocasionará
cientos de muertos y de heridos, tremendos daños materiales y la huída de
decenas de miles de habitantes.
Este papel coercitivo del castillo abaluartado
contra su propia ciudad se volverá a
repetir en 1856, con otro balance de cientos de muertos, ocupación militar
de la ciudad por el gobierno conservador y represión extrema.
Todo
el siglo XIX estará marcado precisamente por esta función controladora,
represiva de la ciudad desde el castillo.
Y a partir de 1893 unirá nuevo uso
directo de sus instalaciones militares: centro
de detención y tortura para centenares, miles de opositores, especialmente
anarquistas, sindicalistas en general y obreros participantes en huelgas y
conflictos. A este respecto, destacan
las detenciones y fusilamientos en sus fosos de la Semana Trágica de 1909 (el pedagogo libertario Francesc Ferrer i
Guàrdia será una de las víctimas más famosas) y de la huelga de La Canadiense y conflictos consecuentes, entre 1919 y 1922.
Durante
la II República española y la Guerra Civil volverá a tener nuevo protagonismo
como prisión y ejecuciones políticas, primero
dirigidas por organizaciones antifascistas y después por los militares
franquistas, que lo ocuparon a partir de enero de 1939. Desde entonces, la concentración de miles de prisioneros y
las ejecuciones sumarias no cesarán, siendo el caso más destacado el del
presidente de la Generalitat, Lluís Companys, fusilado el 15 de octubre de
1940 en el foso de Santa Eulàlia, de la cortina sur de la fortificación.
El
castillo sería prisión militar hasta el año 1960, en que
fue cedido a la ciudad parcialmente, con encargo de construir en él un Museo Militar (exaltador de “las
glorias castrenses patrias”, estando en funcionamiento desde 1963 hasta 2009).
En
la actualidad, tras obtener la ciudad la cesión total y
definitiva en 2007, acoge en sus fosos
actividades deportivas variadas y en el interior exposiciones
artístico-culturales temporales en sus galerías perimetrales, así como
actividades lúdicas en su patio central. Las terrazas son miradores
privilegiados hacia la ciudad y el mar.
Un objetivo
de futuro es convertir este espacio (primero defensivo-ofensivo militar,
luego de represión ciudadano-político-sindical contra la propia ciudad y sus
habitantes, y ahora lúdico-deportivo-artístico-cultural) en un lugar para la Memoria, la enseñanza histórica y la reivindicación
de la libertad y los derechos individuales y colectivos. Así lo señala el
folleto que facilitan con la entrada al monumento, editado por el Ayuntamiento
de Barcelona (“Castillo de Montjuic, Barcelona”, Ajuntament de Barcelona, 24
pgs.), con textos de Manuel Risques e Itineraplus, de donde he tomado
fundamentalmente las ideas que expongo en estas líneas.
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