OUGUELA, PEQUEÑO-GRAN TESORO VIGILANDO LA
RAYA
Moisés Cayetano Rosado
Subiendo de Campo Maior hacia
el norte -camino de la Raya/Raia, para ir hasta Alburquerque-, nos encontramos
a 10 kilómetros de la primera, casi pegando a la frontera, esta pequeña
población de poco más de cincuenta habitantes.
Su lugar privilegiado, en un
pronunciado cerro cercano al río Gévora, rodeado de tierras feraces y de
manantiales, le han hecho centro de ocupación poblacional desde época
prerromana hasta la actualidad, en que ha quedado tan mermado de ocupantes.
Celtas, romanos, visigodos, musulmanes… han ido pasando por este promontorio, fortificándolo
estos últimos, antes de que la ocupación cristiana le diera su conformación
definitiva.
Será el rey D. Dinis el que le otorgue fuero propio en
1298, que D. Manuel renueva en 1512. Conservará
estatuto de villa hasta la reforma administrativa de 1836, en que pasa a
depender del concelho de Campo Maior.
Alburquerque y su castillo al fondo visto desde Ouguela |
Desde uno a otro de estos dos
reinados, se configurará definitivamente el castillo, pasando a ser una de
las plazas fuertes más importantes del Alto Alentejo, defensora de la
frontera frente al poderoso señorío castellano de Alburquerque.
Esta función de control
fronterizo y defensivo volverá a desempeñarla activa y reiteradamente a lo
largo de la Edad Moderna, especialmente durante la Guerra de Restauração o
independencia de Portugal (1640-1668), en que fue tomada por los ejércitos
españoles durante veinte años (1642-1662). Después, durante la Guerra de
Sucesión de la Corona española (1701-1714), especialmente en la ofensiva de
1709. Sufre nueva invasión en 1762, y otra más en la llamada Guerra de las
Naranjas (1801), en que volvió a ser ocupada.
Por todo ello, su amurallamiento
medieval sería complementado con refuerzos abaluartados desde un primer
momento de estos conflictos modernos, bajo proyecto de uno de los ingenieros
más importantes del siglo XVII, que trabajó intensamente en la frontera
alentejana: el francés Nicolau de Langres.
Sin embargo, las actuaciones
más importantes tendrán lugar a mediados del siglo XVIII, en que se le dota
a la fortaleza de un baluarte, un medio baluarte y revellín.
Bajada a la cisterna. |
A resultas de ello, nos ha
quedado un hermoso patrimonio, consecuencia de estos conflictos medievales y de
la Edad Moderna. Así, tenemos en la actualidad un espacioso patio de armas
aún habitado, con amplísima cisterna al medio (pudiéndose contemplar en
un hueco central las escaleras de bajada y en otro la cavidad de la misma), horno
comunal y huertas entre el caserío, además de monumental Casa del
Gobernador, recientemente rehabilitada.
Casa del Gobernador |
Protegiéndolo todo, conserva
una hermosa muralla medieval, con extraordinarios torreones, que puede
ser recorrida por su paseo de ronda, contemplándose a esta altura de más de 260
metros sobre el nivel del mar el extraordinario valle transfronterizo. Ello nos
permite disfrutar al norte de la Serra de São Mamede y la Sierra de San
Pedro (contemplándose claramente la silueta del castillo de Alburquerque), al
oeste la inmensa planicie alentejana hasta más allá de Arronches y del
barragem (pantano) do Caia, al este la vega pizarrosa de Villar del Rey,
y al sur Campo Maior.
La puerta de entrada de la
fortificación medieval -posteriormente remodelada- fue protegida en el siglo
XVII por un semibaluarte, perfectamente conservado, como también lo
están otras construcciones “a la moderna”: hornabeque al este, la zona
más expuesta a la ofensiva; profundo foso perimetral, contraescarpa,
camino cubierto, parapetos y plazas de armas.
La visita a este patrimonio
monumental resulta siempre grata. El paseo por sus ronda elevadas, un goce
para todos los sentidos: inmensas vistas circulares a valles y planicies;
avistamiento de aves que sobrevuelan el castillo y los alrededores; el olor de
la naturaleza cambiante de una densa vegetación contrastada de riveras y
montes; el sonido relajado de algún rebaño de ovejas… y ese aroma de la cocina
casera alentejana, que nos viene de las casitas de este interior fortificado, o
de las otras viviendas que ascienden desde sus calles empinadas hasta la
fortaleza. Goce general para experimentar y que a partir de ahí siempre nos
gustará de repetir.
Mis abuelos vivían ahí, y recuerdo pasarmelo genial escalando los muros y andando por todos lados...
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