sábado, 8 de noviembre de 2014

Moisés Cayetano Rosado
Acabo de regresar de Cataluña. Allí me he entrevistado con antiguos compañeros, alumnos de hace decenas de años, dirigentes de asociaciones de emigrantes, amigos, conocidos, gentes de la calle… “Catalanistas” convencidos y “españolistas” que lo tienen absolutamente claro; pero también personas indecisas, expectantes ante el aluvión de argumentos y consignas.
He recorrido las cuatro provincias. Pueblos y ciudades. Sitios bulliciosos y recónditos. Todos magníficos lugares. Y extraordinaria gente, como me ha ocurrido en tantas ocasiones que allí he vuelto, tras haber vivido mi primera experiencia laboral hace ya varias décadas.
Cada uno un mundo, un argumento, una razón expresada con convencimiento, aunque también en muchos con cierto grado de inconsistencia, o de duda. Pero no he visto, en forma alguna, tensión, malos modos, incomodidad. Me recuerdan los versos de María Elvira Lacaci, de su poema “La Puerta del Sol”, a la que tantas veces he hecho referencia, cuando se preguntaba “¿Quiénes eran España?”: “Cada cual/ un amor, una lágrima,/ un rencor que no cesa./ Una perenne lucha. En su existencia”.
Porque he visto la preocupación cotidiana por la vida, el ansia de vivir, el temor, la alegría, el fatigar diario, la renovada ilusión, las recaídas y el nuevo levantarse en las múltiples facetas de la vida.
He visto, también, el deseo de expresarse. De la forma que cada cual entiende. Afirmando o negando. Reafirmándose en convicciones que no se pueden taponar, como no se pueden poner puertas al campo.
Y en ningún momento una Cataluña de buenos y de malos. De saqueadores y de saqueados.

¿No fue aquello de “Habla pueblo, habla”, lema de la Transición que tanto alabamos? Hablar es necesario, porque como decía el poeta extremeño Manuel Pacheco, “en boquita cerrada no entran moscas/ pero tampoco salen las palabras”, y es necesario que salgan las palabras para que no nos asfixien, agolpadas en nuestra garganta. Impedir ahora la consulta es mantener la incógnita de qué quiere mayoritariamente el pueblo que vive en Cataluña, y seguir dilatando el cacareo de políticos que en gran medida cuidan de su “huerto” con la excusa de mantener una u otra postura que a la postre es la razón de su estar en candelero.

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