¿DÍA DE EXTREMADURA EN LAS PLAYAS DEL SUR?
Moisés
Cayetano Rosado
Recientemente, he pasado dos Diadas en
Barcelona. En la plaza delantera de la Basílica Santa María del Mar se juntaba
una multitud reivindicativa, que exigía la independencia. Y en los alrededores
de la antigua Ciudadela, donde se desarrollaban los actos oficiales, otra vez
las manifestaciones catalanistas ponían en la celebración su nota combativa.
Como eso es el día 11 de septiembre, yo iba desde
esta Extremadura que festeja su Día tres jornadas antes. ¿Y aquí que se
respiraba? Una celebración entre lo religioso, lo institucional descafeinado y
algunas voces disonantes, apagadas por el calor de los fastos en el Teatro
Romano de Mérida, con discurso oficial de autobombo, figura cantante de
relumbrón y nombramiento de prohombres y de proinstituciones, donde a veces no
se ha estado muy fino en la elección.
Ahora, voy por las calles de nuestras ciudades
y me llama la atención el anuncio en algunas agencias de viajes: “venga con
nosotros a las playas del Sur en el Puente del Día de Extremadura”, o algo
parecido. O sea, celebre el Día de la región en las arenas caldeadas de
Andalucía. Y parece que la iniciativa tiene éxito, pues se repite año tras año
el curioso reclamo.
Yo he vivido dentro de las instituciones -a lo
pobre, como concejal-, la preparación de los comunicados oficiales consensuados
para proclamar nuestra extremeñidad, y he pasado mis sudores. Como portavoz en
su día de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Badajoz, tenía que “negociar”
el folio que leería el alcalde, y era todo un penar. Primero gobernando el PSOE
y después el PP, desde el poder se quería una declaración complaciente, con
alguna llamada de atención a reivindicaciones sociolaborales de guante blanco;
desde la Presidencia de IU se exigía que se leyera un comunicado casi
incendiario, llamando a una justicia social contundente, denunciadora de casi
todos los poderes.
En el fondo era igual, porque nadie iba a hacer caso al discurso leído en el Pleno y
reseñado en los medios de comunicación. ¡Claro, estaba la playa…! Aquello salía
al final haciendo malabares. Y yo quedaba siempre mal, pues transigía para unos
y era cerril para los otros.
¿Seguirá siendo así en las corporaciones
actuales o hay otras cosas más urgentes de las que deban ocuparse? En tanto,
las agencias de viajes esperan al cliente sudoroso, sediento todavía de playa y
chiringuito, de pescaíto frito y puente tirado a la bartola.
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