VILA VIÇOSA: EXPLOSIÓN DE VERDOR
Moisés Cayetano Rosado
Vila Viçosa es
la villa, la ciudad “viciosa”, o sea, exuberante, llena de verdor en sus
alrededores, en la enorme dehesa de 2.000 hectáreas que servía en el pasado de
reserva de caza a los duques de Bragança (luego reyes de Portugal, de 1640 a
1910, en que se implantó la República). Conocida
y visitada principalmente por su Palacio Ducal, grandiosa construcción
levantada entre los siglos XVI y XVIII, que domina una enorme plaza en cuyo
centro se alza la estatua de D. Juan IV, el primer Bragança que llegó al trono
de Portugal.
Sin duda, este monumento
de 110 metros de longitud, de mármol blanco y gris, de 50 salas visitables,
con valiosos tesoros de azulejos, pinturas murales, tapices de Bruselas,
alfombras de Arraiolos, preciosos jardines clásicos, claustro manuelino de gran
belleza, museo de carrozas y atractiva sala de armas, seduce a gran número de
entusiasmados visitantes.
Únase a ello la Pousada
D. João IV, en un lateral, de exquisito gusto, digna de recorrer en sus
galerías llenas de tesoros en muebles excelentes, más tapices y cuadros,
claustro agradabilísimo y estancias cómodas, donde se puede descansar, sin que
nadie te exija ni una consumición mínima (recomiendo, no obstante, su café y
chocolatinas). Cerca está, viniendo de Borba, la curiosa Porta dos Nós y un rosario de iglesias, palacetes y
rincones agradables de ver; entre ambas poblaciones habremos ido viendo, a
ambos lados de la carretera, las enormes canteras de mármol, que más atrás se
extienden hasta Estremoz.
Sin embargo, de la ciudad yo prefiero su zona más antigua, el casco medieval intramuros, que
ocupa un pequeño promontorio, desde el que se domina todo el restante caserío.
Las murallas,
mandadas levantar en el siglo XIII por el rey don Dinis, fueron reforzadas con bastiones en el siglo XVII,
y rodean todo el casco antiguo donde habitan aún buen número de familias, en
casas primorosamente blanqueadas, de puertas con arcos ojivales y teja árabe.
Su conservación es ejemplar, y pueden ser recorridas totalmente, permitiéndonos
ver por entre sus almenas el hermoso paisaje de alrededor.
En su interior
se encuentra la Igreja de Nostra Señora da Conceição, remodelada en los
siglos XVIII y XIX; el cementerio
-donde podemos visitar la tumba de la gran poetisa romántica Florbela Espanca,
natural de Vila Viçosa- primorosamente cuidado, como todos en Portugal, dotado
de una monumentalidad que nos habla del respeto y culto fúnebre heredado de
siglos, y el castillo artillado
renacentista, rodeado de profundos fosos, en cuyas salas y corredores se
encuentra un Museo Arqueológico, así como el Museo de la Caza, con armas y
piezas cobradas por los duques de Bragança en todo el mundo. Desde la terraza
del Museo podemos contemplar una bellísima panorámica del entorno.
En una de las rampas de salida de este recinto
fortificado -en la explanada occidental, delante de una torre albarrana-
veremos el Pelourinho,
gótico-manuelino, del siglo XVI –de fuste cuadrangular pizarroso de 8
metros de altura, base de mármol, como la esfera calada, de hojas de acanto,
superior. En otra salida, mirando hacia la expansión urbana de la ciudad: dos
cañones del siglo XVII, utilizados en la Guerra de Restauración, que les llevó
a independizarse de España en 1668. El resto del recinto es un vergel de flores,
plantas, arbustos y árboles de todo tipo, surgidos y mantenidos gracias al
microclima montañoso que allí se origina y al cuidado y mimo de la propia
ciudad.
Vila Viçosa, población enclavada sobre
un subsuelo totalmente marmóreo, de transición a la pizarra hacia el este, es
lugar idóneo, lógicamente, para adquirir artesanía de objetos de mármol;
también de estaño. Su gastronomía sigue
la tradición alentejana, si bien aquí podemos decidirnos por el gazpacho, la
sopa de tomates, el borrego assado no forno y, de postre, sericaia y
tibornas.
Las tibornas constituyen el dulce típico de la
población, hechas con almendra, cabello de ángel, yema de huevo, canela y
azúcar. Tomarlas en la Avenida
Bento de Jesús Caraça -la “espina dorsal de la población”-, contemplando en lo
alto la Porta de Évora, de su recinto medieval, es un placer que no debemos
perdernos al hacer la visita.
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