VIAJE A MALTA.
LA MAGIA DE UNAS ISLAS SINGULARES: LAS TRES CIUDADES, ACORAZADOS MIRADORES (II)
Moisés Cayetano
Rosado
Cuando
se han visto las Tres Ciudades desde los Jardines de Valletta que dan al Gran
Puerto, el deseo de bajar hasta ellas se hace irresistible.
Esa visión de las puntiagudas lenguas de tierra que se internan en el mar, tan
azul, tan ajetreado de embarcaciones que entran y salen; esas impresionantes
fortificaciones que blindan las entradas, con sus paños de murallas, baluartes,
revellines, hornabeques, fuertes…, con un abigarrado y monumental caserío
interior, nos deparan magníficas sorpresas.
Ocupado el espacio por los fenicios en el
800-700 a.C., ha visto pasar desde entonces todo tipo de invasores, que
necesitaban el refugio de sus ensenadas en las rutas comerciales mediterráneas.
Allí fracasarían los turcos en su Gran
Sitio de 1565, ante los Caballeros Hospitalarios, que se instalaron en 1530.
El ofrecer estas ciudades una resistencia heroica, les valió la nueva denominación
de Vittoriosa, Senglea y Cospicua, a las que respectivamente se llamaban Birgu,
L-Isla y Bormla.
Esta invasión llevó a reforzar lo que ya eran
extraordinarias fortificaciones, que en
los siglos XIX y XX serían de gran utilidad a los ingleses, como base de su
flota en lugar tan sustancial del Mediterráneo. Pero eso mismo las haría blanco de los ataques del Eje en la II
Guerra Mundial, que causó grandes destrucciones, posteriormente reparadas
con tesón y acierto.
Si accedemos a ellas por tierra desde Valletta,
llegaremos primero a Cospicua, tras
atravesar el primer cordón de baluartes en semicírculo, que mirados
cenitalmente parecen un inmenso collar de perlas puntiagudas, de 5 kilómetros
de longitud.
Otro
segundo collar rodea propiamente a la ciudad, reforzado por el inmenso fuerte rectangular
de Santa Margerita, dotado en sus extremos de un
baluarte y tres semibaluartes, así como tenaza delante de la puerta exterior.
Los magníficos cuarteles que cubren todo el perímetro interior son actualmente
viviendas residenciales, dotados de animada actividad vecinal.
Dentro de su intrincado caserío es de destacar la Iglesia colegiata de la
Inmaculada Concepción, del siglo XVI,
cuyas escalinatas en rampa van a dar a un estrecho y largo puerto deportivo que
nos lleva a la entrada de las otras dos ciudades del conjunto: Vittoriosa a la
derecha y Senglea a su izquierda.
Vittoriosa
resulta ser la más turística de las tres, con una oferta monumental
extraordinaria, en que destacan -aparte de un paseo marítimo
delicioso, repleto de embarcaciones de recreo- diversas iglesias y palacios, y
en especial su Fuerte de Sant’Angelo,
considerado “la joya de la corona” del patrimonio militar maltés, sede del
Gran Maestre de los Caballeros Hospitalarios en el siglo XVI y símbolo de la
resistencia al Gran Sitio Turco de 1565. Fue ampliamente reformado a finales
del siglo XVII, siendo en el XIX cuartel general de la armada británica del
Mediterráneo. En la II Guerra Mundial
sería la base de operaciones aliadas, siendo alcanzado 70 veces por los
bombardeos ítalo-germanos. Actualmente está siendo rehabilitado en su interior,
por lo que no pudimos visitarlo. Pero las
vistas desde su base hacia el Gran Puerto, Senglea y Valletta resultan sobrecogedoras.
Senglea,
enfrente de Vittoriosa, tiene una traza urbana en cuadrícula,
como ocurre con Valletta y Floriana, al contrario que las tortuosas, medievales,
de Vittoriosa y Cospicua (aunque esta última tiene cierta parte en trazado
regular).
Como en las otras dos ciudades, resulta muy grato el paseo marítimo y las vistas
exteriores. El amurallamiento es igualmente extraordinario, y resulta llamativa en especial su torre vigía -tipo
gigantesca garita- situada en la punta septentrional, en cuyas paredes
están esculpidos unos gigantescos ojos y orejas, como símbolos de su función de
vigilancia. Desde allí, contemplar el
Gran Puerto (en donde atracan todo tipo de embarcaciones, incluidos los
inmensos cruceros turísticos) y Valletta resulta una experiencia impagable, por
su belleza y monumentalidad.
Pasar
todo un día recorriéndolas sucesivamente a pie, relajadamente, constituye uno
de los mayores alicientes de la isla para
cualquier amante del ingenio humano desplegado en el urbanismo, las defensas
abaluartadas y la contemplación monumental sosegada… porque, al contrario que
la mayor parte de los puntos recomendables del archipiélago, no parece haber
llegado allí la masificación de visitantes.
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