miércoles, 15 de octubre de 2014

HIJOS DE LA DEHESA, NIETOS DE LA PAMPA

Autores: Varios. Coordinadores, Francisco Antonio Perna Paniagua y Máximo Durán Abad.
Edita: Editora Regional de Extremadura. Mérida, 2014. 159 páginas.

Argentina fue una “tierra de promisión” para gran número de italianos, españoles… que entre mediados del siglo XIX y primeros años del siglo XX accedieron a ella de forma masiva, con la esperanza de un futuro mejor que el que les aguardaba en una Europa sumida en la miseria. La industrialización y el maquinismo habían llevado en Occidente a un ahorro de mano de obra no solo en el sector secundario sino también en el primario, al tiempo que el despertar productivo de los países emergentes del Cono Sur americano necesitaba “nueva sabia” para poblar y brazos jóvenes para trabajar.
En un ensayo presentado en el IX Congreso Internacional de Historia de América -celebrado en Badajoz, en 2001-, mi hijo Moisés Cayetano Rodríguez estudió esa emigración, que entre 1857 y 1915 ascendía a más de 1.500.000 españoles, algo que únicamente el estallido de la I Guerra Mundial y las crisis consecuentes consiguen mitigar (ver estudio completo en el Documento 39 del siguiente enlace: http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/p/paginaprueba.html).
De las causas y avatares de este fenómeno migratorio hay abundante documentación bibliográfica, hemerográfica y literaria, siendo el novelista extremeño Felipe Trigo quien lo ha tratado con profusión y maestría en diversas obras, especialmente en la más conocida de ellas: “Jarrapellejos” (véase también en el Documento 25 del enlace anterior mi estudio sobre “La emigración en la obra de Felipe Trigo”).
Como nieto de emigrantes a Argentina e hijo de nacido allá y vuelto con sus padres a Extremadura (quedando gran parte de su familia en la Pampa), resulta para mí un tema especialmente emotivo (ver http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2012/03/retorno-desde-la-emigraciontransoceanic.html). Lo es todo lo que a la emigración en general se refiere para cualquier extremeño, pues en el pasado siglo perdimos por esa vía más del 40% de nuestra población regional, lo que hace raro que alguien no tenga diversos amigos, familiares, conocidos, en diversos lugares de recepción migratoria.
Por eso, encontrarnos con el libro “Hijos de la Dehesa, nietos de la Pampa. Relatos de la emigración extremeño-argentina”, nos ofrece el valor añadido de lo emotivo, lo cercano, al tiempo que el testimonio histórico de primera mano que suponen las “historias de vida”, que contiene.
Francisco Antonio Perna Paniagua -nacido en Rosario (Argentina), de madres y abuelos maternos extremeños, socio fundador y primer presidente del Centro Extremeño de Rosario- y Máximo Durán Abad -hijo de extremeño y gallega, de abuelo materno nacido en Argentina, periodista que trabaja en el Gabinete de Prensa de la Junta de Extremadura-, han sido los encargados de la coordinación de esta edición de la Editora Regional, en que se nos muestran veintiocho relatos mayoritariamente autobiográficos, donde los protagonistas de la emigración y sus descendientes documentan desde la sencillez, el rigor y la nostalgia aquello que fue nuestra odisea de principios de siglo XX y también el rescoldo de otra posterior, tras la Guerra Civil española, antes de que se abriera el torrente migratorio hacia Europa Occidental en los años sesenta.
En las narraciones de sus protagonistas está lo esencial de lo que supuso aquel éxodo difícil, doloroso, desgarrador e inevitable para unas gentes sin perspectivas de futuro en origen, que buscaban para ellos y especialmente para sus hijos un porvenir menos oscuro que aquel que entreveían en su tierra.
Desde la consecución de los permisos oficiales para realizar el viaje y la acomodación en Argentina hasta la situación actual, van pasando por nuestros ojos, a través de las páginas del libro, todo el latir humano que llevó consigo: el efecto “llamada” de parientes, amigos, conocidos ya instalados; la venta de sus humildes posesiones o el endeudamiento para reunir la suma del pasaje; la difícil, convulsa travesía de alrededor de un mes en incómodos barcos, muchas veces inseguros; el trabajo durísimo en el campo argentino -principal destino de los emigrantes- o en servicios urbanos, mal remunerados, inestables, temporales, de mucha menos rentabilidad que la soñada; la nostalgia de la familia, los amigos, que quedaron en sus pueblos; la tierra de nacimiento que se lleva siempre en el recuerdo…
Con todo, va surgiendo el consuelo de las asociaciones que se hicieron para combatir la nostalgia y facilitar la ayuda mutua (en este aspecto los gallegos fundaron algunas potentísimas y de enorme influencia política y social). En los dos últimos capítulos nos ofrecen el ejemplo de las creadas formalmente en estos últimos años, específicamente regionales: Centros Extremeños de Rosario y Santa Fe.
El libro va enriquecido con fotos de Extremadura y Argentina, así como los protagonistas de las historias narradas, junto a algunos documentos personales, recorriendo las diversas etapas del proceso: despedidas, embarques, pueblos y personajes en puntos de origen y de recepción a lo largo de todo el siglo XX.
Una joya, en fin, para conocer el latido humano de lo que aquella emigración supuso para los que se vieron envueltos en la misma. Un testimonio de primera mano contado con realismo, sin ocultar lo que el movimiento migratorio ultramarino tuvo de dificultoso, y en el que algunos, sí, triunfaron e incluso lograron un desenvolvimiento económico fantástico, pero en el que una gran mayoría logró apenas algo más que sobrevivir, con tantas e incluso más dificultades que en la tierra que les vio marchar. Porque la emigración, especialmente la ultramarina, está llena de sueños, mas también de desencantos; de latir humano y de sobrevivencia; de desgarros, aunque igualmente de recomposiciones, y al final -como se dice con frecuencia en estos testimonios-, los emigrantes y sus directos descendientes han ido viendo crecer dos patrias en el interior de sus corazones, a las que quieren vivamente: España y Argentina.
Hoy tienen el alivio de la facilidad de las comunicaciones: tanto directas -unas horas de avión y no un mes de penalidades en el barco-, como indirectas -las facilidades de las videoconferencias, los móviles, internet, etc.- y no aquellas cartas que entre el ir y volver llevaban dos meses de espera, o las carísimas y demoradas conferencias telefónicas; también la acción institucional de Extremadura, que recuperó la conexión y colaboración a través del Consejo de Comunidades Extremeñas. A los “hijos de la dehesa” les queda ese consuelo en los últimos años de su vida, y a los “nietos de la Pampa”, este lazo de unión que siguen cultivando y ojalá se lo transmitan a sus descendientes, para que no perdamos el hermanamiento que a todos enriquece y engrandece.

MOISÉS CAYETANO ROSADO

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