jueves, 27 de junio de 2013

DESCUBRIR CAMPO MAIOR
Castillo y fortificación abaluartada de Campo Maior
Moisés Cayetano Rosado
A estas alturas quizás sea una exageración hablar de descubrir Campo Maior, cuando tantos rayanos hemos disfrutado de sus calles engalanadas con flores de papel en las fiestas que -sin una periodicidad exacta- celebran en septiembre. Otros muchos van al cercano Barragem do Caia, amplio y pintoresco embalse, para pescar, bañarse, practicar el campismo, coger espárragos, etc. También algunos disfrutan de sus cada vez mejor acondicionados restaurantes, que hacen la competencia a los de Elvas, sobre todo en la preparación del bacalao, el ensopado de borrego, los asados y los dulces caseros.
Sin embargo, Campo Maior es mucho más. Ya cuando vamos por la carretera que nos lleva desde Badajoz (no el “atajo” que, llegando, se indica a la derecha, sino de frente) tenemos una vista impresionante de su castillo medieval -mandado edificar por el rey D. Dinis en 1310- y de la Iglesia mayor (Igreja Matriz), precioso templo de los siglos XVI-XVII, de altísima fachada flanqueada por dos torres gemelas.
Como hay que dar un amplio rodeo hasta entroncar con la carretera que viene de Elvas, durante todo el trayecto -a mano derecha- nos irá acompañando esta vista de la ciudad dominada por ambos monumentos a cuyos pies se extiende un caserío de tejados rojos y blancas fachadas que emparientan el urbanismo rural alentejano con el extremeño. Delimitando este espacio, tenemos amplios lienzos de muralla abaluartada de los siglos XVII y XVIII; no olvidemos que estamos ante una ciudad fuertemente fortificada, fronteriza, enfrentada tantas veces con España, de la que a principios del siglo XIII (1219) dependió, al ser conquistada a los musulmanes, hasta que en 1297 pasó a formar parte de Portugal, por el Tratado de Alcañices.
Callejear por su zona antigua es una delicia. El entramado medieval de la misma, lleno de rincones, calles que se estrechan o ensanchan, que se ondulan, que suben la cuesta hasta el castillo (visitable, de hermosas vistas al territorio circundante y caserío en anillo, de amplias chimeneas) nos trasporta en el tiempo y nos envuelve con su serenidad, su remanso de paz.
Son de garantía sus pequeños restaurantes, en muchos de los cuales han recuperado la artística bóveda extremeño-alentejana, y sus pastelerías, con buenos -y muy azucarados- dulces y café. De garantía son también, en el Jardim -la plaza principal-, sus terrazas, donde podemos comer unos deliciosos caracoles a precio más que asequible, y deambular entre la densidad de su arbolado, arbustos y parterres.
Entre este Jardim y la Iglesia principal está la Plaza del Ayuntamiento (Câmara Municipal), que al medio tiene uno de los Pelourinhos (Picota o Royo, en español) más hermosos de la Península. Y al lado de esta Iglesia –de magníficos altares de mármol-, una capilla (Capela dos Ossos) forrada de huesos humanos de la que sólo existe otro modelo en todo Portugal, en Évora; recordatorio tétrico y pintoresco de que “todos tenemos que morir” y de que “los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos”. En fin, siempre es un alivio poder seguirlo viendo...
Diversos museos completan el aliciente de la visita, como el del Lagar, el de Arte Sacra, el Museu Aberto do Quartel do Assento o el del Café.
Entrada a la fortificación de Ouguela

A siete kilómetros en dirección noreste se encuentra una pequeña aldea que recomiendo conocer: Ouguela, con 140 habitantes, castillo de la misma época que el anterior. La misma está reforzada por asombrosa fortificación de la Edad Moderna, que una vez más nos hablan de la importancia estratégica de la zona en las guerras con España. Una amplísima vista de la campiña hasta Alburquerque hace las delicias de cualquiera. Incluso desde ahí se puede ir, por buena carretera, a esta ciudad española, con la que tantas relaciones siempre tuvo, a pesar de los polvorientos caminos en las épocas del contrabando con que tanta gente humilde se ganaba la vida.
http://blogs.hoy.es/lostesorosdelaraya/2013/06/27/descubrir-campo-maior/
« Valido la inscripción de este blog al servicio Paperblog bajo el seudónimo moisescayetanorosado ».

miércoles, 26 de junio de 2013

VIVIR POR ENCIMA DE NUESTRAS POSIBILIDADES
Moisés Cayetano Rosado
A menudo oímos: Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Y muchas veces, el que lo sentencia piensa: Habéis vivido por encima de vuestras posibilidades, excluyéndose.
Sin embargo, pienso que sería más correcto decir: Han vivido por encima de nuestras posibilidades. Sí, son muchos los banqueros que han vivido así; muchos los promotores inmobiliarios, los constructores de pisos, adosados, chalets, urbanizaciones y otros negocios del “ladrillo”; los especuladores de uno y otro lado; los creadores de ilusiones vanas que les dieron pingües beneficios; los comisionistas; los “bolsistas” jugadores de fortunas. Esos que en gran parte han sido generosamente rescatados, y siguen dándose la gran vida, en tanto los embaucados han quedado con “el culo al aire”; al aire porque han sido desalojados de sus casas que no pueden pagar, de sus empleos al hundirse las empresas, de las esperanzas de futuro porque la negrura va para lustros cuando menos.
Y entonces, como piensan que “se ha cometido una falta grave, un pecado mortal”, hay que expiar la culpa. Y las recomendaciones de sus sabios son sabiamente taxativas: aligeramiento del personal laboral de las empresas, aumento de las jornadas de trabajo a los empleados, disminución de los salarios, recorte de vacaciones, flexibilidad para poder disponer de sus servicios o mandarlos fulminantemente a la calle; congelación o aminoramiento de las pensiones de jubilación, retraso en la edad de la misma; adelgazamiento de los presupuestos estatales para educación, sanidad, servicios asistenciales, sociales y culturales, potenciando la privatización de estas prestaciones esenciales; liberalización de precios y horarios en todos los sectores…
No olvidan, claro, la demonización de la representación sindical de los trabajadores, desmontando la acción colectiva a favor de la actuación individualizada del “sálvese el que pueda”.
Una jugada envolvente en la que no falta el meter miedo con “el peligro que viene del Oriente”, como siempre en la historia, en que los bárbaros aparecían con el sol naciente y una nueva civilización que destruía la nuestra: los chinos y japoneses, tan competitivos, que “van a comernos por los pies”.

O sea que a callar. A tragar. A  aguantar. A soportar. A resignarse con lo que nos manden los que han hecho la jugada maestra de vivir por encima de nuestras posibilidades y además echarnos la culpa de “los platos rotos”, que ahora tenemos que pagar con intereses recrecidos.

viernes, 21 de junio de 2013

EL TÍO DE LAS VISTAS
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Cuando por la Feria de San Juan llegaba a mi pueblo “el tío de las vistas”, todos los muchachos hacíamos corro a su alrededor, ante la magia fascinante de sus binoculares grandes y pesados, que llevaban al medio como una rueda giratoria con filminas imposibles de distinguir a simple vista.
Aquellos que podían pagarse el acceso al espectáculo, se encajaban el artefacto debajo de las cejas, miraban con atención por los tubos oscuros y aparecía el milagro de paisajes lejanos, de monumentos increíbles, de escenas de película, incluso de planetas cuyos nombres nos sonaban un poco de la escuela, rodeados de estrellas, en tanto el viejo de las vistas lanzaba soflamas ininteligibles.
Después leería en “Platero y yo” el capítulo cuarenta y nueve y allí encontré otra vez, identificándome, al grupo de niños extasiados delante de ese “tío de las vistas” que Juan Ramón Jiménez retrata con su dulzura triste y su denuncia larvada, en breves líneas, agudas como dardos de diana.
El tío de las vistas abre el capítulo tocando el tambor para atraer a la chiquillería, que aparece “sin dinero, las manos en el bolsillo o a la espalda”. Es la masa anhelante que debe contentarse con la fiesta preparada para otros, esos que luego llegan “con su perra en la palma de la mano”.
El poeta nos presenta una fiesta selecta en su humildad, vedada para una mayoría sin ese mínimo recurso que abre promesas como flores brillantes, misteriosas.
“-¡Ahooora se verá… al general Prim… en su caballo blancoooo…!”. Caballo blanco para unos chicos que lo más que tienen a su alcance es al burro Platero, “tierno y mimoso igual que un niño”, pero sin esa altanería de comerse al mundo que debe tener el caballo del admirado general.
“-El puerto… de Barcelona…!”. ¿A qué podía sonarnos tanta lejanía, que luego se nos hizo cercana en el rosario de cuentas alargadas que fue la emigración, arrastrando a tantos de los allí presentes?
“-Ahooora se verá… el castillo de la Habanaaaa!”. Casi nada. Todos procurando una moneda para tener acceso a semejante paraíso.
Incluso Platero, en el relato de Juan Ramón Jiménez, “mete su cabezota por entre las de los niños”. ¡Cualquiera se resiste! Es el misterio de lo desconocido. El portento que solo nos traen las grandes fiestas. Esa feria en mi pueblo, esos tiempos expectantes de la niñez, que Juan Ramón describe con dulzura, pero a la vez con un dolor larvado, por las muchas carencias que contempla.
Cuando el tío de las vistas pide su moneda a Platero, “los niños sin dinero se ríen todos sin ganas, mirando al viejo con una humilde solicitud aduladora…”.

¡Que estos tiempos terribles -oleadas de necesidad y crisis- no priven a los niños de la fantástica aventura, del mensaje universal de candor irrepetible de la feria, con sus tiovivos, caballitos, coches chocantes, bolas azucaradas de algodón, tren de los escobazos, grutas de las sorpresas… vistas del caballo de Prim, puerto de Barcelona, castillo de la Habana…, teniendo que contentarse con una sonrisa aduladora, por ver si así el tío de las vistas se apiada!

jueves, 20 de junio de 2013


NUEVA VISITA A ELVAS
Moisés Cayetano Rosado
Creo que ha desaparecido el tópico de ir a Elvas para comprar toallas y comer mariscos en El Cristo, aguantando pacientemente colas como si estuviésemos en la puerta de un convento donde nos den la sopa boba. Lo triste es que aún muchos, con la urgencia del turista repetido, no han disfrutado de una ciudad verdaderamente hermosa y destacada, que ha logrado en 2012 la calificación de Patrimonio de la Humanidad por su “guarnición fronteriza y fortificaciones”, en lo que no tiene rival.
Elvas, además de ser una población comercial tradicionalmente importante en la frontera, y tener una oferta variada y atractiva de restaurantes, puede asombrar a cualquiera con su patrimonio artístico, monumental y popular.
Todo su Casco Antiguo está rodeado por un amurallamiento abaluartado de los siglos XVII y XVIII, que es una fortificación completa, con tres puertas en uso, fosos, cortinas, baluartes, bastiones y explanadas de 5 kilómetros de extensión. Desde él se aprecian los fuertes de Santa Lucía (del siglo XVII) y de Graça (siglo XVIII), protegiendo a la ciudad desde los cerros que por el sur y el norte la flanquean respectivamente, auxiliados por tres fortines monumentales.
 Posiblemente estamos ante el ejemplo de arquitectura militar más completa de la Edad Moderna de toda Europa, y la mejor conservada.  Afortunadamente, en el Fuerte de Santa Lucía han realizado una ejemplar restauración, adaptándosele como Museo Militar; queda que se haga lo mismo con el de Graça, uno de los más impresionantes que existen en el mundo, y ya cedido por el Gobierno portugués al municipio para su rehabilitación y uso.
Ábside de la Iglesia de S. Domingos. Elvas.
Dentro de este espacio privilegiado podemos visitar el castillo medieval de los siglos XIV al XVI, desde donde las vistas son extraordinarias a todo el entorno. Restos de amurallamiento musulmán y cristiano bajomedieval, formando tres cercas en anillo. Construcciones religiosas góticas, renacentistas y barrocas: iglesias y conventos con altares barrocos en madera y mármol, azulejería historiada y tallas escultóricas de primera calidad. Otras de tipo militar, como diversos cuarteles, polvorines, depósitos de intendencia y hospitales, dan cuenta de la importancia estratégica de esta Plaza.
Su espléndida Plaza de la República, desde la cual salen hacia el castillo calles y callejuelas de preciosa traza medieval tiene al fondo la antigua Sé (catedral) que es un compendio artístico en el que destaca el manuelino. Palacios y palacetes junto a casonas de fachadas encaladas en blanco y ocre típico de Alentejo han sido acertadamente rehabilitados. Empedrados en piedra caliza y basáltica muestran dibujos que sólo los artesanos alentejanos saben hacer. Numerosas fuentes de mármol y, ya saliendo de las murallas, extensos jardines que ocupan fosos y explanadas nos conducen hacia la parte moderna de la ciudad. Al oeste, presenta un monumental acueducto de más de 8 kms. de longitud y casi mil arcadas, el Acueducto de Amoreira, construido entre los siglos XVI y XVII, e iniciado por el arquitecto Francisco de Arruda, sigue en perfecto uso, como sus aljibes, tan imprescindibles en los múltiples asedios que la ciudad sufrió.
Acueducto de Amoreira. Elvas.

Por si fuese poco, en los alrededores existe una importante cantidad de restos neolíticos, especialmente dólmenes, en una ruta visitable, así como villas romanas de meritorios mosaicos, en medio de espesos bosques de encinas y alcornoques, que nos van conectando con otras ciudades y pueblos que poco a poco iremos visitando en adelante. Y como en cualquier población del Alentejo, la gastronomía a base de productos de la tierra (açordas campesinas; ensopados y asados de borrego y porco alentejano; quesos de oveja; sericaia com ameixas; vino tinto y bagaço de la zona), no tienen nada que envidiar a los mariscos que desde aquí llevamos tantos años consumiendo en esta ciudad Patrimonio Mundial.

jueves, 13 de junio de 2013

VIVIR EN LA RAYA
La Raya desde la Sierra de Alor (Olivenza)
Moisés Cayetano Rosado
Vivir en la Raya es como hacerlo en una especie de mundo mágico, de país de las mil y una maravillas. En breve tiempo, pasamos de un acompañamiento ambiental de voces en castellano a otro en portugués, como si todo se hubiera trastocado. De tomarnos nuestro café con leche a ponernos delante de uma bica, pequeñísimo café tan concentrado como solo nuestros vecinos consiguen hacer. Del pan de nuestro lado español, esponjoso y blando, al portugués, más compacto, abultado y oscuro. De nuestras sopas caldosas a sus espesas açordas. De nuestros fritos a sus asados. De nuestras calderetas de cordero a sus ensopados de borrego; de la candelilla bañada en miel a la baba de camelo
Pasamos sobre la línea del tiempo viendo cómo nos dejó marcados: aquellas luchas persistentes nos legan este patrimonio que se “encara” en un lado y otro de la Raya, preventivamente, preparado para cualquier ataque repentino en nuestras portentosas fortificaciones.
Y dejamos atrás nuestro flamenco y pasodobles, nuestras alegres jotas rayanas, para ir introduciéndonos en su sentido fado, en los profundos coros de cante alentejano.
En cuestión de un momento, nos situamos al otro lado del espejo. En la otra cara de la misma moneda, que a veces se entremezclan y crean un producto renovado, llevándonos a nueva dimensión. Así es el caso de Olivenza, donde se encuentran “las hijas de España y nietas de Portugal” (según una de las jotas más conocidas del folklore extremeño), con sabores ambientales de las dos culturas, superpuestas.
Tuy desde Valença do Minho


Sanlúcar de Guadiana desde Alcoutim
Pero que también se va dando en poblaciones de ambos lados, tan cercanas que se dan la mano, mojada la separación apenas por un río, como Tuy y Valença do Minho al norte fronterizo (Galicia y Minho), o Alcoutim y Sanlúcar de Guadiana en el sur (Algarve y Andalucía); otras veces, con una explanada que se acorta a base de construcciones acercándose, como ocurre con Badajoz y Elvas.
El sol cayendo en Elvas, visto desde Badajoz.
Nada más curioso que pasear al borde mismo de la Raya, a través de los campos, e ir saludando a caminantes de uno y otro lado, alternando los idiomas hermanados. Y comprobar que sucesivamente cambiamos de hora, como si pudiéramos hacer un viaje en el tiempo, retrocediendo y avanzando según nuestro gusto.
Vivir en la Raya es casi vivir en la fantasía e incluso en el capricho de desdoblarnos en mundos diferentes, que en su variedad se complementan y enriquecen. ¿Nos damos cuenta de la suerte que se tiene al ser “rayanos”? 

martes, 11 de junio de 2013

CASTILLO DE SANTA CATALINA. CÁDIZ.
MOISÉS CAYETANO ROSADO
La fortaleza abaluartada de Santa Catalina (conocida como “Castillo”), en Cádiz, es otro ejemplo más de aceptable restauración y utilización acertada, con los que por fortuna me estoy encontrando últimamente. Deberían servir de modelo para los que solo ven un destino posible a nuestros fuertes: la de “contenedores” de restaurantes, salones de boda y hoteles de diseño y uso para unos pocos.
Esta impresionante maquinaria defensiva fue mandada construir por el rey Felipe II, en 1598, tras el terrible asalto inglés de dos años antes, que arrasó la ciudad, sometiéndola a pillaje, saqueo y destrucción. El proyecto fue del ingeniero militar Cristóbal de Rojas (autor de “Teoría y Práctica de la Fortificación”, el primer tratado de este género publicado en España), que fallecería en la ciudad antes de terminar la obra, pero que fue culminada con sus extraordinarias aportaciones.
Tras contribuir a la defensa de la ciudad a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX, el llamado Castillo de Santa Catalina (por albergar en su interior una capilla construida en 1693, dedicada a Santa Catalina de Alejandría), sería utilizado por el Ministerio de Defensa como prisión en diversas épocas, dejando de hacer uso del mismo en 1991.
Después de unos años de abandono, el Ayuntamiento se ha hecho cargo de la fortaleza, rehabilitándola (con algunas actuaciones controvertidas en las cañoneras y revoco de cemento) y poniéndola en uso y disfrute público, que es como ahora la encontramos.
Construcción pentagonal, que hacia el mar muestra una estrella de tres puntas -a manera de corona- y hacia tierra una tenaza por cuyo medio tiene la entrada, presenta dos niveles en sus estancias:
- En la planta baja está, a un lado y otro inmediatamente -en los antiguos polvorines-, una muestra museística del castillo y las fortificaciones de Cádiz, vista en su evolución histórica; en el centro, el patio de armas y al fondo una amplia sala de exposiciones, donde siempre hay una muestra temporal de pintura, fotografía, etc.; a la izquierda, la capilla de Santa Catalina, de alerón apoyado en pilastras y pequeña espadaña; a la derecha, otra sala de uso artístico.
Exposición fotográfica temporal en la planta baja.
- Subiendo a la planta alta, las vistas desde el paseo de ronda hacia la bahía y hacia el Fuerte de San Sebastián (en obras de rehabilitación) son extraordinarias. Y allá tenemos otra sala más de exposiciones, para muestras temporales, y unas amplias dependencias cedidas a distintos artistas locales de las más diversas disciplinas, que las utilizan como talleres de trabajo y creación, abiertas a la visita pública.
Exposición pictórica temporal en la planta superior.

Magnífico espacio para una ciudad que en los últimos años está poniendo en valor un patrimonio monumental religioso, civil y militar extraordinario, enclavado en una red urbana vitalista, llena de palacetes, caserones, placitas bien tratadas, jardines, restos arqueológicos que desde los fenicios nos llegan a la actualidad, pasando por los griegos y romanos… justificando su calificativo de “tacita de plata” con justicia.

domingo, 9 de junio de 2013

DE FUNNY GAMES A AMOUR: CINE MAYOR
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Toda la filmografía del alemán Michael Haneke es -aparte de obras maestras indiscutibles- un ejercicio de tensión emocional que a veces resulta difícil de afrontar, a pesar de la impecable y rotunda “obra maestra” que resulta cada una.
Aunque quizás la última (Amour, 2012) rompe un poco la tendencia de violencia extrema en que se sitúan otros de sus títulos (especialmente uno de sus primeros, Funny Games, 1997), para inundar las pantallas de dulzura, dentro de la tristeza del drama, más bien tragedia, que viven sus protagonistas.
Funny Games (http://www.youtube.com/watch?v=9fxjbaOFSrk) ponía a prueba nuestra capacidad de aguante emocional, presentando una situación límite de crueldad gratuita. La actuación de dos jóvenes que se introducen en el chalet de una pareja y su hijo, interrumpiendo su tranquilidad con motivos nimios que van derivando a exigencias y violencias sin cuento, hasta que acaban lentamente con sus vidas, algo que ya habían hecho con unos vecinos y seguirían haciendo con otros más, como queda insinuado en el film.
Con una maestría extraordinaria, primeros planos contundentes, espacios fundamentalmente cerrados, mínimos recursos exteriores, Haneke se centra en los gestos, en los escasos diálogos, en los múltiples silencios, para crear una atmósfera psicológicamente irrespirable, atosigante, brutal, inexplicable en el desarrollo de los hechos para una mente medianamente sana. Y es que los jóvenes criminales representan un caso extremo de psicópatas, que como tales se recrean en su crueldad, a la que ven con naturalidad. Seductores, sagaces, ególatras, insensibles, fríos, no tienen ninguna cortapisa en su sadismo estéril.
La interpretación por parte de todos los protagonistas principales: el matrimonio, su hijo de diez años, los jóvenes asesinos, resulta intachable; su caracterización, genial: el estupor, la desesperación creciente de las víctimas, su deterioro físico en las horas de tortura…; la desenvoltura, indiferencia, el desparpajo de los verdugos.

Una película, en fin, extraordinaria en su concepción y desarrollo, al tiempo que desesperanzadora, pues poco puede hacerse ante esas mentes perturbadas con las que cualquiera podemos encontrarnos por la vida.
En cuanto a la reciente entrega de este director y guionista, Amour (http://www.youtube.com/watch?v=dxFVk-vM38Y), no es que rompa con su tradicional dramatismo, pero supone un respiro en medio de lo sobrecogedor a que nos tiene acostumbrados. Hay un sustrato de amor sostenido en el tiempo por parte de la pareja de ancianos protagonistas de la película, que nos reconcilia un poco con el mundo, aunque lo irreparable del deterioro físico, de la enfermedad galopante, de la enajenación mental y la invalidez, nos coloque ante una triste realidad, bastante presente en nuestra sociedad.
Si en la anterior nos mostraba el mundo horrible, la actuación extrema de una pareja de psicópatas, aquí nos presenta la vida apacible que se apaga de un par de ancianos que han vivido una vida plena en lo personal y profesional, pero a los que les ha llegado el derrumbe por la enfermedad de la mujer, que comprende su tragedia y no quisiera prolongarla, siendo el anciano quien ha de correr con la responsabilidad de cortar con la desgracia, precipitándose en otra tragedia.

Multipremiada el año pasado y el actual (Oscar, Premio BAFTA y Palma de Oro en 2012, y Globo de Oro en 2013, entre otros), esta última producción del cineasta -autor de obras tan rotundas como La Pianiste (2001), Caché (2005) o Das Weisse Band (2009)- vuelve a demostrar cómo con unos mínimos recursos, sin apenas rodajes exteriores, sin casi otros protagonistas que la pareja de ancianos en los momentos últimos de su existencia, da lugar a una obra magistral, sin fisuras, sin concesiones a la blandenguería y con una carga emocional sublime dentro de lo terrible del final irremediable de sus vidas.

jueves, 6 de junio de 2013



2013 JUNIO 6
por Moisés Cayetano Rosado
Paisaje de la Raya vista desde globo
          Desde el Minho portugués y la Galicia española, pasando por Tras-os-Montes, las Beiras y Castilla-León, descendiendo por Alentejo y por Extremadura, para acabar en el Algarve y Andalucía, todo un mundo fantástico de tesoros -unos naturales y otros moldeados por la mano del hombre- se nos ofrecen al alcance de la mano, al alcance de los ojos, del gusto, del olfato.

          Lo que es un macizo rocoso desgastado, primario, donde el granito aflora con sus grandes bolos y la pizarra crea espacios empinados de enormes hojas superpuestas, se ve suavizado por los depósitos de ríos que atraviesan la Raya remansados, acumulando sedimentos en lo que millones de años más atrás fueran entrantes marítimos que crearon plataformas calizas y marmóreas.

          El clima suave de la zona norte, de influencia atlántica, recrudecido en el centro por la influencia continental -salvo en los oasis montañosos-, se va mediterraneizando conforme descendemos hacia el sur, cambiando hayas, robles, nogales y castaños, por encinas y alcornoques, alternados con grandes pastizales, con jaras y romeros.

          Y en medio de ese paisaje: la huella humana de castros imponentes que ya presentan las orillas del Miño, o de los dólmenes que entre Beira y Castilla-León son abundantes, pero se multiplican en Alentejo-Extremadura, más los restos tartésicos abajo, siguiendo la desembocadura del Guadiana.

Elvas vista desde globo
          Por encima, dominante cerros y montes, el testimonio de los enfrentamientos medievales en castillos roqueros, que después se artillarían cuando los enfrentamientos hispano-portugueses de la Edad Moderna dan paso al nuevo sistema constructivo: el abaluartado. De nueva planta van a surgir nuestras mejores maquinarias defensivas, algunas de las cuales -como las fortificaciones de Elvas- han logrado la calificación de Patrimonio de la Humanidad, y otras preparan su candidatura, tan  adelantada en Valença do Minho, Almeida, Ciudad Rodrigo, Marvão, y con satisfactorios avances en Badajoz, Olivenza, Castro Marim, etc.

          Hay, también, en esta Raya, un patrimonio monumental religioso de alto valor histórico y artístico, que en el conventual de Alcántara alcanza una grandeza extraordinaria, pero que no es menor su valor en las increíbles iglesias de pueblos -hoy pequeños, semidespoblados- que en su día fueron puntos cruciales en el desarrollo de las órdenes militares, tan importantes durante y después de la reconquista cristiana, con la repoblación del territorio fronterizo.

Vista de Trujillo. Castillo y torres.
          En medio de tanta variedad geomorfológica, de toda esa carga histórica con su legado artístico, no es menor tesoro el gastronómico, que brevemente es marítimo en las puntas norte y sur, para desarrollar una variedad creativa extraordinaria en los cereales de secano -donde se hacen “milagros” con el pan-, los productos hortícolas, la oveja y el cerdo en todo el amplio resto, totalizando el conjunto más de mil doscientos kilómetros de frontera.

          La aventura de conocerla, de vivirla, es un apasionante reto lleno de sorpresas, un goce que implica a todos los sentidos.