sábado, 31 de octubre de 2015

Del castelo de Almourol a Peniche, pasando por Tomar, Batalha, Alcobaça, Nazaré y Óbidos
DE NAZARÉ A PENICHE PASANDO POR ÓBIDOS (y III)
Moisés Cayetano Rosado
Al lado mismo de Alcobaça, ligeramente al noroeste, tenemos al pueblecito pesquero de Nazaré. Pocos lugares tan sencillamente encantadores, con su larga playa de arena fina, en uno de cuyos tramos secan al sol diferentes pescados en tenderetes rudimentarios, y allí mismo los venden.
Desde el paseo marítimo salen  en perpendicular calles estrechas, bien trazadas, por donde merece perderse. Buscar los pequeños restaurantes de la población, donde tomar berberechos, almejas y caldeirada de pescado resulta extraordinariamente placentero; luego, comer unas castañas asadas y unos altramuces, terminando en un puesto de helados en sus plazoletas, lo que resulta irresistiblemente tentador.
Desde la playa, hacia el norte, vemos el barrio de El Sitio, que parece un barco gigantesco de caliza elevado en vertical, con la quilla expuesta en láminas gruesas de piedra compactada. El Sitio es un lugar privilegiado para asomarse al borde del abismo y ver la playa por donde acabamos de estar, así como deslumbrarnos al sol que se pone y llena de brillos el horizonte.
Viajando al sur, ligeramente apartado del mar, encontramos enseguida a Óbidos, una de las villas medievales más atractivas de Portugal.
Su castillo, de los siglos XII y XIII, culmina el morro de su orografía ascendente, a donde nos conducen calles casi trazadas a cordel desde la entrada, con la suave curvatura a que obliga la topografía.
Callejear por Óbidos, descubrir y entrar en sus múltiples iglesias medievales y de comienzos de la Edad Moderna, entre el bullicio casi sempiterno de turistas, se hace placentero, y más si se toma en algunos de sus múltiples bares una ginja en taza de chocolate (también comestible). No hay que perderse tampoco sus librerías y puestos artesanales, así como un recorrido por la muralla perimetral desde donde las vistas a los alrededores son extraordinarias.
Y extraordinarias también son las de Peniche, enseguida al oeste, hacia el Atlántico, y sobre todo las de su Farol, enclavado en un paisaje rocoso de piedra arenisca fosilizada, que se recorta altiva en el mar, creando figuras caprichosas y abismos que sobrecogen.
Ya en la población -a la que accedemos por una lengua de arena que nos deja amplísimas playas a uno y otro lado-, hay que destacar su Fortaleza. De planta en estrella irregular, desafiando al mar que le sirve de parapeto en el oeste, fue construida en el siglo XVI, como defensa contra los ataques piratas ingleses, franceses y berberiscos. Se proseguiría su ampliación durante de Guerra de Restauração, bajo dirección del francés Nicolau de Langres y después de João Tomaz Correia, tan importantes en todo Portugal durante la Edad Moderna. Los invasores franceses lograron ocuparlo en 1807, perfeccionando sus defensas, adquiriendo el soberbio porte que hoy en día tiene.
Quizá este Forte sea más especialmente conocido por haber sido prisión salazarista (1930-1974) de máxima seguridad, lo que no impidió que se efectuaran espectaculares fugas, como la del dirigente comunista António Dias Lourenço en 1954, o la de otros dirigentes del PCP, encabezados por su Secretario General, Alvaro Cunhal, en 1960. Hoy es un magnífico Museo de la Memoria de aquellos terribles tiempos del salazarismo y un lugar gratísimo para pasear, tanto en el interior como por sus alrededores.

Peniche, además es una población encantadora, cuna de magníficos bordados en encaje de bolillos, y lugar idóneo para saborear pescados y mariscos (cataplanas y caldeiradas sin rival…). Desde su puerto, podemos tomar un barquito que nos acerque a las  islas Berlengas -a 10 kilómetros solamente-, paraíso de las gaviotas, que anidan a millares en el mismo suelo que pisamos al pasear por ellas. Lo abrupto de las rocas forma cavidades caprichosas, que podemos recorrer en pequeñas barquitas, oyendo a los simpáticos barqueros locales, avezados pescadores que aprovechan las esperas con sus cañas, siempre exitosas en la tarea de llenar la barbacoa.

viernes, 30 de octubre de 2015

CONMEMORAÇÃO DO 6º ANNIVERSÁRIO Y EXPOSIÇÃO DE FORTIFICAÇÕES MILITARES EN EL MUSEU MILITAR DE ELVAS
Mesa Presidencial: General Pena Madeira, Vereadora Vitória Branco, Teniente General
Vice-Jefe de Estado Mayor, General Director de Hª y Cultura Militar y Director Museu Militar
Moisés Cayetano Rosado
El Museu Militar de Elvas conmemoró en la tarde del 29 de octubre su 6º aniversario. Una ceremonia solemne en la que intervinieron en primer lugar el nuevo Director del Museu Militar de Elvas, Teniente Coronel Joaquim José Rodrigues Bucho, y posteriormente el Teniente General Vice-Jefe de Estado Mayor del Ejército. Entre ambas alocuciones se procedió a imposición de condecoraciones, comenzando por el Teniente Coronel, Subdirector del Museu Militar de Elvas, que en los últimos meses ejerció de Director en funciones, José Galheta Ribeiro.
Imposición de condecoración al Tte. Coronel José Ribeiro
En la subsiguiente entrega de diplomas al personal civil y militar tuvieron la deferencia de hacerme el honor de participar en las distinciones al personal del Museu. Algo que me honra en sí, y que me satisfizo participar pues sé con cuanto esfuerzo y cariño se ha entregado dicho personal en la conformación de un Museo, que actualmente es un ejemplo a seguir, tanto por la dignificación de sus instalaciones como por el contenido expuesto tanto en su gran patio de armas como en las enormes salas interiores de alrededor.
El Mayor General Pena Madeira disertó, para finalizar el acto, sobre “As Transmissões Militares do Exército”, haciendo una apretada síntesis histórica desde la antigüedad hasta la actualidad, con la que finalizó la Ceremonia Conmemorativa.
Salón de la exposición
A continuación se procedió a la inauguración de la exposición “Fortificação da Fronteira do Alentejo”, pronunciando unas palabras introductorias el Coronel José Paulo Berger, contándose también con la presencia (como en el acto anterior) del Mayor General Director da Direcção de História e Cultura Militar.
La exposición -que puede seguirse con un pequeño pero instructivo catálogo- consta de dos documentos cartográficos de la Provincia de Alentejo (de 1665 y tras 1840) y de catorce plantas de plazas de la zona: Castelo e Vide, Marvão, Arronches, Ouguela, Elvas, Olivença, Estremoz, Vila Viçosa, Juromenha, Monsaraz, Mourão, Castelo de Noudar, Serpa y Mértola, de autoría de Miguel Luiz Jacob, de 1755.
Maqueta de la Praça Forte de Elvas
Asimismo, nueve maquetas, “planos en relieve” recreados por el Centro de Informação Geoespacial do Exército, relativo a esos planos y otros similares, representando a Elvas, Mourão, Ouguela, Estremoz, Olivença, Vila Viçosa, Campo Maior, Joromenha y Monsaraz.
Y un tercer apartado dedicado al traje militar de la última mitad del Setecientos, en seis grandes acuarelas.

Acto sencillo que inaugura una exposición digna de contemplar con detenimiento y que estará abierta hasta el 1 de febrero de 2016.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Del castelo de Almourol a Peniche, pasando por Tomar, Batalha, Alcobaça, Nazaré y Óbidos
BATALHA Y ALCOBAÇA, EL FULGOR CONVENTUAL (II)
Moisés Cayetano Rosado
Si accedemos por la noche a Batalha, nos sorprenderá el fuego de su monasterio al lado mismo de la carretera. Demasiado al lado, por el peligro de la contaminación del tránsito rodado, pero tan tentador que hay que hacer una parada y pasear alrededor del Convento iluminado.
Casi doscientos años tardó en elevarse este esplendor del gótico conmemorativo de la victoria portuguesa en la Batalha de Aljubarrota ante los castellanos: de 1388 a 1580. Por eso, todas las muestras del gótico clásico y flamígero, del manuelino más radiante, están reflejados en sus muros, sus pináculos, contrafuertes, arbotantes, el fastuoso Claustro Real (donde destacan en especial sus ventanales afiligranados, calados como el mejor de los bordados) y el más sobrio de D. Afonso V.
Pero nos sorprenderán especialmente las tres naves de la Iglesia, alzándose la central a 32’46 metros de altura; las vidrieras historiadas y multicolores de las laterales, el transepto y la hermosísima “Capela do Fundador” (mandada construir por D. João I para ser su panteón, a la derecha de la entrada principal), con un total de 66 aberturas, y esas peculiares Capelas Imperfeitas, tras el ábside, ideadas como panteón de D. Duarte, pero que no llegaron a techarse, quedando eternamente interminadas: las obras de los Jerónimos en Lisboa demandaron a los artistas y artesanos que allí trabajaban.
Desde Batalha, 20 kilómetros al suroeste, podemos ir a ese otro increíble convento que, junto a los de Tomar, Batalha y los Jerónimos forma el conjunto de “Mosteiros Portugueses Patrimónios da Humanidade”: el de Alcobaça.
Obra del primer gótico, cisterciense, construido entre 1178 y 1254, es una muestra -especialmente en su interior- de la sobriedad del Cister, al tiempo que de su admirable pureza de líneas, su vertiginosa verticalidad y esbeltos arcos apuntados que parecen elevarse al infinito.
El Claustro de D. Dinis, del siglo XIV, conserva esa sencillez y belleza cisterciense que nos llena de admiración por su pureza. Tiene una segunda planta del siglo XVI, renacentista, que no desdice de la belleza de la planta baja, encajando con armonía.
Quizá lo más visitado del Convento sea, en el transepto, los sepulcros de D. Pedro y y Doña Inés de Castro, por lo que supone su trágica historia; pero ya en sí son todo un acontecimiento artístico: de lo mejor de la escultura tumularia gótica, tanto por las figuras yacentes de los personajes como por los sarcófagos, donde sobresale en especial el Juicio Final, en el de Doña Inés.

Una visita a las cocinas, con gigantesca chimenea, se hace obligada en este monasterio: nos hace recordar a las del Palacio Nacional de Sintra, monumento civil equiparable en su grandeza.

lunes, 26 de octubre de 2015

LOS BISNIETOS DE LAS VÍCTIMAS

Moisés Cayetano Rosado
A finales de los años sesenta del siglo pasado, en la tertulia literaria de Esperanza Segura (uno de los pocos oasis de cultura y libertad que había en Extremadura por aquella época), recité un poema dedicado a mi abuelo, asesinado por los  sublevados fascistas en el verano de 1936.
Una década después, el activista y escritor Carlos Espada publicaba su libro de narraciones “Tres en uno” en Universitas Editorial (1979), donde escribía: Un día apareció un joven maestro de La Roca de la Sierra, Moisés Cayetano, y al recitar un poema sobre la guerra civil española citaba a su abuelo. Andrés se dio cuenta del tiempo tan largo que había transcurrido desde aquel agosto de 1936; ya no hablaban los jóvenes de padres-víctimas sino de abuelos-víctimas (pg 88).
Ahora, asisto a un Acto Cívico emotivo, valeroso, ejemplar, en Valverde de Mérida. Homenaje a Pedro Sánchez Alcón, asesinado el 11 de septiembre de 1936 por los rebeldes franquistas, cuyo cuerpo fue dejado al borde de una encrucijada de caminos en las proximidades de su pueblo; allí, precipitada y “clandestinamente”, le enterrarían sus tres nueras: los hijos estaban huidos, y en represalia había sido asesinado el padre.
Tras muchas luchas, grandes sinsabores, incomprensiones y lacerantes desatenciones, ¡setenta y nueve años después! se procedió a su exhumación, con un magnífico y altruista trabajo arqueológico dirigido por Silvia Herrero. Y unos meses más tarde, ahora, se ha procedido a rendirle este homenaje y trasladar sus restos al cementerio del pueblo, con el apoyo y colaboración de la Asociación Recuperación Memoria Histórica de Santa Amalia y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (Armhex), cuyos presidentes respectivos (Pedro Díaz y José Manuel Corbacho) intervinieron en el acto, así como el coordinador del Proyecto para la Recuperación de la Memoria Histórica, Cayetano Ibarra, más diversas actuaciones musicales de la violonchelista Carmen Benito de Tena.
Pero la organización de estos actos en la Casa de la Cultura y el enterramiento ha sido fundamentalmente organizado por los familiares de Pedro Sánchez Alcón, y en especial por Rocío Sánchez Sauceda: ¡su bisnieta!, cuyo intervención en el homenaje fue de una brillante admirable.
¡Ya no hablaban los jóvenes de padres-víctimas, ni de abuelos-víctimas, sino también de bisabuelos-víctimas!, añorado amigo Carlos Espada. ¡Y qué bisnieta! Con cuanta entereza, tesón, dignidad, firmeza, se ha condujo a lo largo de los años para conseguir el justo recuerdo que ahora se le ha tributado a su bisabuelo, y con él a todos los que fueron tan horrible e injustamente maltratados por el terror, la sinrazón y el más salvaje de los cainismos.
Pero en este extraordinario y sencillo acto se puso de manifiesto lo que tantos sabemos y muchos quieren ignorar:
- Que aún quedan miles de asesinados en fosas y cunetas golpeando las conciencias de un pueblo en el que algunos quieren olvidar lo que pasó, con la propuesta de “no abrir viejas heridas”.
- Y que precisamente por esto, por el olvido, la ignorancia y la falta de al menos esa mínima reparación de descubrirlos y homenajearlos con dignidad, “siguen abiertas las heridas”, que con este tipo de actuaciones queremos cerrar.

De hijos a nietos, y ahora a bisnietos, está pasando la alcuza que ilumina el difícil camino del reconocimiento y el descanso definitivo de los que andan perdidos en la niebla de los campos, donde fueron asesinados cuando buscaban un mundo de justicia y libertad.

sábado, 24 de octubre de 2015

HISTORIA PEDAGÓGICA DEL SEMINARIO CONCILIAR DE SAN ATÓN. 1851-1962


Autor: Francisco González Lozano.
Edita: Fundación Caja Badajoz. Badajoz, 2015. 442 páginas más CD-ROM.

La labor editorial de la Fundación Caja Badajoz está cobrando fuerza y calidad de forma sistematizada, tanto por el rigor de las obras que publica como por el cuidado de la edición de las mismas, cubriendo buena parte del hueco que, con la crisis económica, han ido dejando otras empresas editoriales extremeñas.
Publicar una tesis doctoral no siempre es aventura fácil, por lo denso de sus contenidos, tantas veces minoritarios, y por la extensión de sus materiales, con los que hay que hacer muchas veces una dolorosa selección para sacarlos a la luz. Y en esto, las instituciones públicas están realizando una labor extraordinaria, que muchas veces las universidades no pueden abordar. De ahí que nuevamente haya que resaltar el empeño de esta Fundación, que cubre un vacío doloroso en caso de que investigaciones costosas y valiosas queden inéditas.
Así, afortunadamente, ve la luz el trabajo doctoral de Francisco González Lozano, que aborda en su estudio la historia pedagógica del Seminario Conciliar de San Atón de Badajoz, entre 1851 y 1962.
La acotación de fechas está justificada por dos hechos cruciales en la historia de la Iglesia en general y de España en particular: la primera, porque se firma el decisivo Concordato de 1851 que supone un impulso en la labor educativa de los Seminarios en general y en el de Badajoz en particular; la segunda, por estar a las puertas del Concilio Vaticano II, que marca una nueva etapa en la vida de la Iglesia y en sus relaciones con el Estado, que al mismo tiempo inaugura un nuevo ritmo social, educativo y confesional.
El libro, tras una importante introducción donde se anotan los objetivos e hipótesis de investigación, consta de dos partes diferenciadas. Una primera que narra la trayectoria histórica del Seminario, poniendo un énfasis especial en la labor de los obispos que rigieron la diócesis en esos años; una segunda, más específicamente pedagógica, que se detiene en la presentación de la obra de algunos de sus profesores más destacados, un análisis pormenorizado del alumnado (que en el CD-ROM se detalla a lo nominativo hasta 1930 y estadístico de todo el siglo y una década que estudia), los materiales escolares del Seminario y los Colegios agregados al Seminario que se crearon en la provincia. Finaliza con una extensa bibliografía, relación de fuentes y la ya inevitable referencia a páginas web de consulta.
Como el autor, además de un paciente y brillante historiador, es pedagogo de formación (pienso que se nota el “sello” de la Universidad Nacional a Distancia en la meticulosa estructuración de los apartados y la preocupación por explicar cada punto en sucesivos subapartados sin resquicio para la mínima duda), se encarga al final de confirmar sus hipótesis de partida con afirmaciones sintéticas y contundentes, claras y comprensibles para todos, haciendo sencillo lo que es consecuencia de una rigurosa búsqueda.
Así, afirma con rotundidad en dichas Conclusiones que “el Seminario Diocesano de San Atón de Badajoz fue un centro educativo de referencia en Extremadura desde mediados del siglo XIX hasta los albores del Concilio Vaticano II”. Que el pilar fundamental de la formación fue “la vivencia de las virtudes y de la piedad”.  Que “los obispos jugaron un papel primordial en la misión del Seminario”. Que su labor despunto por encima de la media de los Seminarios en general y tuvo un excelente grupo de profesores.
Igualmente, remarca el afán de los obispos en la misión del centro “frente a la secularización docente generalizada”, insistiendo en la labor de sus profesores, la calidad de sus manuales, y señalando que de esta labor se ven beneficiados “casi la totalidad de los pueblos de la provincia y poblaciones aledañas”, con lo que reafirma que fuese “un centro de referencia en Extremadura”, que le ha hecho merecedor de “la Medalla de Extremadura”.
Buena investigación, amena de leer, que sistematiza la etapa más importante seguramente del Seminario de Badajoz, usando numerosas fuentes, y especial las del propio Seminario, que guarda un tesoro documental histórico, pedagógico y eclesial de primer orden.

MOISÉS CAYETANO ROSADO

viernes, 23 de octubre de 2015

Del castelo de Almourol a Peniche, pasando por Tomar, Batalha, Alcobaça, Nazaré y Óbidos (I)
ALMOUROL Y TOMAR: EL DOMINIO TEMPLARIO
Castelo de Almourol
Moisés Cayetano Rosado
Quizás lo que más me haya atraído siempre del Castelo de Almourol es su soberbia presencia en medio del río Tajo, en esa islita que parece que ha sido hecha para él. Entregado a los Templarios a mediados del siglo XII, fue reedificado por ellos, que lo terminaron en 1171, con nueve torres circulares perimetrales y una magnífica Torre del Homenaje en su centro.
Accedemos al monumento en una barquita que nos hace sentirnos conquistadores en los pocos metros que lo separan de la orilla. Subimos por el montículo que le sirve de base como unos guerreros esforzados, que van a ser recompensado por un interior recio y monumental, de unas vistas sobrecogedoras al entorno, con sensación de riesgo y de vacío desde su corona almenada, de triple barrera: torre, adarve y barbacana.
A pocos kilómetros, hacia el noroeste, llegamos a Tomar. De nuevo, la huella templaria nos espera en la ciudad (esa extraordinaria Igreja de Santa Maria dos Olivais, primera sede de la Orden del Templo, reconstruida por el Gran Maestre Gualdim Pais en el siglo XII, con posteriores añadidos manuelinos), pero especialmente en su Castelo, enclavado en lo más alto del territorio. Gualdim Pais inició su construcción en 1160, con modelo similar al de Almourol, pero magnificado; el alambor que lo rodea es de unas dimensiones colosales, constituyendo un declive defensivo de extraordinaria eficacia tanto para dificultar el ataque como para evitar la acumulación en rampa de materiales en caso de derribo de la muralla, al hacerlos resbalar a lo lejos.
Y allí, dentro de los cuarenta mil metros cuadrados de su amurallamiento, está el Convento de Cristo, un libro abierto, una lección completa de los estilos artísticos románico, gótico, manuelino, renacimiento, manierismo y barroco.
Lo primero que nos impresiona es la monumental Charola Templaria, de traza románica, en planta central, rememorando al Santo Sepulcro de Jerusalén, a cuyos pies se edificaría la iglesia del siglo XVI. Entre el castillo y la charola tenemos dos hermosos claustros mandados edificar por el Infante D. Henrique. En el extremo opuesto, a los pies del templo, otros cinco claustros más completan el conjunto, enlazando con el del extremo sur (Claustro dos Corvos) un acueducto del siglo XVI con 6 kilómetros de largo.
De especial belleza es el Claustro de D. João III, colosal obra del renacimiento, llevada a cabo por el arquitecto Diogo de Torralva.
Pero lo más visitado, contemplado, admirado y fotografiado de todo este laberinto de bellezas es la exuberante “Janela” manuelina, todo un alarde de ornamentación y simbolismo, brillante alegoría de los descubrimientos portugueses, de sus conquistas y aventuras por el mar.

La Orden de Cristo, sucesora y heredera de los Templarios en Portugal, alcanza en este convento la más alta expresión de su poder y su grandeza artística, obteniendo con toda justicia la calificación de Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1984.
Moisés Cayetano Rosado

jueves, 8 de octubre de 2015

UNA VISITA A BURGOS
Catedral de día y de noche
Moisés Cayetano Rosado
Esa ciudad de los puentes y del gótico flamígero que es Burgos, siempre resulta novedosa, encantadora. Y así nos lo ha parecido a los más de 40 socios de MECENAS, de “Mérida Consorcio de la Ciudad Monumental”, que la visitamos del 2 al 4 de octubre pasados.
Fachada del Museo de la Evolución Humana
Y empezamos por lo “moderno” que contiene lo “antiguo”: el Museo de la Evolución Humana, diseñado por Juan Navarro Baldeweg e inaugurado en 2010, con sus cuatro grandiosas plantas acristaladas, llenas de luz y de sorpresas. El sótano está dedicado a “La Sierra de Atapuerca y la evolución humana”, que completaríamos con una visita a la propia Sierra, el magnífico yacimiento de la Trinchera del Ferrocarril, la Sima de los Huesos y otros yacimientos (cuando lo hicimos, fue una satisfacción asistir a una explicación extraordinariamente didáctica y rigurosa, que completó la que por todo el Museo recibimos, por parte de unas/unos guías entusiastas y bien formados).
Trinchera del Ferrocarril, en Atapuerca
La primera planta se dedica la “La evolución en términos biológicos”, con reconstrucciones del proceso evolutivo humano y del cerebro verdaderamente extraordinarias. La segunda planta  trata “La evolución en términos culturales: hominización y humanización”: el proceso de construcciones culturales y tecnológicas  humanas. Y la tercera, presenta los “Ecosistemas de la evolución” de los seres vivos, conteniendo además una magnífica biblioteca especializada en la materia.
Fachada de la Iglesia de San Lesmes
De allí, atravesando el río Arlanzón, tan bien encauzado, ajardinado y nutrido de puentes peatonales -dotados de estatuas, fundamentalmente cidianas, que nos permiten una contemplación serena del paisaje ribereño y urbano-, pasamos al Casco Histórico, dándonos casi de frente con la monumental portada tardogótica de la Iglesia de San Lesmes, patrono de la ciudad. Su interior, de los siglos XV y XVI, presenta fantásticas bóvedas de crucería, valiosos retablos, esculturas y  sepulcros, así como un interesante coro renacentista.
Casa de los Condestables de Castilla
Yendo hacia la Catedral, el paseo puede demorarse bastante si nos paramos a contemplar toda la monumentalidad que nos sale al paso. Resalta en especial la Casa de los Condestables de Castilla, donde los Reyes Católicos recibieron a Colón tras su segundo viaje, confirmándole todos sus privilegios: un conjunto palaciego del gótico florido que solo por sus gárgolas merece una larga contemplación.
Plaza Mayor
Enseguida llegamos a la Plaza Mayor, donde se encuentra el Ayuntamiento y comienzo el bullicio callejero que nos lleva -entre bares y restaurantes muy frecuentados por propios, viajeros y turistas- a la Catedral: no hay que perderse la estampa nocturna, con los edificios monumentales iluminados, sus balconadas, galerías y pasadizos. ¡Buen lugar para tomar un refrigerio, sin que falte la “morcilla de Burgos”, y no digamos, si puede ser, un lechazo antecedido de sopa castellana.
Fachada principal
La Catedral es “un mundo aparte”. Ella justifica por sí sola una y otra y más visitas: diurnas y nocturnas, por dentro y por fuera, en su inigualable, esplendoroso gótico, de pináculos como agujas agudísimas formando un bosque majestuoso,  completado en un increíble interior, donde el arte cumple con los mayores logros técnicos y artísticos, arquitectónicos, escultóricos, pictóricos…
De ahí, otra vez hacia el río, por el renacentista Arco de Santa María, a cuyo interior se puede subir, contemplando desde lo alto de sus torres la ciudad, y al otro lado del río la Iglesia de la Merced, también gótico-flamígera, del siglo XV, que en el XIX pasó de los mercedarios a los jesuitas.
Desde la Torre de Santa María, Iglesia de la Merced
Monasterio de las Huelgas Reales
Tras una visita -que lo merece- a esta Iglesia, un paseo a orillas del Arlanzón nos lleva hasta el Monasterio cisterciense de las Huelgas Reales: uno de los conjuntos monumentales más extraordinarios de Burgos, fundado en 1187 por voluntad de Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet, allí enterrados, como numerosos personajes reales de Castilla. La mayoría de los sepulcros fueron saqueados y expoliados por las tropas de Napoleón, salvándose únicamente el de don Fernando de la Cerda, cuyos ropajes intactos se han podido guardar en el Museo de Telas del Monasterio. La iglesia, el claustro y el claustrillo, así como las numerosas dependencias anexas son de un gótico recio, monumental, con reminiscencias románicas y numerosas aportaciones mudéjares de gran belleza.
Detalle de la fachada de la Cartuja de Miraflores
Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, de Gil de Siloé
Y estando en Burgos, además de acercarnos a Atapuerca, como quedó dicho, tenemos a poco más de 11 kilómetros la Cartuja de Santa María de Miraflores. Se trata de un monasterio cartujo fundado por Juan II de Castilla y terminado bajo el reinado de su hija Isabel I en 1484. De estilo gótico tardío, isabelino, se levantó bajo la dirección de Juan de Colonia y su hijo Simón. Destacan el cenotafio de Juan II y su esposa Isabel de Portugal, de Gil de Siloé, cincelados en alabastro, con forma estrellada, las estatuas yacentes encima, de gran realismo y belleza, y cuerpo esculpido circundante de fabulosos altorrelieves historiados y filigranas. Destaquemos, igualmente, el impresionante retablo del presbiterio, en madera de nogal, dorada y policromada, igualmente de Gil de Siloé, de enorme riqueza ornamental y simbólica, centrando la multifigurativa composición una talla de “Cristo en la Cruz” que es una de las más extraordinarias tallas del maestro.
 Interior. Retablo de Gil de Siloé y sillería de Simón de Bueras
La Anunciación, de Pedro Berruguete
La sillería renacentista, a ambos lados en el centro de la gran nave de la Iglesia, es de Simón de Bueras, realizada en nogal el año 1558. Otros elementos, especialmente pinturas en tabla, murales, manuscritos e incunables, se encuentran en las capillas laterales -adosadas al lado norte de la iglesia en la primera mitad del siglo XVI-, destacando “La Anunciación” -bajo cuya advocación está La Cartuja- de Pedro Berruguete, bajo cuya advocación está La Cartuja, a caballo entre el estilo gótico flamenco y el primer renacimiento italiano: magnífica en el tratamiento de la luz, la perspectiva, la delicadeza de las figuras, la maestría en los ropajes, los contraste de colores, el detallismo de los objetos, la arquitectura… siendo una de las mejores joyas de la pintura española de transición gótico-renacentista.
Una visita, en fin, ¡interminable!, pues hay tanto para ver que lo dicho es solo una muestra de lo mucho que nos quedamos por nombrar en Burgos y sus alrededores.

martes, 6 de octubre de 2015

LAS POSIBLES BATERÍAS DE LA EDAD MODERNA EN ELVAS
 
El 25 de septiembre presenté unas sugerencias en este blog sobre posibles baterías artilleras de la Edad Moderna en Elvas (http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2015/09/poblado-calcolitico-y-posibles-baterias.html). Cuatro días después, Julián García Blanco (que une a su competencia científica sobre el tema un “olfato” para descubrir restos e indicios como pocos) y yo mismo visitamos los cerros aludidos en aquel trabajo. Fruto de ello fue una reafirmación en cuanto a esas posibilidades, especialmente en el cerro más cercano a la Obra Coronada de la Fortificación de Elvas, aportando Julián una interesante documentación obtenida en la Biblioteca Pública de Évora sobre el cerco a Elvas de 1644, que situarían uno de los lugares más importantes del conflicto en este cerro de cota 290, frente a la Obra Coronada, desde donde se atacaría al Baluarte del Caserão.
De otra parte, Natalia Díaz Bagulho, en su trabajo sobre “Elvas” (pg. 137-165), incluido en el libro “Ciudades y núcleos fortificados de la frontera Hispano-Lusa”, coordinado por María Cruz Villalón y editado por la Junta de Extremadura en 2007, también hace una crucial referencia a esta situación, con base en los Archivos  Nacionales de la Torre do Tombo.
Estas sospechas se las pasamos a nuestro amigo y experto en fortificaciones en general y de las elvenses en particular, el Subdirector del Museu Militar de Elvas, teniente coronel José Ribeiro. Él nos ha remitido estas reflexiones de gran interés: Es muy probable. Está a la distancia adecuada, y como durante el cerco de 1644 el Marqués de Torrecusa coloca piezas de artillería en el cerro donde actualmente está la Obra Coronada -que disparan sobre la ciudad-, éste podría ser uno de los varios fortines construidos para el cerco, a partir de los cuales harían las galerías de aproximación. Una de las dudas que siempre tuve respecto a este cerro es por qué siendo un padrastro de la fortificación, se construyen los fortines de S. Mamede, S. Pedro, S. Francisco y Piedade  y aquí no había un pequeño revellín que cubriera el eje de aproximación desenfilado que se puede conseguir usando el terreno a partir de lugar antes del supermercado “Modelo” y que es una zona no visible desde la fortificación.
Las apreciaciones presentadas son suficientemente interesantes como para seguir investigando en ello, -como reconocen el propio Julián García Blanco, el teniente coronel Ribeiro y el técnico superior de la Câmara Municipal de Elvas, Rui Eduardo Dores Jesuino, otro experto importante en patrimonio y fortificaciones-. Esperemos que el interés no decaiga y que tengamos nuevas incorporaciones al estudio.

Moisés Cayetano Rosado