sábado, 27 de julio de 2013

DE NISA A SOUSEL: LA TENTACIÓN DEL BUEN COMER

Moisés Cayetano Rosado
Tras haber subido -pegados a la Raya- desde Elvas a Campo Maior, Portalegre, Marvão y Castelo de Vide, ahora, ya coronando el norte de Alentejo, llegamos hasta Nisa. Ciudad con preciosa alfarería, de barro rojo con incrustaciones de piedrecitas blancas, formando motivos florales, parecida a la cacereña de Ceclavín, y uno de los quesos de oveja mejores que podemos degustar. El cuidado urbanístico es memorable y por ello la armonía del conjunto arquitectónico es digna de ver y de imitar, conservándose el sabor tradicional de las amplias fachadas blanqueadas, dinteles de granito, puertas de madera recia y grandes chimeneas. Los restos monumentales del medievo están igualmente muy cuidados e integrados en el conjunto urbano, donde el paseo reposado es sumamente agradable y la compra de bordados y alfarería altamente recomendable.
Bajando en línea recta al sur, en un recorrido de unos 70 kms., vamos a encontrar puntos tan interesantes como Alpalhão, Crato, Alter do Chão, Fronteira y Sousel, en donde conviene hacer las correspondientes paradas.
En Alpalhão, a 18 kms. de Nisa, para comer, a pie mismo de carretera, un cocido alentejano que levanta al más vencido, y pasear por este cruce de caminos que alguna vez nos llevará al oeste, hasta la hermosa tierra de Alcobaça y Batalha.
En Crato, porque en esta villa, que fue sede de la Orden Militar de los Hospitalarios y después de Malta, tenemos un apreciable conjunto de casas de piedra labrada, con arcos ojivales, y un buen patrimonio religioso y palaciego barroco, sin olvidar su recia fortificación abaluartada, curiosamente encalada sobre la misma piedra. Un kilómetro antes, veremos el monasterio fortificado Flor da Rosa, del siglo XIV, donde lo religioso y militar de las órdenes de caballería queda de manifiesto de la forma más clara y bella, dada su robustez, potencia de los arcos y magnificencia del conjunto; su restaurante ofrece deliciosos platos regionales, como sopa alentejana o ensopado de borrego, y un buen menú-degustación.
Más adelante -siempre hablando de entre 10 y 20 kms.- tenemos Alter do Chão. ¡Qué magia la de sus calles antiguas empedradas y las fachadas blancas, con esa especie de brazos levantados que son las chimeneas! Ciudad de creación romana, fue reconstruida en el siglo XIII y mantiene en su centro un castillo del siglo siguiente, donde se alternan las torres rectangulares con las cilíndricas, de cobertura cónica: ¡inexcusable la visita! Es muy elegante su Fonte da Vila, renacentista, en mármol, muy ornamentada. Si tiene hambre, pida arroz amarelo, ensopado de borrego o bacalhau com laranja en sus diversos restaurante, y luego compre sus múltiples objetos trabajados a navaja sobre corcho, hueso o madera.

De allí pasaremos a Fronteira, fundada en el siglo XIII por la Orden de Avis: estamos en zona de señorío religioso, con grandes dominios territoriales de dehesas. Si el pueblo es bonito, los que le rodean no lo son menos, en especial Cabeço de Vide, villa termal utilizada desde tiempos de la dominación romana, sobre todo para problemas de reumatismo y afecciones respiratorias: sólo por saborear su serenidad merecería la visita.
Ya en Sousel, con grandes muestras de azulejería setecentista en su Igreja da Misericordia, estaremos entrando en la terra dos mármores y en un paraíso para los cazadores así como para los amantes de la caza... en el plato.

Es, en resumen, un paseo ligero, que conviene repasar y saborear detenidamente. Restos neolíticos, romanos, medievales; aguas termales; extraordinaria artesanía, y sabia y antigua gastronomía, contribuirán a atraernos sin remedio.

miércoles, 24 de julio de 2013

LA CORRUPCIÓN: ESA OTRA PLAGA DE LANGOSTAS

Moisés Cayetano Rosado
¿Quién le habría metido en la cabeza a aquel alumno mío, no más que preadolescente, que me dijo -apenas comenzar la democracia en España-: “los políticos son todos iguales” y “van a lo mismo, a llenarse los bolsillos”? Me sorprendió no solo por su edad, sino porque acabábamos de estrenar ilusiones y esperanzas.
Sus padres, que tendrían mis años o serían aún más jóvenes entonces, no habían conocido tampoco la trayectoria y el desenvolvimiento de los partidos y los políticos, más allá que en la oscuridad de la dictadura, de la que acabábamos de salir. ¿Quién les habló, por tanto, de esos lacayos del dinero, de esa estirpe especial de indeseables?
Unos años después, aún en los ochenta, me embarqué en la aventura de “predicar” una inocente buena nueva: la creación de un partido comprometido, claramente de izquierda, independiente de las estructuras estatales. Y recorríamos los pueblos en las tardes inclementes del verano, con nuestro armamento de megafonía, carteles, mítines, pintadas, panfletos y textos artesanalmente elaborados: todo con nuestro esfuerzo personal, nuestro dinero.
Tuve que oír en las plazas, en las calles semidesiertas de esta tierra azotada por el paro, la emigración, el abandono…: “Los políticos son todos iguales; solo quieren llenarse los bolsillos”.
¿Por qué nos veían de ese modo al grupo de sudorosos e inflamados jóvenes que hacíamos kilómetros por el páramo con la ilusión y el respeto de los que visitan santuarios, buscando el milagro de un cambio radical?
Y luego, ya terminando el siglo y comenzando el nuevo, siguió la cantinela, bien ilustrada “desde dentro”. ¡Esos políticos demócratas, algunos de los cuales se jugaron la libertad y hasta la vida en la clandestinidad cuando la dictadura, metidos en negocios cada vez más oscuros!  Cierto que muchos seguían tan impolutos, ¡pero cuánta sombra hacían los bandoleros!
Y ahí lo tenemos: el espectáculo de Bárcenas, con sus papeles, sus masas ingentes de dinero, sus acusaciones a la cúpula del PP, que se defiende atacando como una fiera herida: “Y tú más”, jalean mirando no solo al PSOE sino a IU, a los nacionalistas, a cualquiera que se le ponga a tiro.
Estos terribles atropellos a la ciudadanía, esta corrupción que se generaliza, es una plaga de langostas que deja yermo el campo por completo. El campo de la ilusión, de la esperanza, de la participación desinteresada. El campo de la buena voluntad.

¿Quién le dice a mi alumno de entonces, a sus padres…, quién a aquellos hombres que nos recibían con su desprecio en las plazas y calles de los pueblos maltratados, que toda generalización es perniciosa? ¿Con qué insecticida acabamos definitivamente con esta plaga de langostas?

domingo, 21 de julio de 2013

MARVÃO Y CASTELO DE VIDE
Castillo y fortificación de Marvão
Marvão y Castelo de Vide están en el mismo paralelo que Valencia de Alcántara. Y casi equidistantes de la raya fronteriza: a un tiro de piedra, unos ocho kilómetros de gran belleza, a través de la Serra de Marvão, de grandes picachos cortados en vertical y con frondosa vegetación de auténtico, bien preservado bosque mediterráneo. ¡Qué preciosos lugares para recorrer sin prisa, andando, como lo harían en el Neolítico nuestros antecesores, que tantos restos megalíticos -especialmente dólmenes- han dejado en la zona!
Es Marvão una freguesía (http://es.wikipedia.org/wiki/Freguesia) que no llega a 500 habitantes, totalmente fortificado, con doble amurallamiento: medieval y abaluartado moderno. Situado en lo alto de una cima de 865 m., se accede a él por una carretera serpenteante que nos va descubriendo desde lo alto un magnífico panorama: la región plana de Castelo Branco al norte, vislumbrándose más allá la Serra da Estrela, y la Serra de São Mamede al sur y sureste. En los alrededores, la vegetación es densa, de grandes árboles y frondoso sotobosque.
Tras atravesar los grandes lienzos de muralla del siglo XVII, entramos en una red de callejuelas en cuesta, de casas blancas, balcones floridos, rejas forjadas, puertas góticas y ventanas manuelinas, sin que falten capillas mínimas y plazoletas de árboles centenarios, desde donde se abarca una hermosa panorámica de los alrededores transfronterizos.
Más arriba está el amurallamiento medieval, con su castillo levantado a finales del siglo XIII, coronando el picacho como nido de águila. Subiendo a la torre del homenaje, descubriremos una de las vistas más impresionantes de todo Portugal, y veremos la cercana Castelo de Vide, villa no suficientemente valorada a pesar de su belleza, compleja y concentrada en una red urbana relativamente pequeña.
Ciudad romana de Ammaia
Antes de llegar a este alzamiento cuarcítico, viniendo de Portalegre, podemos visitar la magnífica Cidade romana de Ammaia, del siglo I, en la freguesía de São Salvador de Aramenha. Las excavaciones arqueológica están dejando a la vista un yacimiento de enorme importancia estratégica, económica, social… y singular belleza.
Castelo de Vide también presenta doble fortificación: la medieval, con un amplio castillo del siglo XII -que encierra varias callejuelas empedradas, de fachadas blancas, tejados rojos y numerosos tiestos con flores- y la abaluartada -casi completa en su original traza, con sólido fuerte en extremo contrario al castillo-, reforzando externamente la anterior.
Entrada a Castelo de Vide
A los pies del cerro donde se alzan estas fortificaciones está el barrio judío. Pintoresco barrio de casas muy blancas y portadas góticas, en el que se encuentra una Sinagoga y la fonte da Vila, amplia fuente renacentista de granito, con agua fresquísima. Un poco más abajo, la Praça de Dom Pedro IV, muy espaciosa y rodeada de monumentales construcciones de los siglos XVII y XVIII; los restaurantes que hay en este lugar son estupendos, tanto para comer açordas, ensopados, cocido alentejano o asado de cabrito y borrego, como para recrearse con su repostería, sin olvidar los vinos densos de este Alto Alentejo.

No debemos marcharnos sin visitar su cementerio, en la ladera, con vistas muy reconfortantes a un valle verde y exuberante. Allí está enterrado uno de los grandes héroes de la Revolução dos Cravos de 1974: el capitão Salguero Maia. Su tumba, muy visitada, es un ejemplo de austeridad, romanticismo y amor del pueblo sencillo hacia sus grandes hombres, llenos de entrega y dignidad.

viernes, 19 de julio de 2013

WADI RUM, EL DESIERTO DEL SUR JORDANO
Moisés Cayetano Rosado
Julio de 2013. Viajamos en desvencijados 4x4, conducidos por experimentados beduinos. Somos cuarenta personas, procedentes de Extremadura, del Grupo Mecenas, de Mérida. Hemos hecho una parada en medio de este desierto jordano de Wadi Rum (Valle de la Luna) para ver su inmensidad. Sopla el viento. Vamos de regreso a los coches y hago un pequeño barrido de vídeo antes de continuar (VER en https://www.youtube.com/watch?v=1ZFy-m3vwbo). Mis compañeros ya han bajado del montículo; Rosa María se enfrenta al viento, que suaviza la sensación térmica de este desierto, muchas veces insoportable.


Piedra escarpada, arenisca fósil, y arena roja. No hace mucho calor, afortunadamente. Y nos espera una buena comida en un campamento beduino, con carne asada en pinchos, verduras variadas, tortas de pan ácimo, bebidas, frutas. Aquí se deja sentir algo el calor, alternado por una ligera y reconfortante brisa, colándose por las aberturas de las cortinas de pelo de cabra.
Antes, haremos un par de paradas más. Una delante de un roquedo inmenso con grabados en sus paredes, fundamentalmente de dromedarios en distintos movimientos o posturas expectantes. Veo uno cargando con un guerrero o cazador al galope, dando una gran sensación de movimiento por sus patas extremadamente abiertas; el hombre levanta una especie de lanza con su mano izquierda de brazo alzado, a punto de arrojarla con contundencia, para lo que se representa inclinado hacia atrás. Hay otros animales representados; veo una especie de altivas avestruces como formando una corona, con un dromedario a la izquierda y un cazador en posición de ataque a la derecha. Magnífico arte rupestre que me recuerda al arte neolítico levantino.
Otra parada hacemos en una explanada bien protegida por montículos rocosos: utilizada por Lawrence de Arabia para ocultarse y descansar hace ya un siglo. Es como un nido gigantesco a salvo de rapaces, confeccionado por la naturaleza con arena a ras del suelo y grandes bloques sedimentarios formando muros de resguardo. Allí, como en las demás paradas, tiendas de beduinos nos brindan la hospitalidad de unos hombres hechos a la austeridad, al silencio, al acogimiento y la sonrisa. Apenas ofrecen a la venta mínimos objetos de recuerdo y bolsas del té que generosamente ofrecen a los que les visitan; allá están sus dromedarios, sus cabras, sus ovejas, que constituyen compañía permanente y su sustento de nómadas solitarios y libres.

La vida es dura y bella en esta lengua sedienta del sur de Jordania, que atrae a propios y extraños como una sirena que ha perdido la liquidez de su elemento natural, mágicamente convertido en polvo rojo, como de sangre desecada de las múltiples batallas que rompieron, de cuando en cuando, a lo largo de los siglos, su silencio.

jueves, 18 de julio de 2013

LAS MURALLAS DE JERUSALÉN
Ciudadela de las murallas de Jerusalén
Moisés Cayetano Rosado
Pocas ciudades presentan un atractivo histórico, religioso, artístico, antropológico, sociológico, político… como Jerusalén (http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2013/07/extremenos-por-jordania-y-iii.html). Y pocos amurallamientos urbanos tienen la belleza y prestancia de su “cinturón de piedra”, tan bien mantenido a lo largo de los últimos cinco siglos, pese a las convulsiones vividas en la Edad Moderna y Contemporánea (no digamos en los últimos cincuenta y tantos años), tras dos milenios y medio de levantamientos, destrucciones, nuevos levantamientos y derrumbes.
Muralla desde el interior, entre los barrios judío y armenio. 
Las murallas de Jerusalén (en árabe: أسوار القدس; en hebreo: חומות ירושלים‎) rodean la Ciudad Vieja y han sido un “cinturón de seguridad” que se remonta al menos a la conquista del rey David, alrededor del 1004 antes de Cristo. Las actuales fueron construidas entre 1535 y 1538 -cuando Jerusalén formaba parte del Imperio otomano-, por orden de Suleiman I, en prevención contra la posible invasión de los Cruzados. En 1981, fueron agregadas, junto con la Ciudad Vieja, a la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Su longitud es de 4.018 metros; su altura media es de 12 metros; su espesor promedio es 2,5 metros. Contiene 34 torres de vigilancia y 8 puertas, constituyendo una magnífica, majestuosa fortaleza de piedra tallada y almenada, con una interesante ciudadela en el oeste, conocida como Torre de David. En ella se pueden observar distintos estilos constructivos, predominando el levantamiento vertical, de grandes bloques tallados lisos, si bien en la ciudadela se presentan almohadillados, excepto en la corona superior, donde van las almenas y los matacanes. Este fuerte queda protegido al tiempo por una especie de barbacana en plano muy inclinado, que se generalizaría en las fortificaciones abaluartadas.
Fortaleza de David
La Torre de David está situada cerca de la Puerta de Jaffa, de entrada al casco histórico, entre los barrios cristiano (al norte) y armenio (al sur). Construida para reforzar un punto estratégico débil en las defensas, fue levantada en el siglo II a.C. y posteriormente destruida y reconstruida sucesivamente por los conquistadores de Jerusalén cristiana, musulmana, mameluca y otomana. Contiene importantes hallazgos que datan de 2.700 años, y es un lugar utilizado para actos benéficos, muestras de artesanías, conciertos y espectáculos de sonido y de luz. El nombre de "Torre de David" es un término equivocado, ya que fue construido por lo menos varios cientos de años después de la fecha bíblica del reinado del rey David.
Vista exterior de la fortaleza o ciudadela de David

Jerusalén en el mosaico de Mádaba
En el mapa más antiguo que ha sobrevivido de Palestina (un gran mosaico a color conservado en el piso de una iglesia bizantina de Mádaba, en Jordania), del siglo VI, podemos observar la muralla de Jerusalén con forma almendrada, varias torres, al menos tres puertas e iglesias que se distinguen por sus azoteas rojas. Son muchos los mapas y planos que de la ciudad se conservan, la mayoría de viajeros o lectores de viajeros de todos los tiempos, que utilizaron la imaginación y sus ideas preconcebidas y “mágicas” para representar la ciudad, de forma idealizada.

Jerusalén. Muralla, puertas y barrios.
En la actualidad, de las ocho puertas que tiene, siete son practicables: la Puerta del Estiércol (por donde se arrojaban tradicionalmente basuras), al sureste, en el cuadrante que corresponde al barrio judío; la Puerta de Sión -o de David-, al suroeste, entre los barrios judío y armenio; la Puerta de Jaffa, al oeste, entre los barrios armenio y cristiano; la Puerta Nueva -del siglo XIX-, al oeste, en el barrio cristiano; la Puerta de Damasco, al norte, entre el barrio cristiano y el musulmán; la Puerta de Herodes, también al norte, en el barrio musulmán, y la Puerta de los Leones -o de San Esteban-, al este, igualmente en el barrio musulmán.
Puerta Dorada
La octava: Puerta Dorada, también llamada de la Misericordia o de la Vida Eterna, se encuentra en el centro del este de la muralla y da acceso directo al Monte del Templo -donde está la Explanada de las Mezquitas-, el lugar más sagrado del judaísmo (pues allí tendría lugar el sacrificio de Isaac, se construyó el Santuario para albergar el Arca de la Alianza y también el Primer Templo o Templo de Salomón). Es igualmente lugar principal para los musulmanes, pues desde ahí fue elevado Mahoma al cielo, según su tradición. La puerta está cerrada desde 1541, por orden de Solimán el Magnífico, utilizándose su exterior para cementerio musulmán, convencidos de la profecía de Elías, anunciando el regreso del nuevo profeta (que no se atrevería a entrar, porque al ser un sacerdote no puede hacerlo a través de un cementerio, debido a su impureza).

Vista de la Ciudad Vieja de Jerusalén desde el Monte de los Olivos.
La vista del conjunto desde el Monte de los Olivos es magnífica, y el recorrido por el adarve de la muralla (posible en la mayor parte de la misma), otro atractivo para visitar y volver a esta ciudad de vida y actualidad tan azarosa, al tiempo que atrayente como pocas.

sábado, 13 de julio de 2013

EL MIRADOR DE PORTALEGRE
Sé de Portalegre 
Cuando desde Campo Maior partimos hacia Portalegre, hemos de pasar -en ese recorrido de 47 kms.- por tres poblaciones que hacen más corto y grato el camino: Degolados, Arronches y San Tiago. La primera es un núcleo pequeño, de casas bajas muy blancas y chimeneas alentejanas de buen porte. La segunda es una villa similar a Campo Maior en tamaño, con una iglesia de torres muy airosas y un caserío irregular, compacto y llamativo, pero al que apenas rozaremos, pues la carretera lo va dejando a nuestra izquierda. A esa altura, vamos a contemplar al este la Sierra de San Mamede, amplia y espesa. Al llegar a la aldea de San Tiago, ya el Parque Natural de esta sierra, nos invita decididamente a adentrarnos en él.
Estamos enseguida en Portalegre. Ciudad construida en lo alto de un montículo y rodeada de otros, a cual más esbelto. Podemos elegir: campo o ciudad. Nos internamos en el espeso bosque, que asciende por encima del caserío, oteando el horizonte desde altitudes de 1.000 metros, en medio de una fabulosa vegetación mediterránea, o nos adentramos en una ciudad donde entre sus casas blancas, de calles empinadas, admiraremos importantes vestigios de las Edades Media y Moderna.
El Parque Natural de la Sierra de San Mamede ocupa casi 32.000 hectáreas y allí se encuentra el pico más alto de Alentejo: de São Mamede, de 1.025 m., desde el cual una gran extensión de Alentejo y Extremadura nos queda a la vista. Una red de caminos medievales conecta distintos puntos del Parque, que nos llevan al norte hasta Castelo de Vide y al sur hasta Esperança, donde existe un núcleo arqueológico con pinturas rupestres. Encinas, alcornoques, robles; jaras, madroños, romero, brezo... copan el terreno que pisamos.
Claustro gótico en Portalegre
La ciudad de Portalegre, importante núcleo desde el Medievo, por su producción de tejido de lana, posee un castillo de finales del siglo XIII, ordenado construir por el rey Don Dinís. Se conservan aún tres de las diez torres originales de la muralla y otras tres puertas de las ocho que se abrieron en ella; lo podemos ver en nuestro paseo por sus calles laberínticas.
La (catedral), construida entre los siglos XVI y XVIII, sobresale -como el castillo- del caserío, con sus dos torres rematadas en punta, destacando en el interior sus cinco capillas. Al lado está el Museo Municipal, instalado en una casona del siglo XVI, con importantes piezas de arte sacro, mobiliario y cerámica, así como una destacada colección iconográfica de San Antonio. Otro museo esencial, subiendo a la Sierra, es la Casa de José Regio, instalado en el que fue hogar de este gran poeta (1901-1969), de valiosa colección artesana reunida por él. Muy cerca, para el que guste del arte funerario, el magnífico cementerio, con valiosas tumbas y panteones neogóticos, neoclásicos, de arte moderno, etc.; pocos le ganan en originalidad.

Ciudad de conventos y palacios, sin igual en patrimonio del siglo XVIII, es digna de callejear reposadamente, descubriendo en sus pequeños restaurantes las habas guisadas con chorizo y tocino, sopa de bacalao, cabrito asado, conejo empanado, su delicioso pan con pasas y, de postre, tocinillo de cielo y bolo real. ¡Más que suficientes calorías para seguir subiendo hasta el picacho de Marvão!
MOISÉS CAYETANO ROSADO

jueves, 11 de julio de 2013

EXTREMEÑOS POR JORDANIA
(resumen) 
Grupo Mecenas en la ciudadela de Ammán
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Siguiendo una sana costumbre -que el año pasado nos llevó a Turquía-, el Grupo Mecenas del Conjunto Monumental de Mérida nos ha proporcionado la oportunidad de viajar a Jordania.
Viajes a los que tienen prioridad sus socios (abierto a todo el que quiera inscribirse, como colaboradores del Conjunto Monumental), pero de los que también pueden disfrutar (y así ocurre) otros ciudadanos amantes de la historia, el arte, la arqueología, los viajes de “aventura controlada”.
Ammán, la capital jordana -punto de llegada-, es una extensa ciudad de edificios generalmente bajos, de pocas plantas, color ocre, que se extienden por diecinueve colinas y tiene su lugar más atractivo en la primitiva Ciudadela, con 1’7 kilómetros de muralla, donde destaca el Palacio Omeya (con espectacular sala de audiencias), una basílica bizantina, templo, foro, teatro y otros monumentos romanos.
Al norte de Ammán, a poco más de 50 kilómetros, sobresale la ciudad de Jerash, que para nosotros, los extremeños, y especialmente los residentes o  habituados a Mérida, viene a ser como una “ciudad hermana”: su legado romano le hace ser conocida como la “Pompeya del Este”.
A unos 15 kilómetros está el castillo de Ajlum. Impresionante fortaleza similar a nuestros castillos de la Baja Edad Media, con un meritorio sistema de entrada de puertas en recodo, fosos y matacanes que le hacían inexpugnable.
Hacia el desierto inmenso del este, que nos lleva a las fronteras de Siria e Irak, se encuentran una serie de castillos y fortalezas que son puntos estratégicos para el resguardo de los caravaneros, fortalezas-palacios de los califas y príncipes, y castillos propiamente estratégicos, defensivos y de acopio para finalidades bélicas. En este último caso, nos recuerdan a los castillos roqueros extremeños, si bien en medio de la inmensidad plana del desierto y no en los picos elevados de cerros y montañas.
Pero quizás la “aventura” nos espera en el sur de los puntos anteriores. A 32 kilómetros por debajo de Ammán está Mádaba, la “ciudad de los mosaicos”, que tiene en su Iglesia bizantina de San Jorge un mapa-mosaico de Palestina del siglo VI, tal vez el más antiguo de la Tierra Santa.
En el Mar Muerto -inmediatamente accesible desde Mádaba- podemos sentir la sensación de ingravidez: en sus aguas -muy cálidas- es imposible sumergirse: siempre se flota como si estuviéramos en un espacio sin atmósfera; tal es su extraordinaria salinidad. En lo alto, a la vista de este mar y teniendo a sus pies la tierra “prometida” de Israel, está el Monte Nebo, desde donde Moisés contempló el asentamiento de los suyos, tras cuarenta años de peregrinación por el desierto.
Pero el “plato fuerte” de Jordania es la ciudad de Petra, a 230 kilómetros al sur de Ammán. Urbe excavada en su piedra rosa, llegó a ser el centro del comercio de Arabia y el principal destino de las rutas caravaneras del Extremo Oriente. El derroche de columnas, capiteles nabateos (sus constructores), frontones, cornisas, hornacinas, templetes superiores de bulto redondo… con destino funerario, adquiere la perfección en el llamado  Khazneh Firaoun (Tesoro del Faraón) -con 40 metros de altura y 28 de ancho-, al comienzo de la ciudad.
Arriba, tras subir más de ochocientos escalones, nos espera el Deir (Monasterio), de dimensiones parecidas, totalmente exento, en tanto el Tesoro va encuadrado en un gigantesco alfiz pétreo.
Petra es uno de los sitios arqueológicos más célebres del mundo, mezcla prodigiosa de tradiciones constructivas del Antiguo Oriente y arquitectura helenística.
Más al sur, acercándonos ya al Mar Rojo, se nos ofrecen las 74.000 hectáreas de Wadi Rum, impresionante desierto de arena y montañas de piedra arenisca, que junto a Petra sería escenario fundamental de las correrías de Lawrence de Arabia. Solo los beduinos, en sus viejos coches 4x4, pueden conducirnos por estos arenales y gigantescos pedruscos sin temor a perdernos. Una aventura “controlada” para los que desde nuestra tierra de contrastes a lo más que llegamos en “desolación” es a la inmensa llanura cacereño-trujillana o los extensos pastizales de La Serena.
Viaje para recomendar, por su belleza, seguridad para el turista y riqueza patrimonial, histórica, artística, arqueológica y etnográfica.

martes, 9 de julio de 2013

EXTREMEÑOS POR JORDANIA (y III)

III.                    UNA ESCAPADA A JERUSALÉN Y JERICÓ.
Muralla de Jericó
Tuvimos ocasión -y un día libre en el apretado programa- para programar otra actividad alternativa. Algunos aprovecharon para abundar en la admiración por el patrimonio arqueológico greco-romano de Jordania; otros, optamos por un viaje a Jerusalén, que dista a unos 65 kilómetros de Ammán, pero que no es frontera aconsejable, pues lo concurrido de la misma hace las demoras de los trámites interminables. Hay que ir hacia el norte, haciendo casi un centenar de kilómetros más, para entrar por la frontera de Cisjordania, menos concurrida, pero también controlada por las autoridades israelitas.
El trámite de frontera es de lo más curioso: ni autobús ni guía jordanos pueden entrar en el territorio fronterizo, quedándose en la parte jordana; en la palestina ocupada por los israelíes nos espera autobús y guía “del otro lado”: el guía que llevamos es palestino residente oficial de Jerusalén, los únicos palestinos que gozan de cierta libertad de movimiento.
Largos trámites, mucha inspección de vehículo, mochilas, pasaportes (preguntándonos a algunos incluso por el nombre de sus padres y abuelos), y profusión de armas automáticas en manos de jovencísimos judíos de uniforme y  de paisano.
Luego, vuelta hacia el sur al borde de la frontera jordano-palestina-israelí, con alambradas electrificadas dobles, asentamientos palestinos cercados por muros de hormigón y otros asentamientos -residenciales lujosos- de judíos en tierras palestinas. Muchos palmerales y cultivos de invernadero, hasta llegar a Jerusalén, tras pasar cerca (y entramos a la vuelta) de Jericó, de animado movimiento en su mercado callejero y adelantado proceso restaurador de sus míticas murallas: un “mundo palestino” ahora amurallado (aunque sin vallas físicas en esta ocasión) por las barreras políticas de Israel.
Vista de Jerusalén, destacando la cúpula de la Roca
Barrio judío de Jerusalén
Después Jerusalén: un mundo aparte. Barrios diferenciados de musulmanes, cristianos y judíos (con su voluntario ghetto de ortodoxos y ultraortodoxos, sacados como del túnel del tiempo, tal como si en Petra viéramos a los nabateos esculpiendo sus tumbas). Apenas otras matrículas de coches que los suyos, por imposición oficial expresa. Aire de religiosidad por todas partes: física y humana. Y de segregación: igualmente física y humana.
Losa donde lavaron a Jesús. Iglesia del Santo Sepulcro.
Es curioso ver el fervor de católicos y ortodoxos en el Monte de los Olivos; delante de la tumba “vacía” de la Virgen María; ante la piedra donde lavaron a Jesucristo; en cada una de las estaciones de penitencia… Nada nos impactó más que ver el canto y rezo de fieles etíopes en su pequeña capilla del Santo Sepulcro, ataviados con sus túnicas blancas sobre los cuerpos enjutos, largos como figuras de Giacometti, de tez tan oscura y ojos tan brillantes y tan tristes…
Muro de las lamentaciones
Impresionante el Muro de las Lamentaciones: mujeres por un lado -aquí sí con las rodillas y los hombros tapados- y hombres por otro, cubierta la cabeza con la kipá -también los “guiris” debemos cubrirnos, aunque sea con una gorra estrafalaria-, si bien ofrecen kipás gratuitos a los visitantes.
Interesante su zoco, diferenciado otra vez más por creencias religiosas. Sobrecogedoras sus murallas otomanas (1535-1538) de más de 4 kilómetros de longitud, con una altura promedio de 12 metros y 2’5 de espesor, Patrimonio de la Humanidad -junto a la ciudad vieja- desde 1981.

Murallas de Jerusalén
Fantásticas sus colinas, su caserío multiforme, las cúpulas y alminares salientes de las mezquitas (inigualable y majestuosa la de la Roca), torres de iglesias cristianas, conjuntos de remate semiesférico de las sinagogas, cementerios de grandes extensiones… Valles y montículos para el abrazo de lo que tantas veces es sinuoso camino de odio y de traición.

lunes, 8 de julio de 2013

EXTREMEÑOS POR JORDANIA (II)

II.                    AL SUR DE LA CAPITAL JORDANA.
Fragmento de mosaico de Mádaba
Mádaba, el Mar Muerto y el Monte Nebo.
Pero quizás la “aventura” nos espera en el sur de los puntos anteriores. Así, a 32 kilómetros por debajo de Ammán está Mádaba, la “ciudad de los mosaicos”, que tiene en su Iglesia bizantina de San Jorge un mapa-mosaico de Palestina del siglo VI, tal vez el más antiguo de la Tierra Santa, con una riquísima información de la zona: ciudades, montes, ríos, Mar Muerto, y curiosidades adicionales, como es el caso de un pez representado en el río Jordán que, alegremente, va hacia el Mar Muerto y que también se le representa volviendo espantado ante la salinidad mortífera de este gran lago, situado a unos 420 metros bajo en nivel de los mares del mundo.
Flotando en el Mar Muerto
En el Mar Muerto -inmediatamente accesible desde Mádaba- podemos sentir la sensación de ingravidez, pues entrando en sus aguas -muy cálidas- es imposible sumergirse: siempre se flota como si estuviéramos en un espacio sin atmósfera; tal es su extraordinaria salinidad. ¡Como extraordinario es el calor que nos golpea en su entorno, y en invierno hace las delicias de jordanos y turistas! También “las delicias del turista” es observar a las mujeres musulmanas sumergiéndose en sus aguas con toda su parafernalia de ropajes negros que apenas dejan ver la cara, o las más jóvenes con bañador de “surfista”, cabeza incluida tapada: no por ello se molestan con los bikinis europeos, por mínimos que sean.
Moisés en el Monte Nebo
En lo alto, a la vista de este mar y teniendo a sus pies la tierra “prometida” de Israel, está el Monte Nebo, desde donde Moisés contempló el asentamiento de los suyos, tras cuarenta años de peregrinación por el desierto. Asentamiento del que no pudo disfrutar, pues su dios lo castigó con la simple contemplación por las debilidades de su fe en el poder divino. Lo cierto es que el paisaje que desde allí se ve no es muy atractivo para el asentamiento apacible: puro desierto de valles y montañas sin rastros de vegetación, más que algunas plantas xerófilas, escuálidas.

Petra, el “plato fuerte” de Jordania  
En la Pequeña Petra
Pero el “plato fuerte” de Jordania es la ciudad de Petra, a 230 kilómetros al sur de Ammán. Precedida por la “Pequeña Petra” -que es igualmente una magnífica ciudad a la que se accede por un estrecho cañón, digna de una visita detenida, con la ventaja de una menor masificación-, esta urbe de piedra rosa llegó a ser el centro del comercio de Arabia y el principal destino de las rutas caravaneras procedentes del Extremo Oriente.
Fundada hace más de 2.000 años, lo que hoy contemplamos es esencialmente una “ciudad de los muertos”, pues las excavaciones en la roca arenisca que son la admiración del mundo hoy día eran estancias para depositar los féretros de los difuntos, labrándose las fachadas de forma monumental, grandiosa e inigualable. La roca se trabajaba de arriba abajo, accediendo por escaleras laterales realizadas en la misma piedra; los canteros conseguían fachadas de inusitada armonía, siendo cada obra una lección de arte, con precisiones matemáticas, consiguiendo darle a los inmensos bloques de piedra un aire de levedad, desenvoltura, espacios libres, realmente increíbles.
Petra." El Tesoro del Faraón".
El derroche de columnas, capiteles nabateos (sus constructores), frontones, cornisas, hornacinas, templetes superiores de bulto redondo… adquieren la perfección en el llamado  Khazneh Firaoun (Tesoro del Faraón) -con 40 metros de altura y 28 de ancho-, al comienzo de la ciudad, tras pasar por el desfiladero que nos lleva a ella, también labrado con hornacinas, tumbas y templetes, así como con conducciones para agua que llevaban al interior, donde habitaban los nabateos.
Más adelante, las tumbas de la Urna, de la Seda, del Palacio (la fachada más grande, con 49 metros de ancho y 46 de alto), a la derecha, nos aparecen entre otras múltiples y abigarradas construcciones; a la izquierda presentan aportaciones romanas: teatro, templo y otras construcciones igualmente labrados en la roca.
Petra. Tumbas reales.
Arriba, tras subir más de ochocientos escalones, nos espera el Deir (Monasterio), de dimensiones parecidas al Palacio y estilo constructivo similar al Khaznech Firaoun, si bien  totalmente exento, en tanto el Tesoro va encuadrado en un gigantesco alfiz pétreo.
La ciudad de Petra es Patrimonio de la Humanidad desde 1985, siendo uno de los sitios arqueológicos más célebres del mundo, con una mezcla prodigiosa de las tradiciones constructivas del Antiguo Oriente y la arquitectura helenística.

Desierto de Wadi Rum.
Desierto de Wadi Rum
Más al sur, acercándonos ya al Mar Rojo, se nos ofrecen las 74.000 hectáreas de Wadi Rum, impresionante desierto de arena y montañas de piedra arenisca, que junto a Petra sería escenario fundamental de las correrías de Lawrence de Arabia.
Patrimonio de la Humanidad desde 2011, sus petroglifos, inscripciones y restos arqueológicos atestiguan 12.000 años de ocupación humana. 25.000 tallas en roca con 20.000 inscripciones nos revelan la evolución del ser humano y el primer desarrollo del alfabeto. La presencia de campamentos de beduinos, con sus camellos, cabras, ovejas, escasos enseres que ofrecen al turista, para mantener su vida libre y nómada, ponen un punto de vida en medio de la bellísima desolación de arena roja y rocas inmensas, más rojas todavía.
Solo los beduinos, en sus viejos coches 4x4, pueden conducirnos por estos arenales y gigantescos pedruscos sin temor a perdernos, al tiempo que nos ofrecen el reconfortante descanso de sus tiendas, su té verde con hierbabuena, los pinchos de cabrito, oveja y pollo, las verduras traídas a saber dios de dónde. Una aventura “controlada” para los que desde nuestra tierra de contrastes a lo más que llegamos en “desolación” es a la inmensa llanura cacereño-trujillana o los extensos pastizales de La Serena.

Y aquí deshacemos otra vez el tópico: no se molestan los beduinos por nuestros pantalones cortos o cortísimos, las camisetas de tirantas e incluso los increíbles tacones de alguna turista estrafalaria. Están muy ocupados con sus animales y escasas posesiones, y practican la hospitalidad ancestral de los pueblos envueltos en la inmensa soledad.
(Continuará)

domingo, 7 de julio de 2013

EXTREMEÑOS POR JORDANIA (I)


Moisés Cayetano Rosado

INTRODUCCIÓN.
Siguiendo una sana costumbre -que el año pasado nos llevó a Turquía-, el Grupo Mecenas del Conjunto Monumental de Mérida nos ha proporcionado la oportunidad de viajar a Jordania.
Viajes a los que tienen prioridad los socios de Mecenas (abierto a todo el que quiera inscribirse, como colaboradores de nuestra ciudad de Mérida, Patrimonio de la Humanidad precisamente por su Conjunto Monumental), pero de los que también pueden disfrutar (y así ocurre) otros ciudadanos amantes de la historia, el arte, la arqueología, los viajes de “aventura controlada”.
Y Jordania ha sido todo un descubrimiento para los cuarenta viajeros extremeños que el 28 de junio nos enrolamos por ocho días para conocer un país situado en uno de los puntos más cercanos a conflictos de extrema gravedad, aunque consigue que prácticamente no le afecten: la guerra civil de Siria al norte; las revueltas de Egipto al sur; la violencia contenida de Israel y Palestina al oeste, y no pocas inquietudes de Irak al este, que comparte vecindad con Arabia Saudí.
 
Ammán desde su Ciudadela
I.                    AL NORTE DE LA CAPITAL JORDANA.
Ammán, capital de Jordania.
Ammán, su capital, con dos millones de habitantes, es una extensa ciudad de edificios generalmente bajos, de pocas plantas, color ocre, que se extienden por diecinueve colinas y tiene su lugar más atractivo en la primitiva Ciudadela, con 1’7 kilómetros de muralla, donde destaca el Palacio Omeya (con espectacular sala de audiencias), una basílica bizantina, templo, foro, teatro y otros monumentos romanos.
Es curioso comprobar cómo el mito, tan divulgado, de que por sus calles ha de pasearse en pantalón largo -pues en otro caso seremos objeto de la reprobación ciudadana- no es más que eso, un mito. Ahí, y en cualquier otra ciudad, los jordanos van a sus quehaceres, son amables, acogedores y no se dedican a “dar palos” al que se atreve a enseñarles sus rodillas.

Jerash, tesoro arqueológico romano.
Jerash, presencia romana.
Al norte de Ammán, a poco más de 50 kilómetros, sobresale la ciudad de Jerash, que para nosotros, los extremeños, y especialmente los residentes o  habituados a Mérida, viene a ser como una “ciudad hermana”: su legado romano le hace ser conocida como la “Pompeya del Este”, si bien atesora también una importante herencia monumental que va desde la Edad del Bronce y el Hierro, hasta la época de los Omeyas y Abasidas, pasando por helenísticos, romanos y bizantinos, en un estado de conservación de los mejores del mundo. Desde 2004 está inscrito en la Lista Indicativa para la obtención de la calificación de Patrimonio de la Humanidad, que bien se merece.
Castillo de Ajlum
A unos 15 kilómetros está el castillo de Ajlum, del siglo XII, construido para contener los ataques de los cruzados, velar por las comunicaciones con Siria, contener el avance del Reino de Jerusalén y proteger las minas de hierro de la región. Impresionante fortaleza similar a nuestros castillos de la Baja Edad Media, con un meritorio sistema de entrada de puertas en recodo, fosos y matacanes que le hacían inexpugnable.
Castillo de Harranah

Castillos del desierto.
Hacia el desierto inmenso del este, que nos lleva a las fronteras de Siria e Irak, se encuentran una serie de castillos y fortalezas que son puntos estratégicos para el resguardo de los caravaneros de las rutas de las especias, incienso, seda, sal…, como es el caso de del impresionante castillo de Harranah, del siglo VIII, de enorme belleza y solidez exterior, así como de extraordinaria comodidad interior, en medio de la “portentosa nada del desierto”. O fortalezas-palacios como el de Amra, de la misma época, utilizado por el califa y sus príncipes para el deporte y el placer, con magníficos frescos en las paredes y techos que le han valido el calificativo de Patrimonio de la Humanidad, obtenido en 1985, y donde sorprendentemente podemos ver “todo” lo que prohíbe la religión musulmana: representación figurativa humana y de animales, incluidas escenas de relaciones sexuales explícitas.
Bóveda de la fortaleza-palacio de Amra



También están los castillos propiamente estratégicos, defensivos y de acopio para finalidades bélicas, como es el de Hallabat –utilizado por Lawrence de Arabia-, construcción sólida en basalto y arenisca, cuyas puertas son igualmente de piedra, y que se asienta sobre base romana, mandada a destruir por el califa omeya Hisham ibn Abd al-Malik en el siglo VIII. En este último caso, nos recuerdan a los castillos roqueros extremeños, si bien en medio de la inmensidad plana del desierto y no en los picos elevados de cerros y montañas.
Puertas del castillo de Hallabat
(Continuará)