domingo, 28 de diciembre de 2014

PORTA DO NÓ Y PORTA DOS NÓS EN VILA VIÇOSA

Dentro del riquísimo patrimonio monumental de Vila Viçosa, siempre hemos admirado la PORTA DOS NÓS (Puerta de los Nudos, de los entrelazados, cordones y ataduras). Magnífico ejemplar de estilo manuelino, del siglo XVI, que nos queda a la derecha conforme entramos en la población, procedentes de Borba (entrada lateral del Palacio Ducal). Representa el poder de la Casa de Bragança, en su extraordinaria robustez.
Pero existe también una PORTA DO NÓ (Puerta del Nudo), de mediados del siglo  XVII, que había estado en la Cerca Nova (la muralla que rodeaba a la población extramuros de la medieval), y que en 1939 fue reinstalada casi enfrente de la anterior. Recibe este nombre porque fue construida para conmemorar la "liberación del yugo, del nudo, con España" a raíz de la Guerra de Restauração. Es una exaltación de don João IV, como tal liberador “del nudo opresor”, y un homenaje a la Inmaculada Concepción como “Padroeira” de Portugal.
Vista de la fortificación medieval desde el cerro de São Bento, donde hubo un Fuerte
abaluartado que sería demolido en 1664 por el peligro para la población si era tomado por el enemigo.
Ambas puertas, en mármol de la zona, son dos magníficos ejemplares renacentista y barroco respectivamente, que representan un pórtico extraordinario para una población que es todo historia, arte y monumentalidad. Visitar después su recinto medieval, su castillo renacentista, sus tenazas de la Edad Moderna, su Palacio Ducal, múltiples iglesias, conventos, casonas señoriales, campos frondosos de los alrededores, constituyen una experiencia que invita siempre a repetir.

Moisés Cayetano Rosado
P.D.- Nuestro buen amigo Luis Martins -tan buen conocedor del patrimonio de Vila Viçosa-, que tanto me ha hablado de estas dos puertas, sostiene que las indicaciones están equivocadas, puesto que la llamada PORTA DOS NÓS tiene un único nudo, y en cambio en la llamada PORTA DO NÓ hay una leyenda a la izquierda, sobre el arco de medio punto, que indica: "HAEC EST FATALIS NODORUM PORTA", indicando por tanto en plural: "DE LOS NUDOS". Obrigado, Luis.

viernes, 26 de diciembre de 2014

LA HERIDA ABIERTA: “CARTAS Y DIARIO DESDE LAS CÁRCELES FRANQUISTAS EN EXTREMADURA”

Moisés Cayetano Rosado

La piel superpuesta por el tiempo no puede curar la herida que no ha cicatrizado, por lo que el desgarro y el dolor continúan entre los que padecieron directamente las consecuencias del golpe profundo y se alarga en la vida de los que les suceden.
Esto es lo se desprende de tantos testimonios como se han ido y se van conociendo, en los que se nos muestra la brutalidad de nuestra Guerra Civil de 1936-39, así como las consecuencias terribles de “represión, miedo y violencia”, como nos indica el historiador Francisco Javier García Carrero en la “Introducción” de su libro Cartas y diario desde las cárceles franquistas en Extremadura (Consejo de guerra y fusilamiento de José Vera Murillo), que coeditan la Diputación de Badajoz y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura, en un cuidado libro en formato “de bolsillo”, de 147 páginas.
La obra  se nos ofrece con una carga emotiva, testimonial y de rigor histórico considerables. El punto de partida -como el autor dice en “Nota aclaratoria” inicial- es un ejercicio de fin de curso de una de sus estudiantes de 2º de Bachillerato: Isabel Holguera Vera, que trataba sobre su bisabuelo José Vera Murillo, luchador republicano que padeció la captura, encarcelamiento y muerte por parte del franquismo triunfante, utilizando como fuente principal el propio abuelo de la alumna, hijo del biografiado.
Con prólogo sentido del presidente de la Diputación, Valentín Cortés Cabanillas, y riguroso epílogo del presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura, José Manuel Corbacho, el libro se divide en cuatro capítulos. A ello se une un índice de siglas y anexos de transcripción de cartas de José Vera Murillo sacadas clandestinamente desde la cárcel de Badajoz, dirigidas a su esposa, hija Engracia e hijos José y Juan, despidiéndose de ellos poco antes de morir fusilado, en mayo de 1940. Termina con amplia bibliografía y anexo fotográfico de José Vera Murillo (única foto que se conserva, vestido de militar republicano), su mujer, Inocencia, y sus hijos Engracia, Juan y José.
En el primero de los capítulos hace una introducción sobre el concepto de represión en el primer franquismo y sus componentes esenciales de violencia y miedo, acompañándose de notas bibliográficas de refuerzo, entre las que destacan las de los historiadores extremeños Julián Chaves Palacios y Francisco Espinosa Maestre, que junto a las publicaciones de José Luis Gutiérrez Casalá, entre algunos otros, serán recurso frecuente en sus consideraciones generales sobre la guerra e inmediata posguerra en Extremadura.
Un segundo capítulo trata sobre los consejos de guerra franquistas, destacando su contenido inquisitorial, la falta de garantías procesales y el final fatídico para gran parte de los encausados: la sentencia de muerte, que se ejecuta tras un breve plazo de encarcelamiento, de los que muestra Francisco Javier algunos ejemplos. Con ellos nos traslada emotivas cartas de despedida familiar, recurriendo a los testimonios publicados por otros autores, como los citados anteriormente y algunos más entre la amplia relación de los historiadores que afortunadamente se suman cada vez en mayor número al estudio de esta etapa de largas décadas hasta hace poco intencionadamente ignoradas.
El tercer capítulo entra de lleno en el estudio de José Vera Murillo, siendo el más extenso, quedando dividido en tres subcapítulos. Un primero se alarga sobre la biografía del protagonista hasta su detención. Destaca su compromiso social y su participación activa en la vida de su pueblo, Campillo de Llerena, especialmente durante la Segunda República, así como su participación en la Guerra Civil, primero en Campillo y después en diversos frentes (Extremadura, Brunete, Teruel, Madrid), alistado como voluntario, llegando a ostentar el grado de capitán.
Un segundo apartado se extiende presentando y analizando las cartas enviadas desde las cárceles extremeñas por las que pasó tras su detención cuando, acabada la guerra, en lugar de huir se acercaba a su pueblo para velar por su familia. Cartas de esperanza a su mujer, sabiéndose inocente, cumplidor siempre de su deber, recto y humanitario en su proceder en los tiempos confusos del golpe militar, que muchos aprovecharon de un lado y otro para “ajuste de cuentas”. Confiados testimonios del que aún piensa en salvarse, basándose en una justicia, que poco a poco va viendo inexistente, como reflejaría en su diario sacado clandestinamente de la prisión de Badajoz.
El último apartado de este tercer capítulo ya es un relato de la muerte anunciada. “Turbación y muerte”, dice Francisco Javier García Carrero. Desesperanza, asesinato, desamparo y desgarro familiar total, con notas sacadas de las cartas familiares de los últimos días, que se transcriben completas en anexo.

Llega así a la breve Conclusión del libro, donde reflexiona sobre las consecuencias dilatadas en el tiempo para la familia de los represaliados, de los asesinados, a los que se les condenó al dolor de estas muertes injustas y crueles, uniéndose a ello el estigma, la burla y el silencio durante varias décadas, hasta que muy entrada la democracia han ido descubriéndose los casos tan sangrantes que libros como éste nos muestran con rigor y emocionada ejemplaridad.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Una larga excursión transfronteriza.
CORREDOR DE INVASIÓN MADRID-LISBOA: TESORO FORTIFICADO DE LA RAYA

Moisés Cayetano Rosado

Las sucesivas guerras de la Edad Moderna convirtieron la Raya, en la línea de invasión Madrid-Lisboa, en una sucesión de “escudos abaluartados”, que ya en la Baja Edad Media tuvo una importante implantación de fortalezas góticos, de defensa activa.
Este corredor, este inmenso valle del Guadiana fronterizo, que se prolonga por la planicie alentejana hasta Setúbal-Lisboa, presenta en la parte española una importante población que fue sucesivamente fortificada desde su fundación islámica: Badajoz. A lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX completaría unas defensas artilladas y abaluartadas. Al norte estaba auxiliada por Alburquerque, e inmediatamente al sur por su poblado efímero de Telena; fortaleza esencialmente bajomedieval la primera y del siglo XVII la segunda.
ESCUDOS SUCESIVOS.
Pero el “embudo de contención” alentejano superaría con creces estas construcciones de defensa e impulso a la infiltración, teniendo ante Badajoz una inmediata tenaza primero de fortalezas medievales y después revestidas de abaluartadas, con enorme despliegue técnico: Campo Maior al norte, Elvas al centro y Olivença al sur. Vanguardia fortificada de impresionante alarde bélico y extraordinaria belleza monumental mirándolo como legado histórico.
A esta línea de inmediato choque le sucede como una primera e inmediata retaguardia otro conjunto donde igualmente lo medieval ha sido revestido a partir de la Guerra de Restauração de 1640-1668: Arronches más al norte de Campo Maior; Ouguela en el norte inmediato, y Juromenha a espaldas de Olivenza, a orillas del Guadiana.
Estrechándose ese “tubo de embudo”, internándose hacia el inmenso llano alentejano que lleva cómodamente hacia Lisboa, una segunda, casi horizontal línea de retaguardia: Vila Viçosa, Estremoz y Évora. Otra vez más lo medieval se reviste de abaluartado, y -como los anteriores- protagonizan importantes confrontaciones entre portugueses y alentejanos, con sus respectivos aliados, ingleses y franceses en la Edad Moderna, tras las guerras de frontera anteriores ante las conquista a los musulmanes.
De todo ello nos ha quedado un patrimonio artístico-monumental verdaderamente extraordinario, único; testimonio singular de una prolongada época de lucha fronteriza, en muy buena parte preservado en cuanto a su integridad y autenticidad. Digno de contemplarse, “leerse”, disfrutarse en serie.
RECORRIDO POR LAS LÍNEAS DE CHOQUE Y CONTENCIÓN.
Partir de Alburquerque, con su incomparable castillo roquero del siglo XV y sus redientes artillados del siglo XVIII (sin olvidar su barrio gótico) para dirigirse a Arronches, que conserva gran parte de la muralla abaluartada iniciada en el siglo XVII, es un buen comienzo. No falta en el camino muestras interesantes de pintura esquemática rupestre, como en sus cascos históricos un notable patrimonio arquitectónico religioso.
De Arronches podemos bajar a Ouguela, deliciosa y mínima población de apenas 50 habitantes que sorprende por su fortaleza medieval artillada y complementos abaluartados, con enorme cisterna en el patio de armas y envidiables vistas alrededor, que rivalizan con las de Alburquerque, visible desde allí.
Una decena de kilómetros más abajo: Campo Maior, conjunto medieval, renacentista y moderno extraordinario en cuanto al patrimonio militar, civil y religioso, complementado con sus museos etnográficos e industriales.
El paseo desde allá nos lleva a Badajoz, a dieciséis kilómetros, distancia que prácticamente no hemos superado en los anteriores recorridos con parada. El tesoro de esta ciudad, la mayor de su entorno, con más de 150.000 habitantes, es de sugerente complejidad: desde su alcazaba musulmana hasta su Museo de Arte Contemporáneo ubicado donde estuvo -y fue lamentablemente destruido- el Fuerte de Pardaleras, recorremos todo el arte y la historia cuando menos de los siglos X al XXI.
Al sur, la Olivenza española (Olivença portuguesa), que une a su patrimonio fortificado neurobalístico y pirobalístico -como las demás- su riquísimo y variado patrimonio monumental y urbano, así como un Museo Etnográfico de los más completos que podamos contemplar.
El “plato fuerte” puede que lo detente la siguiente parada: Elvas, con uno de los conjuntos de fortificaciones abaluartadas y sus complementos más grandiosos e íntegros del mundo, enriquecidos por dos cercas islámicas y otra más bajomedieval, en parte conservadas (y coronadas por su castillo, primer Monumento Nacional clasificado en Portugal, en 1906), así como un conjunto de iglesias donde la riqueza gótica, manuelina y barroca se muestra con generosidad.
Estas poblaciones de primera línea geográfica en la Raya, que exigen parada y fonda en su amplia y sugerente oferta de estancia y gastronomía, se completa con Juromenha -en la “cola” impresionante del Barragem (embalse) de Alqueva, apenas una decena de kilómetros debajo de Elvas, cuyas murallas musulmanas en adobe quedan amparadas por un inmenso fuerte abaluartado que eleva sus murallas en el cerro a orillas del Guadiana, ofreciendo una estampa llena de grandeza.
Y ya internándonos en la planicie, defendiendo el camino de Lisboa, tres sucesivas maquinarias defensivas, a punto también para la ofensiva de contraataque: Vila Viçosa, a la que el viajero puede acceder desde Juromenha sin necesidad de volver a la carretera principal. La ciudad es un libro abierto de arte y de historia, bajo el signo principal de los duques de Bragança, no solo por su Palacio Ducal incomparable, sino también por su castillo artillado del siglo XVI, imponente, a un lado de su fortificación medieval, y revestido de tenazas, más hornabeque interior.
Enseguida: Estremoz, magnífico en su Torre del Homenaje, donde vivieron el rey D. Dinis y la reina Dña. Isabel, extraordinario en su cerca abaluartada y único en su mercado de los sábados en la espaciosa plaza principal, donde las antigüedades se alternan con productos artesanales y hortofrutícolas de los propios productores.
Para terminar, cerrando la “flecha abaluartada” del corredor de invasión Madrid-Lisboa: Évora, Patrimonio de la Humanidad, como también lo es Elvas, y como ella con extraordinario acueducto, obra esencial de los hermanos Arruda, del siglo XVI, que igualmente intervendrían en el castillo artillado de Vila Viçosa o el de Evoramonte, en el camino entre ambas poblaciones. Ciudad-museo, como habríamos de calificar a Elvas y Vila Viçosa, y como todas las demás testigo esencial de la historia fronteriza desde las correrías de Geraldo Sem Pavor (a quien recuerda en su escudo), del siglo XII, hasta últimas confrontaciones en las invasiones napoleónicas, siete siglos después.

Tesoro en serie inigualable de la Raya, testimonio y ejemplo de conjuntos urbanos fortificados que ejemplifican el desarrollo tecnológico e ilustran etapas esenciales de la Baja Edad Media y de la Edad Moderna. Patrimonio indiscutible de la Humanidad. Recreo artístico-monumental para las generaciones actuales y para las venideras.

domingo, 14 de diciembre de 2014

La narrativa de posguerra en Extremadura

Ver texto completo en:
(pg. 10047-1096. Tomo II, 2014)
SIMÓN VIOLA MORATO
Doctor en Filología Hispánica. UEx.
simonviola@gmail.com

(Fragmento. Pgs. 1061-1062)
Un relato de Moisés Cayetano Rosado, Las moscas
(premio “Felipe Trigo” de 1985, publicado por la editorial Universitas en 1987)
puede ejemplificar la coexistencia del realismo social con otros enfoques
narrativos. Aunque contada en tercera persona por un narrador omnisciente,
nos encontramos ante una de las narraciones más fieles el modelo “canónico”
de narrativa social. En él se nos relata un día en la vida de dos seres desvalidos:
Miguel, el niño huérfano y apocado, sometido a la tiranía de un maestro déspota
y a las crueldades infantiles, y la tía Adela, la mujer viuda que lo ha recogido.
La reducción temporal (un día) y espacial (la casa, la panadería, la escuela)
permite vislumbrar la atonía de días repetidos similares al que se nos narra, en
que, por lo demás, tampoco “sucede nada” (una ausencia de episodios novelescos
obligada en bien de la verosimilitud, pues de lo que se trata es de reflejar
la vida rutinaria de unos seres insignificantes en un entorno real). El carácter
huraño de la mujer y pusilánime del niño queda reflejado en unos diálogos que
trazan, sin otros apoyos, el perfil de los personajes, en los que se adivina,
aunque no esté expreso en la superficie del relato, aquellas familias rotas de los
años de posguerra (un niño huérfano, una mujer viuda), al tiempo que un estilo
transparente, casi de crónica, centra la atención del lector sobre los contenidos
antes que sobre su expresión formal.
 “El olor de las pringadas llega hasta la calle. Miguel lo sabe porque
cuando pasaban las comadres hacia la churrería lo confirmaban. “Ya está
Adela friendo las pringadas”. El tono no tomaba partido, sólo narraba el
hecho como era. A veces, eso sí, alguna aventuraba: “es una lástima, un niño
tan pequeño y en esa casa solo”. Y Miguel no entendía: ¿acaso no eran dos?,
¿no estaba la tía en el fogón?
– Venga, venga, repasa un poco las lecciones.
El niño sacaba la libreta y la cartilla, garabateaba las letras y estudia
la tabla en medio de los pasos de la tía, que refriega los tazones y escurre la
sartén.
– Hay que ser un hombre de provecho – le decía.”
Para consultar un estudio sobre NOVELAS Y NOVELISTAS EXTREMEÑOS,
de Gregorio Torres Nebrera, donde se analiza mi novela LAS CUATRO DE LA TARDE, ver:

viernes, 12 de diciembre de 2014

¡PÓRTATE BIEN, QUE VIENE EL DE PODEMOS!
Moisés Cayetano Rosado 
Es maravillosa la capacidad que tenemos todos para “enmiedarnos”. Para entrar en pánico y para hacer que entren en pánico los demás. Siempre nos ha gustado mucho eso de “¡Que viene el Coco!”. En mi pueblo se decía: “¡Que viene el tío Mangarras!”, y los niños nos comíamos la sopa de pan, ajo y tocino como si fuera un batido de crema y chocolate.
No es de extrañar que los holandeses digan, o dijeran, a sus hijos: “¡Duérmete niño, que viene el Duque de Alba!”. Porque aquel gobernador español de Flandes entre 1567 y 1573 no se las andaba con chiquitas y sabía cómo dar un pescozón por poco que se les indispusieran los rebeldes.
Algo así pasaba en Cuba, donde a los pequeños traviesos se les hacía entrar en razones invocan a Weyler. “¡Mira que viene Weyler!”, y los muchachos temblaban como el mimbre ante la invocación del Capitán general de la Isla de entre febrero de 1896 y octubre de 1897, en que le dio tiempo a crear un terror generalizado y una terrible represión contra los independentistas o sospechosos de colaborar con ellos.
Ahora que todo eso ha quedado anticuado y que en la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) apenas si se nombra al Duque de Alba y menos a Valeriano Weyler (y si se hace, maldito el caso que le hacen los rebeldes e incrédulos preadolescentes)…, ahora que lo del Coco, el tío Mangarras y otras zarandajas no sirven ni para hacer juegos de ordenador con que quitarse de encima a la chiquillería, ha de inventarse algo nuevo que dé juego y sea de máxima eficacia.
Y yo creo que lo tenemos en la mano: “Niño, o joven, o adulto, o cosa así o casi así: ¡pórtate bien, que viene Pablo Iglesias, el de Podemos!”. ¡Ahí es “ná”! Comedor de niños crudos, abusador de adolescentes, comunista de aquellos tan malos, simpatizante de etarras o algo más, bolivariano de espadón en alto, amparador de investigadores universitarios que no cumplen con sus deberes, violador de reglas y no sabemos si de alguna otra cosa.

“¡Que viene Pablo Iglesias!”. Hay que ver, otro Pablo Iglesias para poner patas arriba el orden que nos ha durado más de un siglo. ¿No sería mejor dejar las cosas como están, apalancarnos bien en la barra y decir como acostumbraba el anterior alcalde de Badajoz, tan memorable en sus sentencias: “Bebe que te llenen, y que a quien Dios se la dio San Pedro se la bendiga”?

jueves, 11 de diciembre de 2014

VILA VIÇOSA A LA VANGUARDIA DE LA CULTURA


Asisto a mi primera reunión como miembro del Consejo de Redacción de la Revista CALLIPOLE, de Vila Viçosa. Magnífico ejemplo de revista de cultura, de ensayo e investigación histórica, artística, geográfica, etnográfica, patrimonial en general, que trasciende el ámbito local y comarcal para alcanzar el nacional e internacional.
Gran esfuerzo económico y logístico de una Câmara Municipal de población pequeña para mantener, ya en 22 número anuales seguidos, una empresa en la que incluso grandes municipios han fracasado. Empeño loable de responsables políticos convencidos de la importancia de la cultura en la vida de los seres humanos y del significado de Vila Viçosa como legado patrimonial para la Humanidad.
Precisamente la nueva Corporación Municipal salida de las urnas hace poco más de un año retomó una vieja idea que ya había estado preparando el equipo dirigido por el Presidente da Câmara, Manuel Condenado, y que quedó paralizada en la anterior legislatura municipal al no ganar las elecciones locales. Se trata de presentar la candidatura de Vila Viçosa a Patrimonio de la Humanidad, como “Primera Cidade Renacentista em Mármore”. Para ello se constituyen equipos multidisciplinares que retoman los estudios iniciados, y la Revista CALLIPOLE prestará su colaboración con estudios e investigaciones que irá publicando.
Al mismo tiempo, pretende el Consistorio realizar el “III Encuentro Transfronterizo de Revistas de Cultura”, cuyas dos anteriores ediciones fueron respectivamente en la propia Vila Viçosa, patrocinado por la Câmara Municipal (2005) y en Badajoz, patrocinado por la Diputación Provincial (2007), analizando primordialmente: “El papel cultural, reflexivo y crítico de las revistas de cultura. La edición impresa y electrónica, coexistencia e interrelaciones; distribución e intercambios. Y el proyecto de Portal Transfronterizo de revistas de cultura en Internet”.
En el nuevo Encuentro se presentarían casos de buenas prácticas, sobre todo en la gestión y distribución de las publicaciones, recurriendo a especialistas de reconocida competencia, experiencia y preparación científica, y contemplando la diversidad de agentes implicados en este sector: directores, coordinadores, gestores, distribuidores, publicistas, editores, etc.
Precisamente, y en consonancia con los Encuentros anteriores, la Câmara Muncipal callipolense proyecta crear un “Portal electrónico de Revistas de Cultura” que permita conocer novedades editoriales, prepublicaciones, resúmenes, trabajos completos, recuperación de ediciones impresas, antiguas publicaciones agotadas, interconexiones, etc.
Que todos estos empeños den los frutos deseados depende de la colaboración que cada uno, en la medida de nuestras posibilidades, podamos aportar. El camino recorrido hasta ahora es una garantía y un acicate para no desfallecer en esta empresa cultural tan necesaria y atractiva.

Moisés Cayetano Rosado

jueves, 4 de diciembre de 2014

NUEVA VISITA AL CASTILLO DE ALBURQUERQUE
Moisés Cayetano Rosado
Después de estar cerrado durante siete años, por unos proyectos quiméricos que pretendían llevar una Hospedería, alterando la fisionomía, la integridad y la autenticidad del monumento, hace un año que podemos volver a disfrutar del Castillo de Alburquerque.
Esta espectacular fortificación roquera sería levantada fundamentalmente en el siglo XV, tras haber sido disputado el lugar por cristianos y musulmanes en la Edad Media, pasando a la Orden de Santiago, cuyo Maestre, don Álvaro de Luna lo reformó, amplió y mandó construir la enorme Torre del Homenaje en 1445, visible a varias decenas de kilómetros a la redonda.
Su sucesor, don Beltrán de la Cueva, continuó la adecuación de las instalaciones, que se completan entre 1465 y 1472, dotándola de unas espléndidas murallas exteriores, con altura media de 10 metros. Hoy día, recorrer su adarve es todo un espectáculo, que nos regala la visión extraordinaria de la Sierra de San Pedro al medio y los extensos valles del norte y sur, de Extremadura y Alentejo.
La entrada al castillo ha de hacerse con guía, estando establecido en la actualidad un horario de turnos: a las 11,00 h., 12’00 y 13’00 por la mañana, y a las 16’00 y 17’00 horas por las tardes, menos los lunes. Dichas visitas son gratuitas, caso poco frecuente en este tipo de monumentos, en que no se nos libra de al menos 5 o 6 euros por persona. Tal vez sería conveniente ponerle algún precio, pues ya se sabe que “no se valora lo que no se paga” y todos hemos de contribuir a la conservación de lo que se disfruta, aparte de que la profesionalidad de quienes nos conducen es más que aceptable.
Además de la belleza de la Torre del Homenaje, con sus cinco pisos, es una grata experiencia el propio acceso a través de la Torre de las Cinco Puntas y el puente que las comunica, así como el recorrido perimetral por la Plaza de Armas y la Iglesia románica tardía de Santa María del Castillo, que allí se encuentra.
Desde lo alto de los paseos de ronda, mirando hacia la población, las vistas al caserío nos permiten contemplar la belleza del estilo constructivo rural medieval y sus expansiones posteriores, con las cubiertas de teja roja y el encalado de fachadas. También se observa desde allí la línea de defensa en forma de “redientes” levantada por los portugueses durante su ocupación en la Guerra de Sucesión española, a principios del siglo XVIII: el único vestigio de “fortificación abaluartada” efectuado en Alburquerque, y que aquel “sueño” de Hospedería alteró abriendo ventanales que simulan aspilleras y puertas en muros cuyo sentido histórico es de defensa cerrada.

Inmediatamente que salimos del castillo, nos encontramos con la Iglesia de Santa María del Mercado, gótica, de los siglos XIII y XIV, con añadidos barrocos del siglo XVIII. Monumento muy digno de visitar con detención, donde también efectúan un recorrido explicado por personal propio. En uno de sus laterales, hacia el Barrio de Villa Adentro, se conservan varias tumbas antropomorfas en roca viva.
Y ya en este barrio medieval, también llamado “de la Teta Negra”, disfrutamos de un callejero quebrado, adaptado a las curvas de nivel del montículo del castillo, con buen número de casas que conservan sus puertas de entrada ojivales, de granito. Barrio Judío hasta su expulsión a finales del siglo XV, que protege en buena parte la muralla medieval recogiéndolo, con dos magníficas puertas de entrada: la de Valencia, flanqueada por dos torreones cilíndricos de 13 metros de altura, y la Puerta de la Villa, por donde salimos a la plaza principal de la población.
En esta plaza podemos tomar -de entre las múltiples ofertas de bares y restaurantes de la zona- alguna copa y tapa en la antigua Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, construcción barroca del siglo XVIII, convertida en discreta, agradable cafetería.

Alburquerque da, desde luego, para mucho más, pero en este breve recorrido motivado por la visita al castillo, no estará demás acercarnos  a unos abrigos rupestres que hay lindantes con las piscinas municipales, donde podremos contemplar diversas pinturas esquemáticas en la roca, que fueron declaradas Monumento Nacional en 1942, y que datan de la Edad de Bronce. Lugar, por cierto, desde donde las vistas del castillo y sus altivas torres son fantásticas, y nos confirman lo que ya sabíamos: que el de Alburquerque es uno de los castillos roqueros más grandiosos y admirables que podemos contemplar.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

ELECCIONES: LA FERIA DE OFERTAS Y REBAJAS
Moisés Cayetano Rosado
Como ya huele a tiempo eminentemente preelectoral, se van prodigando las ofertas y rebajas para aparecer con la cara bonita de “vótame que te quiero más que a mi propia vida y por ti lo daría todo sin parar en barras”.
Los recortes en impuestos municipales se sacan a la escena como si fueran muñecos de guiñol. Los puestos de trabajo (vía “bolsa” que ya veremos cuándo y cómo se cubre, así como una nebulosa inconcreta de empleos de calidad) se espolvorean como confetis. Las promesas de austeridad en el gasto de los representantes elegidos, recortes en sus prebendas, etc. son el pan nuestro de cada uno de estos días. Y así hasta un largo etcétera.
Entre el miedo escénico recurrente a las urnas y el pánico sobrevenido por la irrupción de ese nuevo caballo de Atila que es “Podemos”, se remueven posaderas en mullidos sillones que han estado pero que muy bien instaladas durante la dormidera de los últimos años.
Incluso son capaces el que más y el que menos de echar agua bendita donde se huele un rastro de “presunta” corrupción, que siempre es del otro, pues aquí aquella muletilla de los niños pequeños se hace una constante: “Yo no he sido, yo no he sido”, y señalan con el dedo alrededor buscando a un despistado al que echarle la culpa de todos los entuertos.
¡Sería interesante organizar un mercadillo con puestos atendidos por políticos ejerciendo de sacamuelas, saltimbanquis, prestidigitadores y ventrílocuos, con sus pasquines de todo a cien y su vocinglería de “aquí siempre toca, si no es un pito es una pelota”. Al menos divertido. Reconfortante por unos meses, unos días, para los que luego han de aguantar abusos sin cuento y trapacerías venidas del poder otorgado que se toma como arrebatado al enemigo.

Desde luego, no todo el que se baja a la arena de la política es lo mismo. ¡Hasta ahí podríamos llegar! Pero ahora más que nunca, en esta feria ilusionista de ofertas y rebajas, se hace necesario el buen criterio ciudadano para saber recordar, enjuiciar, valorar, separar el grano de la paja y votar con responsabilidad.

jueves, 27 de noviembre de 2014

OUGUELA, PEQUEÑO-GRAN TESORO VIGILANDO LA RAYA

Moisés Cayetano Rosado 
Subiendo de Campo Maior hacia el norte -camino de la Raya/Raia, para ir hasta Alburquerque-, nos encontramos a 10 kilómetros de la primera, casi pegando a la frontera, esta pequeña población de poco más de cincuenta habitantes.
Su lugar privilegiado, en un pronunciado cerro cercano al río Gévora, rodeado de tierras feraces y de manantiales, le han hecho centro de ocupación poblacional desde época prerromana hasta la actualidad, en que ha quedado tan mermado de ocupantes. Celtas, romanos, visigodos, musulmanes… han ido pasando por este promontorio, fortificándolo estos últimos, antes de que la ocupación cristiana le diera su conformación definitiva.
Será el rey D. Dinis el que le otorgue fuero propio en 1298, que D. Manuel renueva en 1512. Conservará estatuto de villa hasta la reforma administrativa de 1836, en que pasa a depender del concelho de Campo Maior.
Alburquerque y su castillo al fondo visto desde Ouguela
Desde uno a otro de estos dos reinados, se configurará definitivamente el castillo, pasando a ser una de las plazas fuertes más importantes del Alto Alentejo, defensora de la frontera frente al poderoso señorío castellano de Alburquerque.
Esta función de control fronterizo y defensivo volverá a desempeñarla activa y reiteradamente a lo largo de la Edad Moderna, especialmente durante la Guerra de Restauração o independencia de Portugal (1640-1668), en que fue tomada por los ejércitos españoles durante veinte años (1642-1662). Después, durante la Guerra de Sucesión de la Corona española (1701-1714), especialmente en la ofensiva de 1709. Sufre nueva invasión en 1762, y otra más en la llamada Guerra de las Naranjas (1801), en que volvió a ser ocupada.
Por todo ello, su amurallamiento medieval sería complementado con refuerzos abaluartados desde un primer momento de estos conflictos modernos, bajo proyecto de uno de los ingenieros más importantes del siglo XVII, que trabajó intensamente en la frontera alentejana: el francés Nicolau de Langres.
Sin embargo, las actuaciones más importantes tendrán lugar a mediados del siglo XVIII, en que se le dota a la fortaleza de un baluarte, un medio baluarte y revellín.
Bajada a la cisterna.
A resultas de ello, nos ha quedado un hermoso patrimonio, consecuencia de estos conflictos medievales y de la Edad Moderna. Así, tenemos en la actualidad un espacioso patio de armas aún habitado, con amplísima cisterna al medio (pudiéndose contemplar en un hueco central las escaleras de bajada y en otro la cavidad de la misma), horno comunal y huertas entre el caserío, además de monumental Casa del Gobernador, recientemente rehabilitada.
Casa del Gobernador
Protegiéndolo todo, conserva una hermosa muralla medieval, con extraordinarios torreones, que puede ser recorrida por su paseo de ronda, contemplándose a esta altura de más de 260 metros sobre el nivel del mar el extraordinario valle transfronterizo. Ello nos permite disfrutar al norte de la Serra de São Mamede y la Sierra de San Pedro (contemplándose claramente la silueta del castillo de Alburquerque), al oeste la inmensa planicie alentejana hasta más allá de Arronches y del barragem (pantano) do Caia, al este la vega pizarrosa de Villar del Rey, y al sur Campo Maior.
La puerta de entrada de la fortificación medieval -posteriormente remodelada- fue protegida en el siglo XVII por un semibaluarte, perfectamente conservado, como también lo están otras construcciones “a la moderna”: hornabeque al este, la zona más expuesta a la ofensiva; profundo foso perimetral, contraescarpa, camino cubierto, parapetos y plazas de armas.

La visita a este patrimonio monumental resulta siempre grata. El paseo por sus ronda elevadas, un goce para todos los sentidos: inmensas vistas circulares a valles y planicies; avistamiento de aves que sobrevuelan el castillo y los alrededores; el olor de la naturaleza cambiante de una densa vegetación contrastada de riveras y montes; el sonido relajado de algún rebaño de ovejas… y ese aroma de la cocina casera alentejana, que nos viene de las casitas de este interior fortificado, o de las otras viviendas que ascienden desde sus calles empinadas hasta la fortaleza. Goce general para experimentar y que a partir de ahí siempre nos gustará de repetir.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

TRILOGÍA DE LA GUERRA Y EL MIEDO

Moisés Cayetano Rosado
Conocía, desde hace muchos años, buena parte de la poesía de Alfonso Albalá, escritor y periodista nacido en Coria en 1924, y muerto prematuramente, en 1973. Sin embargo, su narrativa no había llegado a mis manos, pese a que ya en 1968 publicara dos novelas de su extraordinaria trilogía “Historias de mi Guerra Civil”: “El secuestro” y “Los días del odio”, ambas publicadas por la Editorial Guadarrama, de Madrid. Luego vendría, como obra póstuma, “El fuego”, editada por Magisterio Español en 1979.
En realidad, más que historias de la Guerra Civil española, se trata de historias y memorias durante la II República y su prosecución en la Guerra Civil.
“Los días del odio” podría leerse como la primera entrega de la trilogía, y en su título nos lo adelanta todo. El enfrentamiento soterrado, los rencores amasados año tras año, generación tras generación. La dudosa eficacia de la fórmula de “expresión de la voluntad popular” para llegar a una pacífica convivencia: “Frente al cartel, sobre la mesa del maestro, estaban esas como escupideras de la democracia, o de la dudosa y divertida voluntad general, que son las urnas, donde hacía el pueblo su micción de acuerdo con la voluntad de los caciques, ya fuera a la antigua usanza o de la nueva ola” (pg. 36).
Dura reflexión, sorprendente en un hombre tan moderado y conciliador como Alfonso Albalá, intachable, conservador, católico practicante, que más adelante nos sorprenderá con esta afirmación: “El caso es que los ricos eran los menos, y ésta es la hora  en que aún me pregunto por qué estábamos nosotros de su parte. Digo que sería porque éramos cristianos; pero es que luego he visto bien claro que era verdad lo que mi tío Ramón decía, que los menos cristianos eran, y aún lo son, los ricos. Porque a aquello de entonces no había derecho. Lo que vino tenía que venir, según mi tío, a la fuerza. Y tenía que venir contra los ricos necesariamente -insistía-, sobre todo si era cosa de Dios” (pg. 105).
Todo el relato está plagado de estas inquietudes, de estas denuncias, que lanza a un lado y otro de las líneas de enfrentamiento de aquellos años convulsos, dramáticos que le toco vivir.
En “El fuego”, que bien podría leer en segundo lugar, redunda en los recuerdos anteriores. Es como un complemento de la obra anterior, aunque más centrado en el acontecimiento tremendo del incendio intencionado de un bar con servicio de prostitución que pusieron en Coria, en ese tiempo de la República, teniendo Albalá alrededor de 10 años. De nuevo, la contradicción queda de manifiesto en este diálogo sorprendente (pg. 84):
“Mi padre fue a ver al dueño y le pidió, por nosotros, que no consintiera un hecho como aquél: un prostíbulo allí mismo, en la muralla del pueblo.
Y dijo el dueño:
- Es otra renta…
Y mi padre le dijo:
- Pero usted es católico, es rico y, además, de derechas.
Y él le dijo:
- Por supuesto. Pero es que es otra renta, señor mío…”.
En toda la narración -impregnada por la religiosidad del autor, su familia, sus allegados-, queda patente una firme denuncia de la hipocresía y el proceder, que condena, de los ricos del entorno, exentos de principios y atentos a la ganancia como fuera.
Y también, constantemente, la denuncia del proceder de los activistas locales de la República, cuya conducta reprochable pone de manifiesto, como ocurre cuando un grupo de monjas se dispone a participar en las votaciones políticas: “Una voz cantó, de pronto, aquella letrilla horrible que decía: Las derechas, sólo tienen/ presunción y cara dura,/ porque han sacado a votar/ a las putas de clausura” (pg. 89 de “El fuego”).
El niño que Alfonso Albalá era durante la II República (de siete a doce años de edad) está marcado en estas dos obras por el miedo. Un miedo constante a lo que ve en la calle, a lo que oye, a lo que ocurre, a lo que teme que ocurrirá, mirado desde el punto de vista de una familia conservadora, monárquica, católica; de un niño inspirado por estos ideales (que mantendrá a lo largo de su vida y obra), lo que no es inconveniente para que en “El secuestro” escriba:
“Es triste, muy triste, todo lo que viene ocurriendo. Es increíble. Un pueblo inhabitable, absurdo, despreciable, esto es España. Un pueblo dominado por ricos sin entrañas, por una derecha inmensa, inabarcable, cazurra, analfabeta. No hay más que visitar enfermos, un día con otro, para conocer esta dura y penosa realidad. Raigones de hombre diezmados por el hambre; esto son mis enfermos. Al principio me llenaba de lástima ver cómo volvía en el verano el horrible azote del paludismo, y comprobar cómo se consumen lentamente familias enteras por comer sólo tocino y pan” (denuncia puesta en boca del médico, Silverio, refugiado en un convento de monjas de clausura cuando el peligro de muerte con el estallido de la Guerra es inminente -pg. 182-). Palabras que nos recuerdan al Felipe Trigo de “Jarrapellejos” o de “El médico rural”, pese a sus distintas mentalidades personales.
La trilogía que conforman estas tres obras (muy similares las dos primeras en la trama: un niño testigo de los acontecimientos locales durante la II República en pueblo marcadamente dividido, y específica la tercera de lo que es una huida y ocultamiento de quien está en peligro por esa división al desbordarse en enfrentamiento violento), se nos ofrece con una narración marcadamente poética, llena de ritmo y de cadencia, de metáforas e imágenes impregnadas de belleza, amena de leer, pese a la dureza de los acontecimientos y el miedo general (y especialmente del niño) que todo lo impregna.
“Trilogía de la guerra presentida y el miedo sostenido” podría subtitularse esta obra emotiva, magnífica, que muy bien merecería una nueva reedición, que nos trajera a la actualidad a un autor, Alfonso Albalá, cuya “Poesía completa” acaba de publicar con acierto la Editora Regional de Extremadura.