martes, 26 de febrero de 2013


COMER CON BUCHE
Buche dispuesto para cocer
Moisés Cayetano Rosado
Ahora, en tiempo de Cuaresma, comemos en muchos pueblos de la Raia/Raya luso-española, el “buche”. Una mezcla de costillas, orejas, lengua, rabo, tripas… de cerdo, que -condimentada con pimentón rojo- se introduce en el buche del animal sacrificado; bien atada la tripa, se pone a secar durante unos días.
Hay muchas formas de preparar este suculento, nutritivo y bastante potente manjar. Muchos lo prefieren con coles, otros con sopa de pan espeso, o con garbanzos…, pero a mí me gusta simplemente cocido, sin otro aditamento, puesto en la olla tras quitar la piel envolvente, hasta que se reblandece.
Una comida tan rotunda, propia de campesinos que gastan abundantes energías en el duro trabajo de las faenas agro-ganaderas, ligada a las matanzas familiares de esos tiempos que ya se nos escapan, exige buen estómago y ganas de hacer ejercicio para librar después las calorías acumuladas; al menos un largo paseo que nos libere en parte del colesterol…
Quesos/queijos; aceitunas/aceitunhas, de entrada.
Lechuga/alface rizada; aceite, vinagre y sal.
En esta raia/raya nuestra, tan sabia en tantas cosas, y especialmente en materia culinaria, suele precederse la ingesta del buche con unas entradas de queso (¡qué maravilla los pequeños queijos alentejanos o los algo mayores extremeños, de oveja merina, bien curados!) y aceitunas rajadas o machadas. Los bocados de carne se “suavizan” con alguna verdura que refresque la garganta, preferiblemente lechuga/alface rizada, preparada con aceite, vinagre y sal.
Pão alentejano
Todo lo anterior se degusta mejor con un buen pan espeso, rústico, de pueblo, hecho en horno de leña, a la manera antigua, con una miga bien compacta y corteza resistente. Ese pan que se hacía en los hornos familiares o comunales para toda la semana e impregnaba de aroma al pueblo entero.
Sobremesa
Para acabar, unos dulces de la tierra, donde no falte en su composición la almendra, el huevo, harina de trigo, azúcar, y -a poder ser- unas ameixas/ciruelas pasas acompañando el biscoito/bizcocho.
Bebidas da Raia/Raya
Todo ello, claro, hay que “regarlo”. Vino tinto de la Ribera del Guadiana, las Villuercas, o de la planicie alentejana, contribuyen a que se “aclare” la garganta. Y para “deshacer” esa especie de bomba a que el buche se parece, aguardiente/bagaço compartido con un café cargado -uma bica- o una infusión de hierbas, um chá (yo lo prefiero de limón/limão).
Es curioso que este producto rayano sea tan poco conocido a media que te apartas de la zona fronteriza. Y siempre resulta un agradable hallazgo para aquellos que tienen la suerte de descubrir este pequeño secreto campesino que en el territorio luso-español, tan herido de luchas y de confrontaciones, supuso un punto de unión que bien merecería ser conmemorado con fiestas populares y de hermanamiento.
Comer con buche. Convivencia alrededor de un buche, con amigos, vecinos, compañeros, festejando la vida sencilla y tan rica del territorio compartido en la frontera.

lunes, 25 de febrero de 2013


Presentación libro POLÍTICA Y SOCIEDAD DURANTE LA GUERRA CIVIL Y FRANQUISMO: EXTREMADURA
El próximo JUEVES 28 de FEBRERO de 2013, se presentará en BADAJOZ el libro colectivo “POLÍTICA Y SOCIEDAD DURANTE LA GUERRA CIVIL Y FRANQUISMO: EXTREMADURA” en un acto organizado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura.
La ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX), se complace en invitarle al acto de presentación del libro.
Intervendrán en el acto:
Julián Chaves Palacios. Historiador y coordinador del libro.
Moisés Cayetano Rosado. Doctor en Historia y Director de la Revista “O Pelourinho” y anteriormente de la Revista de Estudios Extremeños
Modera: José Manuel Corbacho Palacios. Presidente de la ARMHEX

JUEVES, 28 de FEBRERO de 2013, a las 20 h.
Patio de Columnas Palacio Provincial. Calle Obispo San Juan de Ribera, 6 – 06002. Badajoz.
ORGANIZA: ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA (ARMHEX).
COLABORA: IMPRENTA DE LA DIPUTACION PROVINCIAL DE BADAJOZ
PROYECTO PARA LA RECUPERACION DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE EXTREMADURA

domingo, 24 de febrero de 2013


BADAJOZ 1811-1812. LOS ASEDIOS A TRAVÉS DE LA CARTOGRAFÍA

Autor: Carlos María Sánchez Rubio.
Edita: Servicio Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento de Badajoz, 2012. 185 páginas. Acompaña un DVD con los planos utilizados.


Carlos María Sánchez Rubio nos tiene acostumbrados a unas publicaciones rigurosas. Tanto como editor (de la empresa “4 Gatos”, dedicada a la edición, investigación, documentación histórica y producción de exposiciones) como investigador y divulgador: es coautor de “Planos, Guerra y Frontera. La Raya Luso-Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo” (Junta de Extremadura) y “Badajoz en el Krigsarkivet: el hallazgo de la visión más lejana” (Ayuntamiento der Badajoz) -Guerra de Restauração, de 1640 a 1668-; “Historia e Imagen de un asedio. Badajoz, 1705” (4 Gatos) -Guerra de Sucesión a la Corona española-, o el artículo -precedente del trabajo que ahora presenta- “Los asedios de Badajoz desde la cartografía” (monográfico sobre el Bicentenario de la Guerra de la Independencia, publicado por la revista O PELOURINHO), referido a los cuatro que padeció la ciudad entre 1811 y 1812, entre otras producciones.
La monografía “Badajoz 1811-1812. Los asedios a través de la cartografía”, que ahora nos ocupa, es un trabajo en el que se conjugan dos de sus grandes pasiones: la azarosa historia de Badajoz en la Edad Moderna y principios de la Contemporánea -envuelta en luchas de frontera-, y la cartografía, tan abundante como dispersa por archivos de toda Europa, en los que los ha rastreado con éxito.
El trabajo consta de nueve apartados, más una breve relación bibliográfica (me consta que ha manejado más publicaciones, pues ya las reseñaba con abundancia en el artículo publicado en “O Pelourinho”).
Tras una introducción sobre intenciones y valoración de los asedios (“la toma de Badajoz, junto con la de Ciudad Rodrigo, se convirtió en una obsesión para ambos ejércitos” -pg. 14-), pasa a una explicación detallada sobre la evolución histórica y la importancia de la cartografía como instrumento de información y propaganda (para “crear un estado de opinión favorable, mostrar el poderío militar propio o levantar la moral, como la simple transmisión de un hecho informativo, en nuestro caso el desarrollo de un asedio” -pg. 25-), y termina comentando sucintamente los planos que publica.
El tercer capítulo lo dedica a “La Guerra de la Independencia en Badajoz”, situando el papel relevante de la ciudad en el desarrollo de la Guerra “por ser la principal plaza militar de Extremadura y por su ubicación geográfica” -pg. 33-, pasando en los cuatro siguientes a desarrollar el contenido histórico y cartográfico de los asedios a la ciudad: el francés de 1811 y los tres aliados de ese año y de marzo-abril de 1812.
Aquí, Carlos María Sánchez Rubio despliega su conocimiento riguroso y capacidad interpretativa de los planos, mostrando una selección de la amplia producción de la época, a través de los cuales hila los acontecimientos vividos en la ciudad y su entorno. Toda la tensión de los contendientes, la angustia general, las estrategias enfrentadas y la dureza de las consecuencias, van surgiendo de la mano de estos documentos y de las memorias de los protagonistas, que va intercalando en las descripciones.
La importancia de la fortificación de Badajoz, sus deficiencias, las atenciones en su reparación y reforzamiento, por parte de los franceses que ocupan la plaza, así como el empeño aliado en los asedios -tan laboriosos en la zona ocupada por el Fuerte de la Picuriña y el Revellín de San Roque, al este de la ciudad, de los que se apoderan-, van apareciendo en las páginas del libro como en una sesión cinematográfica, a base de narración documentada y planos que son como viñetas sucesivas de la historia.
Un penúltimo capítulo nos sitúa ante las consecuencias de estas acciones sucesivas: “En tan sólo quince meses, Badajoz había sufrido cuatro asedios, dos de ellos victoriosos. Esta situación había provocado un despoblamiento general de la ciudad y unos daños estructurales elevados” (pg. 141), lo que vuelve a ilustrar con un último plano, “de obras que se executan y proponen en 24 de agosto de 1812”, de Domingo Luis del Valle (pg. 144-145). Antes habría analizado los de Lallemand y Collin, Manuel de Ynza, Baclesse, Houbloup, Manuel Fondós, Boyd y Leinster, Elphinstone y un anónimo, referidos a los distintos asedios.
Finalmente, vuelca en un Apéndice documental, seis interesantes documentos de los jefes intervinientes en los asedios y capitulaciones, que nos acercan de primera mano a la gravedad de los acontecimientos, de los que tan recientemente conmemoramos el segundo centenario y que Carlos María Sánchez Rubio ha contribuido eficazmente a esclarecer con sus publicaciones. Ésta es el broche de oro, y con ella el Ayuntamiento de Badajoz clausuró las Jornadas Multilaterales sobre la Guerra de la Independencia, celebradas en la ciudad en noviembre de 2012.
MOISÉS CAYETANO ROSADO

jueves, 21 de febrero de 2013


SÁBADO EN ESTREMOZ Y VILA VIÇOSA
Vista parcial de Estremoz
Esta sugerencia que hago para un sábado cualquiera, se hace ahora más apetecible, cuando los días ya se alargan, sin que nos agobie ni el frío que dejamos atrás ni el calor que vendrá luego.
De mañana: el mercado al aire libre en el Rossio de Estremoz: tomar unas farturas (churros grandes y gruesos) en una de las dos casetas artesanales, entre los puestos de frutas, verduras, legumbres, huevos, animales domésticos vivos…, paseando tranquilo por medio de estos tenderetes de campesinos de la zona.
Continuar enfrente, a ambos lados del edificio de la Câmara Municipal (bellísimo Convento dos Congregados, en mármol blanco, curvado y vertical, comenzado a construir en 1698), deambulando por entre puestos de quesos, embutidos, más frutas y verduras, dulces artesanales, aceites, etc., para ir completando compras domésticas.
Seguir hasta el centro de la Praça contemplando antigüedades a la venta, libros “de viejo”, todo tipo de cachivaches, donde a veces encuentro cosas de indudable interés.
Creo que es muy buena hora las 12’00 de Portugal (las 13’00 horas españolas), para subir  hacia la cerca medieval de 22 torres circulares, para admirar la portentosa Torre de Menagem -con 27 metros de altura-, construida en 1260; las pequeñas ruelinhas con puertas ojivales; el gran mirador hacia la penillanura, con la estatua estilizada de la Rainha Santa Isabel…
Interior. Igreja de S. Francisco.
Bajar luego por las sucesivas cinturas de murallas completadas en el siglo XVII, con motivo de la Guerra de Restauração, de casi 13 kilómetros de perímetro (¡solo acompañaré unas centenas de metros!), para desembocar en Casa do Pixa Negra, el entrañable restaurante del que he hablado hace muy pocos días en la Rua Magalhães de Lima (antiga Rua das Freiras), donde saborear la más auténtica cocina alentejana y familiar.
Después, un paseo de “descarga” hasta la Igreja de S. Francisco, de fachada barroca e interior gótico, al lado del Quartel dos Dragões de Olivença, acercándonos hasta la Porta de Santa Catarina (s. XVII) y baluarte que rodea a la Plaza de toros; luego, de nuevo al Rossio, para tomar el coche y marchar hacia Vila Viçosa.
Palacio Ducal de Vila Viçosa
De Vila Viçosa todos hablamos del Palacio Ducal, y en efecto hay que detenerse en su magnífica explanada, fotografiar la fachada con sus tres hermosos órdenes de pilastras (dórico, jónico y corintio), así como la enorme estatua ecuestre de D. João IV en el centro. Pero yo me empeño en subir hasta su cerca medieval; su par de calles de portadas góticas; su Igreja Matriz recia y hermosa; el Palacio artillado de impresionante foso y cañoneras; los restos de la fortificación abaluartada, diseñada por Nicolau de Langres, como la de Estremoz, tras intervención del jesuita Cosmander.
Tibornas, café y chá en Vila Viçosa
Bajar por la Porta de Évora hacia la Praça da República, espaciosa, tan vistosa desde lo alto del cerro fortificado. Y allí, descansar en la Pastelaria Azul, donde saborear un buen café con leite o un chá de limão, reforzado con el dulce conventual hecho con hilos de huevo, azúcar, almendra, harina fina: las adornadas “tibornas”, contundentes, apetitosas, reparadoras como pocos pasteles lo puedan ser.
Una vuelta final por las calles palaciegas de los alrededores, llenas de elegancia, magnífico patrimonio urbano civil y religioso. Y terminar en la Pousada -antiguo convento real de As Chagas de Cristo, mandado construir por D. Jaime, IV Duque de Bragança, en el siglo XVI-, uno de los remansos de paz y de belleza más acogedores de Portugal.
Cantera de mármol entre Vila Viçosa y Borba.
Al retornar, entre Vila Viçosa y Borba, es atractivo parar en el camino y asomarse -prudentemente- a las abismales canteras de mármol, que contrastan con los montículos de residuos que a su lado se elevan y ven en la distancia. Borba también merece otra parada, ¡pero, en Portugal todo merece una parada! Y es que habrá que buscar ocasión para tantos de los múltiples tesoros ofrecidos.
Moisés Cayetano Rosado

miércoles, 20 de febrero de 2013


Política y sociedad durante la Guerra Civil y el Franquismo: Extremadura

Coordinador: Julián Chaves Palacio.
Edita: Diputación de Badajoz, 2012. 636 páginas.

Nuevamente la temática de la Guerra Civil y sus consecuencias represivas se enriquece con una aportación colectiva de calado, en la que Extremadura es dolorosa protagonista. Se trata del volumen Política y sociedad durante la Guerra Civil y el Franquismo: Extremadura, coordinado por Julián Chaves Palacios.
Dividido en cuatro apartados, el libro viene precedido de una introducción escrita por el coordinador sobre las “Políticas de la Memoria sobre la Guerra Civil y el Franquismo”, donde remarca las dificultades del pasado para abordar estos estudios y presenta brevemente el contenido general de la obra.
Un primer apartado, de “Metodología e historiografía”, contiene tres aportaciones, firmadas por Isidoro Reguera, Fernando Sánchez Marroyo y el propio Julián Chaves Palacios. El primero analiza el vídeo “Vientos del pueblo”, de las hermanas Hackenberg, y los otros dos estudian con detalle las publicaciones recientes sobre la Guerra Civil y el Franquismo, el primero en el contexto español y el último en el extremeño, dando cuenta de la amplísima producción alcanzada.
El segundo apartado, “Exhumaciones y represión”, tiene nueve colaboraciones, de reconocidos estudiosos, con amplia bibliografía tras ellos, que abordan la triste temática de la represión,  depuraciones, violencia para con los vencidos y exhumaciones de cadáveres. Cayetano Ibarra Barroso, Javier Martín Bastos, Candela Chaves Rodríguez, Inés Belén Fernández González, Luis Miguel García Domínguez, José Ramón González Cortés, Antonio J. López-Leitón y Juan Carlos Molano Gragera nos colocan ante el espejo de la crueldad con los vencidos y la sinrazón de una venganza sostenida en el tiempo, que no tiene ninguna justificación en su brutal persistencia, a no ser el de paralizar a la ciudadanía, convertida en súbdita del sistema opresivo.
El tercer apartado: “Antecedentes, frentes de guerra y retaguardias”, nos devuelve a los momentos cruciales del enfrentamiento (la propaganda de los dos bandos, que aborda Juan Miguel Campanario; las mujeres antifascista durante 1937-38, tratado por Hortensia Méndez Mellado; los anarquistas durante el Frente Popular, de Roberto C. Montañés Pereira; el Partido Comunista en Cáceres durante la misma época, de José Hinojosa Durán; los comisarios del Ejército Popular, de Juan Miguel Campanario), y presenta un trabajo de Antonio D. López Rodríguez y José Ramón González Cortés sobre “El patrimonio de la Guerra Civil en el Frente Extremeño: valor histórico y uso público”, y otro de Juan Antonio González Caballero analizando la manipulación franquista a través del cine, con las películas “Raza” y “Alba de América”, para que aún hoy podamos “revivir” la lección de aquellos tiempos oscuros, a través del patrimonio material y el audiovisual.
El último apartado presenta siete colaboraciones bajo el epígrafe de “Biografías”, firmadas por Aitor L. Larrabide, Francisco Javier García Carrero, Felipe Cabezas, Almudena Méndez Silvestre, Juan Carlos Monterde García, Joaquín Mª Fernández López-Alegría y José Hinojosa Durán, en las que analizan la vida, aportaciones, circunstancias y protagonismo de diversos militares (capitán franquista Carracedo, militar republicano José Ruiz Farrona), políticos y personajes relevantes republicanos (Luis Romero Solano, Felipe Granado, Eladio López Alegría, Nicasio Macías Sanguino, Luis Pla Ortiz de Urbina), así como la recepción crítica en América del gran poeta, también relacionado con Extremadura, por su presencia temporal en el Frente Extremeño, Miguel Hernánez.
Amplio volumen, de 636 páginas, que -estoy seguro- este grupo ejemplar de historiadores, integrados en el Proyecto  de Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura (PRMHEx), seguirá ampliando con nuevas aportaciones al conocimiento de un pasado reciente, que nos estuvo vedado hasta hace muy pocos años, y que incluso hoy cuesta sacar a la luz de algunos archivos, “celosamente guardados” todavía.
MOISÉS CAYETANO ROSADO

domingo, 17 de febrero de 2013


COMER EN LA RAIA/RAYA
La Raia/Raya luso-española es un tesoro de poderosas sorpresas agradables. Patrimonio artístico-monumental, paisajístico, histórico, natural, urbano, humano…, que he ido desgranando mínimamente en mi libro UN PASEO POR LA RAYA, publicado por el Gabinete de Iniciativas Transfronterizas de la Junta de Extremadura. En el Documento nº 18 de los Archivos adjuntos de este blog (http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/p/paginaprueba.html) puede ser consultado, copiado, compartido… a voluntad .
Uno de los temas recurrentes en las estampas que voy retratando en sus páginas es el culinario, con ligeros apuntes de dónde comer y qué comer en buena parte de las ciudades y pueblos visitados. Comida, eso sí, “auténtica”, patrimonio gastronómico de la zona, preservado por sucesivas generaciones de gentes sencillas que saben hacer de lo que se tiene a mano auténticas obras de sabores inolvidables.
Hoy quiero traer aquí uno de esos pequeños restaurantes sencillos y entrañables que visito, y que cuando escribí aquella obra no conocía, pese a que ya llevaba años ofreciendo sus menús, tan llenos de encanto y sencillez como el mismo entorno y local donde se encuentra: la ciudad de Estremoz, zona baja del Casco Histórico, y en concreto la Rua Magalhães de Lima (antiga Rua das Freiras), bajo el peculiar nombre de “Casa do Pixa Negra”. El nombre se debe -según nos explicaba tímidamente la hija del titular de este establecimiento totalmente familiar - a que… a su padre… de pequeño lo… operaron. Lo demás uno ya se lo supone.
Magnífico lugar en su sencillez, de bóveda rebajada alentejana, con ladrillos vistos; grandes toneles de vino alrededor; mesas y sillas de recia madera; vajilla de porcelana pintada en azul sobre blanco, recipientes de servicio generalmente de barro cocido,  jarra y vasos para vino de cristal transparente.
Sirven un menú diario por siete euros con cincuenta céntimos que parece un milagro dada su cantidad y calidad.
De primero: sopa de grão con agriões, que presentan en generosa sopera que da para repetir varias veces; o: sopa de verduras, donde las berzas obran el milagro de “manjar a lo divino”.
De segundo, entre otros: feijoada com enchidos de porco, de sabor delicioso, con aromas que se pierden en la “vieja cocina”, que tanta falta hace preservar; o: bacalhau com patatas e cebolas, que pertenecen al misterio insondable de las preparaciones del bacalao que se han ido transmitiendo generación tras generación en los pueblos del interior rayano, donde el “bacalao salao” era del poco pescado que llegaba a las mesas campesinas; o: burras asadas, en las que la quijada del cerdo cobra matices de sabores que no se pueden explicar…
De postre, los dulces caseros, con huevo, almendra, harina, en una variedad que parece hacer interminables las combinaciones. Todo ello regado con vino tinto, espeso, de la tierra, y rematado con el café, pequeño, casi como un dedal, pero tan concentrado que su sabor despierta al más dormido.
Poca gente encuentro siempre en esta entrañable Casa de comida: apenas una clientela fija de personas mayores, muchas solitarias, que comen en silencio, servidos con una delicadeza y atención que no resulta fácil de encontrar.
Algún día, cuando vaya -tras visitar al tradicional, auténtico, campesino mercado de los sábados, en la Praça da República, donde alternan también las antigüedades y libros de viejo-, temo encontrarme con su puerta cerrada. Como me ha ocurrido en  Juromenha con la “Casa Mateu”, en Borba con “A Talha” o en Terena con “Migas”. Sería una pérdida patrimonial, humana, culinaria, irreparable, que ojalá entre todos logremos evitar.
Moisés Cayetano Rosado

viernes, 15 de febrero de 2013


VISIÓN DEL CARNAVAL DE LA MANO DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
 
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Juan Ramón Jiménez es el poeta de las soledades, de las intimidades, del recogimiento y la contemplación. Una especie de místico laico, de gran profundidad, vertida al interior.
Sin embargo, en su ternura, se asoma intensamente al pequeño mundo que le rodea en esa obra en prosa que es una joya siempre fresca y recurrente: “Platero y yo”. En ella,  los niños, los vecinos, los visitantes del pueblo por donde Platero hace su vida, las fiestas, los momentos del día compartidos, celebraciones del año acompañadas… están presentes de manera dulce y comunitaria.
Y siendo un libro tan sencillo y cercano, a veces resulta telegráficamente duro, como en el capítulo “Los burros del arenero”, o acerado en la crítica, como en “Los húngaros”, o de una contundente denuncia social, cual es el caso de “El tío de las vistas” o el desesperanzador “Juegos del anochecer”, sin olvidar su crítica al clericalismo egoísta en “Don José, el cura”.
Entre los múltiples temas que toca en sus casi ciento treinta breves capítulos, quiero traer ahora el referente al “Carnaval”.
Lo desarrolla en cinco párrafos, en el capítulo ciento veintiséis, y no deja de ser curioso que lo aborde un hombre tan contrario a las manifestaciones multitudinarias, aunque al mismo tiempo nacido y criado tan cerca de una de las zonas con más tradición en las celebraciones: Juan Ramón nació en Moguer, al oeste de las Marismas y de Cádiz.
¿Cómo aborda y enfoca el acontecimiento? Pues de la mano, claro está, de su burro Platero, que abre el capítulo, sacándole al poeta una exclamación de alabanza: “¡Qué guapo está hoy Platero!”. Y enseguida lo acompaña de “los niños”, todos disfrazados, llenos de colores y recargados de arabescos.
El segundo párrafo detalla el estado del tiempo, para situarnos en la estación del año en que se desarrolla: “Agua, sol y frío”. Párrafo explicativo (“viento agudo de la tarde”), que ya va predisponiendo su ánimo: “las máscaras, ateridas”, sin posicionarse plenamente todavía.
Se trata, por tanto, de una primera parte descriptiva de la situación, envuelta en una disposición positiva, por la transformación enmascarada de Platero, rodeado de niños, de inocencia.
Sin embargo, en el tercer párrafo hacen su aparición “unas mujeres vestidas de locas”, que rodean a Platero. Rompen, así, el encanto de la inocencia, del candor infantil, como atenazándolo entre sus bromas maliciosas. O sea, la presencia de personas de más edad perturba la contemplación serena del principio, rompiendo el encanto de la pureza.
El cuarto párrafo nos muestra la reacción de Platero, que es su propia reacción ante el revoltillo, la mezcolanza, la improvisación que el Carnaval significa: “Platero, indeciso, yergue las orejas, alza la cabeza y, como un alacrán cercado por el fuego, intenta, nervioso, huir por doquiera”. La situación, llena de gritos descontrolados, risas, canciones, “de coplas, de panderetas y de almireces…” no le satisface en absoluto. Le angustia, le impulsa a el apartamiento.
Y ya, en los cuatro renglones del párrafo quinto, muestra el desenlace rupturista: “se viene a mí trotando y llorando, caído el lujoso aparejo”. Roto el encanto, se aleja desolado, dejando atrás -abandonado- su disfraz, al que renuncia en plena fiesta de las transformaciones.
“Como yo -termina confesando Juan Ramón Jiménez-, no quiere nada con los Carnavales… No servimos para estas cosas…”.
Y es que, visto desde fuera, sin la participación directa, sin involucrarse, el Carnaval nos puede resultar hostil, incomprensible en su provocación y en sus trasposiciones. Solo viviéndolo, metiéndose en su nube, puede ser explosivamente  gozoso en la ruptura, sueños, desvaríos, disparatadas sinrazones.
Como el propio Juan Ramón en su Platero: “Vestido de luto, con mi barba nazarena y mi breve sombrero negro, debo cobrar un extraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero”, escribe en el séptimo capítulo. “¡El loco! ¡El loco! ¡El loco”, le gritan los chiquillos al pasar, confiesa el poeta.
El loco, los locos, la locura inocente del Carnaval, que hace más llevadera la locura cierta de la vida.

martes, 12 de febrero de 2013


EL CONTROL DEL CARNAVAL
Entendía que el Carnaval era una fiesta alocada. Y como de niño lo viví estando prohibido; perseguidos los que se atrevían a disfrazarse haciendo de su capa un sayo, condenados por la Iglesia y escondidos de la Guardia Civil, pues lo internalicé como una fiesta enfrentada a la formalidad de los poderes, irreverente, desobediente.
Como cada uno intentaba hacer lo que le daba la real gana y se disfrazaba de lo que podía o quería, sin mirar para el lado a ver si el otro lucía mejor conjunto, y los grupos eran de lo más variado, disparatado y alocado, pensé que el Carnaval tenía que ser una fiesta totalmente a contracorriente de normas y de organizaciones, despreocupado, distendido, burlesco, pícaro, impúdico y lúbrico.
Sin embargo, lo veo cada vez más controlado, manejado en su organización por las autoridades a las que se supone debería zaherir, zarandear, vapulear. Lujoso, derrochador, artístico, de puesta en escena que a veces deja cortos a los montajes de Hollywood; creativo, sí, pero perfectamente estructurado, reglado, normativizado, dirigido.
Y, sobre todo, me llama la atención la “disfracera” de los niños en sus “coles”, que cada vez se impone y se generaliza hasta lo obsesivo: la clase de 1º A de elefantitos; la de 1º B de libélulas rojas; la de 2º A de pitufos y pitufas; la de 2º B de Supermanes… y así hasta los últimos del Centro, con medidas estándares, texturas, hechuras, tipo de colorete…
Eso está muy bien, y es una forma de “educar en la variedad consonante con la uniformidad”, que puede ser un objetivo de la “escuela renovada para los tiempos que el actual tiempo nos depara”. No obstante, yo sigo mirando el Carnaval con los ojos de aquel niño que fui, y veo a mis vecinos, temerosos, escondidos con sus disparatados y disformes andrajos, capiruchos, sotanas raídas y gorros militares desfondados, esperando a que pasara la “Ronda de Civiles” para volver al medio de la calle, canturreando disparates, que ponían boca abajo todas las estructuras terrenas y sobre todo celestiales.
Moisés Cayetano Rosado

lunes, 11 de febrero de 2013


La Codosera. Un pueblo con Raíces y Costumbres Rayanas

Autor: José Luis Olmo Berrocal. Prólogo de Manuel Vilés Piris.
Edición propia (colaboración: Ayuntamiento de La Codosera, Los Riscos y Granja el Cruce). 2012. 245 páginas más 17 introductorias.

Llevo leídos un buen número de monografías locales que abordan la historia, costumbres, fiestas, profesiones, tradiciones… del lugar, tamizadas por las vivencias de los autores, que han vivido -por su edad- a caballo entre la tradición y la modernidad. Y el estudio sistematizado que emprendieron, junto a la pasión y el cariño -al que unen la añoranza-, hacen de éstas unas obras generalmente sentidas, llenas de vida e impagable información para todos en general y para los antropólogos sociólogos e historiadores en particular.
En este sentido, La Codosera. Un Pueblo con Raíces y Costumbres Rayanas, de José Luis Olmo Berrocal, cumple ampliamente las expectativas con que abordo semejantes lecturas. A la información variada y meticulosamente explicada se suma un manejo literario notable, que “obliga” a leer todo el texto de un tirón, ya que éste -ilustrado con muy variadas e interesantes fotografías actuales e históricas: un total de 192 ilustraciones- se hace sumamente ameno, aparte de instructivo.
La obra está dividida en cinco capítulos. En el primero hace un repaso del contexto geográfico, urbano y patrimonial del pueblo, empezando por aquello que define su particularidad bicultural: la Raya, esa frontera artificial que en los momentos de confrontación supuso el filo de un cuchillo afilado por el odio ajeno, y en los de paz un recurso para la supervivencia, a base de intercambios de subsistencia, dando lugar al contrabando. Tras ello, da un repaso no sólo por el río Gévora que mínimamente nos divide, sino que se interna en la población, sus calles plaza, fuentes, fondas, escuela, gente, subiendo hasta “el doblado”, esa parte alta, tan útil de las casas como almacén, secadero de productos de la matanza y lugar de juego para los niños.
En el segundo capítulo -Tradiciones-, nos coloca apasionadamente ante hitos fundamentales del latir rural que se ha ido perdiendo en los últimos decenios, pero que fueron preservados a lo largo de los siglos, hasta bien entrada la segunda mitad del pasado siglo XX: matanza, bodas, festividades, coplas, entierros… que estaban regulados por un saber ancestral y por unas necesidades rigurosamente abordadas, con sus reglamentos no escritos.
En el tercero -Fiestas y entretenimientos-, hace un repaso por todo aquello que a los que hemos pasado nuestra infancia y primera juventud en un pueblo nos suena a universal coincidencia: el cine, el baile, las ferias y fiestas, la talla de los quintos… y la aventura apasionante de la “búsqueda” y observación de los nidos por los niños, que era un descubrimiento y seguimiento de la vida para ellos.
En “Profesiones y oficios” -capítulo cuarto-, nos presenta esas actividades laborales que se han ido perdiendo de una forma a veces radical, o subsistiendo otras tremendamente transformadas. Y así, entre las primeras no podía faltar, en un pueblo rayano, el mochilero, así como en unos tiempos de posguerra el estraperlo. Pero también están aquellos oficios entrañables como el de pregonero, o zapatero. Otros penosos, pero que daban trabajo a tantos que con la mecanización se vieron desplazados, como el de segador. No falta el barbero, tan diferente ahora en su labor y trato, entonces dado a la compañía, la tertulia sin prisa. El panadero… Los primeros coches, los primeros negocios… de donde ha salido ese tan peculiar, expansivo y puntero, dentro de lo familiar, como es “La Granja el Cruce”, capaz hoy día de sobrevivir sin traumas a la crisis, expandido por toda Extremadura.
El último capítulo, Semblanzas, nos presenta a doce personajes del pueblo o que han ejercido su profesión en él, identificándose como uno más del mismo, cual es el caso de la maestra Josefa Martín Cotano. Médicos, profesores, militares, alcalde (Luis Ochoa del Solar, el que más tiempo estuvo en el cargo; en la Guerra y posguerra), telefonista (de las que atendían “la centralita” en forma casi artesanal), personajes entrañables y peculiares… para terminar homenajeando a su castillo “en la actualidad -dice finalizando- lo que queda de él, se encuentra en manos privadas en un periodo de letargo del que desearíamos saliese pronto”. Y hace votos por poder acceder a sus instalaciones libremente, como tantos visitantes del pueblo desean.
Un libro, en fin, de vivencias, de testimonios, que da cuenta de un mundo que se nos escapa de las manos, con sus dificultades, sus problemas, sus prejuicios sociales a veces muy encorsetados, pero también con riqueza humana y la ejemplaridad de unas generaciones que supieron llenar de contenido apasionado su vida, su trabajo, sus relaciones cotidianas y especiales. Cálida, amorosa y acertadamente, nos lo rememora José Luis Olmo Berrocal en estas páginas,  glosadas en el prólogo por el alcalde de La Codosera y diputado provincial Manuel Vilés Piris.
MOISÉS CAYETANO ROSADO

miércoles, 6 de febrero de 2013


FORTIFICACIONES ABALUARTADAS, GUERRA CONTRA LAS INVASIONES FRANCESAS, AVATARES POSTERIORES Y FUTURO

Por Moisés Cayetano Rosado
FORTIFICACIONES RAYANAS AL COMENZAR EL S. XIX.
El mantenimiento de las fortificaciones siempre supuso un coste económico muy gravoso para los respectivos países y para las poblaciones que las tenían. En la Raya hispano-portuguesa -de tantas confrontaciones bélicas a lo largo de los siglos XVII y XVIII- su mantenimiento se hacía aún más dificultoso, pues la economía de España y Portugal, y en particular de las regiones rayanas, tocaba fondo.
Por eso, a comienzos del siglo XIX, las deficiencias son generales en todas ellas, y las necesidades de reparación se veían dificultadas por todo este cúmulo de problemas; además, hay que tener en cuenta que la complejidad de las obras en el interior de las plazas (cuarteles, depósitos de intendencia, polvorines, almacenes de pertrechos militares, hospitales…), en la cintura de murallas (parapetos, cortinas, baluartes, garitas, cañoneras… de mayor grosor y consistencia), en los elementos exteriores (amplios fosos, revellines y mediaslunas,  glacis, galerías, contraminas…), etc. exigían una mayor inversión, para enfrentarse con éxito a una artillería de ofensiva cada vez más potente.

PRIMERA INVASIÓN FRANCESA EN LA RAYA. RESISTENCIA DE CASTRO MARIM.
En medio de estas circunstancias de deficiencias materiales y necesidades económicas, se producirán las primeras acciones de ocupación francesa en la Raya.
El Algarve se revuelve a mediados de año contra la administración francesa encomendada al general Antoine Maurin desde febrero de 1808. Castro Marim, notablemente fortificado (con castillo medieval adaptado a la ofensiva artillera, fuerte abaluartado en lado opuesto, cerco envolvente de murallas y baluartes, baterías exteriores, imponente revellín…), se constituye en primordial núcleo de resistencia, conteniendo el intento de invasión del coronel Marazin, y no vuelve a ser molestada en toda la contienda, estando bien dotada de soldados y armas. Posteriormente, entre 1819 y 1829, verá reforzados sus baluartes, cortinas y casamatas, acogiendo el Batalhão de Caçadores 4; solo a mediados de siglo se romperán las murallas de comunicación, por la expansión urbana.
En julio del mismo año, Évora y Estremoz -que se rebelan contra los franceses- sufrirán la represión de las tropas invasoras, que entraron por la Beira Baixa, donde destruyeron parcialmente el Fuerte de la Concepción, elemento esencial en este eje de penetración, entre Ciudad Rodrigo y Almeida.

SEGUNDA INVASIÓN. DESTRUCCIÓN PUENTE DE ALCÁNTARA.
Tras haber salido de Portugal, por la Convención de Sintra -al ser vencidos por los ingleses en septiembre de 1808-, protagonizarán una segunda invasión al año siguiente. Entran esta vez por el norte, comandados por el mariscal Soult, tomando Chaves. En estas ofensivas de marzo a mayo de 1809, sufrirá Alcántara un saqueo y destrucción importante el 14 de mayo de 1809, a lo que los aliados “responderán” el 10 de junio destruyendo el segundo arco del Puente romano, vía crucial de comunicación entre España y Portugal.
Sir Arthur Wellesley, futuro Duque de Wellington, consigue repeler esta segunda invasión, ocasionando una penosa retira de Soult en dirección a Ourense. No obstante, las acciones más duras de la invasión francesa aún no se habían producido; éstas serán sistemáticas en la Raya desde mayo de 1810 a junio de 1811.

TERCERA INVASIÓN. TOMA DE CIUDAD RODRIGO Y ALMEIDA.
Así, el mariscal Michael Ney sitia Ciudad Rodrigo a finales de abril de 1810, ocupándola el 10 de julio. A consecuencia de ello, y para que no cayera en poder francés, el general inglés Robert Crawford -de acuerdo con Wellington- mandó volar el cercano Fuerte de la Concepción ese mismo mes, quedando en ruinas hasta la actualidad (aunque con menos piedras, por las muchas que se han ido llevando los lugareños…), en que parcialmente se ha restaurado para funciones hoteleras e histórico-culturales.
A consecuencia del sitio de Ciudad Rodrigo, el brigadier Herrasti -al mando de la plaza- consiguió con su resistencia retrasar la penetración en Portugal, permitiendo a Wellington reorganizar la defensa general y construir las “Linhas de Torres Vedras”. Las “Linhas” son un conjunto de fortificaciones y otros elementos situados en el norte y noreste de la península de Lisboa, para su defensa y en caso de derrota permitir el embarque seguro del ejército británico en repliegue. Precisamente, en esta tercera invasión, consiguen impedir que el ejército francés al mando de André Masséna acceder a la capital del reino, y finalmente provocan su retirada de Portugal. 
Inmediatamente, Masséna, pasó a Almeida, que cercaría el 24 de julio y toma el 28 de agosto, tras hacer estallar un proyectil francés su polvorín principal el día 26, causando fuertes destrozos.
Wellington la recuperó en 1811, cercándola del 12 de abril al 10 de mayo; los franceses volvieron a volar la fortificación al huir, destruyendo tres de los seis baluartes. Previamente, ambos ejércitos habían mantenido una importante Batalla, entre Vilar Formoso (Portugal) y Fuentes de Oñoro (España), del 3 al 5 de mayo, en la que el mariscal Masséna, con 40.000 infantes y 5.000 de caballería, fracasó frente a Wellington, que comandaba a 34.500 soldados de infantería y 1.500 de caballería. A partir de ahí, el mando francés pasaría al mariscal Marmont, que mantiene diversos enfrentamientos con los aliados, culminando en la Batalla de Arapiles (en Salamanca, julio de 2012), donde fue derrotado por Wellington.
Antes de esta batalla, el mariscal inglés consiguió recuperar Ciudad Rodrigo, el 19 de enero de 1812, tras doce días de asedio, siendo sometida la ciudad a terribles saqueos, violaciones, asesinatos: el gobernador de la plaza, Barrié, se había negado a rendirse y ésta era la “compensación” de guerra a que la soldadesca asaltante tenía derecho.

ASEDIOS A BADAJOZ, OLIVENZA, ALBURQUERQUE, CAMPO MAIOR.
Durante esta tercera invasión francesa, Badajoz sufrirá cuatro asedios. El primero a cargo de los franceses, del 26 de enero al 10 de marzo de 1811, en que tras morir en la ofensiva el gobernador de la misma -general Menacho-, fue sustituido por el general Imaz, el cual capituló ante el mariscal Soult, que había abierto brecha de más de 30 metros entre los baluartes de Santiago y San Juan, en la zona sur de la ciudad, a la izquierda del río Guadiana.
El segundo asedio, de 8 a 14 de mayo (primero de los aliados), es dirigido por el general Beresford, que “se encontró con una fortificación más fortificada y perfeccionada de lo que se esperaba y tuvo que optar por atacar la ciudad desde la orilla derecha del Guadiana, dirigiendo sus ataques contra el fuerte de San Cristóbal y la Alcazaba”, como afirma Carlos Sánchez Rubio en “Los asedios de Badajoz” (O Pelourinho, nº15, pg. 69). El sitio fue levantado para participar en la Batalla de la Albuera, que tuvo lugar a 22 kilómetros de Badajoz el 16 de mayo, con más de 60.000 contendientes y pírrica victoria aliada.
El día 20 de mayo, y hasta el 17 de junio, se retomaría el asedio. Este tercer asedio (segundo aliado), dirigido por el mismo Wellington, realizado desde las mismas posiciones que el anterior, se levantó también sin éxito, ante la inminente llegada de tropas de socorro encabezadas por Marmont y Soult, que efectivamente aparecieron el día 20.
Por fin, un cuarto asedio (tercero aliado) llevaría a la conquista de la plaza por éstos. Wellington la toma al asalto desde distintas brechas abiertas, tomando la ciudad “a sangre y fuego”, y siendo sometida durante más de dos días al pillaje, robo, destrucción, violaciones, asesinatos superiores incluso a los de Ciudad Rodrigo; también en esta ocasión el gobernador, general Philippon, se había negado a rendirse, y éste era el castigo aliado… para la población ¡invadida por los francés!
Olivenza igualmente padecería por estas fechas el asedio napoleónico; el mariscal Soult la tomó el 23 de enero de 1811, tras doce días de cerco. La reacción aliada triunfaría poco después, el 15 de abril, tras un asedio de seis días, al que siguió nueva recuperación francesa el 21 de junio, procediendo a destruir la fortificación en las jornadas posteriores. Once meses después pasaría a dominio español.
Otras poblaciones asediadas en este año trágico de 1811 serían Alburquerque, tomada por Latour-Maubourg el 16 de marzo, procediendo a continuación a destrozar los refuerzos artilleros. O, al otro lado de la frontera, Campo Maior, sitiada por el mariscal Mortier del 8 al 21 de marzo, en que se rinde el mayor Talaya -que la comandaba-, ante su inferioridad de efectivos y la falta de pólvora para continuar la defensa.
En esta zona, Elvas había sido concienzudamente reforzada en sus fortificaciones. Entre 1763 y 1792 se construyó el portentoso Forte de Nossa Senhora da Graça, bajo las propuestas del mariscal conde Lippe y la dirección de los ingenieros Valleré y Étienne. A inicios del siglo XIX se reforzaría el conjunto con fortines, dos flanqueando al Forte de S. Luzia y el otro al lado del acueducto.

BREVE CUARTA INVASIÓN DE PORTUGAL.
Durante el mes de abril de 1812, el ejército francés -que se había retirado de Portugal en el mes de junio del año anterior- vuelve a invadir, nuevamente al mando del mariscal Marmont, penetrando por el valle de Côa. El general Clausel intentó tomar, sin éxito, Almeida. Atacan también a Castelo Branco y saquean a continuación Pedrogão y Medelim. Pero el día 24 se retira Marmont de Portugal, acabando así cuatro años de ruina y destrucción, de sangrientos enfrentamientos, saqueos, robos, violaciones en unas poblaciones alternativamente invadidas, liberadas, vueltas a invadir y liberar… a pesar de sus fortificaciones, a veces abandonadas, pero otras veces reforzadas con gran esfuerzo, aporte humano y económico, y escasamente efectivas ante los avances de las técnicas de sitio y de la creciente potencia artillera.

AVATARES Y FUTURO DE LAS FORTIFICACIONES ABALUARTADAS.
Pasadas las Guerras Napoleónicas, al tiempo que se va restableciendo la concordia peninsular, se asiste paulatinamente a una expansión urbana extramuros en las poblaciones de frontera. Si a ello unimos lo costoso del mantenimiento de las fortificaciones y lo insalubre de los fosos al llenarse de agua de lluvia que se empantana, de escombros que allí se arrojan… se entiende que las poblaciones con fortificaciones abaluartadas vean en estos elementos defensivos “un corsé que aprisiona”, un escollo al progreso expansivo del urbanismo, una carga económica  y un peligro por los derrumbes que ocasiona su falta de mantenimiento.
Así, recurren a peticiones las entidades oficiales municipales, los vecinos, los medios incipientes de comunicación, en el sentido de desmantelar las murallas, a partir de mediados de siglo XIX.
Una Real Orden española de 22 de enero de 1859 mandaba, precisamente, abandonar las plazas y fuertes siguientes: Castillo de Jaca, Bayona, La Guardia, Ayamonte, Bayona, San Sebastián, Almería, Alicante, Ciudadela de Valencia, Alburquerque y Valencia de Alcántara (aunque conservándose sus castillos, enajenándose al mismo tiempo los terrenos y edificios militares interiores con arreglo a la Ley de Desamortización). En otras fortificaciones, como son Molina de Aragón, Berga, Denia, Peñas de San Pedro, Castro Urdiales, Motril, Guetaria, Ciudadela de Menorca y Olivenza, no debía invertirse cantidad alguna en su mejora, mandándose demoler lo que se considerara necesario.
Y así, por ejemplo, en el Plan de Ensanche de Valencia de Alcántara, en 1861, se permitía ampliar las casas contra la muralla, e incluso utilizar a éstas como canteras, comenzando por los revellines delante de las puertas de entrada. Hoy día, lo que queda de su fortificación abaluartada es solamente un baluarte, un fragmento de cortina de otro y una puerta de entrada, aparte del fuerte que rodea el castillo.
En Olivenza, desde 1859 se permitió construir libremente en el circuito abaluartado, consintiéndose la demolición de las murallas, utilizada en parte para cercado de parcelas rústicas. ¡Pero incluso a comienzos del siglo XXI se ha vaciado de tierra todo un baluarte, dejando la camisa peligrosamente “desnuda” y provocando la caída parcial de un caballero interior!
En Vila Viçosa, en los años treinta -de tantas modificaciones desafortunadas en el patrimonio fortificado- se eliminó una puerta de entrada al recinto medieval, lienzos y un revellín de su abaluartado (sometido ahora al abandono).
Y es que en el siglo XX continuaron las destrucciones, incluso contraviniendo el ordenamiento jurídico vigente, como es el caso de Badajoz en los años sesenta al arrasar con un baluarte y varios tramos de muralla, a lo que se opuso tajantemente la Dirección General de Bellas Artes, que logró paralizar en parte los derribos. ¡E incluso hoy día se eliminan partes significativas de las edificaciones militares interiores del Fuerte de San Cristóbal, para facilitar la construcción de una terraza-mirador cubriendo gran parte del espacio interior, con tal de utilizarlo en festejos, bodas, reuniones…!
En otras, ¡en tantas!, la destrucción, el abandono, la desidia, han ido haciendo estragos muchas veces irreparables. Pese a todo, nos queda en la Raya patrimonio abaluartado suficiente como para poder sumar todo un “rosario de fortificaciones” a la calificación de Patrimonio de la Humanidad, que a finales de junio de 2012 obtuvo Elvas, en la reunión de la UNESCO que tuvo lugar en San Petersburgo (Rusia).