lunes, 24 de julio de 2023

BELLA CIAO, EMBLEMA DE LIBERTAD


Moisés Cayetano Rosado

Hay, en el corazón de la ciudad lombarda de Bérgamo, un monumento a los partisanos que representa a uno de ellos, muerto, colgado de los pies boca abajo: al lado, sobrecogida, una mujer -símbolo de las madres o las esposas sufrientes- expresa serenamente su inabarcable dolor. Y no muy lejos de allí, en el lago Como, bellísimo y cercano a la frontera suiza, encontraría el final de su huida un  Mussolini perseguido por los partisanos, que al final le darían el mismo pago que él les diera a tantos guerrilleros antifascistas, opuestos a su régimen y a la invasión de los nazis alemanes.

Benito Mussolini tenía 42 años cuando en 1925 obtiene plenos poderes en Italia, ejerciendo una dictadura absoluta, férrea, sanguinaria y neoimperialista, invadiendo Etiopía diez años después y formando un Eje Roma-Berlín en 1936 que intervendría decisivamente en la Guerra Civil española, ayudando a los sublevados contra la República legítima. En 1940 entra en conflicto, junto a la Alemania de Hitler, con las potencias democráticas europeas, arrastrando a su pueblo al horror, la miseria, la destrucción y el enfrentamiento exterior y civil.

Fruto de ello es la “lucha partisana”, la lucha guerrillera que reunía a todos los antifascistas, abanderados fundamentalmente por los comunistas..

Y como tantas veces ocurre con el pueblo alzado en armas contra el opresor -interior o exterior-, surge la canción de resistencia, los cantos de intervenção, como dicen nuestros vecinos portugueses, la canción protesta española. Surge el aliento que da impulso a la lucha desigual, a los peligros con que han de enfrentarse los que batallan por las libertades.

Esta mañana me he levantado/ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Esta mañana me he levantado/ y he descubierto al opresor, traducimos al español la primera estrofa de ese emblema del pueblo, sublevado contra la tiranía, que es la canción Bella Ciao, universalmente aceptada como símbolo de la resistencia popular.

Cuando en los años setenta poetas y cantautores recorríamos los pueblos de España con nuestros versos y canciones, siempre alguien tarareaba esta canción tradicional italiana, cuyos orígenes no pueden rastrearse con claridad, pero que se enraízan en esa lucha contundente del pueblo que veía como el terrible Duce los precipitaba hacia el abismo de una ciega dictadura, ligada a otra más horrible todavía, rabiosamente imperialista, xenófoba, racista, irracional, violenta y sádica: el nazismo de Hitler.

¡Oh!, guerrillero, quiero ir contigo/ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ ¡Oh!, guerrillero, quiero ir contigo,/ porque me siento aquí morir, continuaba la emotiva poesía partisana, en nuestra traducción.

¡Cuántas veces la hemos gritado, se la hemos lanzado como dardos a nuestra dictadura en España! ¡Y cuántas veces lo hemos hecho igualmente en otros países, desde nuestra hermana Portugal en su también oscura dictadura de cuarenta años, u otros tan lejanos en el espacio y cercanos en el corazón como los demócratas chilenos, masacrados por el sanguinario Pinochet, o los argentinos martirizados por Videla, cuando aquí comenzábamos a respirar libremente.

Bella Ciao es uno de los mayores símbolos contra la opresión que tiene la humanidad como patrimonio intangible del siglo XX. Sigue siendo en Italia tarjeta de presentación y recordatorio en cada protesta contra el recorte de libertades, contra las agresiones a las masas populares, a favor del progreso y la fraternidad, como lo es Grândola, Vila Morena, en Portugal o lo fue Libertad sin ira, en la España de la Transición.

E incluso es mensaje de paz, aunque la tercera estrofa que nosotros cantamos pueda parecer una contradicción: Y si yo caigo en la guerrilla./ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Y si yo caigo en la guerrilla,/ coge en tus manos mi fusil (E se oi muoio de partigiano,/tu mi devi seppellir, según la versión original italiana). Y es que estamos ante un “sacrificio de amor” y un batallar contra la violencia y la agresión, que trata de erradicar.

Cava una fosa en la montaña/ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Cava una fosa en la montaña/ bajo la sombra de una flor, entonábamos en castellano, con un mensaje romántico, bucólico, un tanto ingenuo, como corresponde a los soñadores de la liberación de toda la humanidad. De ahí los siguientes versos:

Así la gente, cuando la vea/ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Así la gente cuando la vea/ se dirá ¡qué bella flor! Sí, una flor en la montaña, en esa intrincada corona alpina que delimita el norte de Italia, por donde Hitler -desautorizado Mussolini por su “Gran Consejo Fascista- el 24 de julio de 1943 ante su pretensión de continuar la guerra y detenido por orden del rey Víctor Manuel III-penetra para invadir el país, libera a su aliado y le forma un efímero “gobierno títere”, enfrentado al resto de Italia.

Será la tumba (flor) de un guerrillero/ ¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao./ Será la tumba de un guerrillero/ muerto por la libertad, Termina, en grito, la canción, cuyo homenaje a esas muertes, tan tremendas, masivas, que costó la conquista preciada, la derrota del monstruo, de los monstruos que desangraron Italia, Alemania, España, Portugal, Chile, Argentina, Francia, Nicaragua, Guatemala… ¡tantos sitios donde se cantó, se sigue cantando para que su recuerdo aleje los fantasmas del pasado, que en algunos lugares siguen siendo presente lacerante para todos!

¡Oh!, bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao, siempre que nos levantemos descubriendo cualquier rastro de tirano, de invasor, démoslo todo para evitar su dominio, en aras de la fraternidad, la solidaridad, la libertad.