jueves, 24 de septiembre de 2015

VIAJE A ESLOVENIA, CROACIA, BOSNIA Y HERZEGOVINA, LA EXYUGOSLAVIA OCCIDENTAL (IV)

DE SARAJEVO A MOSTAR Y VUELTA A CROACIA POR STON
Tras cruzar la frontera de Croacia con Herzegovina siguen acompañándote los valles de verdor permanente, y ahora podemos ver algunos hermosos “abismos” excavados por glaciares, con su profunda “U”, producto de la lenta fusión de las nieves de los abruptos Cárpatos.
Y cuando vamos acercándonos a Sarajevo, la capital de Bosnia, se nos presenta la huella lacerante de la guerra terrible que en los años noventa del pasado siglo ensangrentó a la antigua Yugoslavia, siendo especialmente aguda en este escarpado territorio. Así, muchas casas que vemos en el camino muestran en sus muros los derribos e impactos de los morteros, de los ametrallamientos que provocaron tantísimas masacres. Y ya en la capital, aún quedan edificios que son un testimonio escalofriante de la sangría.
Sin embargo, al adentrarnos en su casco antiguo, vamos contagiándonos de su ambiente vital, de sus ansias de vivir, de su faenar callejero, que a veces nos traslada a los zocos del norte de África, y más especialmente de Turquía. Bazares, tiendas de todo tipo, nos ofrecen su mercancía, expuesta por las calles, con su abundancia y colorido.
Y aquí y allá, los alminares estilizados de sus mezquitas, con cúpulas acompañadas de un conjunto armónico de cupulillas a su alrededor, nos vuelven a colocar ante esos pueblos de la Anatolia turca, de donde reciben la influencia.
Este modelo de ciudad, que participa del urbanismo occidental, pero que está impregnado del legado de Próximo Oriente, lo vamos a vivir en la otra ciudad emblemática del país, pasando de ese norte bosnio al sur herzegovino: Mostar, cuyo nombre otra vez más nos llevan a las tragedias de la guerra.
Su impresionante Puente Viejo, de un solo vano y 30 metros de altura, flanqueado por dos torres defensivas (construido en el siglo XVI), fue volado el 9 de noviembre de 1993 por el ejército croata. Con la llegada de la paz se iniciaron los trabajos de reconstrucción, bajo la colaboración de la Unesco y de organizaciones de rescate del Patrimonio de la Humanidad. En 2005, junto a todo el Centro Histórico (de hermosas casas preotomanas, otomano-orientales, mediterráneas y occidentales), fue nombrado por la UNESCO Patrimonio Mundial.
Como en Sarajevo, la convivencia de culturas, etnias y religiones, resulta ejemplar en la actualidad, y la reconstrucción llevada a cabo en la ciudad ha sido magnífica, destacando en la cooperación internacional la participación española.
Aquí, nuevamente, las tiendas de los bazares nos llevan al modelo de Turquía, como nos llevan sus mezquitas, sus empinados, estilizados alminares.
Hay que destacar la peculiaridad de los tejados de sus casas, normalmente de un solo piso, vertiendo a dos aguas y con cubiertas de gruesas lajas de piedra caliza, dispuestas como en el mediterráneo la teja árabe, en hileras superpuestas, con la ligera irregularidad de la piedra cortada a mano y la sensación de pesadez de la roca.
Bosnia y Herzegovina es, desde luego, un “mundo distinto” en esta ex Yugoslavia occidental que estamos visitando. Y cuando regresamos a la costa del Adriático, a esa punta suroriental de Croacia donde acabaremos nuestro viaje, entraremos en un paisaje urbano occidentalizado, igualmente atractivo, aunque claramente diferente.
Y así, antes de recalar en Dubrovnik, la “perla del Adriático”, entramos “en situación” en Ston, de importante fortaleza medieval y extensas salinas, que vive en la actualidad de ellas, de la maricultura y, especialmente, del turismo, cada vez más masivo.
Y es masivo el turismo fundamentalmente por lo que se ha dado en llamar su “muralla china europea”: construcción defensiva medieval de más de 7 kilómetros que protegen el espacio que va desde la ciudad (rodeada de murallas en su perímetro, de 890 metros, aunque ha perdido parte de los lienzos que dan al sur) hasta la zona portuaria (Mali Ston). Su paseo de ronda puede recorrerse en gran parte a pie, subiendo la ladera de la montaña que corona su parte septentrional.
La muralla medieval fue reforzada en el siglo XVI y siguientes por baluartes y torres troncocónicas artilleras, especialmente en los extremos de la ciudad y su puerto, configurándose así un extraordinario conjunto de cuarenta torres y cinco fortalezas, comunicadas por los quebrados lienzos de murallas de piedra caliza, desde donde las vistas paisajísticas son inolvidables.
Moisés Cayetano Rosado


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