Antes los derechos eran para avanzar sobre ellos, no para retroceder.Y tras la II Guerra Mundial, los derechos laborales fueron conquistándose de una forma contundente, clara. Hasta las dictaduras mediterráneas europeas cedieron las jornadas de 8 horas, los descansos dominicales, las vacaciones remuneradas y el respeto de los horarios de cierre comercial. Se recortó progresivamente la vida laboral y se aseguró en gran medida la fijeza en el empleo. Se amplió la etapa educativa gratuita. Se diversificó la oferta de trabajo, ajustada a la formación obtenida...
Ni la crisis económica de 1973, reafirmada en 1979, supuso un retroceso significativo. Los ajustes del desarrollismo de los años 60, con su convulsión migratoria, fueron un colchón para esos otros años duros.
Sin embargo, esta otra crisis de finales de la primera década del siglo XXI, bancaria, inmobiliaria, especulativa, fraguada internamente en el "mundo desarrollado" (la del 73-79 nos vino impulsada por la subida de los precios del petróleo en Oriente Medio), está dando pie al desmoronamiento del estado del bienestar de forma descarada: empleo precario, desrregulación de la jornada laboral, bajada de salarios con subida de prestaciones del empleado, retraso en edad de jubilación... copagos sanitarios, educativos... subida impositiva... desmovilización social...
Nuestros bien titulados y bien preparados jóvenes, que rezan (religiosa o laicamente) por una colocación, habrán de darle a la moviola unas vueltas y comenzar, como en los años cincuenta del siglo XX, a luchar por las mismas conquistas, que como castillos de arena se están viniento abajo. ¡Que no se los lleven al fondo del recuerdo las aguas de los especuladores y su mar!
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