VISITA AL NORTE DE MARRUECOS
(y III). DE RABAT A ARZILA, Y VUELTA.
Alcazaba de Rabat |
De Meknes tomamos la autopista hacia Rabat, al oeste,
atravesando un paisaje llano de extraordinaria fertilidad agrícola, con extensos
cultivos de invernaderos.
Tumbas reales. Rabat. |
Rabat se localiza en un lugar privilegiado, al lado del Atlántico, y ya desde el siglo XII tuvo proyectos de
engrandecimiento, aunque con marcado afán megalómano. En 1195, Yaqub al-Mansur ideó
la construcción de una gran ciudad que se extendía sobre más de cuatrocientas
hectáreas, rodeada de imponentes murallas y fortificaciones con cinco grandes
puertas. En ella debía erigirse una gran mezquita con trescientas sesenta y
cinco columnas (una por cada día del año), para superar a la Giralda de Sevilla y a la Koutoubia de Marrakech, pero las obras fueron detenidas tras su
muerte en 1199.
Guardia en el Mausoleo de las tumbas reales. Rabat |
Ahora, cuando visitamos ese “inicio de obras” -de las que quedan los imponentes “muñones” de las
columnas y algo más de cuarenta metros del alminar-, admiramos lo que sí es un
monumento terminado en el lado opuesto de dicho alminar: el Mausoleo
de Mohamed V, donde reposa este difunto rey y sus dos
hijos, el también rey Hasán II y su hermano menor Mulay Abdellah. Impresionante, lujosísima edificación,
custodiada por la Guardia Real, con sus vistosos trajes rojos y capas blancas,
que montan guardia a pie en el interior y puertas de entrada, así como en el
exterior del conjunto, aunque aquí a caballo. “Riadas” de escolares y familias
enteras entran y salen del Mausoleo, posan con los guardias y compiten con los
turistas en las sesiones fotográficas por todo el gran conjunto.
Calle de la alcazaba de Rabat |
En 1610 la ciudad logró un gran impulso, tras la llegada de numerosos
refugiados moriscos expulsados de España. En la fortaleza
de los Udaia (apartada del centro de la ciudad -que se levantaría con
posterioridad-, vigilando estratégicamente la costa, y reforzado su
amurallamiento medieval con salientes abaluartados), se instaló la mayor parte de los tres mil habitantes del pueblo extremeño de Hornachos, que se mantuvieron unidos tras la
expulsión y acabaron obteniendo del sultán Mulay Zaydan el encargo de reconstruir y custodiar
la vieja alcazaba.
Hoy, esta fortaleza -impecablemente
restaurada- y su barrio anexo constituyen uno de los atractivos turísticos
principales de Rabat (junto al Mausoleo y a la medina). El caserío recuerda al de Chauen, con sus calles estrechas y
quebradas, el azul de sus fachadas (aunque sin cubrirlas por completo),
alternadas con la cal blanquísima de su mitad superior; también da un “aire” a
los pueblecitos andaluces, a los del sur extremeño y a los alentejanos.
Con el establecimiento del Protectorado de Marruecos, la ciudad quedó bajo
el control administrativo francés. En 1912 el mariscal Lyautey eligió Rabat como capital
administrativa y en 1956, tras la independencia de Marruecos, se
convirtió en la capital del país.
Una vez que bajamos a la ciudad, y
entramos por una de las puertas monumentales de la cerca medieval, nos
encontramos con una población moderna, trazada con amplias avenidas
rectilíneas, que van a dar a la medina.
Museo de Mohamed V. Rabat. |
En el extremo opuesto a esta medina se encuentra Dâr-al-Mahkzen,
el palacio real y la sede del gobierno donde trabajan y residen más de dos mil personas. Muy cerca, tenemos el
sorprendente Museo de Arte Contemporáneo
de Mohamed V, que ya en su inmenso exterior cúbico presenta una belleza
extraordinaria, con paneles multicolores que en sí son una exposición magnífica
de “arte en la calle”.
Medina de Rabat |
Bajando al centro histórico, a la
medina, declarada Patrimonio
de la Humanidad por
la Unesco en 2012, nuevo recinto fortificado encierra un conjunto de
extraordinario atractivo. Un zoco que se recorre sin la dificultad del de Fez,
y donde además de poder comprar lo más insospechado, podemos saborear la comida callejera marroquí en múltiples tenderetes:
pinchitos morunos; kebab de filetes o higadillos de pollo, o de filetes o cabeza
de ternera; cuscús (sémola de trigo, garbanzos y verduras); harira (sopa elaborada a base de carne, tomates y legumbres); dulces de almendra, dátiles y miel…, al tiempo que oímos la llamada a
la oración de sus mezquitas.
Fortalexza de Arzila |
De Rabat
subimos a Arzila. Larga caminata de autopista que nos
deja a unos
46 km al sur de Tánger. Arcila, en 1471, fue tomada por los portugueses, que la fortificaron convirtiéndose en un centro comercial en la ruta del oro sahariano.
Abandonada en 1550, fue reocupada de nuevo por los portugueses en 1577, con
vistas a la expedición del rey Sebastián I, quien desembarca con su ejército
para la conquista de Marruecos, siendo derrotado en Alcazarquivir (1578).
Pasó a
manos del rey Felipe
II de España tras la unión con Portugal (1580), regresando la ciudad a manos de los saadíes en 1589. Ocupada de nuevo por los españoles,
fue reconquistada por Mulay
Ismaíl en 1691.
Calle de Arzila |
La medina está formada por casas blancas muy limpias
y silenciosas. Y de
nuevo el “aire andalusí” se manifiesta en su encalada rematado generalmente en
los zócalos por el azul que ya veíamos en Chauen y en Rabat, así como por
artística rejería en las ventanas. Una vez más, calles estrechas, plazoletitas
mínimas, callejuelas, terrazas, macetas y ¡muchísima tranquilidad!
Son famosos sus restaurantes de marisco y pescado, muy variados,
frescos, de calidad,
que sirven en suculentas bandejas de frituras. Algunos son propiedad de
españoles, que además regentan hotelitos, casas de alquiler, en una oferta
amplia y tentadora. Allí se puede tomar sin problemas cerveza con alcohol (un
poco cara, eso sí), cosa que en todo el recorrido anterior no hemos podido
hacer.
El regreso a la Península, vía Tánger,
nos deja siempre el buen sabor de boca y el recuerdo agradable de un patrimonio artístico, monumental, gastronómico
y humano que invita a nueva visita sin demora.
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