martes, 27 de septiembre de 2016

PREGÓN EN EL HOGAR EXTREMEÑO DE BARCELONA EN SEPTIEMBRE DE 2006
LOS OTROS CONQUISTADORES
(Diez años después del pregón, de nuevo mi homenaje)
A menudo, en actos de exaltación regionalista y de fiestas autonómica, comarcal, local…, en aperturas o clausuras de actividades culturales, cuando se trata de bucear en nuestras raíces, en nuestros momentos de gloria, en el pasado del que enorgullecerse, salta al discurso el tiempo de “los conquistadores”, aquellos que otros días trunfaron en América según el verso de Luis Chamizo; los dioses del Conde de Canilleros, o sea, la lista que encabezan Hernán Cortés y Pizarro, seguida por un buen número de capitanes atrevidos, que nutren otra relación, interminable, de no menos arriesgados extremeños, innominados la mayoría, que ayudaron, e incluso más: hicieron posible, con su contribución imprescindible, el triunfo de la conocida minoría de la que año tras año vertemos halagos en buen número de nuestras celebraciones.
Fueron “conquistadores en la sombra” los miles de colonos de aquella América de la Edad Moderna, la mayoría de los cuales no sólo pasó sin pena ni gloria por la historia sino con mucha pena y discutida gloria por la vida. Pero, como en los versos de Bertolt Brecht, las Siete Puertas de Tebas no las construían sólo los reyes sino los numerosos obreros que pusieron en ello su sangre y sus sudores, su sacrificio, su existencia; las batallas no las ganan en exclusiva los generales sino las tropas que están sobre el terreno en cada enfrentamiento, a pesar de la resonancia de los grandes como Alejandro Magno, Federico II o los Césares de Roma.
Tesina de licenciatura en Geografía e Historia
Y así, hoy, cuando haya que evocar las conquistas que desde Extremadura se emprendieron, se emprenden, no estaría mal que recordáramos a estas masas y su contribución. En efecto, ¿no ha reparado nadie en esos extremeños -el cuarenta por ciento de los habitantes que había en la región a mediados del siglo XX- que marcharon a otras comunidades de España, a los países más prósperos de Europa Central y Occidental, y allí se asentaron, entre penalidades, incomprensiones y batallas diarias por el trabajo, la vivienda, el mínimo bienestar que aquí no habían logrado?
De 1951 a 1975, nuestro saldo migratorio fue de 670.000 personas. Así, si en 1950 tenía Extremadura 1.365.000 habitantes, en 1975 no llegan más que a 1.066.000, de tal manera que mientras el conjunto de España crecía, pasando de 25.976.000 habitantes en 1950, a 35.471.000 en 1975, nosotros perdíamos lo mejor de nuestro capital: el humano, en especial jóvenes en edad laboral, de entre 16 y 40 años en gran parte, dispuestos a producir, quedando la región envejecida.
Téngase en cuenta esto: de 1960 a 1975, los quince años más duros del proceso migratorio, la Penillanura del Salor resta el 55’2% de su población; La Campiña, el 51’63%; Las Villuercas, el 46’61%; la zona de Valencia de Alcántara, el 44’74%; la Siberia Extremeña, el 43’97%. La pérdida para el conjunto de Extremadura en esos 15 años fue del 36%,
En el quinquenio más extremo, de 1961 a 1965, cada año perdimos más de 46.000 habitantes, es decir cada año perdíamos casi tantos vecinos como los que hay en Mérida, o como todos los habitantes que pueblan las Vegas Altas del Guadiana, con sus 9 pueblos y ciudades más sus pedanías, o el doble de los que habitan en La Campiña, con sus 18 pueblos y ciudades, o el triple de los que viven en la comarca de Sierra de Montánchez, de 14 pueblos, o cuatro veces los que se asientan en la Penillanura del Salor, de 8 pueblos: ¡cada año de ese fatídico quinquenio! Fijémonos bien: ¡año a año del quinquenio 1961-1965 se perdían como 32 pueblos del tipo de la Penillanura del Salor, o 42 pueblos como los de la Sierra de Montánchez! ¿A alguien puede, por tanto, extrañarle que ahora tengamos los mismos habitantes que en 1925, aunque -eso sí- con unos índices de ancianidad incomparablemente mayores?
Tesis doctoral en Geografía e Historia
Sí, se nos fue de Extremadura población necesitada de trabajo, de nuevos horizontes despejados, de futuro. Como decía Salvador Távora: de aceite verde/ pa’ echárselo al pan. De un porvenir mejor para los suyos.
¿Y qué es del emigrante hoy en día, treinta, cuarenta, cincuenta años después de aquella diáspora masiva? Algunos fueron barridos por los tremendos huracanes de las dificultades, de las incomprensiones, de las durezas de la emigración incontenida; pero muchos se asentaron con firmeza, prosperando, consiguiendo para sí y sobre todo para los hijos un porvenir que sólo en la imaginación expectante se entrevió lejanamente al estar en el lugar de origen.
He conocido, conozco emigrantes que desempeñan altos cargos en la política, en la administración pública, en las finanzas, en la empresa privada, en los negocios, en los despachos profesionales, en la Universidad… fuera de Extremadura. Otros, en puestos medios o discretos, pero enormemente respetados, considerados, admirados por los que les rodean. Y buen número de ellos, ¡de vosotros!, son, ¡sois!, (tanto individualmente como a través de eficaces asociaciones de emigrantes, de las que este Hogar Extremeño de Barcelona es una de las primeras y de las más destacadas siempre) “embajadores de primera”de la tierra que les vio nacer y no supo en aquellos tiempos retenerlos. Salieron, salisteis, a conquistar el pan, el techo para los suyos, para los vuestros, un porvenir mejor, prosperidad, logrando lo imaginado en sueños casi alocados, ¡y más!
¿No podemos hablar, entonces, de conquistadores, de “los otros conquistadores”, los pacíficos, los persistentes, los firmes luchadores del difícil y etéreo territorio del día a día? Sí, al hablar en fiestas, en las aperturas y clausuras de acontecimientos reseñables, en actividades de afirmación regionalista, en actos de reflexión colectiva… de las hazañas de las que estamos satisfechos, hemos de rememorar las incruentas luchas de estos cientos de miles de extremeños que se han ganado, que os habéis ganado, un puesto digno, fructífero, útil para todos, fuera del suelo en que nacieron y que, como a aquellos de “las Américas”, les vio salir, os vieron salir, porque -siguiendo lo que escribía Felipe Trigo en “Jarrapellejos”- se estaba tan mal aquí que nada se perdiera con irse al mismo infierno, en buena parte de los casos. Y todo ello además con una ventaja impagable por añadidura: están ahí, siguen, seguís, en contacto con nosotros, perdura el amor en ellos, en vosotros, y en los hijos, a la tierra de origen, formando parte real de nuestra comunidad extremeña, que ha de seguir contando con ellos por orgullo, por solidaridad, por lo que de beneficioso reportan y reportáis a “los de dentro” y porque es de justicia que mantengamos ese espíritu común que la lejanía no ha conseguido, con los años, erradicar.
Unidad didáctica para alumnos de
Educación Secundaria
Se ha pagado, sin duda, un alto precio: el desarraigo, el alejamiento de tantísimos seres queridos, familiares, amigos; cortar con las costumbres, esa especie de patria inalterable que en el suelo de la infancia, y los recuerdos siempre revividos, como escribía nuestro paisano Juan Moreno Aragoneses en 1989:
Ecos de campanas,
tambor, banderas, gritos,
el vino de pitarra,
los vivas a ese santo,
las calles empedradas,
las chispas y las voces
de las recién herradas
bestias de sombra y sueño
en esta noche mágica.

Rememoraba, como lo seguiría, seguirá haciendo cada año, la “Carrera de San Antón” en su Navalvillar de Pela, cuya ausencia tanto le duele. Y así escribía en 2005:
Otro año más
sin coger el buñuelo.
Otro año más
sin pitarra ni puro,
sin caballo ni hogueras.

O como decía el poeta portugués Teixeira de Pascoais:
Homens, que trabalhais na minha aldeia!
Como as árvores, vos sois a Natureza.
E se vos falta, um dia, o caldo para a ceia
e tendes a emigrar,
troncos desarraigados pelo vento
levais terra pegada ao coração.

Como escribió el poeta de Tomelloso, Eladio Cabañero, emigrado desde su pueblo (tan añorado siempre) a Madrid:
Miro de lejos,
memoro, nombro, toco oscuro, oh paredes,
saco a relucir vidas, materiales, historia
de manera que nadie equivocado piense
que escribo algún poema misterioso
sino de alta protesta y de dolor.

¡Cuánto me acompañaron esos versos cuando yo, con 20 años, vivía, solitario, fuera de los míos y de lo mío, en Barcelona, al comienzo de los años setenta! Proseguía el poeta:
Ahora, aquí, tan lejos
de cuando yo dormía echado hacia el Saliente
filmando versos vírgenes y oyendo a medianoche
el sueño de los míos en la casa.

O los de nuestro paisano emeritense Félix Grande:
Ellos duermen allí su clandestina frustración
se oye roncar de pared a pared o velar o agitarse
consultar su billetera de badana reunida con una gomita
manoseando retratos y cartas de presentación
se sientan sobre la cama cuyas sábanas envolvieron
oficinistas albañiles desempleados se sientan y meditan
recuerdan épocas de siembra el paseo del domingo
la boda antiguo del primo carnal la yegua muerta
casi hacen bueno lo que fue sórdido –se apoyan
un poco más en la almohada alquilada fumando
y memoran los súbitos abrazos la asustada mujer
los pechos que en su entrega parecían decir haz fortuna
encuentra trabajo.
 
Compendio de Emigración Extremeña Siglo XX
Aún quedan ejemplares para presentar públicamente
Y esa conquista, la del trabajo, y la de la fortuna (en dinero o en la satisfacción de asentarse con desahogo, recuperar a los suyos, aclarar porvenires, conquistar una reputación honrada, respetada, admirada, querida, reconocida y aplaudida) ha sido conseguida por una inmensa mayoría, que les ha hecho, que os ha hecho, ganar un doble suelo: en el que se asientan y el que dejaron atrás, éste en que os asentáis y el que dejasteis junto a la infancia, que siempre está presente en la memoria.
Una infancia, una juventud en la dura, extrema y tan querida tierra extremeña que se lleva siempre en el corazón y que duele en la nostalgia. Pero -como decía Natalie Wood en la película “Esplendor en la hierba”, del director Elia Kazan-, no hay que afligirse/ porque la belleza/ siempre subsiste en el recuerdo. La belleza de una tierra que no se perdió. Y la que ha sido conquistada por el emigrante, para ellos, para vosotros mismos y para hijos, para familiares que hasta ella se desplazaron, os desplazasteis, asentado el hogar, aquí, en esta tierra de promisión que ha de enorgullecerse por vuestra contribución a su prosperidad, como Extremadura también debe estar orgullosa por vuestro decidido espaldarazo a su prestigio y desarrollo.
Por vuestra generosidad, me atrevo a pediros una cosa más: no olvidéis nunca a la tierra que os vio nacer, o que vio nacer a los vuestros, tan queridos. Y, como decía una familia emigrante en Bélgica, la familia Velarde del Amo, en carta publicada en el suplemento “Centro Extremeño”, del Periódico Extremadura, el 13 de mayo de 1974, otro ruego a Extremadura, a sus dirigentes, a sus grupos de decisión, influencia y presión: que se preocupe por los que quedan, para que ningún hijo tenga que salir más. En definitiva: que estamos sobradamente en la hora de conquistar la tierra que tanta gente dio en sucesivas y externas conquistas. Para que el conquistador quede en la tierra de nacimiento, definitivamente conquistada.

MOISÉS CAYETANO ROSADO

2 comentarios:

  1. Moisés, desde la experiencia de haber tenido que emigrar a los quince años, dejando atrás lo que para mí era una vida entera (la que había vivido hasta entonces), te puedo decir que nunca olvidaré mi tierra. Pero también que hubo muchos momentos en los que no sabía de qué tierra era ni en qué tierra estaba. Hasta que me convencí de que no importa de dónde eres ni dónde estás, sólo importa cómo lo vives.

    ResponderEliminar