viernes, 4 de mayo de 2018


VISITA A LA ILHA TERCEIRA (II)

Moisés Cayetano Rosado

ANGRA DO HEROÍSMO.
Ciertamente, Angra, esta pequeña bahía, esta ensenada (esencial en la historia moderna, heroica ante el corso, el filibusterismo, así como ante la ocupación española de 1580, al proclamarse rey de Portugal Felipe II de España, y luego al sublevarse contra Felipe IV -III de Portugal- en 1640), es digna titular de Patrimonio de la Humanidad, declarado por la UNESCO en 1983.
Cuando bajas de la Câmara Municipal a la ensenada, te vas enfrentando a un precioso caserío multicolor, armónico, donde imperan los blancos, ocres, amarillos, rojos y azulados, con amplios ventanales enrejados, cornisas sobresalientes, suelos que son como mosaicos. Un poco me recuerdan a esa ciudad ecuatoriana también Patrimonio de la Humanidad: Cuenca, tan sencilla y bella, tan serena, acogedora, auténtica.
Y al llegar al puerto, a un extremo y otro te sorprenden sus fortificaciones. Impresionantes, sorprendentes en su grandeza, en su traza, en su conservación, en el ingenio de su calculado “fuego cruzado”. Y luego descubres que también en su actual uso, tan distinto entre ellas.
Así, al este tenemos la fortaleza de S. Sebastião. Levantado según diseño del ingeniero italiano Tomasso Benedetto, a finales de los años sesenta y primeros setenta del siglo XVI, bajo el reinado de D. Sebastião, cumpliendo funciones defensivas hasta las luchas entre liberales y conservadores de 1828-1832, y siendo una de las primeras estructuras abaluartadas del país. Adaptada orgánicamente al peñón en que se ubica, parece una flecha lanzada hacia el mar entre riscos y de hornabeque hacia tierra, de amplios glacis. Actualmente cumple función de discreta Pousada, que desde el exterior pasa desapercibida, y en el interior respeta los espacios originales, de amplias zonas verdes y dependencias adosadas a los lienzos interiores del amurallamiento.
Al oeste, el inmenso Castelo de S. Filipe, iniciado en 1592, sustituye a una fortificación menor de anterior construcción, y cruza fuegos con la fortaleza de S. Sebastião, defendiendo la bahía. Esta compleja estructura defensiva -que se prolonga por gran parte del perímetro del Monte Brasil, apéndice volcánico en este extremo de la bahía- constituye la mayor fortaleza construida por España fuera del continente. Sería conquistada -tras un año de asedio- por las fuerzas locales en 1642, al comienzo de la Guerra de Restauração, pasando a llamarse desde entonces Fortaleça de São João Baptista, en homenaje al rey restaurador, D. João IV. Impresionan sus dos baluartes y un semibaluarte de cara al interior de la ciudad, y entre los dos primeros su puerta principal con acceso actual por puente de cantería (que sustituye a un anterior de madera), así como los fosos, donde profundas “cobas de lobo” singularmente cuadradas y rectangulares, asimétricas, completan la “defensa-trampa” ante los invasores que puedan acceder a este lugar. E impresionan también, en el interior de los laterales de la puerta, las prisiones excavadas en la roca, que más parecen galerías de contraminas.
Libremente, podemos pasear por el interior del primero, y en visita guiada por militares (sigue cumpliendo función militar este castillo), gratuita, el segundo.
Los diversos museos de Angra, la delicia de sus calles, la amplia y de precio más que asequible oferta de restaurantes, sus rincones discretos, sus jardines, enriquecen el anterior legado, al que hay que unir la singularidad de su Sé (catedral) y su Teatro, dos joyas que no debemos dejar de visitar.
La Sé, de airosas y espléndidas torres y un amplio interior de tres naves con techo plano, separadas por arcos de medio punto y pilares cuadrangulares, presenta una insólita colección de óleos, pintados en 2014, que representan la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, adosados a la cara de los pilares que da a las naves laterales. En ellos, diversos pintores locales escenifican los momentos trascendentales de los últimos días de Jesús, conjugando elementos de la época de esos hechos con otros de rabiosa actualidad. Y así, el encuentro de la Virgen y su Hijo en la Pasión va acompañado por soldados de tiempos actuales, que ostentan armamento automático, cascos de acero y otros pertrechos contemporáneos; o el descendimiento de la cruz, donde un militar romano de los tiempos de Jesús charla con otro de nuestros tiempos, adornado con medallas y cruces en el pecho, traje y chorreras actuales.
El Teatro angrense es una joya, con trazado de planta en herradura, “a la italiana”, de planta baja y tres pisos superiores adosados a su perímetro, de palcos corridos, separados por mamparas. Todo tapizado en rojo y con airosa rejería corrida en los tres pisos, constituye en sí un espectáculo. ¡Y allí tuvimos la suerte de ver una emotiva, cálida actuación de altura: conmemoración de la Revolução dos Cravos con intérpretes de fados que recordaban un poco al de Coimbra, otro poco al de Lisboa y otro más a los “cantos de intervenção”, de oposición al régimen salazarista.

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