martes, 30 de abril de 2013


¿POR CUÁL ENSEÑANZA REGLADA APOSTAMOS?

Moisés Cayetano Rosado

Me eduqué, o me enseñaron materias instrumentales, bajo el espíritu de la Ley Moyano de 1857, que -con de los retoques de los años cincuenta del siglo XX- seguía estando vigente. Y el memorismo, la disciplina, la rigidez en las normas y las formas, la individualidad, eran principios indiscutibles.
Empecé a ejercer como profesor al tiempo que se ponía en marcha la maquinaria de la Ley General de Educación (LGE) de 1970. Se tenía mucha prisa por homologarnos con los países occidentales, pese a la falta de democracia, y nos atiborraban los pupitres de fichas, abstracciones, procesos tecnológicos y competitividad.
Hubo que esperar veinte años para que, con la democracia y los sueños utópicos aún del PSOE, se implantara la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE), llenándonos los Centros escolares de libertad, tolerancia, igualdad, respeto, justicia, ayuda mutua, solidaridad…, objetivos prioritarios de una educación que colocaba en segundo lugar la instrucción, primando la educación (en actitudes, en valores) sobre la enseñanza de contenidos conceptuales.
La Ley Orgánica de la Educación, de 2006 -bajo el mismo signo político- ya matizaba prioridades, pues sin olvidar la solidaridad, el progreso en común, acentuaba los valores de responsabilidad y esfuerzo personal. Más adaptada, claro, a la “vida de la calle”, a lo que nos encontramos cada día no en el mundo de las utopías sino de las duras realidades del “sálvese quien pueda”.
No me ha llegado la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa de 2013, pues un año antes me he apeado del “sillón” de profesor, que empezó como tal y con tarima, se bajó a ras de los alumnos transformado en silla y parece que ahora volverá a subir con sus ropajes.
Siempre se me dijo y dije: “Educar para la vida”. ¿Qué es educar para la vida? ¿Prepararse para el mundo que nos toca vivir, competitivo, individualista, egoísta, insolidario, especulativo, donde -como escribió Baltasar Gracián- “cada hombre está solo en la lucha del mundo, pues no se trata de una lucha de clases en la que cabe solidaridad”? ¿Intentar transformarlo, luchar para conseguir esos valores enunciados en la soñadora LOGSE, aunque -como en los versos de Pablo Neruda- “vuelvo/ con los ojos cansados/ a veces de haber visto/ la tierra que no cambia”?
“Trabajando para mí solo, trabajo, en realidad, para todo el mundo, pues contribuyo a que mi prójimo reciba algo más que la mitad de mi capa, y no por un acto de generosidad individual y privada, sino a consecuencia del progreso general”, pone Fedor Dostoiewski -en su novela “Crimen y Castigo”- en boca de Piotr Petrovitch. ¡No es tan nuevo el descubrimiento del neoliberalismo imperante! Lo nuevo será que en realidad sí se “eduque para la vida” sin tapujos y sin disimulos; esa vida de tantos triunfadores: ingenio en la especulación, la defraudación, inversiones oscuras, maquillajes contables, burbujas financieras, paraísos fiscales… en un alarde didáctico innovador de las matemáticas, la geografía, el lenguaje, la filosofía y otras ciencias reconvertidas en afines al envés de las antiguas utopías.
Tal vez los tiros de la nueva reforma educativa (ahora siempre hay una nueva reforma educativa) vayan lanzados descaradamente, impunemente, por ahí.

2 comentarios:

  1. Si gano el euromillones no quiero que el puto Estado portugués se me quede con mi dinero; me abro una cuenta en Suiza y a la mierda los chorizos que no hacen más que robar y culpabilizar al pueblo de la desgracia que ellos mismo provocaron.

    ResponderEliminar
  2. Una sencilla y brillante mirada a nuestro devenir en la escuela, que es lo mismo que decir, en nuestras vidas. Gracias.

    ResponderEliminar