ÉVORA Y ELVAS:
DOS PATRIMONIOS DE LA HUMANIDAD EN ALENTEJO
Moisés
Cayetano Rosado
El Centro histórico de Évora fue declarado
Patrimonio de la Humanidad en 1986; la Guarnición fronteriza y fortificaciones
de la ciudad de Elvas lo serían en 2012. Tiene, así, Alentejo, dos ciudades que
ostentan el preciado galardón, si bien otras más también lo merecerían, como lo
merecen sus paisajes singulares, su gastronomía sabiamente mantenida desde los
tiempos más remotos o su cante coral, campesino, conmovedor y tierno.
Con una u otra denominación, el legado
histórico-artístico que ambas atesoran es de los más completos entre las
poblaciones tituladas por la UNESCO. Armónico, secuencial, estratificado como
una roca sedimentaria virtuosamente labrada.
En ambas destaca, desde lejos, su “Igreja
principal”. La Sé de Évora, de un gótico purísimo, y la Antiga Sé de Elvas,
medieval y barroca. Junto a ellas, un nutrido número de iglesias, conventos en
uso o transformados, santuarios, capelinhas, completan el arte religioso como
si fueran un manual didáctico que pasa por todos los momentos de las edades
Media y Moderna: ¡cómo no citar las de S. Francisco y Nª Sª da Graça en Évora o
las de Santo Domingos y do Salvador en Elvas, al lado de tantos otros edificios
singulares que recorren todo su Casco Histórico, en ambos de un caserío
detenido en el tiempo y un callejero laberíntico!
Rodean ese conjunto urbano en Évora primero los
restos de sus murallas romano-godas (cerca antigua) -destacando el airoso Templo
romano- y en su expansión las medievales (cerca nova). En Elvas, primero las
dos cercas islámicas (de los siglos IX y XII) y después los restos de la
fernandina, donde destaca la majestuosa torre de ese nombre. Completan el
conjunto cercado las murallas abaluartadas, en las que al final quiero
detenerme.
En Évora se nos van la vista y los pasos hacia
el incomparable Palácio de D. Manuel y a la magnífica Universidade (que tuvo su
inicio como Colegio jesuita en 1551), cuyos claustros, salón de actos y las
aulas enriquecidas con azulejería historiada del siglo XVIII son inolvidables.
En Elvas, el Castelo medieval, imponente,
impecable, pese a los “retoques reinterpretativos” del gusto arquitectónico
salazarista, y el inigualable Quartel do Caserão, de extraordinario Museu
Militar, son muestras extraordinarias del legado militar medieval y moderno,
que afortunadamente tienen otros complementos de su género preservados por toda
la ciudad.
Ambas también coinciden en conservar sus
respectivos, monumentales acueductos, de los siglos XVI y XVII, teniendo a
Francisco de Arruga como proyectista y arquitecto principal.
Son muchos, por tanto, los elementos de
coincidencia entre ambas poblaciones alentejanas Patrimonio de la Humanidad, si
bien quería llamar la atención finalmente sobre sus elementos de
fortificaciones abaluartadas.
Impecables en Elvas, magníficamente
preservadas, cuidadas y presentadas. No solo conserva su cintura amurallada
urbana completa, con sus baluartes impecables, lienzos imponentes, fosos, revellines,
las tres monumentales puertas dobles abiertas al uso, sus glacis expeditos…
sino también muy bien rehabilitados sus tres fortines y el Forte de S. Luzia
(con Museu Militar incluido), aunque queda por poner en valor el Forte da
Graça, que es la “asignatura pendiente”.
Sin embargo, en Évora no están tratadas como se
merecerían. Lamentablemente, de los tres baluartes de la zona norte apenas
vislumbramos su existencia, absorbidos por la voracidad urbana y de viales; de
los otros cuatro, en el sector sur, la jardinería de alto porte nos oculta en
buena parte a dos de ellos, estando los otros dos “asfixiados” por los viales
que se “pegan” a sus muros. Necesitan una reordenación urbana, una “cirugía” de
planificación vial y de rebaje en jardinería, que los resalte, si bien
revellines, fosos y glacis no será posible rescatarlos, por la colmatación
urbana exterior que la expansión de la ciudad ha propiciado.
Por otra parte, no quedando restos del reducto
de Penedos, sí ha de ponerse en valor el Forte de Santo António, de mediados
del s. XVII y traza inicial de Nicolau de Langres -ubicado al noroeste de la
ciudad y atravesado por el Aqueduto da Água da Prata-. Es de propiedad privada
-del obispado-, pero habría de acordarse un sistema de visitas para admirar
semejante construcción, cuadrangular, de baluarte agudo en cada esquina, e
interior en gran parte liberado de construcciones y obstáculos arbóreos.
Estas actuaciones sobre el legado abaluartado
(en el Forte da Graça de Elvas y en el conjunto de Évora), completarían el
valor de un patrimonio de calidad indiscutible, de lectura histórica tan
completa y de calidad artística tan elevada.
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