martes, 21 de marzo de 2017

DE LIBRO Y HOMBRES

Autor: Miguel Torres López de Uralde.
Edita: Departamento Publicaciones Diputación de Badajoz y Ayuntamiento de Villanueva de la Serena. Badajoz, 2016. 94 páginas.

Ganadora del XXV Premio Felipe Trigo de Narración Corta, la obra  De libros y hombres, escrita por el malagueño Miguel Torres López de Uralde (ganador de múltiples premios de narrativa y novela por toda la geografía española), es un delicioso y candoroso homenaje a los libros, a la lectura, enfocado tal como lo viviera nuestro legendario Don Quijote: como una poderosa e ingenua locura. Y si en nuestro adorable justiciero el desvarío le llevó a embarcarse en las más disparatadas y dinámicas aventuras, a Damián, viejo profesor republicano represaliado por los vencedores, le condujo al ensimismamiento, al aislamiento en su reducidísimo despacho, atestado de libros que leía y releía, comprando compulsivamente con los pocos recursos que le llegaban de unas peregrinas traducciones de obras latinas.
Asistimos en sus breves, pero sustanciosas, rítmicas y poéticas páginas, a un repaso por la vida española de los años sesenta, aquella década del desarrollismo europeo, y con ello a la emigración masiva que se llevaría a tres de los cuatro hijos de Damián hacia la promesa laboral de Alemania; a las aspiraciones consumistas de un entorno humano lleno de penurias, de los que la mujer de nuestro “Quijote” es un ejemplo sangrante, anhelando los electrodomésticos (la lavadora automática y la cocina de butano, junto al televisor, van a ser recurrentes) que faciliten su vida sacrificada, multiempleada para sacar a la familia hacia adelante. Y también al proceso iniciático del hijo menor (narrador de la obra), que irá introduciéndose en la “vía envenenada” de los libros, ante el temor materno de que acabe como su padre, perdido sin remedio: mentalmente enajenado del mundo que le rodea y finalmente desaparecido sin dejar más rastro que el de multitud de hojas de libros desparramadas por los suelos de la casa y de la calle.
“Si Dios existe -decía /Damián/-, por fuerza ha de tener forma de libro” (pág. 12). Y de todos los libros sacará alguna enseñanza, algún provecho, salvando “in extremis” de la hoguera -con peligro de su vida-, en la noche de San Juan de 1965, una novela de Marcial Lafuente Estefanía, que un muñeco de trapo -hecho por los niños del barrio- tenía entre sus manos. Es la única acción en que se manifiesta como “enderezador de entuertos” y que lo acerca  a los estériles arrebatos de Alonso Quijano. El resto del protagonismo activo de la narración corre a cargo de su mujer y de sus hijos, así como los amigos y amigas, cuya vida transcurre en medio de los proyectos de la “huida” de esa palpable falta de porvenir en su lugar de origen, con guiños al inicio de la sexualidad consumada en los altillos de la casa familiar.
Atrás quedará finalmente el pasado, encarnado en la madre que se ha quedado sola, “vestida de negro, pequeña y dura como un pedazo de carbón” (pág. 93). Que ve marchar también a su hijo menor, esta vez a “la capital”, a un empleo de librería y editorial, más inquietante para ella que la marcha a Alemania de los otros, porque ésta era una puerta abierta al futuro laboral, al trabajo con máquinas, con materiales tangibles, y no el precipicio, a la locura, que sería el mundo quimérico de los libros.
De libros y hombres tiene una lectura fácil, rápida, amena, y deja un sabor nostálgico que nos hace revolvernos en la memoria de lo hemos leído, sabiendo que esta “adorable enagenación” de los libros es realmente un veneno delicioso para ir quemando los días de la vida.

MOISÉS CAYETANO ROSADO

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