lunes, 7 de octubre de 2019


SAN PETERSBURGO-MOSCÚ: LIMPIEZA Y URBANIDAD RODEANDO EL ESPLENDOR (y II)

EL MÁGICO MOSCÚ 
Moisés Cayetano Rosado

De San Petersburgo a Moscú hay más de 700 kilómetros y no es mala opción recorrerlos en tren de alta velocidad. En cuatro horas se cubre el trayecto, y es una oportunidad para ir viendo un paisaje frondoso de la taiga rusa, de alerces, pinos, abetos, abedules, álamos, alisos… bien tupidos, con sotobosque de helechos, líquenes y musgos. También para contemplar una buena cantidad de pueblecitos, de casas aisladas entre la vegetación frondosa, en medio de verdes prados brillantes.
Ya instalados en Moscú, siempre el turista tiende a “buscar” la Plaza Roja y el Kremlin, demandando en la primera la “fotogénica” Catedral de San Basilio, el Mausoleo de Lenin y los famosos Almacenes GUM. Nos quedarán respectivamente enfrente, a la izquierda y a la derecha de la Plaza, si entramos por el noroeste, procedentes desde la famosa calle peatonal Arbat, en cuyas cercanías están los principales (y gigantescos) hoteles.
La Catedral de San Basilio, construida por orden de Iván el Terrible a mediados del siglo XVI, es Patrimonio de la Humanidad desde 1990 junto con el conjunto del Kremlin. Sus torres bulbosas, multiformes y multicolores son la referencia mundial de la capital rusa y objeto principal de las cámaras fotográficas de las multitudes que durante el día copan la Plaza… curiosamente casi solitaria en la noche, que con el brillo ambiental (de luces en la fachada de los Almacenes GUM, así como del Kremlin, y de la frecuente agua de lluvia en el pavimento) cobra un aspecto romántico inigualable.
Los Almacenes GUM, construidos al final de la época imperial, no perdieron su importancia durante la implantación de la URSS, y menos en la actualidad. Con sus lujosas tiendas, su decoración esplendorosa, su fachada de 242 metros, combina elementos arquitectónicos medievales, con estructuras de acero, techo e interiores de vidrio, y original decoración en barandillas, escaleras, etc.
El Mausoleo de Lenin, pegado a la muralla del Kremlin, simula ser una pirámide escalonada, y hoy en día despierta poco la atención de los turistas de la Plaza, mayoritariamente chinos, que desvían siempre sus cámaras hacia San Basilio.
El Kremlin por dentro es toda una ciudad monumental donde las catedrales, los palacios de uso oficial, los museos y el gran despliegue de armamento artillero, nos embobarán sin remedio.
Allí, la Catedral de la Asunción, o Dormición, mezcla los estilos italiano y ruso, conservando en su interior la tumba de Iván el Terrible, y está adornada en el exterior por fantásticas cúpulas bulbosas doradas. En ella se coronaban los zares y se enterraba a los Patriarcas de la Iglesia Ortodoxa.
La Catedral de la Anunciación presenta los mejores frescos del siglo XVI, cubriendo todo su interior: mayor profusión de cúpulas bulbosas doradas contemplaremos en su exterior.
La Catedral del Arcángel San Miguel, también del siglo XVI, alberga las tumbas de casi todos los zares de Rusia. Es curioso esta denominación de “catedrales” a tantos recintos sagrados, pero el sentido del nombre es el de iglesia con especial significación por su uso histórico y su monumentalidad.
Entre los cañones del patio central destaca el “Cañón del Zar, de 1586, el mayor del mundo, con 5’34 metros de largo y 40 toneladas de peso. Su calibre es de 890 milímetros y el diámetro externo de 1.200 milímetros.
Otro de los grandes atractivos de Moscú (también lo es en San Petersburgo) resulta ser el Metro. Creado en 1935, no cesa en su ampliación, llegando ya a tener 380 kilómetros de red y 230 estaciones.
La profundidad de sus túneles es espectacular, pero lo es aún más el esplendor artístico de sus galerías, estaciones, pasillos, rincones… Todo un gran y múltiple museo de esculturas, pinturas, mosaicos, decoraciones de suelos, paredes, techos… hasta el punto que solo por verlo merece una visita la ciudad; en este caso, el subsuelo “palaciego” de la ciudad.
Una ciudad enormemente rica en patrimonio acumulado a lo largo de los siglos… y en la actualidad, en que se siguen construyendo con gusto edificaciones singulares, como son sus rascacielos comerciales, de entre 240 y 370 metros de altura: los más elevados de Europa, un auténtico mini-Manhattan, de cuidado alarde técnico y artístico.
Y rodeando estratégicamente al Casco Histórico, las “Siete Hermanas”, de la época de Stalin: edificaciones de los años 40 y 50, con robusta aguja central e inmensos cuerpos laterales, levantados para mostrar el “poderío” soviético, hoy reconvertidos en edificios públicos y privados de diversa índole.
En cuanto a los alrededores de la capital, a 70 kilómetros al noreste, el Monasterio de la Santísima Trinidad y San Sergio, en la ciudad de Serguiev Posad, tildado de “Vaticano Ruso”, lugar de peregrinación de los creyentes ortodoxos, atraídos por las reliquias de San Sergio. Actualmente alberga a unos 300 monjes, y pertenece desde 1993 a la Lista del Patrimonio de la Humanidad, tratándose según la UNESCO de «un buen ejemplo de monasterio ortodoxo en funcionamiento, con rasgos militares típicos de los siglos XV al XVIII, período durante el que se desarrolló».
Una vez más, sus iglesias de cúpulas bulbosas, sus estancias palaciegas, sus murallas; sus mosaicos y pinturas murales… son dignos de admiración, a pesar de las grandes masas turísticas que pululan por sus estancias y explanadas.
Todo un lujo de limpieza y belleza, donde la urbanidad rusa se manifiesta en todo su esplendor.

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