martes, 2 de diciembre de 2025

 DESTRUIR LA MEMORIA MATERIAL

MOISÉS CAYETANO ROSADO

Cuando por decisión “omnisciente” de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, como Presidente de la Junta de Extremadura, se arrasó la Vieja Plaza de Toros de Badajoz, muchos pensamos que se estaba destruyendo la memoria material de unos hechos históricos trascendentales, desgarradores y necesarios en la pervivencia de una sociedad que no debía volver a cometer los horrores de asesinatos en masa, indiscriminados, de una población que una vez más volvía a ser victimizada. ¡Lo fue tantas veces en la historia, y especialmente en los enfrentamientos de frontera, que estos de la Guerra Civil de 1936-39 no eran sino otro eslabón en la cadena!

Hoy, allí, en el lugar del dolor, se levanta un Palacio de Congresos, aunque sean muy pocos los congresos que se celebren, y sí periódicas audiciones musicales de la Orquesta de Extremadura. O sea, hemos convertido el lugar de la masacre en un centro de cultura y diversión. Tal vez no nos detenemos suficientemente a meditarlo, pero es posible que no difiera mucho del “resort” que Donald Trump quiere hacer en Gaza, una vez exterminada la población palestina, víctima de los asesinatos en masa y las deportaciones tipo Segunda Guerra Mundial con respecto a los judíos en los campos de exterminio del nazismo.

Destruir la memoria material y aprovecharla para tiempos de relax, bien en ocio distendido o en ocio cultural, olvidando la sangre derramada, es un atentado contra la Historia y contra la humanidad.

Miro, entonces el Obelisco Conmemorativo a la Memoria de las Víctimas de los Sitios de Badajoz (Guerras Napoleónicas) y me congratula la diferencia: aquí se ha respetado el espacio físico, libre, expedito, propicio para la meditación y el homenaje. ¿Qué se debió hacer de la Vieja Plaza de Toros de Badajoz? Pues eso: un lugar para la Memoria Material de los hechos que no se deben repetir, propio para la meditación y el rendimiento de homenajes.

De joven leí el “Diario de Ana Frank” y después visité su casa-museo en Ámsterdam, siempre lleno en los alrededores de largas colas que quieren interiorizar las sensaciones de la joven víctima judía tan vilmente asesinada. ¡Qué emoción recorrer los lugares descritos en una obra palpitante de vida y esperanza, luego destrozadas! Y después he recorrido campos de exterminio, como los de Auschwitz, en Polonia, en los que murieron tantas miles de personas, en medio del hambre, las enfermedades, trabajos forzados, cámaras de gas…, siendo la mayoría judíos. Sobrecogedor el silencio y la expresión de dolor de los que allí se acercan.

¿Se imaginan que ahora, algún gobierno caprichoso, en combinación con otro más caprichoso aún, poderoso en armas y dinero, deseara hacer en esa “casa-museo de peregrinación” y en esos campos de exterminios preservados para perpetuar la memoria del horror unos resorts de lujo, para solaz de potentados o de menos poderosos que quisieran darse el capricho de disfrutar de unas vacaciones ahí? ¿Qué gritos se oirían, qué manifestaciones, que enfrentamientos serios tendrían lugar, qué conflictos internacionales?

Pasable destino el dado a la Vieja Plaza de Toros de Badajoz -este elemento patrimonial que nos “cae” cerca- al menos por ahora: la cultura, el arte; sin embargo, perdió la esencia de lo que debió ser: lugar de memoria material. Aunque no puede destruirse la memoria sentimental, la dignidad de las evocaciones, no estaría mal dotarlo de mayores elementos de recuerdo, y no los tímidos, “esquinados”, que tiene.

Terrible, indigno, brutalmente ofensivo si en Gaza, lugar de crímenes horrendos, sistemáticos, fríos y predeterminados, se levantan hoteles, zonas de diversión donde se vertió y se vierte tanta sangre inocente, indefensa, en medio del hambre, la enfermedad, los bombardeos, los desplazamientos en “masa humana hacia la nada”, la más brutal destrucción personal y material, el genocidio que estamos viviendo en directo cada día.