Mostrando entradas con la etiqueta poetas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta poetas. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de junio de 2022

 CUMPLIMENTAR A RUFINO FÉLIX MORILLÓN

Hace varias décadas conocí a Rufino Félix Morillón. Me hablaban de él varios jóvenes poetas extremeños que se quejaban de la poca atención que se dispensaba en Extremadura al que era uno de los mejores poetas que había dado la región en el siglo XX.

Tras leer su obra de entonces, y seguir su trayectoria hasta la actualidad, me convencí de que estábamos ante el poeta más completo que había dado Extremadura en el siglo XX y lo que va del XXI.

Aquellos jóvenes poetas seguían admirándolo y se alegraron de que los Premios Ciudad de Salamanca y Ciudad de Badajoz ratificaran la calidad de su poesía.

Luego llegó la edición de sus Obras Completas (1.500 páginas) por parte del Ayuntamiento de Mérida, que lo nombró Hijo Predilecto.

Había llegado el momento de publicar una Antología de su obra, que acercara a los lectores una obra tan ingente de este autor que ya rebasó los noventa años, pero que tiene la ilusión y la fuerza poética de un joven adolescente.

Y la Fundación Caja Badajoz acometió el objetivo con generosidad, en una cuidada edición, bajo la selección del profesor Francisco López-Arza y su hijo del mismo nombre, que tiene intención de hacer su tesis doctoral sobre Rufino.

Al presentar su obra en Mérida el 24 de mayo nos vimos rodeados de un entrañable grupo de amigos y admiradores, que pensé se repetiría en Badajoz el 31 de mayo. Y más cuando un buen número de los poetas que me alabaron una y otra vez su obra, y se quejaban de la poca atención que se le había tenido residen en esta ciudad.

Pero a la presentación únicamente asistieron tres de esos poetas “reivindicativos”, y no los al menos treinta que esperaba (aquí los poetas abundan más que las piedras en el río Guadiana). Esos tres y algunos otros amigos y amantes de la buena poesía, dispuestos a disfrutar del autor, cumplimentándolo en su senectud.

Me siento, sí, defraudado. Esos “prolíferos vates” que se prodigan en redes sociales no encontraron tiempo para saludar y disfrutar con el viejo amigo. ¡Seguramente están muy atareados redondeando su impagable obra personal!

viernes, 8 de agosto de 2014

ELOGIO DE LA POBREZA
MOISÉS CAYETANO ROSADO

Cuando yo era muy joven y apretado de recursos (aunque no tan pobre como tantos a mi alrededor, muchos de los cuales se me perdieron en una emigración laboral compulsiva), llegué a un mundo que rompía mis esquemas de muchacho de pueblo envuelto en el sopor. Era para mí muy importante la poesía y tuve el privilegio de relacionarme con poetas de los que llamábamos “consagrados”, en mi tierra y allá a donde también me llevó la emigración.
Algunos, muy admirados, reconocidos, respetados, habían vivido grandes dificultades en su niñez y me parecía que estaban orgullosos de ello. Algo que nunca comprendí. La pobreza siempre me pareció muy triste, dura, traumatizante, sórdida, “moída pelo inferno duma aspiração sem esperança”, como retrataría a los desposeído de la tierra  el alentejano Manuel Ribeiro.
Pienso que estar hundido en las dificultades económicas, en la necesidad de las cosas más elementales, siempre desgarra, y para la infancia es claramente demoledor.
De ahí que tampoco entendiera el elogio de la pobreza en el Evangelio de San Lucas, que tanto nos habían remarcando en la escuela: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (6:20) y “Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis hartos” (6:21). Me recuerda aquella escena de “Las Hurdes (Tierra sin pan)”, en la que un niño paupérrimo escribe en la pizarra: “Respetad los bienes ajenos”: podría ser la “lectura subliminar” de lo anterior. O a los alumnos que en tantas escuelitas españolas de finales de los años veinte del pasado siglo (poco antes de la filmación de la película de Buñuel) vio el periodista Luis Bello: “los niños descalzos, muchos con las huellas inequívocas del paludismo, soportan mal el frío de diciembre, y tosen” (en “Viaje a las escuelas de España”).

Cómo voy a cantar a la rosa/ mientras muere un niño sin casa y sin ventana”, escribía el poeta zamorano Florentino Huerga, que conocí en Barcelona a comienzos de los años setenta del siglo pasado. Estaba muy ligado al extremeño oliventino Manuel Pacheco, poeta de hondas raíces humanistas, encuadrado fundamentalmente como el anterior en la poesía social: Pacheco, huérfano y hospiciano (“entraste en un hospicio a la edad en que los niños estaban defendidos por los regazos de sus madres”), pobre casi siempre o siempre. ¡Tan rico ambos en profundidad poética y en solidaridad! Tan abiertos a los jóvenes que nos acercábamos a su sabiduría.
Pero a ellos les dolía, como tantas veces le leí al argentino Ernesto Sábato (“los veo hurgar entre las bolsas de basura, hundiendo en la inmundicia sus pequeñas manos, destinadas a los columpios y a las calesitas”), esa niñez perdida entre los sueños imposibles y la terrible realidad. “¡Cantad, soñad, niños pobres! Pronto, al amanecer vuestra adolescencia, la primavera os asustará, como un mendigo, enmascarada de invierno”, denuncia Juan Ramón Jiménez en “Platero y yo”. ¡Ay, el niño yuntero de Miguel Hernández, “a los golpes destinado”!

Sin embargo, en mis amigos poetas existía una especie de elogio de su propia pobreza, como si el verso les pusiera a salvo de las dentelladas del hambre en sus tiempos de inocencia. Pero sus tiempos de inocencia no eran aún tiempos de verso, sino tiempos crudos de miseria, y eso pasa factura por mucho que se trate de sublimar tanta tristeza.

Mis amigos poetas llevaban en sus versos ese dolor. El dolor de una infancia que les fue robada, que les es robada a tantos niños, a tanta gente, a causa de una crisis que se superpone a otra, porque para los pobres la crisis cabalga siempre en la montura de sus cuerpos, llevando el fruto de su sudor para los mismos desalmados que viven siempre en el derroche, ejerciendo hipócritamente de salvadores del mundo y de la vida.

jueves, 15 de mayo de 2014

NOMBRE OFICIAL Y POPULAR EN LOS MONUMENTOS URBANOS
Moisés Cayetano Rosado
Hay veces que los nombres que se le colocan a los monumentos no pueden estar más lejos de la visión que ellos mismos ofrecen a la ciudadanía. De ahí que la sabiduría popular haga un requiebro y los bautice con su atinado proceder dándole el sentido que realmente expresan y no el que le quieren otorgar.
En Badajoz -la ciudad más poblada de la Raia/Raya- se está especialmente dotado para este trueque, porque de buenas intenciones están… las rotondas llenas. Bautizadas en muchas ocasiones con grandilocuencia, el sentido real baja el nombre oficial a la altura del imaginativo popular, que tiende, eso sí, a ser mordaz y lapidario.
Véase si no, lo que llaman formalmente el “Monumento a los tres Poetas”, en la cabeza del Puente de la Autonomía, a los pies de la Alcazaba. Un magnífico trío badajocense de la segunda mitad del siglo XX: Jesús Delgado Valhondo, Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero, cuyas cabezas se sostienen desgarradas sobre una base común, que forman varios libracos que más que pliegos de poesía parecen tesis doctorales. Claro, para el común de los viandantes es el “Monumento de los Cabezones” o la “Rotonda de los Ahorcados”. Triste apelativo para quienes fueron unos dinámicos agentes culturales en una época oscura, tiernos y humanos, buenos amigos con los que compartí momentos entrañables que no se pueden olvidar.
O no digamos el “Monumento de Bienvenida a los Portugueses”, en la entrada a Badajoz desde Elvas, representado por una mujer hierática, con los brazos en cruz y las palmas de las manos hacia abajo. ¡Vaya manera de dar la bienvenida! Si al menos le hubiesen puesto los brazos un poco abombados y las manos con las palmas hacia adentro, podría parecer que iba a abrazar; pero así, más parece que vaya a lanzarse hacia el vacío. No es malo, por tanto, su nombre alternativo: “Rotonda de la Suicida”. ¡Y es que está a punto de saltar hacia el abismo… del asfalto!
Por último, traigo el monumento levantado -este mismo año- a los afectados por el atentado terrorista en Madrid el 11 de marzo de 2004. Bajo el nombre de “Monumento a las Víctimas del Terrorismo” se alzan sobre pequeños mástiles especies de siluetas coloreadas de corazones, con una base de florecillas entre los pinos de una rotonda de la Avenida Sinforiano Madroñero, una de las arterias principales de la ciudad. Pues bien, he aquí la alternativa: “Rotonda de las piruletas”. Pese a lo serio y respetable de la idea, la plasmación escultórica pienso que no da para un nombre diferente del que se ha popularizado.

¿Falta de imaginación del artista? ¿Falta del “hálito divino” a la hora de encontrar la inspiración y su consiguiente plasmación? ¿Interferencia de las “autoridades” pertinentes a la hora de encargar el monumento? ¿Ganas de “diferenciarse”, ser original, sin que “la Gracia del Señor” los acompañe? De todo un poco. Y a lo mejor también nuestras ganas de buscarle a todo las cosquillas…