sábado, 12 de mayo de 2012


LA MIRADA DE LOS PASTORINHOS


Observad sus manos en posición seráfica, con el rosario recorriéndolas como si esclavizara su actitud. Y sobre todo, deteneros en la mirada de cada uno de los niños, que -pese al hieratismo del posado- son ventanal abierto a sus almas infantiles.
Lúcia, segura de sí mismo, se muestra levemente arrogante, dominando la escena; aparenta más de los 10 años que tiene. Está segura de su papel y nada la detendrá en la altísima misión que asegura le ha sido encomendada.
Francisco -un año menor- se nos presenta como ausente, ajeno a los hechos trascendentes que vivía, al revuelo que esta historia iba a significar entre las masas más desfavorecidas, dispuestas al milagro de un cambio en sus vidas de sufrimiento y  rotunda privación.
Jacinta, la menor, con 7 años, es la más expresiva: su angustia está a punto de hacerla desembocar en mar de lágrimas. El trauma sufrido por el primero de los secretos que Nossa Senhora do Rosário les ha transmitido no es para menos: a visão do inferno como un mar de fuego, lleno de gritos y gemidos de dolor y desesperación, con demonios horribles, de formas monstruosas y asquerosas, que eternamente martirizan a multitud de desgraciados…
Lúcia lo repetirá en sus Memórias con insistencia: la prima Jacinta viviría obsesionada con la salvación de los pecadores, haciendo sacrificios permanentes por su conversión: hasta su muerte casi tres años después, arrastrando por diversos hospitales una terrible neumonía, pasa días sin comer; anda por los campos soleados del terrible verano de la Serra de Aire sin provisión de agua; permanece en pie noches enteras, sin dormir; no juega, no se relaciona con otros niños y se abstrae en rezos continuados, para salvar con sus mortificaciones cuantos más pecadores pudiera del horrible infierno que a tantos les espera.
¡Qué orgullosa está Lúcia de su prima! Pasa Francisco más desapercibido. Es como el gran ausente; en la foto y en la historia narrada por la superviviente, que insiste en decir que todo lo cuenta por obediencia a sus superiores. Sus superiores, tan empeñados en que el pueblo fije su memoria en la visión del infierno, del primer secreto; tan interesados en que el mundo y sus dirigentes se atengan al segundo: Devoção ao Inmaculado Coração de Maria, y sobre todo Conversão de Rússia. ¡Ay!, cómo se manoseará el segundo secreto en los conflictos internacionales de los años veinte y treinta del siglo pasado. ¡Qué buena era la Alemania de Hitler ante el monstruoso poder comunista que nos quería devorar desde la Rusia impía! ¡Y qué importante para el Vaticano ese fantasma ateo para inclinar la balanza al lado de las potencias occidentales durante la Guerra Fría, sin importarle un nuevo conflicto general donde “el Bien” se impusiera de forma contundente.
Luego, en fin, el tercer secreto, tan largamente oculto, habiendo de esperarse a que Juan Pablo II lo divulgara, en el año 2000: atentado al Papa, sufrimiento de los cristianos, persecuciones…, en fin, un difuso martirio como en los tiempos más malvados de la Roma imperial y corrompida. ¡Vigilancia, por tanto, para siempre ante las fuerzas del maligno!
Volved a la mirada de los tres pastorinhos. Solo la fortaleza de Lúcia aguanta la presión, enfrentada a la cámara casi con un esbozo de sonrisa: muere en 2005, casi centenaria. Francisco, indiferente, fijo en lo indefinido, parece tener algo de fiebre: morirá en poco más de un año, pasando incluso en las Memórias de Lúcia como sombra. Jacinta está como a punto de esconderse, compungida: ¿a llorar?, ¿a seguir salvando almas con sus tremendos sacrificios inocentes?
Salió bien la historia y hoy Fátima es un emporio, una fuente de ingresos. Un seguro recurrente para soflamas tridentinas. Una llamada de atención para rebeldes. Un refugio para los que buscan su humana o su divina salvación.

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