jueves, 20 de junio de 2013


NUEVA VISITA A ELVAS
Moisés Cayetano Rosado
Creo que ha desaparecido el tópico de ir a Elvas para comprar toallas y comer mariscos en El Cristo, aguantando pacientemente colas como si estuviésemos en la puerta de un convento donde nos den la sopa boba. Lo triste es que aún muchos, con la urgencia del turista repetido, no han disfrutado de una ciudad verdaderamente hermosa y destacada, que ha logrado en 2012 la calificación de Patrimonio de la Humanidad por su “guarnición fronteriza y fortificaciones”, en lo que no tiene rival.
Elvas, además de ser una población comercial tradicionalmente importante en la frontera, y tener una oferta variada y atractiva de restaurantes, puede asombrar a cualquiera con su patrimonio artístico, monumental y popular.
Todo su Casco Antiguo está rodeado por un amurallamiento abaluartado de los siglos XVII y XVIII, que es una fortificación completa, con tres puertas en uso, fosos, cortinas, baluartes, bastiones y explanadas de 5 kilómetros de extensión. Desde él se aprecian los fuertes de Santa Lucía (del siglo XVII) y de Graça (siglo XVIII), protegiendo a la ciudad desde los cerros que por el sur y el norte la flanquean respectivamente, auxiliados por tres fortines monumentales.
 Posiblemente estamos ante el ejemplo de arquitectura militar más completa de la Edad Moderna de toda Europa, y la mejor conservada.  Afortunadamente, en el Fuerte de Santa Lucía han realizado una ejemplar restauración, adaptándosele como Museo Militar; queda que se haga lo mismo con el de Graça, uno de los más impresionantes que existen en el mundo, y ya cedido por el Gobierno portugués al municipio para su rehabilitación y uso.
Ábside de la Iglesia de S. Domingos. Elvas.
Dentro de este espacio privilegiado podemos visitar el castillo medieval de los siglos XIV al XVI, desde donde las vistas son extraordinarias a todo el entorno. Restos de amurallamiento musulmán y cristiano bajomedieval, formando tres cercas en anillo. Construcciones religiosas góticas, renacentistas y barrocas: iglesias y conventos con altares barrocos en madera y mármol, azulejería historiada y tallas escultóricas de primera calidad. Otras de tipo militar, como diversos cuarteles, polvorines, depósitos de intendencia y hospitales, dan cuenta de la importancia estratégica de esta Plaza.
Su espléndida Plaza de la República, desde la cual salen hacia el castillo calles y callejuelas de preciosa traza medieval tiene al fondo la antigua Sé (catedral) que es un compendio artístico en el que destaca el manuelino. Palacios y palacetes junto a casonas de fachadas encaladas en blanco y ocre típico de Alentejo han sido acertadamente rehabilitados. Empedrados en piedra caliza y basáltica muestran dibujos que sólo los artesanos alentejanos saben hacer. Numerosas fuentes de mármol y, ya saliendo de las murallas, extensos jardines que ocupan fosos y explanadas nos conducen hacia la parte moderna de la ciudad. Al oeste, presenta un monumental acueducto de más de 8 kms. de longitud y casi mil arcadas, el Acueducto de Amoreira, construido entre los siglos XVI y XVII, e iniciado por el arquitecto Francisco de Arruda, sigue en perfecto uso, como sus aljibes, tan imprescindibles en los múltiples asedios que la ciudad sufrió.
Acueducto de Amoreira. Elvas.

Por si fuese poco, en los alrededores existe una importante cantidad de restos neolíticos, especialmente dólmenes, en una ruta visitable, así como villas romanas de meritorios mosaicos, en medio de espesos bosques de encinas y alcornoques, que nos van conectando con otras ciudades y pueblos que poco a poco iremos visitando en adelante. Y como en cualquier población del Alentejo, la gastronomía a base de productos de la tierra (açordas campesinas; ensopados y asados de borrego y porco alentejano; quesos de oveja; sericaia com ameixas; vino tinto y bagaço de la zona), no tienen nada que envidiar a los mariscos que desde aquí llevamos tantos años consumiendo en esta ciudad Patrimonio Mundial.

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