miércoles, 19 de marzo de 2014

LOS SECRETOS DE LA SERRA D’OSSA
Vista de Evoramonte desde lo alto de la Serra d'Ossa
La Serra d’Ossa surge como desde la entraña de la Tierra cuando en el camino de Madrid-Lisboa atravesamos la frontera por Badajoz y hemos dejado atrás las portentosas fortificaciones de Elvas y Estremoz.
Merece desviarse en esta población hacia Evoramonte, al oeste, o penetrar un poco antes por Borba, hacia Vila Viçosa y desde allí a Redondo, porque entre estas poblaciones se eleva  esta pequeña zona montuosa. Sierra de lomas suaves, que apenas alcanza los 653 metros de altitud, pero que nos obsequia con todo un mundo de valles y empinados senderos, desde cuyas mínimas cumbres el paisaje boscoso es una masa densa.
Ya en sí las poblaciones que la rodean son todo un regalo patrimonial, manifestado en castillos medievales con raíz musulmana que en la Edad Moderna serían soberbiamente artillados (especialmente Evoramonte y Vila Viçosa) y concienzudamente abaluartados (Vila Viçosa y Estremoz).
Redondo y Borba se mantuvieron a resguardo de las anteriores, con sus castillos medievales, de los que quedan un rico legado, abrazado por el caserío laberíntico común a las demás, excepto Evoramonte, de apenas una calle y media bien resguardadas en su muralla trapezoidal.
Convento de São Paulo.
Pero quizás la población más genuina de la Serra es la Aldeia da Serra, corazón del macizo montañoso, junto al cercano Convento de São Paulo, construido en 1182 por monjes eremitas, y ahora hotel de lujo en medio de la vegetación mediterránea.
Anta da Candeeira
La Aldeia da Serra es uno de los típicos pueblecitos alentejanos parados en el tiempo, que allí no cuenta, siendo todo reposo, tranquilidad, sosiego. Muy cerca, apenas a 500 metros, se encuentra la Anta da Candeeira, dolmen de poco más de dos metros de altura por tres de ancho, con corredor insinuado y curiosa abertura en forma de ventana en una de las lajas opuesta a la entrada.
Si desde allí queremos hacer un recorrido por toda la Serra, circular, volviendo al punto de origen, serán unos 20 kilómetros de dificultad media, que nos llevará por hermosos encinares y alcornocales; pinos, acebuches, eucaliptos; naranjos; jaras, madroño, romero, albolagas, zarzales, espino albar…
En medio del verdor, en las cárcavas de las pendientes, destacan fuentes delicadamente preservadas, generosas de agua, siempre encaladas, con inscripciones algunas del siglo XVII. E igualmente, curiosos abrigos de ermitaños, ermitas de las que se tiene constancia desde el siglo XV, cruceros, y ese Convento de São Paulo que merece una parada especial.
Azulejos en el Convento de São Paulo.
Este convento del siglo XII, rodeado de jardines y bosque, atesora una extraordinaria colección de 54.000 azulejos (la mayor colección privada del país), realizados en el siglo XVIII. Presentes en salones, paredes de escaleras, corredores, etc., sus motivos (en blanco y azul-cobalto, de gran profundidad) son religiosos, alegóricos, campestres y palaciegos.
Igualmente posee una magnífica serie de bajorrelieves de terracota, frescos, fuentes florentinas y meritoria iglesia, con claustro anexo porticado. Algunas de las habitaciones de huéspedes son las antiguas celdas conventuales.
Vista de Estremoz
Las vistas de este complejo desde el monte son extraordinarias, como lo son también los pueblos de los alrededores, cuya contemplación sin obstáculos de por medio son un aliciente tentador para el que se atreve con esta desafiante caminhada, que se presta a ser acompañada de mochila con provisiones reparadoras, regadas con el vino de la tierra.

Así lo hemos hecho con esa infatigable pareja que forman Luis Lobato de Faria y Eunice Gomes, que dan vida a la Associação Projecto Raia Alentejana,  y siguen descubriéndonos magníficos tesoros en la Raia/Raya.

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