jueves, 22 de mayo de 2014

CASAS DE BAÑO PÚBLICAS. EL EJEMPLO DE PORTUGAL
Moisés Cayetano Rosado
Ya, por cuestiones de edad y de afición, tengo visitados muchos países, especialmente europeos, pero también de América, Norte de África y Asia Occidental. Con buenos y malos servicios públicos, turísticos, ciudadanos. Con mucho y poco atractivo natural, patrimonial, artístico, cultural, humano, gastronómico, de ocio.
Confieso que uno de los que más me atraen siempre, y lo confirmo cada vez que vuelvo (¡de continuo!) es Portugal.
Pero ahora quiero llamar la atención solamente sobre un asunto aparentemente “menor”, aunque bastante necesario, especialmente para niños y ancianos: la accesibilidad de servicios “evacuatorios”, o sea, urinarios públicos que llamaríamos en España, casas de banho para los portugueses.
En la inmensa mayoría de los países, no existen tales servicios de acceso libre. Hay que procurárselos en bares, restaurantes, hoteles… E incluso en muchos de ellos, prácticamente en todos, quedan reservados para los clientes. Aún así, no es raro que te hagan pagar por usarlos, aparte de que estés consumiendo bebidas y comidas en sus instalaciones.
Por cierto, hasta con esas condiciones pecuniarias, son bastantes los que dejan mucho que desear en cuanto a limpieza, salubridad, higiene. No me extraña ver quien -furtivamente- se “alivia” por parterres, jardines, rincones de miradores, revueltas de matorrales, laterales de coches, autobuses…
Y hablo lo mismo de la pulcra Suiza o la instruida Italia como de las “bien plantadas” Inglaterra, Francia o Alemania. No digamos de Marruecos, Turquía, Israel o Jordania. Hago similares consideraciones por Argentina, Ecuador, Cuba, Santo Domingo o las flamante Washington y Nueva York, y así hasta desgranar el mapamundi por múltiples rincones, incluida -sin ninguna duda- España.
Pero hay una excepción ante la que asombrarse al infinito: Portugal. No he visto aldea por pequeña y apartada que esté en cualquiera de sus regiones interiores, litorales, de llanura o montaña, que no tenga sus servicios urinarios en oferta abierta y gratuita para todo el que lo precise. Con sus evacuatorios, lavabos; agua, jabón, papel y máquinas de secado… Todo con una limpieza que asombra y sin ninguno de los signos de vandalismo -o advertencia contra ello- que podemos ver en tantos otros lugares.
Si la población portuguesa es algo más extensa, no serán unas instalaciones sino varias, incluso en aldeas de poco tamaño y número de habitantes: en la plaza, al lado de la carretera de paso… Si hablamos de ciudades, la oferta crece y no hay temor a encontrar un barrio que no esté dotado de este recurso tan importante para el viajero.

A veces, uno se encuentra con algo tan enternecedor como lo que vi hace poco en Alvor, en la costa algarvía, entre Lagos y Portimão: han recuperado los restos de su castillo medieval para zona de juegos infantiles, con ese buen hacer, con esa delicadeza de que los portugueses tienen dotes naturales. Todo es sencillo y agradable, e invita al paseo, la estancia de chicos y mayores. Pues bien, en uno de sus laterales están los servicios correspondientes, con tres apartados: uno para hombres, otro para mujeres y otro más para crianças, para los niños que usan del parque, dotándolo con WC, lavabos y apliques pequeños, adaptados al tamaño infantil.

En estas “pequeñas cosas” también se ve la grandeza de un pueblo, el respeto hacia todos, la vocación de ayuda, de servicio, de colaboración en el natural bienestar de los demás. ¿Cuándo tomarán nota los otros de semejantes aciertos de estos vecinos admirables?

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