CASAS DE BAÑO
PÚBLICAS. EL EJEMPLO DE PORTUGAL
Moisés Cayetano
Rosado
Ya, por cuestiones de edad y de afición, tengo
visitados muchos países, especialmente europeos, pero también de América, Norte
de África y Asia Occidental. Con buenos y malos servicios públicos, turísticos,
ciudadanos. Con mucho y poco atractivo natural, patrimonial, artístico,
cultural, humano, gastronómico, de ocio.
Confieso que uno de los que más me atraen
siempre, y lo confirmo cada vez que vuelvo (¡de continuo!) es Portugal.
Pero ahora quiero llamar la atención solamente
sobre un asunto aparentemente “menor”, aunque bastante necesario, especialmente
para niños y ancianos: la accesibilidad de servicios “evacuatorios”, o sea, urinarios públicos que llamaríamos en
España, casas de banho para los
portugueses.
En la inmensa mayoría de los países, no existen
tales servicios de acceso libre. Hay que procurárselos en bares, restaurantes,
hoteles… E incluso en muchos de ellos, prácticamente en todos, quedan
reservados para los clientes. Aún así, no es raro que te hagan pagar por
usarlos, aparte de que estés consumiendo bebidas y comidas en sus
instalaciones.
Por cierto, hasta con esas condiciones
pecuniarias, son bastantes los que dejan mucho que desear en cuanto a limpieza,
salubridad, higiene. No me extraña ver quien -furtivamente- se “alivia” por
parterres, jardines, rincones de miradores, revueltas de matorrales, laterales
de coches, autobuses…
Y hablo lo mismo de la pulcra Suiza o la
instruida Italia como de las “bien plantadas” Inglaterra, Francia o Alemania. No
digamos de Marruecos, Turquía, Israel o Jordania. Hago similares
consideraciones por Argentina, Ecuador, Cuba, Santo Domingo o las flamante
Washington y Nueva York, y así hasta desgranar el mapamundi por múltiples
rincones, incluida -sin ninguna duda- España.
Pero hay una excepción ante la que asombrarse
al infinito: Portugal. No he visto aldea por pequeña y apartada que esté en
cualquiera de sus regiones interiores, litorales, de llanura o montaña, que no
tenga sus servicios urinarios en oferta abierta y gratuita para todo el que lo
precise. Con sus evacuatorios, lavabos; agua, jabón, papel y máquinas de
secado… Todo con una limpieza que asombra y sin ninguno de los signos de
vandalismo -o advertencia contra ello- que podemos ver en tantos otros lugares.
Si la población portuguesa es algo más extensa,
no serán unas instalaciones sino varias, incluso en aldeas de poco tamaño y
número de habitantes: en la plaza, al lado de la carretera de paso… Si hablamos
de ciudades, la oferta crece y no hay temor a encontrar un barrio que no esté
dotado de este recurso tan importante para el viajero.
A veces, uno se encuentra con algo tan
enternecedor como lo que vi hace poco en Alvor, en la costa algarvía, entre
Lagos y Portimão: han recuperado los restos de su castillo medieval para zona
de juegos infantiles, con ese buen hacer, con esa delicadeza de que los
portugueses tienen dotes naturales. Todo es sencillo y agradable, e invita al
paseo, la estancia de chicos y mayores. Pues bien, en uno de sus laterales
están los servicios correspondientes, con tres apartados: uno para hombres,
otro para mujeres y otro más para crianças,
para los niños que usan del parque, dotándolo con WC, lavabos y apliques
pequeños, adaptados al tamaño infantil.
En estas “pequeñas cosas” también se ve la
grandeza de un pueblo, el respeto hacia todos, la vocación de ayuda, de
servicio, de colaboración en el natural bienestar de los demás. ¿Cuándo tomarán
nota los otros de semejantes aciertos de estos vecinos admirables?
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