jueves, 8 de octubre de 2015

UNA VISITA A BURGOS
Catedral de día y de noche
Moisés Cayetano Rosado
Esa ciudad de los puentes y del gótico flamígero que es Burgos, siempre resulta novedosa, encantadora. Y así nos lo ha parecido a los más de 40 socios de MECENAS, de “Mérida Consorcio de la Ciudad Monumental”, que la visitamos del 2 al 4 de octubre pasados.
Fachada del Museo de la Evolución Humana
Y empezamos por lo “moderno” que contiene lo “antiguo”: el Museo de la Evolución Humana, diseñado por Juan Navarro Baldeweg e inaugurado en 2010, con sus cuatro grandiosas plantas acristaladas, llenas de luz y de sorpresas. El sótano está dedicado a “La Sierra de Atapuerca y la evolución humana”, que completaríamos con una visita a la propia Sierra, el magnífico yacimiento de la Trinchera del Ferrocarril, la Sima de los Huesos y otros yacimientos (cuando lo hicimos, fue una satisfacción asistir a una explicación extraordinariamente didáctica y rigurosa, que completó la que por todo el Museo recibimos, por parte de unas/unos guías entusiastas y bien formados).
Trinchera del Ferrocarril, en Atapuerca
La primera planta se dedica la “La evolución en términos biológicos”, con reconstrucciones del proceso evolutivo humano y del cerebro verdaderamente extraordinarias. La segunda planta  trata “La evolución en términos culturales: hominización y humanización”: el proceso de construcciones culturales y tecnológicas  humanas. Y la tercera, presenta los “Ecosistemas de la evolución” de los seres vivos, conteniendo además una magnífica biblioteca especializada en la materia.
Fachada de la Iglesia de San Lesmes
De allí, atravesando el río Arlanzón, tan bien encauzado, ajardinado y nutrido de puentes peatonales -dotados de estatuas, fundamentalmente cidianas, que nos permiten una contemplación serena del paisaje ribereño y urbano-, pasamos al Casco Histórico, dándonos casi de frente con la monumental portada tardogótica de la Iglesia de San Lesmes, patrono de la ciudad. Su interior, de los siglos XV y XVI, presenta fantásticas bóvedas de crucería, valiosos retablos, esculturas y  sepulcros, así como un interesante coro renacentista.
Casa de los Condestables de Castilla
Yendo hacia la Catedral, el paseo puede demorarse bastante si nos paramos a contemplar toda la monumentalidad que nos sale al paso. Resalta en especial la Casa de los Condestables de Castilla, donde los Reyes Católicos recibieron a Colón tras su segundo viaje, confirmándole todos sus privilegios: un conjunto palaciego del gótico florido que solo por sus gárgolas merece una larga contemplación.
Plaza Mayor
Enseguida llegamos a la Plaza Mayor, donde se encuentra el Ayuntamiento y comienzo el bullicio callejero que nos lleva -entre bares y restaurantes muy frecuentados por propios, viajeros y turistas- a la Catedral: no hay que perderse la estampa nocturna, con los edificios monumentales iluminados, sus balconadas, galerías y pasadizos. ¡Buen lugar para tomar un refrigerio, sin que falte la “morcilla de Burgos”, y no digamos, si puede ser, un lechazo antecedido de sopa castellana.
Fachada principal
La Catedral es “un mundo aparte”. Ella justifica por sí sola una y otra y más visitas: diurnas y nocturnas, por dentro y por fuera, en su inigualable, esplendoroso gótico, de pináculos como agujas agudísimas formando un bosque majestuoso,  completado en un increíble interior, donde el arte cumple con los mayores logros técnicos y artísticos, arquitectónicos, escultóricos, pictóricos…
De ahí, otra vez hacia el río, por el renacentista Arco de Santa María, a cuyo interior se puede subir, contemplando desde lo alto de sus torres la ciudad, y al otro lado del río la Iglesia de la Merced, también gótico-flamígera, del siglo XV, que en el XIX pasó de los mercedarios a los jesuitas.
Desde la Torre de Santa María, Iglesia de la Merced
Monasterio de las Huelgas Reales
Tras una visita -que lo merece- a esta Iglesia, un paseo a orillas del Arlanzón nos lleva hasta el Monasterio cisterciense de las Huelgas Reales: uno de los conjuntos monumentales más extraordinarios de Burgos, fundado en 1187 por voluntad de Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet, allí enterrados, como numerosos personajes reales de Castilla. La mayoría de los sepulcros fueron saqueados y expoliados por las tropas de Napoleón, salvándose únicamente el de don Fernando de la Cerda, cuyos ropajes intactos se han podido guardar en el Museo de Telas del Monasterio. La iglesia, el claustro y el claustrillo, así como las numerosas dependencias anexas son de un gótico recio, monumental, con reminiscencias románicas y numerosas aportaciones mudéjares de gran belleza.
Detalle de la fachada de la Cartuja de Miraflores
Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, de Gil de Siloé
Y estando en Burgos, además de acercarnos a Atapuerca, como quedó dicho, tenemos a poco más de 11 kilómetros la Cartuja de Santa María de Miraflores. Se trata de un monasterio cartujo fundado por Juan II de Castilla y terminado bajo el reinado de su hija Isabel I en 1484. De estilo gótico tardío, isabelino, se levantó bajo la dirección de Juan de Colonia y su hijo Simón. Destacan el cenotafio de Juan II y su esposa Isabel de Portugal, de Gil de Siloé, cincelados en alabastro, con forma estrellada, las estatuas yacentes encima, de gran realismo y belleza, y cuerpo esculpido circundante de fabulosos altorrelieves historiados y filigranas. Destaquemos, igualmente, el impresionante retablo del presbiterio, en madera de nogal, dorada y policromada, igualmente de Gil de Siloé, de enorme riqueza ornamental y simbólica, centrando la multifigurativa composición una talla de “Cristo en la Cruz” que es una de las más extraordinarias tallas del maestro.
 Interior. Retablo de Gil de Siloé y sillería de Simón de Bueras
La Anunciación, de Pedro Berruguete
La sillería renacentista, a ambos lados en el centro de la gran nave de la Iglesia, es de Simón de Bueras, realizada en nogal el año 1558. Otros elementos, especialmente pinturas en tabla, murales, manuscritos e incunables, se encuentran en las capillas laterales -adosadas al lado norte de la iglesia en la primera mitad del siglo XVI-, destacando “La Anunciación” -bajo cuya advocación está La Cartuja- de Pedro Berruguete, bajo cuya advocación está La Cartuja, a caballo entre el estilo gótico flamenco y el primer renacimiento italiano: magnífica en el tratamiento de la luz, la perspectiva, la delicadeza de las figuras, la maestría en los ropajes, los contraste de colores, el detallismo de los objetos, la arquitectura… siendo una de las mejores joyas de la pintura española de transición gótico-renacentista.
Una visita, en fin, ¡interminable!, pues hay tanto para ver que lo dicho es solo una muestra de lo mucho que nos quedamos por nombrar en Burgos y sus alrededores.

2 comentarios:

  1. Gostei muito de ler sobre a vossa viagem a Burgos, gostei também das fotos que guardei, deve ter sido muito bom ter lá estado, eu gosto muito de conhecer e assim agradeço a tua partilha. Bjs. para ti e para Rosa da Carmo

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