viernes, 1 de julio de 2016

DE CASTELO BRANCO A PUEBLA DE SANABRIA Y REGRESO (II)
Bragança. Praça da Sé.
BRAGANÇA Y EL NORTE TRASMONTANO
Moisés Cayetano Rosado
Entramos en Bragança dejando atrás la inmensa mole de la Catedral Nova, proyecto megalómano de finales del siglo XX donde reina el cemento y las grandes explanadas, y nos plantamos en la Praça da Sé, que nos devuelve a los viejos tiempos gloriosos de la capital trasmontana.
A la derecha, la antigua catedral -iglesia jesuítica de finales del siglo XVI, manierista aunque posteriormente alterada- domina un espacio abierto en cuyo centro se alza un hermoso Cruzeiro de 1689 en que se enrollan ramas de viñedos hasta alcanzar el capitel corintio. Al fondo, en lo alto, por encima de un caserío de palacetes y casonas, vemos la muralla y torres de su Castelo, uno de los más hermosos de Portugal.
Castelo de Bragança
Mandado edificar por D. Dinis, fue reconstruido y ampliado por orden de D. João I, constituyendo una defensa esencial de la frontera. Sobresalen en este complejo militar su esbelta Torre del Homenaje (con cuatro pisos, en que se ubica un bien acondicionado Museu Militar), la Torre de la Princesa (mirador privilegiado hacia la ciudad, envuelto en la leyenda recurrente de la “princesa cautiva” enamorada de un trovador) y torreones cilíndricos en las esquinas, con troneras artilleras, que mucho remarcó Duarte de Armas, en su Livro das Fortalezas, de 1509.
Bragança. Castelo, Igreja de Santa Maria y Domus Municipalis.
La vecina Igreja de Santa Maria, de origen románico y trazas barrocas, está especialmente ornamentada en la portada granítica de columnas salomónicas y frontón circular partido. Y a continuación nos aparece el Domus Municipalis, un sin par edificio de arquitectura civil románica -construido en el siglo XII según Leite de Vasconcelos o a principios del s. XIV según José Mattosso-, que alberga una cisterna en uso, y que sirvió en su espacioso y expedito interior pentagonal -de banco de granito corrido por el borde interior y ventanales con arco de medio punto- como local de reunión de los homens-bons do Conselho.
Si antes de subir a la Serra de Montezinho, en el extremo norte transmontano, quisiéramos reparar fuerzas con una comida característica de la zona, podemos elegir entre sus múltiples restaurantes para saborear una perdiz com uvas, coelho bravo à monseñor, arroz de lebre, truta do rio com presunto, faisão com castanhas o el socorrido bacalhao preparado de mil maneras. ¡Sin olvidar cabrito o leitão à moda de Bragança, así como sus fumeiros (enchidos y presunto típicos) y los bolos de nozes, rosquilhas y bolo de ovos com pão.
Trás-os-Montes
Una vez repuestos, las barreras montañosas graníticas, suaves, paleozoicas, de matorral y verdor, se nos ofrecen a nuestro frente, haciendo barrera natural con el norte zamorano y confundiéndose geomorfológicamente con él.
Cultivo minifundista en Trás-os-Montes
Y así, ¡llegamos a otro mundo, aunque anunciado en la apacibilidad del paisaje, pueblos y ciudades que venimos recorriendo! El “tempo lento” se ha enseñoreado de este Parque Natural de Montezinho, en el que el minifundio reina en los remansos de sus múltiples riachuelos, que bajan de la Serra, donde abundan los pinos, castaños y robles, con su sotobosque aromático. Y cavando la tierra vemos acá y allá mujeres cubiertas con pañuelos, sombreros y gorras, defendiéndose de un calor que incluso a estas alturas también aprieta, y más con la azada en las manos y el cuerpo inclinado hacia la tierra en el afán diario de la huerta para el autoconsumo. Autoconsumo, porque -como nos dicen quejumbrosos los lugareños- la venta menuda no tiene salida y las patatas, guisantes, ajos, cebollas, pimientos, lechugas,  tomates… que se obtienen han de quedarse en casa.
Río de Onor
De todos los pueblos de este Parque Natural, seguramente el más atractivo sea Río de Onor, situado en el extremo nordeste, separado de España por el río que lleva su nombre. Se conservan aún muchas casas de paredes de piedra cuarcítica, alternada con granito y pizarra, techumbre de esta última y balconadas de madera, aunque “el progreso” va haciendo cambiar la tipología y aparece -sobre todo en los demás pueblos de la zona- el hormigón, la teja de cemento pintado y a veces también el devastador aluminio de puertas y ventanas.

Oímos hablar en Río de Onor -todavía, entre los ancianos- un portugués local: el “riodonorês”, producto de la mezcla astur-leonesa, gallega y portuguesa, que en los alrededores adquiere diversos matices locales y comarcales, como ocurre en el norte cacereño de la Sierra de Gata con el “lagarteiru” (de Eljas), el “manhegu” (de San Martín de Trevejo) y el “valverdeiru” (de Valverde del Fresno).

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