lunes, 10 de octubre de 2016

“LA VIDA ES BELLA”
Moisés Cayetano Rosado 
Iba la semana pasada de un canal a otro de televisión, barriendo basura empaquetada en medio de publicidad no menos desechable, cuando me tropecé con una película recurrente, tan aconsejable en medio de la inmundicia que tanto reinan en nuestro tiempo: La vida es bella, de Roberto Benigni.
Como estaba ya empezada y quería rememorar su inigualable comienzo, recurría al auxilio de youtube (https://www.youtube.com/watch?v=m-0uJbL12rU) y pude volver a la frescura de esa parodia “chaplinesca” sobre la “exaltación de la raza” que te hace reír hasta que duelen los riñones. El resto de la primera parte discurre en ese tono desenfadado, festivo, íntimo, burlesco y espontáneo, que -entre la intrascendencia de la vida cotidiana- nos lleva a lo sublime de una relación de pareja y familiar realmente conmovedora.
En la segunda parte, la persecución nazi a los judíos se ceba en este trío (hombre -el mismo Roberto Benigni-, mujer -Nicoletta Braschi- e hijo -Giorgio Cantarini-, bordando los tres sus respectivos papeles), que desemboca en campo de concentración, masificado y cruel, aunque en la película no se cargan las tintas sobre su siniestralidad.
Es, precisamente, de una curiosa originalidad, pues el padre se esfuerza en hacer creer al niño que viven un apasionado concurso en que el triunfador ganará un tanque, y nuevamente el esperpento y la alegría se sobreponen a lo terrible del exterminio que en el campo se está llevando a cabo.
Morirá al final a manos de los soldados nazis este padre extraordinario que hace continuamente de tripas corazón para impedir que su hijo se hunda en el dolor, y el niño se reencontrará con la madre en una escena algo edulcorada, forzada, pero enternecedora.

Película, del año 1997, que merece ver y repasar, pues ejemplifica la superación de las dificultades por medio de la parodia, el humor y la imaginación ante lo insuperable, evitando contaminar la inocencia con la expectación ante la desgracia irremediable. Llena de dinamismo, agilidad y luminosidad, que tanta falta hace en los tiempos oscuros, como aquellos que narra, o como los que nos toca ahora vivir.

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