martes, 24 de abril de 2012

HABRÍA DE SER... SEMPRE ABRIL!


        Hoy, 25 de abril, 38 años después del estallido de la  Revolução dos Cravos, de la que daba cuenta ayer, quiero -sin más comentarios- traer tres poemas a las ancianas y mujeres luchadoras, ilusionadas y ¿vencidas? de Abril, sacados de mi libro Siempre Abril, que como sabéis está completo en los Documentos adjuntos de este blog. Lo acompaño de unas fotos que quieren ser otro homenaje.

ANCIANAS ESPERANDO.
(A las ancianas de Tras-os-Montes y  Beira interior)

Tras los rezos,
tras tanto rezo y rezo,
¿qué dios os vino a socorrer?
¿Qué aire devolvió los sonidos,
las risas, las palabras, los llantos
de vuestros filhos espalhados por todo o mundo inteiro?
Llevan siglos así,
esperando en la puerta
la llegada del hijo que se fue,
que cogió las maletas
como quien coge el alma buscando un paraíso
y no regresa nunca:
y tampoco lo encuentra en parte alguna.
Llevan la eternidad
rezando, entrecruzadas
sus sarmentosas manos, descansando entre lutos,
regadas por las lágrimas del luto jamás interrumpido.
Mínimas.
Sentadas en la silla desfondada.
Curiosas al pasar el forastero.
Desdentadas.
Profundas como el mar que nunca han visto.
Emparedadas
entre lancha y granito,
pizarra y bolo berrocoso, paja y cal.

Si se mueven, si entran en la casa,
si salen
limpiándose los labios insondables
tras apagar la sed,
veremos una sombra recorriendo el espacio indefinido.
Sólo sombra.
¿Olisteis,
ancianas de corteza y raíces de sobreiro,
el perfume de flores nacidas en Abril
antes de que el verano las mustiara
con su ardiente espada, terrible, vengadora,
o no llegó hasta aquí fragancia alguna
que después pudierais añorar?



ANCIANAS DE LUTO.
(A las ancianas de Alentejo y Ribatejo interior)

Llegaron las palabras
y no se las creyeron.
Llegaron las consignas
y tampoco quisieron convencerse.
Eran siglos allí,
amparadas ante el aire,
ante el frío,
por el lienzo ruinoso del castillo
que pueblan tijeretas, lechuzas, saltamontes,
salamandras, autillos,
murciélagos, vencejos,
confundiendo la noche con el día.
Sus manos sarmentosas saludaban al sol
pegándose a las cejas como cuencas vacías,
socavadas,
acentuando el rictus de sus labios,
insondable, profundo como el mundo.
Los lutos superpuestos
no sólo ennegrecían sus ropajes
sino la débil luz de su mirada
y las bocas inquietas, desdentadas.
¿Acaso alguna vez tuvieron esperanzas?
¿Les brillaron los ojos
pensando en las promesas, algún tipo
de alegre porvenir?
Boa taaaaarde. Dicen boa taaaaarde
cada vez que te acercas,

y a nadie reconocen.
Es pura cortesía; amables, dulces siempre,
intemporales.
¿Quién pudo pensar en removerlas
de entre sus piedras duras y sus sombras?
¿Quién en ilusionarlas
con algún tipo de canciones?
Y sin embargo,
se produjo el milagro con el grito de “Abril!”
corriendo por los campos,
pisando los barbechos,
sembrando los posíos. Ellas
fueron también
a empuñar con sus manos las azadas,
a regar con su sangre los plantíos.
Volcaron en la empresa
toda la fuerza acumulada,
todo el coraje retenido,
una pasión de madre desbocada
que huele el pan
cociéndose en el horno
y el aceite a punto en la sartén.
Ahora, todas de nuevo,
cuando aquello se fue por las cloacas
de leyes y decretos,
reposan como piedras a la sombra
del castillo que sigue
en pie, pese a su ruina.
Son otra vez sarmientos desnudos del invierno
que no confiarán más
en nueva primavera.



MADRES AL BORDE DE LA MAR.
(A las madres del litoral portugués)

Son las madres dolientes
del Miño hasta el Algarve,
con sus manos al viento,
cortada su mirada
por la línea azul del horizonte,
sin horizonte alguno, sin futuro.
Miran las olas bravas,
la espuma enloquecida;
miran el infinito desde siempre,
con su pelo encrespado, con los ojos
brillantes de sal y de vacío.
Enjutas y terrosas,
encorvadas.
Son las madres heladas, congeladas,
las madres apagadas en el ¡adiós!
del que no esperan
la alegría de vueltas, el abrazo
del hijo retornado.
Se los lleva la mar, están
habituadas a la eterna partida de los siglos.
Siempre porque el futuro
se aleja con el sol, o porque necesitan
su concurrencia joven
en lejanas batallas que nunca les han beneficiado.
Ellas quedan ahí,
enloquecidas, muertas,
solitarias, vacías.

Miran al mar, del que sacaron redes,
con el que batallaron
sacudiendo su piel y sus espinas,
con el que destrozaron
los sueños mantenidos
mientras duró la luz de su mirada
tan apagada ahora,
tan perdida. Nada
les pone un brillo de gota de rocío,
un leve resplandor,
un sobresalto alegre, algún
vuelco que les incite al pestañeo,
al leve testimonio de vida que se inicia.
Ni Abril pudo siquiera
con su dolor inmenso:
sus hijos se perdieron
por los tristes caminos de la mar
a donde miran
por si el capricho de las olas
quisiera devolverlos.


Moisés Cayetano Rosado





2 comentarios:

  1. Fotos y poemas emblemáticos del día de hoy.
    Que el 25 de Abril se mantenga en la memoria del pueblo ibérico.
    Un abrazo, Moisés.
    Miguel Ángel

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  2. Poesía maravillosa!!!
    Esto levanta el alma para seguir resisitiendo.
    Un abrazo desde Galicia
    Mercedes

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