UN RESPIRO EN GALICIA
Castro de Santa Tecla |
Por MOISÉS CAYETANO ROSADO
Preparo
las maletas para un descanso en Galicia. Ya es una tradición, llena de mar,
cocina de pescados y mariscos, rutas por sendas siempre verdes y empinadas, y
esa monumentalidad que recorre la prehistoria y la historia como si fuera un
libro siempre abierto.
Me gusta
empezar en Santa Tecla, no más dejar el Miño fronterizo, para admirar su
hermoso castro celta, tan bien conservado y restaurado; elevado a unos 340
metros sobre el Océano Atlántico como un mirador con más de dos mil años de
historia, de recias cabañas de granito, circulares y ovaladas, rodeadas por una
muralla de 700 metros en el eje norte-sur y 300 metros en el de este-oeste.
Allí cerca, se encuentran petroglifos que le doblan “la edad”, y que nos
acompañarán por toda Galicia, como una señal de identidad.
Pontevedra |
Más
adelante, paro en Pontevedra, una de las ciudades más bellas de la Península,
monumental, granítica, llena de iglesias, palacios, casonas portentosas, plazas
recoletas que constituyen lo más sabroso para el que busca lo agradable y al
mismo tiempo conservado con buen gusto, tratado con mimo por sus habitantes,
tan vitalistas y dados a la conversación en las múltiples terrazas donde corre
la cerveza y sus sabrosas empanadas de atún, de bacalao…
Ría de Arousa |
Y el
destino es la Ría de Arousa, con sus pequeñas playas, discretos hospedajes,
innumerables restaurantes de cocina del mar: mejillones, nécoras, navajas,
almejas, berberechos, zamburiñas, cigalas, langostinos, vieiras, buey de mar…;
abadejo, merluza, besugo, lubina, mero, rape, rodaballo…, regados con ribeiro y
albariño. Esos recodos de la Ilha de Arousa, donde aparecen playitas familiares
tras dejar inmensos bosques de pinos, y ofrecen de fondo las bateas donde
cultivan mejillones y vieiras, y faenan sosegadamente los barcos de pequeño
calado, formando parte del paisaje… Apenas unos cuantos bañistas, apenas más
sonido que el de los pájaros y las conversaciones de los mariscadores (casi
todos mujeres) en la ría…
De allí, a una explosión de rutas con molinos
sin uso, pero perfectamente cuidados, en los ríos; cascadas sorteando una
vegetación exuberante; monasterios en medio de los campos; iglesias en los
pueblos, cruceiros, hórreos infinitos; viñedos engranando, colgados de
traviesas sobre pilares de granito que parecieran puestos para alzar casonas;
más granito en las innumerables poblaciones, envueltas por estas fechas en festividades
santorales, en ferias del marisco.
Ciervos, laberintos y esquemas en Campo Lameiro |
No debe
faltar una escapada a Campo Lameiro, también en la provincia de Pontevedra, un
magnífico parque arqueológico de arte rupestre donde he podido contemplar los
mejor trazados y extraordinariamente conservados petroglifos grabados hace
4.000 años: figuras realistas de animales -destacando los ciervos de impresionante
cornamenta-, escudos, laberintos, trazos esquemáticos… y la representación de
un poblado de la Edad de Bronce en medio de esta naturaleza rocosa, escudo
primario, de casi 22 hectáreas de extensión.
Catedral de Santiago |
Y ya,
claro, una escapada hacia al norte, para volver siempre a Santiago de
Compostela, esa ciudad-museo, ese Patrimonio de la Humanidad (declarado en
1985) que es un compendio del arte monumental medieval y moderno, en el que su
catedral constituye destino obligado para admiradores de la historia y el arte,
peregrinos, caminantes, curiosos, venidos de todo el mundo entero.
Torre de Hércules |
Finalizando,
un poco más al norte, estiro un día muy bien aprovechado visitando A Coruña,
donde todo invita a caminar: su puerto, sus playas, sus ensenadas, la
encantadora “Ciudad Vieja”, esa plaza que nunca me cansaré de ver: de María
Pita. Y esas dos joyas imprescindibles: la Torre de Hércules, el faro romano del siglo
I, aún en uso, de 68 metros de altura, declarada Patrimonio de la Humanidad en
2009, y el Castillo de San Antón (en el extremo opuesto de la zona norte de la
ciudad, al este).
Esta
fortaleza abaluartada fue edificada entre los siglos XVI y XVIII. Tras ser defensa
contra los ataques por mar y prisión desde el siglo XVIII a mediados del XX, la
convirtió en museo en los años sesenta el Ayuntamiento, al que se la cedió el Ministerio
del Ejército en 1960: alberga en su Patio de armas y en la Casa del gobernador
un rico museo arqueológico y de historia de la ciudad; debería ser ejemplo para
otros que únicamente ven usos hosteleros en sus monumentos más significativos,
a los que “fuerzan” en sus instalaciones, destruyendo su autenticidad e
integridad (como es el caso lamentable del Forte de Guincho, en Portugal, o va
a ser el del Fuerte de San Cristóbal, en Badajoz, España).
Castillo de San Antón. Fortaleza abaluartada. |
¡Bendita
Galicia; múltiple; tesoro de naturaleza, arte, historia, gastronomía,
costumbres; acogedora y bálsamo para el que busca la paz, el remanso que se nos
hace tan necesario en medio de las batallas de la vida!
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