EDUCACIÓN
PARA LA VIDA
Por MOISÉS
CAYETANO ROSADO
A los educadores siempre se nos ha llenado la
boca diciendo: hay que educar para la vida. Y el Partido Popular, en el
Gobierno de España, está dispuesto a ponerlo en práctica al pie de la letra,
con la reforma que acaba de aprobar: competitividad, exámenes, memorismo,
disciplina, rigidez, esfuerzo individual, provecho intransferible, metas
singulares de cada uno en la lucha por la vida…
Con la LOGSE pretendió el PSOE en los años
ochenta una utopía: educación cooperativa, apoyo mutuo, solidaridad entre iguales,
esfuerzo colectivo, raciocinio, espíritu crítico-investigador-creativo,
sociabilidad, flexibilidad. O sea, educación para una vida en que a cada uno se
le pide según sus posibilidades y se le da según sus necesidades (¿les suena?).
El PP lo tiene más claro: esto no es un camino
en el que quepa la solidaridad, cada uno está solo en la lucha por la vida, que
decía Baltasar Gracián. O sea, quieren educar para la vida, sabiendo que cada
uno tiene que arreglárselas como pueda, ya que a la hora de la verdad, cuando
hay dos plazas de bomberos, o de policías, o de médicos, o de profesores, o de
vendedores de frigoríficos, el tribunal calificador o el empleador elegirá al
que destaque, al que conteste mejor los test, cuestionarios, temarios, etc. Al
que más haya “empollado” los planes de exigencias.
En algunos países socialistas habían intentado
una alternativa diferente. Así lo vi y me explicaron en Cuba: se educa para
conseguir de cada uno lo mejor de sí, con el orgullo personal de la
autosuperación en medio de la cooperación, el trabajo intelectual y el manual,
concienciando en la dignidad de todas las ocupaciones. Y luego, lograda la
competencia profesional, se asigna una ocupación por la que se cobra parecido,
sea de tecnología punta o limpieza de escaparates y de suelos.
Pero luego, eran muchos los que -lograda una
buena especialidad- querían irse a Miami para ganar más pasta. O sea, cada uno
no según sus necesidades sino sus posibilidades en el crudo mundo de la oferta
y la demanda.
¿Cuál es la educación para la vida en un mundo
donde cada uno aspira, como señalaba Paul Freire en “Pedagogía del oprimido”,
no a la liberación personal y social sino a “explotar” a los demás, situándose
lo más alto posible en la pirámide del dominio? La sociedad capitalista en que
nos desenvolvemos da de sí para eso: el sálvese quien pueda de la
individualidad, “y el que venga detrás que arre”, que decían en mi pueblo.
“¡Qué horror de mundo!”, escribió Ernesto Sábato en su libro de memorias “Antes
del fin”.
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