viernes, 20 de septiembre de 2013

VILA VIÇOSA: EXPLOSIÓN DE VERDOR
Moisés Cayetano Rosado 
Vila Viçosa es la villa, la ciudad “viciosa”, o sea, exuberante, llena de verdor en sus alrededores, en la enorme dehesa de 2.000 hectáreas que servía en el pasado de reserva de caza a los duques de Bragança (luego reyes de Portugal, de 1640 a 1910, en que se implantó la República). Conocida y visitada principalmente por su Palacio Ducal, grandiosa construcción levantada entre los siglos XVI y XVIII, que domina una enorme plaza en cuyo centro se alza la estatua de D. Juan IV, el primer Bragança que llegó al trono de Portugal.
Sin duda, este monumento de 110 metros de longitud, de mármol blanco y gris, de 50 salas visitables, con valiosos tesoros de azulejos, pinturas murales, tapices de Bruselas, alfombras de Arraiolos, preciosos jardines clásicos, claustro manuelino de gran belleza, museo de carrozas y atractiva sala de armas, seduce a gran número de entusiasmados visitantes.
Únase a ello la Pousada D. João IV, en un lateral, de exquisito gusto, digna de recorrer en sus galerías llenas de tesoros en muebles excelentes, más tapices y cuadros, claustro agradabilísimo y estancias cómodas, donde se puede descansar, sin que nadie te exija ni una consumición mínima (recomiendo, no obstante, su café y chocolatinas). Cerca está, viniendo de Borba, la curiosa Porta dos Nós y un rosario de iglesias, palacetes y rincones agradables de ver; entre ambas poblaciones habremos ido viendo, a ambos lados de la carretera, las enormes canteras de mármol, que más atrás se extienden hasta Estremoz.
Sin embargo, de la ciudad yo prefiero su zona más antigua, el casco medieval intramuros, que ocupa un pequeño promontorio, desde el que se domina todo el restante caserío.
Las murallas, mandadas levantar en el siglo XIII por el rey don Dinis, fueron reforzadas con bastiones en el siglo XVII, y rodean todo el casco antiguo donde habitan aún buen número de familias, en casas primorosamente blanqueadas, de puertas con arcos ojivales y teja árabe. Su conservación es ejemplar, y pueden ser recorridas totalmente, permitiéndonos ver por entre sus almenas el hermoso paisaje de alrededor.
En su interior se encuentra la Igreja de Nostra Señora da Conceição, remodelada en los siglos XVIII y XIX; el cementerio -donde podemos visitar la tumba de la gran poetisa romántica Florbela Espanca, natural de Vila Viçosa- primorosamente cuidado, como todos en Portugal, dotado de una monumentalidad que nos habla del respeto y culto fúnebre heredado de siglos, y el castillo artillado renacentista, rodeado de profundos fosos, en cuyas salas y corredores se encuentra un Museo Arqueológico, así como el Museo de la Caza, con armas y piezas cobradas por los duques de Bragança en todo el mundo. Desde la terraza del Museo podemos contemplar una bellísima panorámica del entorno.
En una de las rampas de salida de este recinto fortificado -en la explanada occidental, delante de una torre albarrana- veremos el Pelourinho, gótico-manuelino, del siglo XVI –de fuste cuadrangular pizarroso de 8 metros de altura, base de mármol, como la esfera calada, de hojas de acanto, superior. En otra salida, mirando hacia la expansión urbana de la ciudad: dos cañones del siglo XVII, utilizados en la Guerra de Restauración, que les llevó a independizarse de España en 1668. El resto del recinto es un vergel de flores, plantas, arbustos y árboles de todo tipo, surgidos y mantenidos gracias al microclima montañoso que allí se origina y al cuidado y mimo de la propia ciudad.
Vila Viçosa, población enclavada sobre un subsuelo totalmente marmóreo, de transición a la pizarra hacia el este, es lugar idóneo, lógicamente, para adquirir artesanía de objetos de mármol; también de estaño. Su gastronomía sigue la tradición alentejana, si bien aquí podemos decidirnos por el gazpacho, la sopa de tomates, el borrego assado no forno y, de postre, sericaia y tibornas.

Las tibornas constituyen el dulce típico de la población, hechas con almendra, cabello de ángel, yema de huevo, canela y azúcar. Tomarlas en la Avenida Bento de Jesús Caraça -la “espina dorsal de la población”-, contemplando en lo alto la Porta de Évora, de su recinto medieval, es un placer que no debemos perdernos al hacer la visita.

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