lunes, 22 de diciembre de 2014

Una larga excursión transfronteriza.
CORREDOR DE INVASIÓN MADRID-LISBOA: TESORO FORTIFICADO DE LA RAYA

Moisés Cayetano Rosado

Las sucesivas guerras de la Edad Moderna convirtieron la Raya, en la línea de invasión Madrid-Lisboa, en una sucesión de “escudos abaluartados”, que ya en la Baja Edad Media tuvo una importante implantación de fortalezas góticos, de defensa activa.
Este corredor, este inmenso valle del Guadiana fronterizo, que se prolonga por la planicie alentejana hasta Setúbal-Lisboa, presenta en la parte española una importante población que fue sucesivamente fortificada desde su fundación islámica: Badajoz. A lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX completaría unas defensas artilladas y abaluartadas. Al norte estaba auxiliada por Alburquerque, e inmediatamente al sur por su poblado efímero de Telena; fortaleza esencialmente bajomedieval la primera y del siglo XVII la segunda.
ESCUDOS SUCESIVOS.
Pero el “embudo de contención” alentejano superaría con creces estas construcciones de defensa e impulso a la infiltración, teniendo ante Badajoz una inmediata tenaza primero de fortalezas medievales y después revestidas de abaluartadas, con enorme despliegue técnico: Campo Maior al norte, Elvas al centro y Olivença al sur. Vanguardia fortificada de impresionante alarde bélico y extraordinaria belleza monumental mirándolo como legado histórico.
A esta línea de inmediato choque le sucede como una primera e inmediata retaguardia otro conjunto donde igualmente lo medieval ha sido revestido a partir de la Guerra de Restauração de 1640-1668: Arronches más al norte de Campo Maior; Ouguela en el norte inmediato, y Juromenha a espaldas de Olivenza, a orillas del Guadiana.
Estrechándose ese “tubo de embudo”, internándose hacia el inmenso llano alentejano que lleva cómodamente hacia Lisboa, una segunda, casi horizontal línea de retaguardia: Vila Viçosa, Estremoz y Évora. Otra vez más lo medieval se reviste de abaluartado, y -como los anteriores- protagonizan importantes confrontaciones entre portugueses y alentejanos, con sus respectivos aliados, ingleses y franceses en la Edad Moderna, tras las guerras de frontera anteriores ante las conquista a los musulmanes.
De todo ello nos ha quedado un patrimonio artístico-monumental verdaderamente extraordinario, único; testimonio singular de una prolongada época de lucha fronteriza, en muy buena parte preservado en cuanto a su integridad y autenticidad. Digno de contemplarse, “leerse”, disfrutarse en serie.
RECORRIDO POR LAS LÍNEAS DE CHOQUE Y CONTENCIÓN.
Partir de Alburquerque, con su incomparable castillo roquero del siglo XV y sus redientes artillados del siglo XVIII (sin olvidar su barrio gótico) para dirigirse a Arronches, que conserva gran parte de la muralla abaluartada iniciada en el siglo XVII, es un buen comienzo. No falta en el camino muestras interesantes de pintura esquemática rupestre, como en sus cascos históricos un notable patrimonio arquitectónico religioso.
De Arronches podemos bajar a Ouguela, deliciosa y mínima población de apenas 50 habitantes que sorprende por su fortaleza medieval artillada y complementos abaluartados, con enorme cisterna en el patio de armas y envidiables vistas alrededor, que rivalizan con las de Alburquerque, visible desde allí.
Una decena de kilómetros más abajo: Campo Maior, conjunto medieval, renacentista y moderno extraordinario en cuanto al patrimonio militar, civil y religioso, complementado con sus museos etnográficos e industriales.
El paseo desde allá nos lleva a Badajoz, a dieciséis kilómetros, distancia que prácticamente no hemos superado en los anteriores recorridos con parada. El tesoro de esta ciudad, la mayor de su entorno, con más de 150.000 habitantes, es de sugerente complejidad: desde su alcazaba musulmana hasta su Museo de Arte Contemporáneo ubicado donde estuvo -y fue lamentablemente destruido- el Fuerte de Pardaleras, recorremos todo el arte y la historia cuando menos de los siglos X al XXI.
Al sur, la Olivenza española (Olivença portuguesa), que une a su patrimonio fortificado neurobalístico y pirobalístico -como las demás- su riquísimo y variado patrimonio monumental y urbano, así como un Museo Etnográfico de los más completos que podamos contemplar.
El “plato fuerte” puede que lo detente la siguiente parada: Elvas, con uno de los conjuntos de fortificaciones abaluartadas y sus complementos más grandiosos e íntegros del mundo, enriquecidos por dos cercas islámicas y otra más bajomedieval, en parte conservadas (y coronadas por su castillo, primer Monumento Nacional clasificado en Portugal, en 1906), así como un conjunto de iglesias donde la riqueza gótica, manuelina y barroca se muestra con generosidad.
Estas poblaciones de primera línea geográfica en la Raya, que exigen parada y fonda en su amplia y sugerente oferta de estancia y gastronomía, se completa con Juromenha -en la “cola” impresionante del Barragem (embalse) de Alqueva, apenas una decena de kilómetros debajo de Elvas, cuyas murallas musulmanas en adobe quedan amparadas por un inmenso fuerte abaluartado que eleva sus murallas en el cerro a orillas del Guadiana, ofreciendo una estampa llena de grandeza.
Y ya internándonos en la planicie, defendiendo el camino de Lisboa, tres sucesivas maquinarias defensivas, a punto también para la ofensiva de contraataque: Vila Viçosa, a la que el viajero puede acceder desde Juromenha sin necesidad de volver a la carretera principal. La ciudad es un libro abierto de arte y de historia, bajo el signo principal de los duques de Bragança, no solo por su Palacio Ducal incomparable, sino también por su castillo artillado del siglo XVI, imponente, a un lado de su fortificación medieval, y revestido de tenazas, más hornabeque interior.
Enseguida: Estremoz, magnífico en su Torre del Homenaje, donde vivieron el rey D. Dinis y la reina Dña. Isabel, extraordinario en su cerca abaluartada y único en su mercado de los sábados en la espaciosa plaza principal, donde las antigüedades se alternan con productos artesanales y hortofrutícolas de los propios productores.
Para terminar, cerrando la “flecha abaluartada” del corredor de invasión Madrid-Lisboa: Évora, Patrimonio de la Humanidad, como también lo es Elvas, y como ella con extraordinario acueducto, obra esencial de los hermanos Arruda, del siglo XVI, que igualmente intervendrían en el castillo artillado de Vila Viçosa o el de Evoramonte, en el camino entre ambas poblaciones. Ciudad-museo, como habríamos de calificar a Elvas y Vila Viçosa, y como todas las demás testigo esencial de la historia fronteriza desde las correrías de Geraldo Sem Pavor (a quien recuerda en su escudo), del siglo XII, hasta últimas confrontaciones en las invasiones napoleónicas, siete siglos después.

Tesoro en serie inigualable de la Raya, testimonio y ejemplo de conjuntos urbanos fortificados que ejemplifican el desarrollo tecnológico e ilustran etapas esenciales de la Baja Edad Media y de la Edad Moderna. Patrimonio indiscutible de la Humanidad. Recreo artístico-monumental para las generaciones actuales y para las venideras.

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