EN UN MUNDO MEJOR
Por MOISÉS CAYETANO ROSADO
He aplazado
el ver la película En un mundo mejor
nada menos que un año. Son estas cosas de que tienes el CD encima de la mesa,
entre papeles pendientes, y siempre esperas una mejor ocasión. A los que no la
hayan visto todavía, les recomiendo que no imiten mi indeterminación: es un
film para ver enseguida, si se quiere disfrutar de buen cine y asistir a todo
un recorrido por el mundo de la incomprensión, la turbulencia emocional, la
estéril violencia, brutal y cotidianamente volcada con el débil, pero llevando
hacia el final -cuando todo se hace casi irresistible- a un mensaje de
esperanza y reconciliación.
La
directora noruega Susanne Bier ha sabido elegir bien a sus actores, tanto
adultos como infantiles; la música y la fotografía contribuyen también a conseguir
un producto sobresaliente que mereció en 2011 el Globo de Oro y el Oscar a la
mejor película extranjera.
Con
maestría, nos presenta dos mundos enormemente distanciados, al mostrarnos una
sociedad pequeñoburguesa y urbana de la Europa nórdica, al tiempo que un
poblado remoto del corazón de África, todo desierto y polvo alrededor. Y en el
primero, problemas cotidianos que a primera vista pudieran parecer pasables,
pero que llevan a la destrucción psicológica de los que los sufren: el acoso
escolar, las riñas de niños que involucran a sus mayores no faltando a veces un
energúmeno que todo lo empantana, las desavenencias conyugales que tienden a la
separación y divorcio… y, lo que es peor, la muerte de una madre aún joven por
cáncer que descoloca gravemente a un hijo aún pequeño incapaz de aceptar esa
desgracia. La violencia más atroz de saqueadores y asesinos que se divierten
con el dolor ajeno, imponiéndose por las armas ante poblaciones indefensas,
carentes de lo mínimo para vivir sin atroces padecimientos, enfermedades y
hambrunas, en el segundo escenario.
Con
hermosas fotografías del África profunda y no menores barridos por las zonas
acomodadas de nuestro mundo cercano, va desgranando los problemas de unos y de
otros, llevándonos a la búsqueda de sus sentimientos más íntimos a base de
extraordinarios primeros planos, en los que los dos niños -que representan al
acosado Elías y al traumatizado Christian- rozan lo magistral.
¿Qué
subyace en el fondo? La necesidad de amor, de comprensión, de ayuda mutua, de
solidaridad.
No quedan
bien resueltos los casos de violencia y la forma de enfrentarla, pues en el del
acoso escolar se llega a una respuesta más violenta, que paraliza el progreso
del comportamiento asocial de los acosadores. Y el de la crueldad del grupo de
bandidos para con una población atemorizada, termina con un “ojo por ojo”
cuando el líder del grupo indeseable queda desprotegido ante las masas. ¿Cabría
alguna otra solución? Que cada uno, viendo esta gran película, emocionándose
con ella -es seguro-, saque sus conclusiones, si algo podemos concluir en
cuestión tan difícil, de tantísimos matices diferentes.
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