domingo, 25 de noviembre de 2012


SEPARACIÓN ACORDADA O A INSTANCIA  DE PARTE
 
Por Moisés Cayetano Rosado
Un hogar donde el matrimonio no se entiende, estando a disgusto en la coexistencia o en confrontación, recurre al divorcio, a la separación, de mutuo acuerdo o a instancia de una parte.
Si ese hogar es un territorio, y los que lo conforman no se entienden, están a disgusto o en confrontación, ¿pueden recurrir a la separación, de mutuo acuerdo o a instancia de parte, si solamente es uno el que se empeña en distanciarse?
Este es el caso catalán, o al menos de algunos ciudadanos catalanes, que vienen proclamando su deseo de constituirse en nación independiente, como en el caso primero podría ser el de uno de los miembros del matrimonio, que desea irse por su lado, tal vez de buenas maneras al principio y por las bravas si así no lo consigue.
España es un conjunto de pueblos diferentes unidos en el solar peninsular, del que algunas veces formamos una entidad unida: la Hispania romana, por ejemplo, o en gran parte el musulmán Al-Ándalus. En otros momentos, muchos territorios diferenciados, que reconquistaban espacios definidos, y fueron conformando modelos idiomáticos distintos, aunque intercambiando raíces, estructuras, vocablos (gallego, portugués, catalán, castellano… con múltiples variaciones interiores), excepto en el caso peculiar del vascuence, más antiguo.
¿Podemos convivir todos en un mismo Estado? Por supuesto… si queremos. ¿Puede alguno, algunos, diseñar un destino independiente?
La pregunta la retrotraigo a lo expuesto al principio: ¿forzamos la permanente unión de un matrimonio en que al menos uno de los miembros no quiere vivir forzado en esa unión? Habría que considerar la “instancia de parte”, constatar, comprobar que ello es así (para un colectivo, eso se llama “referéndum”), establecer legalmente las condiciones específicas de la disolución y proceder en consecuencia. Otra decisión sería un empeño a la tremenda que empañaría aún más la coexistencia.
Si la consulta colectiva no diera ese resultado de pretendida secesión, no habría “instancia de parte” suficiente, y el resultado debería ser reconducir civilizadamente la convivencia. Pero hay que dar voz y participación a los protagonistas, pues es su vida y la nuestra, el destino de futuro lo que se pone en juego.

1 comentario:

  1. La analogía matrimonial, tan recurrente, hace abstracción del estado nacional recientemente descentralizado y, en ese último contexto, la apetencia de una élite periférica que pretende declarar unilateralmente sus privilegios.

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