CAÑONES CALCÁREOS EN SEGOVIA Y
SORIA
(El valor de lo menos conocido)
Moisés Cayetano
Rosado
DEL DURATÓN A
LA FUENTONA (I)
LA HOZ DEL DURATÓN.
Vas
llegando a Sepúlveda -a 55 kilómetros al noreste de Segovia- y lo primero que
destaca es el portentoso pliegue calcáreo
en rodilla que la acompaña a su derecha, precipitándose en un pronunciado valle en “uve” al borde del caserío. Ahí
mismo empieza ya la Hoz del río Duratón, que durante 27 kilómetros irá desplegando
hacia el oeste un espectáculo kárstico
sorprendente.
Desde arriba -páramo poblado de sabinas,
enebros y pinos- contemplamos las paredes
verticales calizas -de mínima vegetación rupícola y oquedades para
refugio de las aves-, que alcanzan a veces los 100 metros de profundidad. El fondo del tajo encajona al río -responsable
de la erosión junto a la disolución de la roca por la acción disolvente del
agua-, con sus aguas verdes discurriendo por meandros pronunciados.
Según la tradición, fue abierta por San
Frutos con su bastón para detener a los sarracenos y proteger a los vecinos de Sepúlveda que pedían ayuda; así, la grieta
define el terreno "sagrado" que los infieles no debían pisar.
Al lugar llegamos a pie por un camino de tierra de 900 metros,
tras dejar el vehículo en un aparcamiento ex profeso cerca de la población de
Villaseca, mínima localidad del municipio de Sepúlveda, que cuenta con 24
habitantes en su censo de 2012.
Siempre nos acompañarán por el camino, en lo
alto, formaciones de buitres leonados,
que junto a las águilas, halcones,
azores, alimoches y búhos reales forman su rica población de rapaces. Y
desde la ermita, una vez más el paisaje causa impresión por su grandeza, el
verdor de la arboleda, los precipicios encajados, lo enorme del roquedo vertical en estratos.
VALLE EN EL SABINAR DE CALATAÑAZOR.
Siguiendo hacia Soria, no van a faltarnos los
sorprendentes efectos erosivos ocasionados en las calizas mesozoicas, especialmente en el noroeste de la provincia,
si bien ya disfrutaremos de un magnífico regalo en la extraordinaria población
-ejemplo histórico-artístico de urbanismo y caserío tradicional- de Calatañazor
(Calata-Nossurt: nido de águilas, por su enclave elevado y como “colgado” en
las alturas). Desde los restos de su castillo se nos muestra un amplio valle en “u”, con aprovechamiento
hortofrutícola, y otra vez las paredes
calcáreas verticales, con suaves derrubios
de margas, cubiertas de verdor y encumbradas de sabinas albares, reliquia del Terciario.
El Sabinar de Calatañazor es un anticipo de lo que un poco más al
noroeste nos espera, en el nacimiento del río Avión.
MONUMENTO NATURAL DE LA FUENTONA.
Me refiero al Monumento Natural de La
Fuentona, al que accedemos por un camino de tierra y estructuras de
madera, siempre al borde del río, donde crecen los álamos y algo más arriba las sabinas
(con una de las densidades mayores del mundo). Al final de este hermoso cañón,
se nos presenta una surgencia de agua en
forma de embudo, una especie de “lágrima gigantesca”, con 30 metros de diámetro,
transparente, coronada de picachos
calizos y misteriosas galerías en su fondo desconocido.
La Fuentona se prolonga en el interior de la
tierra en una primera galería de 203 metros de longitud, que llega hasta los 54
metros de profundidad. Tras varias más horizontales y una ascendiendo hacia el
páramo -con numerosos pozos verticales y
fuertes torrentes de agua-, se accede a otra de la que se han podido
recorrer 350 metros de longitud, llegando a 100 metros de profundidad: su
peligrosidad no hace aconsejable proseguir el espeleobuceo para continuar la exploración.
Además de las rapaces, nos acompañarán en este
llamado también “Ojo de Mar” el canto y la presencia de alondras, mirlos y terreras, junto al croar de las ranas que puebla el río, en medio de la
tranquilidad de este privilegiado espacio natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario