jueves, 7 de mayo de 2015

VIAJE A MALTA. LA MAGIA DE UNAS ISLAS SINGULARES: UN PASEO POR LA “PEQUEÑA-GRAN ISLA” (III)
Fuerte Manuel desde Valetta (entre Valletta y Sliema)
Moisés Cayetano Rosado
La mayoría de los turistas nos alojamos en Sliema, ciudad al norte de Valletta, a la que se accede desde ésta en ferry o en autobús de forma rápida.
Entre ambas queda la población de Gzira y desde allí podemos acercarnos al Fuerte de Manoel -en la Isla del mismo nombre a la que se llega por un puente de 40 metros de longitud-, mandado construir entre 1723 y 1732 por el Gran Maestre Manoel de Vilhena, del que ya hemos hecho más de una referencia. Magnífica maquinaria defensiva que ofrece unas vistas inigualables desde Valletta: ligeramente rectangular, con cuatro baluartes, en las esquinas, pequeño revellín ante la puerta de entrada, mirando hacia Valleta, y revellín notable en el extremo opuesto.
Ya en Sliema, no hay que perderse el paseo por la orilla del mar: un roquedo de arenisca muy trabajada por el hombre, que allí hizo salinas y lo utilizó como cantera para la construcción de viviendas y defensas. En muchas partes se ven abundantes icnofósiles de cruzianas, y con bajamar quedan en las oquedades de la roca restos de sal: puede cogerse un buen puñado en cualquiera de mediano tamaño. De otra parte, su oferta de hoteles y restaurantes da para todos los gustos, así como las pequeñas tiendas (yo les llamaba badulaque, por lo que me recordaban al supermercado ficticio en la serie animada Los Simpson) donde proveerse de cualquier cosa a precios moderados.
En el paseo marítimo de Sliema me llamó la atención su torre vigía de S. Julian’s, de 1658, convertida… ¡en almacén y trastienda de un pequeño restaurante con terraza al mar!, alterada en su identidad, cuando bien podría ser un elemento visitable, pequeño museo de las torres vigías, tan abundantes en este archipiélago.
Así, cuando vamos a la turística Gruta Azul, al sur de Malta, podemos acercarnos a otra similar. En este caso, sin utilización, olvidada por las masas turísticas que procuran las barcazas que nos dan un paseo por ese hermoso roquedo de acantilados y cavernas gigantescas, con un “suelo” de aguas azules y unos rebordes de corales que son la expresión de la “salvaje naturaleza” no condicionada por el hombre más que en su contemplación, al contrario del paisaje densamente humanizado que hemos ido viviendo.
Atalaya Gruta Azul y de Sliema
Al este de esta zona, formando vértice en el ángulo recto entre ella y Valletta, resulta aconsejable acercarse un domingo a la población pesquera de Marsaxlokk. Su mercado interminable está lleno de tiendas multicolores donde podemos comprar de todo lo que se nos antoje: artesanía de madera, de telas bordadas; ropa; frutas y verduras; carnes, pescados, mariscos… que preparan deliciosamente en los pequeños y abundantes restaurantes del paseo marítimo.
La  bahía en que se enclava fue utilizada por todo tipo de invasores como lugar de desembarcos desde la antigüedad hasta el siglo XIX, por lo que se encuentra estratégicamente fortificada en sus puntos esenciales, destacando los fuertes St. Lucian y Delimara, protegiendo la entrada. ¡Lástima que se encuentren abandonados, pese a su recia grandeza y su espectacular situación geoestratégica!
No ocurre así con el patrimonio fortificado de Mdina -la antigua capital de Malta, en el interior de la Isla-, que circunda todo su perímetro, con una extraordinaria combinación bien cuidada de baluartes, profundos fosos y puerta monumental. Maravillosa ciudad medieval, renacentista, barroca. Y otra vez más un gran palacio del Gran Maestre Vilhena (hoy Museo Nacional de Historia Natural); la impresionante Catedral de San Pablo (la más antigua de la Isla, aunque remozada tras el terremoto de 1693, en un barroco delicioso, donde destacan los mosaicos, las lápidas de mármol multicolor. los frescos de la bóveda); sus calles laberínticas, estrechas, de notables casas construidas en arenisca tallada, con miradores de madera, en un juego de ocres y amarillos que sobrecoge en medio del silencio habitual en que se envuelven.
Fuera de este espacio amurallado se ha ido desenvolviendo la expansión extramuros, que ha dado lugar a una urbe de mucho mayor tamaño: Rabat. Menos llamativa, pero también con notables iglesias y conventos, aunque lo más sobresaliente son sus catacumbas: interminables galerías excavadas en la piedra arenisca que forman un complejo funerario de los siglos I al IV, de varios kilómetros de longitud. Destaca la conocida como “de San Pablo” (por su presencia en la Isla), de casi 1 kilómetro, con más de 1.400 tumbas.
Desde Rabat podemos acercarnos a los acantilados de Dingli, hacia el sur, que se elevan en vertical hasta 260 metros sobre el nivel del mar y constituyen -como buena parte del suroeste de la Isla- una estupenda defensa natural.

Queda para otra vez recorrer al norte de Mdina, en línea que cruza del este al oeste de la Isla (dejando poco menos de un tercio por encima y algo más de dos tercios debajo) las llamadas “Victoria Lines”: sistema de defensa de unos 12 kilómetros de longitud que combina recias paredes de muralla en roca caliza, fuertes, fortines, baterías, atrincheramientos, emplazamientos de reflectores y obuses, construidos por los británicos entre 1875 y 1899 como barrera ante el abordaje del norte de Malta. ¡Buen recorrido para caminantes avezados!

miércoles, 6 de mayo de 2015

LA HISTORIA DE LA GENTE SENCILLA
Hace ya muchos años que conozco a Adelino da Silva Tavares. Desde aquel tiempo en que ambos éramos autarcas. Él, vereador da Câmara Municipal de Seixal; yo, concejal del Ayuntamiento de Badajoz. Y como tales intercambiamos actividades, gestiones y visitas. Enseguida nos hicimos amigos y participamos en actos de convivio que me dejan la saudade de unos tiempos de ilusión, regados con buen vino, buen jantar, alguna vez un fado y versos en muchas ocasiones.
Ahora, como una continuación de aquellos tiempos, me llega su libro Andatoque. Ciento treinta páginas deliciosas en que muestra su sensibilidad, su buen gusto, la calidad de lo sencillo, narrando la vida cotidiana de una vecindad bien avenida, que se desenvuelve en medio de aspiraciones sublimes, como la música y la lectura, a pesar de las dificultades de la vida y de la oscuridad de los tiempos de nuestras dictaduras.
Andatoque es el sobrenombre de uno de los habitantes carismáticos del barrio que describe, al que da vida en los veinticinco pequeños capítulos del libro, a los que preceden unas notas explicativas del autor y un hermoso prefacio de Humberto Bandeira. Termina con una relación de piezas musicales referidas a lo largo de la narración, en la que será precisamente la música el hilo conductor de las sencillas historias que cuenta, pues la música, su audición y ejecución, son la afición preferida de los personajes de Adelino.
Por encima de cualquier otra consideración, hay que destacar del libro su “naturalidad narrativa”, la soltura con que van apareciendo e interviniendo los personajes, esa vecindad de barrio que comparte inquietudes y amistad, que hacen proyectos comunitarios donde resaltan actividades culturales centradas en la música.
Es el palpitar del pueblo, pueblo sencillo, común, lo que transpiran las páginas del libro. Participativo, amigable, bien humorado, alegre, capaz de superar las dificultades del día a día con su esfuerzo colectivo. Un desfile de personajes que han ido quedando en la memoria del autor, y que el lector puede identificar como personajes conocidos de uno mismo, porque eso es lo que son: seres comunes, como cualquiera de nosotros, asistidos por el ansia de la participación, de la convivencia, de la alegría de vivir.
Adelino da Silva Tavares ha escrito el libro que cualquiera puede soñar; ¡lo difícil es plasmarlo en el papel! El libro de la vida, de la experiencia, de la memoria y el sentir sensible de quien le saca el jugo a la amistad y a lo sublime de nuestras inquietudes, pasadas por el filtro del arte -en este caso musical-, que nos engrandece, elevando nuestra humana estatura.

MOISÉS CAYETANO ROSADO

martes, 5 de mayo de 2015

DOS DÍAS, UNA NOCHE Y LA LUCHA POR LA VIDA
Moisés Cayetano Rosado
Veo una película estremecedora, sensible, aleccionadora; ejemplar como cine y como mensaje para todos: Dos días, una noche, de Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne. Coproducción belga-franco-italiana, de 2014, que ha cosechado numerosos premios, especialmente para su actriz principal, Marion Cotillard, interpretando un papel inolvidable, por sus serenidad dramática, su tensión interior y la capacidad para remontar con temple las situaciones dificultosas con que ha de enfrentarse a contrarreloj.
Actualísima y “veraz como la vida misma”, nos presenta a una trabajadora que va a ser despedida porque la empresa ha sometido a votación su continuidad ante el resto de sus compañeros, que deben optar por prescindir de una prima económica o el mantenimiento del empleo de la afectada. Prima que para muchos resulta imprescindible, dado lo exiguo de sus salarios; votación en que se ponen todos en evidencia ante la empresa, que desea prescindir de la trabajadora.
En los dos días y una noche que la víctima tiene para convencer a sus compañeros ante una nueva -y secreta- votación que solicita y le ha sido permitida, vamos a ir viendo las miserias sociales y personales, como también las inquietudes, los miedos, e incluso también la “cara humana” de los empleados que han de decidir. La soledad y también la solidaridad. Las dificultades de la lucha por la vida en un medio social que representa a la inmensa mayoría, donde las luces y las sombras se suceden, con el resultado de un auténtico reportaje del tiempo que -en un “mundo occidental avanzado”- nos ha tocado vivir.
Pocas veces podremos ver una interpretación tan magistral: la contención del personaje, su equilibrado proceder en las visitas que va realizando casa a casa de los distintos compañeros; sus caídas de ánimo en la intimidad, que a veces le lleva a la irritación consigo mismo y con los suyos; la atención que logra del espectador ante lo que podía resultar tedioso por repetitivo: pedir una y otra vez lo mismo en escenarios mínimos, generalmente la entrada de las casas de los otros.
Huyendo del maniqueísmo, nos muestra la película el mundo real, el mundo de ahora mismo, con esa lucha eterna por la sobrevivencia de una clase media diluida y a veces engullida por las dificultades.
Se producirá la votación y habrá un empate, el empate de la vida en que nos lo estamos jugando todo a cara o cruz. Y habrá una decisión que engrandece al personaje que nos ha estado “enganchando” en toda la película, cuando se le propone la readmisión en cuanto a uno de los compañeros eventuales le cumpla el contrato: readmisión a cambio de no renovación a una “nueva víctima”. Algo que no acepta, decidiendo luchar de otra manera, volviendo a la carga de una nueva búsqueda, como tantos millones de trabajadores despedidos lo estarán igualmente intentando: ha quedado salvaguardada su dignidad y se ha fortalecido para continuar la batalla cotidiana.

Y ahí termina el film, porque esa nueva búsqueda es otra historia, que también reconocemos. Ahí termina una película que se ve con gusto, pese a su amargura, y con esperanza, pese a las miserias cotidianas que refleja. Que se ve con el placer de una obra bien hecha; obra de arte con calidad y calidez humana, claroscuro de la sociedad en que vivimos.
VIAJE A MALTA. LA MAGIA DE UNAS ISLAS SINGULARES: LAS TRES CIUDADES, ACORAZADOS MIRADORES (II)
Moisés Cayetano Rosado 
Cuando se han visto las Tres Ciudades desde los Jardines de Valletta que dan al Gran Puerto, el deseo de bajar hasta ellas se hace irresistible. Esa visión de las puntiagudas lenguas de tierra que se internan en el mar, tan azul, tan ajetreado de embarcaciones que entran y salen; esas impresionantes fortificaciones que blindan las entradas, con sus paños de murallas, baluartes, revellines, hornabeques, fuertes…, con un abigarrado y monumental caserío interior, nos deparan magníficas sorpresas.
Ocupado el espacio por los fenicios en el 800-700 a.C., ha visto pasar desde entonces todo tipo de invasores, que necesitaban el refugio de sus ensenadas en las rutas comerciales mediterráneas. Allí fracasarían los turcos en su Gran Sitio de 1565, ante los Caballeros Hospitalarios, que se instalaron en 1530. El ofrecer estas ciudades una resistencia heroica, les valió la nueva denominación de Vittoriosa, Senglea y Cospicua, a las que respectivamente se llamaban Birgu, L-Isla y Bormla.
Esta invasión llevó a reforzar lo que ya eran extraordinarias fortificaciones, que en los siglos XIX y XX serían de gran utilidad a los ingleses, como base de su flota en lugar tan sustancial del Mediterráneo. Pero eso mismo las haría blanco de los ataques del Eje en la II Guerra Mundial, que causó grandes destrucciones, posteriormente reparadas con tesón y acierto.
Si accedemos a ellas por tierra desde Valletta, llegaremos primero a Cospicua, tras atravesar el primer cordón de baluartes en semicírculo, que mirados cenitalmente parecen un inmenso collar de perlas puntiagudas, de 5 kilómetros de longitud.
Otro segundo collar rodea propiamente a la ciudad, reforzado por el inmenso fuerte rectangular de Santa Margerita, dotado en sus extremos de un baluarte y tres semibaluartes, así como tenaza delante de la puerta exterior. Los magníficos cuarteles que cubren todo el perímetro interior son actualmente viviendas residenciales, dotados de animada actividad vecinal.
Dentro de su intrincado caserío es de destacar la Iglesia colegiata de la Inmaculada Concepción,  del siglo XVI, cuyas escalinatas en rampa van a dar a un estrecho y largo puerto deportivo que nos lleva a la entrada de las otras dos ciudades del conjunto: Vittoriosa a la derecha y Senglea a su izquierda.
Vittoriosa resulta ser la más turística de las tres, con una oferta monumental extraordinaria, en que destacan -aparte de un paseo marítimo delicioso, repleto de embarcaciones de recreo- diversas iglesias y palacios, y en especial su Fuerte de Sant’Angelo, considerado “la joya de la corona” del patrimonio militar maltés, sede del Gran Maestre de los Caballeros Hospitalarios en el siglo XVI y símbolo de la resistencia al Gran Sitio Turco de 1565. Fue ampliamente reformado a finales del siglo XVII, siendo en el XIX cuartel general de la armada británica del Mediterráneo. En la II Guerra Mundial  sería la base de operaciones aliadas, siendo alcanzado 70 veces por los bombardeos ítalo-germanos. Actualmente está siendo rehabilitado en su interior, por lo que no pudimos visitarlo. Pero las vistas desde su base hacia el Gran Puerto, Senglea y Valletta resultan sobrecogedoras.
Senglea, enfrente de Vittoriosa, tiene una traza urbana en cuadrícula, como ocurre con Valletta y Floriana, al contrario que las tortuosas, medievales, de Vittoriosa y Cospicua (aunque esta última tiene cierta parte en trazado regular).
Como en las otras dos ciudades, resulta muy grato el paseo marítimo y las vistas exteriores. El amurallamiento es igualmente extraordinario, y resulta llamativa en especial su torre vigía -tipo gigantesca garita- situada en la punta septentrional, en cuyas paredes están esculpidos unos gigantescos ojos y orejas, como símbolos de su función de vigilancia. Desde allí, contemplar  el Gran Puerto (en donde atracan todo tipo de embarcaciones, incluidos los inmensos cruceros turísticos) y Valletta resulta una experiencia impagable, por su belleza y monumentalidad.

Pasar todo un día recorriéndolas sucesivamente a pie, relajadamente, constituye uno de los mayores alicientes de la isla para cualquier amante del ingenio humano desplegado en el urbanismo, las defensas abaluartadas y la contemplación monumental sosegada… porque, al contrario que la mayor parte de los puntos recomendables del archipiélago, no parece haber llegado allí la masificación de visitantes.

lunes, 4 de mayo de 2015

OUGUELA COMO PROTAGONISTA: LIBRO Y VISITA 

Ouguela es un pequeño-gran tesoro de la Raya/Raia luso-española (http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2014/11/ouguela-pequeno-gran-tesoro-vigilando.html). Y sobre ella ha recopilado unos útiles “elementos para a sua história” el profesor e historiador Francisco Galego (http://moisescayetanorosado.blogspot.com.es/2015/01/a-antiga-vila-de-ouguela-elaboracion.html).
El viernes, 8 de mayo, a las 20’00 horas, vamos a presentar precisamente este libro en el Salón de Plenos de la Diputación de Badajoz (Calle Obispo San Juan de Ribera, 6. Badajoz), y le serán ofrecidos ejemplares del mismo a los asistentes por parte de la Câmara Municipal de Campo Maior (de la que depende esta Vila).
Intervendrán, junto al propio autor -Francisco Galego-, el Presidente de la Câmara Municipal de Campo Maior -Ricardo Miguel Furtado Pinheiro-, el Presidente de la Asamblea Municipal de Campo Maior -Pedro Murcela- y los historiadores José Ribeiro (Subdirector del Museu Militar de Elvas), Luis Alfonso Píriz (Archivero-bibliotecario de Olivenza) y Moisés Cayetano Rosado (Director de la revista transfronteriza “O Pelourinho”), moderando la Mesa Francisco Muñoz Ramírez, director del Área de Cultura de la Diputación de Badajoz.
Al día siguiente -el sábado, 9 de mayo-, giraremos una visita a la propia Vila y sus fortificaciones, dirigida por el mismo autor del libro, Francisco Galego, y el historiador Julián García Blanco, competente estudioso de las fortificaciones de la Raya/Raia. El punto de encuentro será la entrada de Ouguela, a las 10’30 horas españolas.

Ambas actividades son libres y se invita a todos los interesados a asistir y participar en las mismas.

domingo, 3 de mayo de 2015

VIAJE A MALTA. LA MAGIA DE UNAS ISLAS SINGULARES: VALLETTA, MONUMENTALIDAD Y MIRADORES (I)
Moisés Cayetano Rosado
Viajamos a Malta. Unas islas en medio del Mediterráneo que, por su posición geográfica y estratégica central, han recibido influencias y agresiones desde todos los puntos cardinales. Esto ha conformado el poblamiento y el legado monumental de unas tierras mínimas (316 km2), dotadas en gran parte de acantilados inaccesibles de roca caliza y arenisca fósil, con las que después se han levantado sus casas, monumentos y especialmente sus defensas. Porque Malta es en buena parte eso: un espacio fortificado, acorazado a veces, magníficamente defendido y hermosamente construido.
Si los primeros pobladores aparecieron en el archipiélago hace más de 7.000 años, serían los fenicios en el 1.000 a.C. quienes la ocuparan de manera marcante, pasando al control de Cartago, luego de Roma y después a dominio bizantino. Los árabes lo conquistan alrededor del año 870 y cuatrocientos años después pasan a la Corona de Aragón.
Será el rey Carlos I de España quien se las ceda en arriendo continuo a los Caballeros Hospitalarios, que fortifican los lugares más vulnerables. Precisamente en 1565 tendrá lugar lo que se llama el “Sitio de Malta” por los turcos otomanos, que no logran vencer a los caballeros de la Orden de Malta, auxiliados por el ejército español, a pesar de la ofensiva con 160 galeras y 30.000 soldados. El éxito del Gran Maestre, Jean Parisot de la Vallette, es decisivo para la división del mundo mediterráneo en este punto entre la cristiandad (al oeste y norte) y el islam (al este y sur).
Napoleón, no obstante las enormes defensas abaluartadas construidas a partir de aquel momento, logra la conquista en 1798, si bien dos años después el almirante británico Nelson bloquea las islas y logra su rendición. El control británico será total a partir de entonces, lo que hará que en la Segunda Guerra Mundial sea objetivo crucial de los ataques alemanes e italianos, que ocasionan enormes destrucciones. En 1964, Malta logra la independencia, aunque la salida de los británicos se retrasará 15 años más.
Necesariamente, toda esta volcánica historia se refleja en su paisaje humanizado, en su legado artístico. Tanto sufrimiento, como siempre, ha dejado las huellas del ingenio constructivo, manifestado en sus fortificaciones sin igual.
De ahí que cuando llegamos a Valletta, la capital (Patrimonio de la Humanidad desde 1980), nos quedamos sorprendidos por su monumentalidad defensiva, que además encierra una magnífica traza urbana cuadriculada donde los palacios, las iglesias, las construcciones en general, nos hablan también de su esplendor económico y social.
Desde sus profundos fosos de entrada, la Avenida de la República nos lleva en línea recta hasta la punta de esta lengua de tierra, donde  el Fuerte de San Telmo, edificado en 1552, es el símbolo de la resistencia al Gran Asedio de 1565. En el camino, a un lado y otro, habremos dejado tesoros tan significativos por su continente y contenido como el Museo Arqueológico, enseguida a la izquierda (¡qué magnífica colección de Venus prehistóricas!: una escultora argentina residente en Israel las contemplaba extasiada y nos decía que solo por eso merecía el viaje hasta Malta). O un poco más adelante, a la derecha, la Concatedral y Museo de San Juan, de un barroco deslumbrante, que obra el milagro de no parecer recargado y abusivo, pese a su extraordinaria exuberancia de mármoles multicolores en columnas, retablos, esculturas, lápidas sepulcrales que cubren su suelo; los cuadros de Caravaggio que atesora son inigualables.

Más iglesias. Palacios (no hay que perderse el de los Grandes Maestres y su fenomenal armería), jardines en los alrededores, teatros, cafés, heladerías…, el nuevo Centro de Interpretación de las Fortificaciones (uno de los pocos lugares donde no cobran por visitar), el Teatro Manoel (por el noble portugués Manoel de Vilhena, Gran Maestre de Malta entre 1722 y 1736, que ordenó su construcción, como de tantas obras públicas y fortificaciones), los múltiples miradores ajardinados de sus elevados murallones desde donde recrearse con la visión de la costa recortada de este entrante marino.
Al norte deja la población de Sliema con sus torres vigías y la fortificada Isla Manuel (otra vez Manoel de Vilhena, su impulsor), y al sur las llamadas “Tres ciudades”, cuna de todas las civilizaciones que han pasado por Malta y cuya vista desde Valletta es increíblemente hermosa: espacio acorazado, con magníficos puertos deportivos y de mercancías y sólidas construcciones de arenisca y caliza que rivalizan con las de Valletta; geometría académica con miradores salientes de madera multicolor, donde predominan el ocre, el rojo, el azul y el amarillo, resaltando entre las piedras bien talladas de las fachadas, en que cuelga la ropa tenida a secar.
Callejear por Valletta resulta delicioso, sobre todo a la caída de la tarde, cuando las masas de turistas se recogen y apenas quedan sus poco más de 7.000 habitantes, que escuchamos hablar en maltés, que nos recuerda a veces al árabe y otras al italiano.
La afortunada cuadrícula de su callejero se comba en las pendientes que a un lado y otro van a dar al mar, donde a la izquierda puedes coger el ferry para Sliema y a la derecha el de las Tres Ciudades, en que seguir disfrutando de estos recortados salientes de una isla afortunada que engancha al visitante.
Si volvemos a la entrada, allí tenemos la central de autobuses que nos llevan -por un precio mínimo- a cualquier parte de la isla, y ahí comienza la ciudad de Floriana, impulsada igualmente por Manoel de Vilhena, con otro cordón fortificado cerrándola. También está trazada en cuadrícula, y con una inmensa plaza expedita que, al igual que la que rodea al Fuerte de San Telmo -al otro extremo-, presenta en su suelo especies de “ruedas de molino” que no son sino entradas a los enormes silos que servían de abastecimiento en los largos cercos que sufrieron en la Edad Moderna.

viernes, 1 de mayo de 2015

LA SANGRÍA DE EXTREMADURA Y LA HEMORRAGIA DE ALENTEJO
 
Moisés Cayetano Rosado

Los años del desarrollismo fueron traumatizantes para regiones europeas del sur, como Alentejo interior (distritos de Portalegre, Évora y Beja) y Extremadura española. Las buenas perspectivas económico-laborales de Centroeuropa y de las áreas industriales de nuestros dos respectivos países les colocaron a la cabeza de la emigración mediterránea.
Entre 1951 y 1975 Extremadura perdió 671.000 habitantes, el 48% de su población, y Alentejo 308.000, el 44% de sus habitantes: los más jóvenes, en edad de trabajar y de reproducirse. Quedaron así ambas regiones sin un magnífico capital humano y con un índice de ancianidad devastador.
Las consecuencias se han arrastrado decenio tras decenio, pues el retorno ha sido una utopía irrealizable y la renovación poblacional ha estado lastrada por el envejecimiento de la pirámide de edades.
Cierto que para buen número de los que emigraron eso supuso una liberación de la miseria, la falta de recursos y futuro, pero para ambas regiones fue una pérdida de capital humano extraordinario, sin que la contrapartida de ahorros trasvasados, envíos de remesas y transferencias económicas, les haya levantado de su postración.
Así, en la Europa de 12 miembros y 107 regiones de la época, en el ranking Producto Interior Bruto/Población antes de comenzar las grandes migraciones, por 1950, Alentejo ocupaba el puesto 97 y Extremadura el 107. Varios años después de la crisis mundial de 1973 (que acabó con la masificación migratoria), en 1977, Alentejo pasó al puesto 104 y Extremadura ocupó el 102, según datos de la Oficina Estadística de la C.E. (Basic Statistics of the Commumity).
Y si en el caso de Extremadura ha llevado el fenómeno a un estancamiento en el número de habitantes, en el de Alentejo ha sido mucho peor, pues la emigración no ha cesado en todo el tiempo, algo que parece puede ser el signo de futuro para ambas regiones, tras la nueva crisis de 2008.
Así, en 1981, acabada aquella arrolladora etapa migratoria desarrollista europea, la región extremeña tenía 1.065.000 habitantes, de los 37.750.000 que poblaban España. Treinta años antes, eran 1.400.000 del total nacional de 28.100.000.
¿Nos vamos recuperando de esta tendencia desertizadora? Hoy día, a comienzos de 2015, Extremadura no pasa de 1.100.000 habitantes (España subió a 47.000.000), o sea se ha estancado, al tiempo que su población se envejece irremisiblemente.
¿Cuál es el caso de este Alentejo interior tan castigado? Pues que en 1981 lo poblaban 505.000 personas, de las 9.850.000 que tenía Portugal. También antes de iniciarse la estampida migratoria, en 1950, las cifras eran sustancialmente distintas: 700.000 habitantes Alentejo, de los 8.450.000 de Portugal.
¿Y qué ocurre en la actualidad? Pues que Portugal ha subido -como España- en número de habitantes: 10.500.000, mientras que Alentejo baja considerablemente, quedando en 395.000 residentes. (Ver CUADRO DE POBLACIÓN)
CUADRO DE POBLACIÓN
Año              España           Extremadura                Portugal          Alentejo interior
1950        28.100.000               1.400.000             8.450.000                      700.000
1981        37.750.000               1.065.000             9.850.000                      505.000
2015        47.000.000               1.100.000           10.500.000                      395.000
Densidad en
año 2015    93’13 (h/km2)            26’42                113’65                           16’68   ..
Fuente. INE España y Portugal (cifras redondeadas)

De esta manera, podemos decir que si la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI han sido para Extremadura de una sangría permanente, que en los años sesenta fue de auténtica hemorragia, para Alentejo la hemorragia incontenible ha continuado. En ambas regiones el futuro es difícil, pero en el caso alentejano es fatal, como nos muestra su alarmante baja densidad (16’68 habitantes por kilómetro cuadrado, casi siete veces menor que la media portuguesa), diez puntos por debajo de la ya de por sí bajísima densidad extremeña (26’42 h/km2, 3’5 veces menor que la media española). Y muchas comarcas de ambas regiones son ya auténticos desiertos poblacionales, con pueblos que terminarán vaciándose por completo.