miércoles, 25 de enero de 2012

CHICO Y RITA

        Hace unas semanas vi la película "Chico y Rita", de Fernando Trueba, con diseño de Javier Mariscal y coordinación de Tono Errado, que ayer fue nominada al Oscar 2012 como mejor película de animación, tras obtener el Goya, el Premio del Cine Europeo y el José María Forqué, en su modalidad.

        La música de Bebo Valdés y la ayuda en el guión del escritor Ignacio Martínez Pisón completan la magia de un film que va a quedar en la historia como un prodigio de puestas en escena, música (bolero y jazz), baile vitalista y desenvuelto, amor-encuentro-desencuentro sin medias tintas en momento alguno, amistad-traición, recreación urbana (fantástica La Habana y Nueva York) y transfondo de historia (de la dictadura de Batista al triunfo de Fidel Castro y la problemática cubana posterior) e intrahistoria (seres humanos con sus grandezas y miserias en el amor, en la amistad, en las expectativas de futuro).

       Se ha dicho que recuerda a veces a la memorable "Casablanca". A mí también me evoca la novela de Gabriel García Márquez "El amor en los tiempos del cólera": lo que fue pasión y choque de caracteres se transforma en el futuro, con los años y los desengaños, en nostalgia y apacible revivir.
      Chico era un joven y sereno pianista que en La Habana Vieja vive entre su arte y las típicas correrías con turistas extranjeras que buscan aventuras. Rita una cantante temperamental y bailarina magnífica, que también explota su arte en los tugurios de la ciudad. Su encuentro casual, la actuación conjunta, los primeros éxitos, se ven obstaculizados por malentendidos y celos, llegando la ruptura con un contrato para Rita en Nueva York; Chico la buscará en la Gran Manzana, y nuevas desavenencias, unidas a traiciones, los separan.

        No vendrán buenos tiempos ni para la cantante que triunfa, pero se enfrenta al racismo norteamericano, ni para el pianista que de vuelta a Cuba será silenciado, porque su música no se corresponde con las "expectativas" del nuevo régimen. Sólo muchos años después, en la vejez, le llega a Chico el redescubrimiento, y con él el reencuentro con una olvidada Rita, surcada de tristeza por el tiempo, la soledad y el abandono.

        Esta historia, tan común, tan repetida, tan tópica incluso, en otras manos hubiera sido no más que un culebrón. Pero aquí es un festival artístico completo que funde las artes del diseño, la música (homenaje a la maestría afrocubana), el dibujo urbano abigarrado de los grandes planos y denso de los planos de detalle (como pinturas de Cézanne y Gauguin), la literatura neorromántica (incluyendo aquí a un Mario Benedetti, un Alejo Carpentier, un García Márquez...) y el dinamismo de un baile animoso, enfrentado a las escenas de soledad y abatimiento que nos sacuden a cada momento.

        El 26 de febrero se fallan los Oscar. Gane o no, "Chico y Rita" será en el futuro una película de culto para los que buscan en el cine algo más que despliegues de americanadas al uso del gran Hollywood, los explotados tópicos de la crítica "al sistema" o la melosidad que busca al espectador fácil, consumista. Y desde la animación, esta película española se eleva a la máxima categoría, entrando por la puerta grande del cine universal.

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